lunes, 15 de septiembre de 2014

El signo de la Cruz de Jesús preside los altares; las liturgias y con el aceite del Crisma impregna el cuerpo de todo bautizado 15092014

El signo de la Cruz de Jesús preside los altares; las liturgias y con el aceite del Crisma impregna el cuerpo de todo bautizado




REFLEXIONES EN FRONTERA, jesuita Guillermo Ortiz
(RV).- (Con audio) RealAudioMP3 En todos los altares de los templos y también los altares familiares; en todas las liturgias de los misterios sagrados, preside siempre la santa cruz. Pero la liturgia de ésta semana inició con la Fiesta de la Exaltación del Cruz. “Nosotros no exaltamos una cruz cualquiera o todas las cruces -dijo Papa Francisco-. Exaltamos la cruz de Jesús, porque en ella se ha revelado al máximo el amor de Dios por la humanidad”.

Si abrimos el foco vemos en el calvario a la Madre dolorosa acompañando a Jesús, con un amor fiel que tampoco claudica frente a la tentación, dolor, oscuridad de la cruz. “La madre piadosa estaba junto a la cruz y lloraba mientras el hijo pendía. Por los pecados del mundo vio a Jesús en tan profundo tormento la dulce madre”, reza el himno de la fiesta de la Dolorosa el 15 de setiembre. Y es precisamente junto a la cruz su parto como madre de todos. La curación y vivificación que nos da la cruz viene junto con la maternidad de la Virgen. Somos familia, somos hijos en el Hijo, por la cruz de Jesús y tenemos una madre.

Esta cruz que es el sello de familia impregna el cuerpo del bautizado, signado con la cruz en la frente y el pecho con el santo crisma y el óleo de los catecúmenos en el bautismo. También en el sacramento de la Reconciliación, el sacerdote con la absolución de los pecados traza el signo de la cruz sobre el penitente. Y la cruz vuelve a tocarnos en el sacramental de la bendición que nos da el sacerdote, el padre, la madre, el abuelo, recordándonos este sello del bautismo y de los misterios sagrados de la confirmación, la reconciliación. Al inicio y al final del día nos ponemos ante Dios y nos dejamos abrazar y proteger por el amor fiel y victorioso de Jesús persignándonos o santiguándonos, como también al comienzo y al final de cada oración.

Contemplamos el máximo amor de Dios por la humanidad en las estampas y representaciones de la cruz de Jesús en tantos crucifijos de tantos tamaños, colores y materiales distintos. Es el “sacramental” más conocido y extendido en el mundo cristiano; resume la fe católica en la fórmula que acompaña el signo: “En el nombre del Padre y del Hijo del Espíritu Santo”.

“Quien confía en Jesús crucificado recibe la misericordia de Dios que cura del veneno mortal del pecado”, dijo El Papa. Que la madre dolorosa nos ayude a recibir, aceptar, vivir del Amor de Dios que brota de la cruz.

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