sábado, 20 de diciembre de 2014

San Urcisino de Duby - San Ceferino de Roma - San Liberal de Roma - San Filogonio de Antioquía 20122014

San Urcisino de Duby




 San Ursicino, eremita
En el macizo del Jura, en la ribera del Duby, en la región helvética, san Ursicino, discípulo de san Columbano, que primero llevó vida eremítica en la soledad, y después de ser descubierto indujo a muchos a abrazar este género de vida.
El culto de san Ursicino (en francés Ursanne), un ermitaño del Jura, está atestiguado en esta región de Suiza ya el tercio final del siglo VII; porque antes del 675 el abad Germano de Moutier-Grandval había construido una iglesia en su honor en Grandval. También un antiguo documento reporta que san Vandregisilo Abad (muerto en 668), construyó hacia el 630 un monasterio en el mismo lugar donde reposaba Ursicino. El sarcófago del santo ermitaño, que data del siglo VII, sigue siendo venerado en la hermosa iglesia de San Ursanne, situada en un recodo del río Doubs, que aunque nace en el Jura francés, penetra un corto trecho en territorio suizo; en esa orilla se encuentra la iglesia.

En cuanto a la vida de san Ursicino, todo lo que los hagiografos han considerado y difundido proviene de un antiguo documento, nombrado por primera vez por el jesuita Claudio Sudán (1579-1665) en su obra «Basilea sacra», pero es de lamentar que no lo transcribe textualmente. El documento era una lectura litúrgica en 24 capítulos, que fue compuesta por disposición del obispo Hugo I de Besançon (inicios del siglo XI), diócesis a la que pertenecía entonces Ursicino. Esta 'Vita' -que se ha perdido- contaba que Ursicino era un monje irlandés, compañero de san Columbano (543-615), el abad que de Irlanda emigró a Francia y luego a Italia, donde fundó el monasterio de Bobbio en el año 614. Ursicino, que lo había seguido a la Galia junto a los monjes Gallo, Sigisberto y Fromond, se separó de su maestro cuando éste tuvo que dejar Luxeuil en el 610, y marchó a Italia. Ursicino se dirigió con Fromond al Jura franco-suizo, en busca de un lugar adecuado para la vida eremítica.

La tradición dice que Ursicino propuso a su compañero lanzar desde la cima de una montaña sus bastones al aire, dejando que el cielo diera la respuesta correcta sobre el lugar donde habrían de establecerse. Los bastones cayeron en diferentes lugares y los dos compañeros se separaron: el de Ursicino cayó cerca de una cueva en el valle del río Doubs, donde se retiró como ermitaño. En este lugar construyó una capilla dedicada a San Pedro (que luego llevará el nombre de Saint Ursanne), y pronto su fama atrajo a muchos seguidores, por lo que Ursicino fundó un monasterio para ellos, bajo la regla de san Columbano.

Tras una década de ejemplar vida eremítica, san Ursicino murió, hacia el 620; su nombre se encuentra en las letanías de los santos venerados en Besançon en el siglo XI, y en el martirologio de la misma diócesis, el día 20 de diciembre. El monasterio fundado en el valle del Doubs sufrió varios cambios con el tiempo: pasado a los benedictinos, en 1040 dependía del de Moutier-Grandval, y luego fue asignado a los obispos de Basilea en 1077, uno de los cuales instituyó en 1119 una colegiata, que duró hasta 1793, cuando fue destruida. En torno al monasterio surgió el pueblo de Saint Ursanne. Es venerado en todo el Jura Norte, Besançon, Maguncia, Basilea; sus imágenes le muestran con un libro y unos lirios.
fuente: Santi e Beati







Oremos

Tú, Señor, que nos has dado un modelo de perfección evangélica en la vida ejemplar de San Ursicino, abad, concédenos, en medio de los acontecimientos de este mundo, que sepamos adherirnos, con todo nuestro corazón, a los bienes de tu reino eterno. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo.


