jueves, 23 de octubre de 2014

En cuanto metes tu yo... (AUTOLIBERACIÓN INTERIOR) Anthony de Mello


En cuanto metes tu yo...

Santa Teresa dijo que Dios le con­cedió el don de desidentificarse de sí misma y poder ver las cosas desde fuera. Éste es un gran don, pues el único obstáculo y raíz de todo pro­blema es el yo. Des identificarse sig­nifica no afectarnos por lo que está ocurriendo -vivirlo como si le ocu­rriese a otro-, pues en cuanto mete­mos nuestro yo en cualquier persona, situación o cosa, preparémonos para sufrir. Vivir desidentificados es vivir sin apegos, olvidados del ego, que es el que genera egoísmo, deseo y ce­los, y por el cual entran todos los con­flictos.

Otra cosa que nos muestra que es­tamos programados es creer que cada uno está en posesión de la verdad. Cada religión cree tener la verdad y ser la única, la exclusiva. ¿Por qué? Temen perder si reconocen que puede haber verdad en cada una y en to­das ellas. Si viviésemos desidentifi­cados de nuestras creencias, no nos preocuparíamos por lo que lleven de acertado o no. Las creencias pueden cambiar, lo importante es lo esencial que descubramos dentro de nosotros y que nos lleva a ir buscando la ver­dad, y saber que es de todos.

Despertarte es despertar a la reali­dad de que no eres el que crees ser. Esto es desidentificación. Sólo podrás conseguir esto cuando seas capaz de atribuir tus tribulaciones a tu progra­mación y no a la realidad. Cuando uno se aflige, intenta cambiar la rea­lidad para ajustarla a su programa­ción, pues cree que ésa será la solu­ción a su problema; pero como no lo consigue, su frustración viene a su­marse a su aflicción y el problema no se aclara.

Si el problema viene de tu progra­mación, no puedes cambiar la vida y a los demás, sino desprogramarte o ver, por lo menos, claramente, de dónde viene el problema. Si cambias y te abres a la realidad, verás cómo todo cambia a tu alrededor, pues era tu mente la equivocada, y al cambiar tu mente y abrirte a la realidad, cam­biará tu manera de ver y de vivir lla­mando cada cosa y situación por su nombre.

Recuerda aquello de: "En vez de alfombrar todo el mundo para que no tropieces, es más fácil que te calces unas zapatillas." ¿Se consigue la fe­licidad en esta vida? Cuando sueltes tus alucinaciones, te darás cuenta de que la felicidad siempre estuvo en ti, pero se metieron las exigencias de por medio, la cultura, los deseos, los mie­dos, con sus mecanismos de defensa, y la fueron ahogando. Darnos cuenta de esto ya es dar un gran paso.

Una persona, con tantas exigencias y problemas, no puede amar, ni en­contrar la felicidad, porque ya tiene bastante con defenderse de lo que cree que la está atacando. En ese es­tado, lo que llamamos amor es egoís­mo, amor a nuestro ego, interés pro­pio. Nos sentimos tan mal y con tan­tos miedos, que sólo podemos mirar­nos a nosotros mismos, vigilándonos con recelo porque, en verdad, tampo­co nos amamos.

Amor es pura gratitud, y nosotros nos ponemos condiciones. Y si nos ponemos condiciones a nosotros mis­mos, ¿cómo no vamos a ponérselas a los demás? Convertimos eso que lla­mamos amor en un egoísmo refinado que utilizamos, o para darnos placer, o para evitar sensaciones desagrada­bles, sensaciones de culpabilidad, o miedo al rechazo. Para evitar esto, co­merciamos con lo que llamamos amor. Si somos capaces de ver esto y de llamar las cosas por su propio nombre, ya vemos claro.

 

Las acciones pueden ser malas o buenas, siempre dependerán de la madurez y cordura del que las cometa.

No hay comentarios:

Publicar un comentario