San Cuadrado, apologista
fecha: 21 de septiembre
fecha en el calendario anterior: 26 de mayo
†: s. II
otras formas del nombre: Quadrato Cuadrato
canonización: pre-congregación
hagiografía: «Vidas de los santos de A. Butler», Herbert Thurston, SI
fecha en el calendario anterior: 26 de mayo
†: s. II
otras formas del nombre: Quadrato Cuadrato
canonización: pre-congregación
hagiografía: «Vidas de los santos de A. Butler», Herbert Thurston, SI
Elogio: En Grecia, conmemoración de san Cuadrado, discípulo de los apóstoles,
que, según tradición, en la persecución desencadenada bajo el emperador Adriano
congregó con su fidelidad y laboriosidad a la Iglesia dispersa por el terror,
escribiendo un libro -que dio al mismo emperador- en defensa de la religión
cristiana, digno de la doctrina apostólica.
refieren a este santo: San Publio de
Atenas
'
El primero de los grandes apologetas
cristianos fue san Cuadrato, el cual, según suponen algunos autores, ocupó el
cargo de obispo de Atenas a la muerte de san Publio. Eusebio y otros escritores
eclesiásticos hablan con respeto de cierto Cuadrato, gran profeta y siervo de
Dios, que había sido discípulo de los Apóstoles. Pero es imposible determinar
si se trata de nuestro santo. Cuando el emperador Adriano fue a los juegos
eléusicos a Atenas, san Cuadrato le dedicó un tratado en defensa de la fe.
Gracias a ello, el emperador reprimió la persecución, o por lo menos no dio
nuevos decretos persecutorios. Eusebio y tal vez también san Jerónimo,
conocieron esa apología que desgraciadamente se ha perdido. El santo citaba los
milagros de Cristo como prueba de su divinidad y afirmaba que él había conocido
a algunos de los enfermos curados por el Señor y de los muertos que había
resucitado. No sabemos exactamente cuándo murió san Cuadrato; probablemente fue
hacia el año 129, o poco después.
En Acta Sanctorum, mayo, vol. VI, se
encontrarán los pasajes de Eusebio y san Jerónimo, a través de los cuales
conocemos a san Cuadrato. El nombre de Cuadrato era bastante común, de suerte
que es difícil determinar si el apologeta, el obispo de Atenas y el profeta de
Asia Menor se identifican. Véase Bardenhewer, Geschichte der altkirchlichen
Literatur, vol. I, pp. 168-169; Harnack, en Texte und Untersuchungen, vol. I,
pte. 1, p. 100 ss; Harnack, Chronologie der altchristlichen Literatur, vol. I, pp. 269-271.
fuente: «Vidas de los santos de A. Butler», Herbert Thurston, SI
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Estas biografías de santo son propiedad de
El Testigo Fiel. Incluso cuando figura una fuente, esta ha sido tratada sólo
como fuente, es decir que el sitio no copia completa y servilmente nada, sino
que siempre se corrige y adapta. Por favor, al citar esta hagiografía,
referirla con el nombre del sitio (El Testigo Fiel) y el siguiente enlace: http://www.eltestigofiel.orgindex.php?idu=sn_3419
San Jonás, santo del AT
fecha: 21 de septiembre
canonización: bíblico
hagiografía: Abel Della Costa
canonización: bíblico
hagiografía: Abel Della Costa
Elogio: Conmemoración de san Jonás, profeta, hijo de Amitay (2Re 14,25), cuyo
nombre lleva un libro del Antiguo Testamento, y cuya conocida expulsión del
vientre del cetáceo es presentada en el propio Evangelio como signo de la
Resurrección del Señor (Mt 12,40).
Ver más información en:

El profeta Jonás es históricamente una
figura problemática, y al estar incluido en el santoral no es posible dejar de
lado las cuestiones que plantea. La primera de todas es la de su propia
existencia histórica. En la actualidad el libro es reconocido unánimemente por
la exégesis como una ficción literaria que tiene a un profeta como protagonista
(como podría haber tenido un sacerdote, un maestro de la ley, etc), y no como
verdaderamente un libro profético. Otros libros de profetas, como el de Isaías
o el de Jeremías, por ejemplo, narran la carrera y el mensaje profético de
ciertos personajes que realmente existieron (aunque, al uso antiguo, la mayoría
de los libros «de» los profetas no fueron escritos por ellos sino por discípulos
y sus escuelas, a lo mejor a lo largo de siglos), pero en el caso de Jonás se
trata de una parábola: la parábola de un profeta díscolo y contestón, testarudo
y con poca penetración en los misterios divinos... ¡todo un personaje!
Tratándose de una parábola, su
protagonista no necesariamente tiene que haber existido. No pretendemos que
existieron en la historia un hijo pródigo y un administrador infel, así como no
pretendemos que existieran en la historia los personajes de los cuentos de
ficción... más bien el hecho de que esas historias no hablen de ningún
personaje que haya existido implica la gran ventaja de que sus rasgos son
adaptables a cualquier persona que realmente exista... ¡sobre todo a nosotros
mismos! Con facilidad nos identificamos con el hijo pródigo, o con el hijo
mayor, con el administrador infiel, o con el obrero de la undécima hora, o con
el de la primera; precisamente porque nunca existieron, existen siempre:
siempre que alguien toma sus rasgos, cosa que ocurre a cada segundo infinidad
de veces.
