¿Nos hemos habituado a la eliminación de los cristianos?
Un grito se eleva del corazón de la vieja Europa: el arzobispo de Lyon reclama la atención sobre los cristianos que son asesinados sistemáticamente en Irak. Porque no nos podemos permitir de habituarnos a las noticias de muerte que llegan cotidianamente de Oriente, ni permanecer en silencio. Urge que cada uno se sienta provocado en primera persona.Philippe Barbarin | Viernes 18 de julio de 2014
Las palabras parecen impotentes ante de la tragedia de los cristianos orientales. Las informaciones muchas veces contradictorias que llegan de Irak testimonian el caos y la angustia de nuestros hermanos. El martes a la tarde he recibido la llamada del Patriarca de los Caldeos Luis Rafael I Sako, a quien en marzo he tenido la alegría de recibir en Lyon y que está ahora empeñado en el sínodo junto a una veintena de obispos de la región. Me ha dicho que la situación es terrible, pero que lo peor aún está por venir. De hecho, la eliminación de las minorías religiosas no es un daño colateral de la estrategia de los asesinos, sino su objetivo declarado.
En Francia la situación de los cristianos de Irak no provoca muchas emociones. ¿Cómo explicar que, incluso en nuestras parroquias, no se comparte suficientemente la preocupación de nuestros hermanos orientales? Las explicaciones sin duda son varias. La prensa refleja la conciencia de nuestro país: los cristianos de esas zonas son considerados un problema extraño. Y además hay seguramente una suerte de fatalismo: la región está bajo peligro mortal desde hace tanto tiempo que nos hemos acostumbrado a algo que es inaceptable.
El hecho que aquí, en Occidente, las religiones oficialmente son respetadas, pero muchas veces miradas con sospecha, no ayuda. La situación de los cristianos perseguidos en el mundo a menudo provoca en nuestros políticos solo una débil compasión, tardía, a la cual raramente se siguen efectos. Asia Bibi comienza el cuarto año de detención preventiva en una cárcel paquistaní de alta seguridad sin que eso impida dormir al mundo; Myrian Yahya Ibrahim Ishag ha dado a luz en una prisión sudanesa, ha amamantado a su pequeño hijo encadenada en el corredor de la muerte, liberada por pocas horas por la presión americana, y nuevamente arrestada. Nuevamente faltaron voces francesas importantes capaces de oponerse con simplicidad, fuerza y firmeza.
El reflejo comunitario de un grupo humano lo lleva a defender sus propios miembros. Que los cristianos hayan recibido la vocación de amar a todos los hombres sin distinción de raza, cultura o religión es una enseñanza que viene directamente del Evangelio. ¡Pero esto no debe hacernos cerrar los ojos ante las angustias de nuestros hermanos más cercanos!
En 1974 en Rochefort tuvo lugar una de las más grandes masacres de sacerdotes de nuestra historia. 829 sacerdotes refractarios fueron deportados por el Comité de Salud pública, de los 829solo 274 sobrevivieron: estos juraron no hablar del horror que vivieron, para que Francia se realzase. Hoy, la ciudad de Qaraqosh, en la llanura de Nínive, con la llegada de refugiados se ha convertido en la más grande ciudad cristiana de Irak. ¿Oís el grito que se eleva? Es el de un campo de refugiados. Qaraqosh no es Roquefort porque la masacre se lleva a cabo ahora. He aquí por qué no podemos cerrarnos en el silencio.
Ayer el Patriarca me decía que la división del país sería preferible a una guerra civil, que mata en primer lugar a los inocentes. Si solo la comunidad internacional pudiese ayudar a encontrar una solución… Pero no esperemos todo de los Estados y de su diplomacia. Obremos aquí y ahora, como nos ha invitado a hacer el Papa.
Cuando Juan Pablo II me ha recibido en el Colegio de Cardenales, ha insistido en el sentido de la púrpura cardenalicia, reclamo de la sangre de los mártires. Por esta razón invito hoy a los cristianos occidentales a elevar al Cielo una oración ferviente por nuestros hermanos orientales. Los invito a cultivar la conciencia de esta hermandad que nos une a través de la distancia, a través de los siglos. Quisiera repetir las palabras del Patriarca: “Lo que nos falta es vuestra cercanía, vuestra solidaridad. Queremos la certeza de no ser abandonados”.
Yo propongo alentar a las asociaciones que actualmente trabajan en la llanura de Nínive. Suplico a los cristianos occidentales y a todos los hombres y mujeres de buena voluntad que trabajan en los sectores de la salud, de la educación, de la alimentación, de los primeros auxilios, de venir en ayuda de los sobrevivientes. Deseo lanzar un gemelato de nuestra diócesis con las diócesis más necesitadas. Propongo que un porcentaje de las entradas de nuestras parroquias que lo deseen sean donadas en el curso del año para aliviar la indigencia de nuestros hermanos en Irak. Invito a todos los cristianos a permanecer atentos y vigilantes, a velar sobre nuestros hermanos.
Que los herederos de S. Pothin sean hermanos de aquellos de Santo Tomás, apóstol de Oriente. Como ha dicho el Papa Francisco, nos encontramos de frente a un ecumenismo de sangre: no son los católicos, los protestantes, los ortodoxos los que son martirizados, son los cristianos. Y hay razones para temer que las persecuciones no se frenen con los cristianos. Es necesario que desde hoy la ciudad de Qaraqosh se convierta en un santuario para todos los beligerantes y un puerto de paz para los miles de civiles de todas las confesiones que llegan a ella. Porque son los hombres los que son asesinados, en el silencio, mientras se juega al fútbol en Brasil. El Patriarca me dijo: “Conservamos la esperanza, pero como usted sabe, la esperanza es frágil”. ¿Y si su esperanza estuviese en nuestras manos? El Papa Francisco recuerda: “los cristianos perseguidos por su fe son muy numerosos. Jesús está con ellos, y también nosotros”. ¡También nosotros!
(Texto publicado el jueves 26 de junio en Le Figaro).

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