San Ceferino de Roma




San Ceferino, papa
En Roma, junto al cementerio de Calixto, en la vía Apia, sepultura de san Ceferino, papa, el cual gobernó la Iglesia durante dieciocho años y mandó a su diácono san Calixto construir el citado cementerio para la Iglesia Romana.
Su fecha de nacimiento es desconocida, pero sabemos que falleció el 20 de diciembre del 217 o 218. Fue elegido papa (el nº 15 en la sucesión) y consagrado después de la muerte del papa Víctor, en 198 o 199. Como veremos luego, había en la Iglesia del momento grandes tensiones por disputas teológicas, y en especial trinitarias, en las que el santo intervino, incluso negándose a aceptar las tesis de un prestigioso presbítero del momento (que luego de graves problemas con la Iglesia, se reconcilió y fue mártir), san Hipólito. Por eso no debe tenerse como demasiado imparcial el juicio que Hipólito en sus «Philosophoumena» (IX, 11) vierte sobre Ceferino, diciendo que era «un hombre simple, sin educación». Hipólito fue un intelectual y erudito de gran cultura griega, pero acérrimo enemigo de Ceferino, y sobre todo, del diácono de éste, Calixto, que llegó más tarde también a ser papa. Este mismo Calixto había servido al papa Víctor, y se desconoce por qué motivo, vivía en Ancio, dotado con una pensión mensual por aquel Papa. Inmediatamente después de su elevación a la Sede de Roma, Ceferino llamó a Calixto a su servicio. Según parece, la comunidad cristiana se había convertido, también con el papa anterior, en propietaria de un lugar común de enterramiento en la Via Appia (quizás la primera propiedad de la Iglesia romana), y Ceferino encomendó a Calixto la organización de ese cementerio, que se conoce ahora como «Cementerio calixtino». Además, Ceferino lo ordenó diácono.

La situación de los cristianos en Roma, que se mantuvo favorable en los primeros años del gobierno del emperador Septimio Severo (193-211), fue empeorando, y en el 202 o 203 -posiblemente relacionado con la falta de participación de los cristianos en las celebraciones del décimo aniversario del emperador- un edicto imperial prohibía la conversión al cristianismo bajo las más severas sanciones. No se sabe, sin embargo, nada en cuanto a la ejecución del edicto en la misma Roma, ni de los mártires de la Iglesia romana en esta época. La tradición posterior consignó a Ceferino como mártir, pero no hay pruebas de ello, y actualmente no se le tributa tal culto, sino solamente como papa.

Más conocidos son ciertos aspectos relativos a las disputas internas en la Iglesia romana sobre la doctrina de la Trinidad. El papa Víctor había excomulgado a un hereje, Teodoto el Curtidor, que profesaba una doctrina trinitaria de tipo monarquiana (es decir, que era incompatible con la doctrina de las tres divinas Personas), y a sus seguidores, que formaron en la misma Roma una comunidad gobernada por otro Teodoto, llamado «el cambista», y un tal Aselepodotus. Estos hombres convencieron a un confesor romano llamado Natal, que había reconocido su fe sin vacilar ante el juez pagano y había sufrido tortura -y por tanto era seguramente prestigioso entre los creyentes-, que fuera hecho obispo de la secta por un pago mensual de 170 denarios. Natal, sin embargo, fue presa de remordimientos, y se afirma que recibió muchas advertencias en sueños y en una ocasión creyó haber sido severamente golpeado por los ángeles. Temprano en la mañana se puso un sayal de penitente, se cubrió de cenizas, y se lanzó con lágrimas a los pies de Ceferino; confesó su mal proceder y le pidió ser recibido de nuevo en la comunión de la Iglesia, que finalmente le fue concedido. Este episodio nos lo narra Eusebio de Cesarea. Esa política misericordiosa encarnada por esta serie de papas, Víctor, Ceferino y Calixto, que no dudaban en -con las adecuadas penitencias- permitir la vuelta a la comunión de quienes se arrepentían de sus pecados luego de haber sido bautizados, era resistida y fuertemente atacada por muchos, y especialmente por el representante de la «línea dura» del momento, que era el prestigioso san Hipólito, a quien ya mencionamos.

Ceferino fue sepultado en una cámara sepulcral separada en el cementerio de Calixto en la Via Appia. El «Liber Pontificalis» -de manera arbitraria y sin ningún fundamento histórico- le atribuye dos decretos: uno sobre la ordenación del clero y otro sobre la liturgia eucarística en las iglesias romanas. De hecho el artículo del Liber Pontificalis dedicado al santo es confuso, y ni siquiera ha podido ser satisfactoriamente aclarado por el gran comentador del texto, Mons. Duchesne.