La «lección» de Jonás tenía que ver
precisamente con eso: en una época en que Israel se iba encerrando más y más en
su nacionalismo costumbrista y a la vez se lamentaba melancólicamente en que ya
no había profetas como antaño, el librito muestra que lo fundamental no es la
figura del profeta, sino el hecho de que se tenga abierta la mirada para
aprender a leer los signos de Dios en la realidad: que a veces Dios llama a
quien no queremos que llame, que a veces salva a quien nunca esperaríamos que
salve, y que hay que aprender de una vez por todas la verdadera lección de los
profetas antiguos: Israel tiene una misión, pero Dios es Dios de todos y para
todos, también de Nínive.
Pero sucedió algo inesperado: la gente
bíblica (escritores, redactores, compiladores, editores, etc), todo ese mundo
humano -no organizado pero muy coherente- que es entorno cultural de la Biblia,
tiene un especial amor simbólico por el número 12. ¿Por qué? vaya a saber, los
símbolos no siempre tiene «razones», pero es claro que el 12 representa todo un
«ritmo interno» en el curso de la historia bíblica. Pues bien: al compilar los
profetas, quedaba un grupo de once... faltaba uno, y alguien incluyó el libro
de Jonás entre los profetas que nosotros llamamos «menores», y formó ese grupo
que los judíos llaman «Los Doce», cuando en realidad el lugar propio de Jonás
hubiera estado con Tobías, Judith, Ester, Rut, es decir, la «literatura
edificante» con base en la parábola. Así comienza la confusión entre ficción y
realidad. Que luego aumentó cuando la apologética cristiana comenzó a defender
a ultranza cierto modo prosaico de entender los milagros biblicos, para
oponerse al excesivo «simbolismo ocultista» de las corrientes de tipo
gnósticas.
San Agustín llega a decir que, aunque el
milagro de Jonás en el vientre de la ballena provoca risa a los paganos,
nosotros no podemos cuestionar su realidad, porque quien cuestiona una cosa
cuestiona todo. Argumento por demás dudoso (las cosas son verdaderas o falsas
por sí mismas, no en un pack-oferta de verdades «a bulto»), pero que, al venir
con la autoridad de nada menos que san Agustín, caló tan hondo, que se seguía
repitiendo como si fuera del todo lógico hasta hace relativamente pocos años. Y
a esto se vino a sumar que como Jesús comparó su Pascua con el «signo de
Jonás», pareció que negar la realidad histórica de ese hecho, necesariamente
iba a implicar negar la realidad histórica de la Pascua de Jesús, algo
completamente distinto.
Pero es muy importante recuperar hoy la
figura ficcional y simbólica del profeta Jonás: porque en su realidad literaria
vale para cada uno de nosotros, mientras que si hablara de un profeta del
pasado, sus hechos se referirían sólo a él. Cuántos católicos lloran hoy que se
van perdiendo en el mundo moderno los signos de un catolicismo que nos teníamos
bien aprendido. Para todos nosotros sigue hablando la parábola del profeta
tontorrón y cabezadura: Dios va a salvar por donde menos te lo esperas, y llama
a quien menos te esperas.
Pero claro, el Martirologio Romano no es
un tratado de exégesis, y recibió heredada de una tradición multisecular la
celebración de todos los profetas bíblicos, incluyendo a «San Jonás». Se podría
retirar del martirologio, como se ha hecho con muchos santos cuya historia real
era muy dudosa; sin embargo, el revisor ha preferido en este caso buscarle la
vuelta para no romper esa preciosa armonía (que también es belleza y también es
de Dios, aunque no cumpla con los criterios de la crítica histórica) de tener
en el ciclo santoral anual a todo el ciclo de profetas bíblicos. Así que
aprovechando que en la ficción el autor de Jonás identifica a su personaje con
un profeta antiguo, que realmente había existido en época de Jeroboam de Joás y
que es ocasionalmente mencionado en 2Reyes 14, el Santoral celebra hoy la
memoria de un personaje real, a la vez que alude a la más conocida de las
aventuras ficticias de Jonás (su estancia en el vientre de la ballena), sin
pronunciarse sobre la realidad histórica de ese hecho, incontestablemente
parabólico, tal como lo leemos hoy. Se recupera en el elogio del Martirologio
Romano la relación tipológica entre el signo de la estancia en la ballena sin
necesidad de que ese uso simbólico implique que haya tenido que ocurrir el
hecho de tal estancia en la ballena.
En todo caso, el delicadamente redactado
elogio de Jonás en el Martirologio es toda una invitación a darnos un paseo por
uno de los libritos más preciosos dentro de esa «literatura marginal» surgida
en los últimos tiempos del Antiguo Testamento, a la sombra de la gran tradición
poética, historiográfica y profética. El punto de vista ficcional sobre esta
obra (y por tanto sobre u personaje central) está hoy fuera de discusión
exegética. En cambio la revalorización de su contenido y estilo están aun por
hacerse, y muchos exégetas hay que no le otorgan el puesto de verdadera
creación literaria que merece un libro pequeño pero cuidadosamente construido y
escrito, atractivo y convocante. Su «mensaje», en todo caso, la voluntad
salvífica universal, es perenne, y más valioso aun, si cabe, para los
cristianos.
Recomiendo, ante todo, la lectura directa
del libro, nada difícil (siempre tomando con cierto humor al
personaje, con el mismo humor con el que fue dibujado por el narrador): .
Además puede consultarse bibliografía no muy compleja, como el cuaderno bíblico
Verbo Divino dedicado al libro, o el capítulo correspondiente del Comentario
Bíblico «San Jerónimo» (disponibles en la Biblioteca),
breve pero como siempre de gran profundidad es la introducción del P. Alonso
Schökel al libro de Jonás, en el tomo correspondiente a los Profetas, en la
Biblia del Peregrino (II-1, pág. 434), disponible también a través de nuestra
Biblioteca.
Abel Della Costa
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El Testigo Fiel. Incluso cuando figura una fuente, esta ha sido tratada sólo
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