 J.P. Kirsch (1912) en Catholic Encyclopedia y el correspondiente en Butler-Guinea (26 de agosto), tomo III, pág. 411-12. Véase Eusebio de Cesarea, Hist Ecl. V,32 y Liber Pontificalis, ed. Duchesne (vol. I, pp. 139-140). Acerca del sitio de la sepultura del santo el Butler remite a Marucchi, en Nuovo bullettino di arch, crist. (1910), pp. 205-225.

sábado 20 Diciembre 2014

San Liberal de Roma




San Liberal, mártir
También en Roma, en la vía Salaria Antigua, en el cementerio junto a las Siete Palomas, san Liberal, mártir, quien, según se dice, ejerció el oficio de cónsul.
Proveniente de una lista del «Martirologio Jeronimiano», el nombre de san Liberal, mártir, fue añadido en el siglo XVI al Martirologio Romano para esta fecha, por el card. Baronio. Aunque en todos los códices se lo indica como «del Oriente», es un verdadero mártir de Roma; y su nombre era más bien Liberal (en latín Liberalis), que la errónea transcripción Liberatis (Liberado). Fue enterrado en el cementerio de la Via Salaria Antigua, donde también descansan los dos mártires Juan y Festo. Los «Itinerarios» del siglo VII, que registraban para los fieles peregrinos las basílicas y catacumbas con tumbas de los mártires, citan a san Liberal enterrado en el subsuelo de la basílica dedicada al mártir Juan.

Parece que fue un cónsul, descendiente de una familia noble, que, convertido al cristianismo, renunció a su carrera, a la política, y las posesiones de su rango, para seguir el nuevo camino del amor fraterno y de la fe en Dios. Si estos datos son ciertos, fue arrestado y condenado a muerte en la época de Claudio el Gótico (269-270). Un tal Florio erigió en honor del mártir mucho tiempo después una tumba mausoleo, con la esperanza de obtener de Dios una recompensa justa por su veneración de los santos; lo explica en una placa hecha por el mismo Florio, quien dice que la tumba había sido profanada durante la invasión de Alarico en el 410 y que él, fiel devoto, la había restaurado.

El nombre, de origen latino, significa «liberado de la esclavitud», pero fue adoptada por cristianos con el significado de «libre de la esclavitud del pecado o del paganismo».
fuente: Santi e Beati

San Filogonio de Antioquía




San Filogonio de Antioquía, obispo
En Antioquía de Siria, san Filogonio, obispo, que, por voluntad de Dios, siendo abogado fue llamado a regir esta Iglesia, y junto con el obispo san Alejandro y demás compañeros fue el primero en luchar contra Arrio por la fe católica, tras lo cual descansó en el Señor lleno de méritos. San Juan Crisóstomo le celebra con gran encomio.
San Filogonio estudió leyes y se distinguió mucho por su elocuencia, integridad y habilidad para hacer que «los acusados fuesen más fuertes que los acusadores». Era todavía laico y estaba casado y tenía una hija, cuando fue elegido obispo de Antioquía a la muerte de Vidal, el año 319. San Juan Crisóstomo habla del estado floreciente de dicha diócesis en tiempos de Filogonio, lo cual prueba que era un celoso apóstol y un administrador excelente. En las persecuciones de Maximino y Licinio, san Filogonio confesó la fe y estuvo prisionero. La fiesta de Filogonio se celebró en Antioquía, el 20 de diciembre del año 386; con tal ocasión, san Juan Crisóstomo pronunció un panegírico, pero habló apenas de las virtudes del santo, porque quería dejar materia al obispo Flaviano, quien iba a hablar después de él, y cuyo sermón lamentablemente no se nos ha conservado.

San Juan Crisóstomo habla en términos conmovedores de la paz de que goza el santo en un mundo en el que no hay problemas, ni pasiones desordenadas, en el que no existen las frías palabras «mío y tuyo», de las que nacen las guerras en el mundo, las discordias en las familias, y el desorden, la envidia y la malicia en los individuos. San Filogonio había renunciado tan completamente al mundo que, desde esta vida recibió el premio del espíritu de Cristo en toda su perfección. El alma debe aprender en este mundo a poseer el espíritu de los bienaventurados y a practicarlo, si realmente quiere reinar con ellos en la vida futura. El alma tiene que familiarizarse en este mundo con los misterios de la gracia y con la práctica del amor y la alabanza de Dios. Como dice San Macario, ni siquiera los reyes de la tierra permiten que se les acerquen quienes ignoran los modales y costumbres de palacio.

 Migne, PG., vol. XLVIII, pp. 747-756. Acerca del crédito que merecen los panegíricos, véase Delehaye, Les Passions des Martyrs et les Genres Littéraires (1921), c. II, pp. 183-235.
fuente: «Vidas de los santos de A. Butler», Herbert Thurston, SI




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