
Vivió entre sabios y santos. Tuvo la dicha de estar rodeado de hombres tan santos y sabios como San Alberto Magno, que fue su profesor, y San Pedro Nolasco el que dirigió su conciencia... En su tiempo vivían hombres que marcarán época como San Francisco de Asís, Domingo de Guzmán, Tomás de Aquino, Antonio de Padua...
Nació por el 1180, muy cerquita de Villafranca del Panadés -Cataluña-, y hechos los estudios en su pueblo, marchó a Barcelona para graduarse en leyes. A la vez que aprendía, enseñaba la moral y las virtudes a los demás y así, casi sin darse cuenta, formó escuela que después sería famosa en toda la ciudad Condal.
Marchó a Bolonia para ampliar estudios y se dedicó de lleno al estudio de las leyes en las que será un gran maestro. Ya había echado raíces en esta hermosa ciudad italiana cuando apareció su Obispo de Barcelona, D. Berenguer de Palou, para decirle: "Os necesito en Barcelona. Por favor, venid a ayudarme en la dirección de la diócesis y en la corrección de sus defectos. Quiero y necesito vuestra ayuda". Viendo que era la voluntad del Señor volvió a su tierra y pronto su fama se extendió como en Bolonia.
Todos acudían a él con sus dificultades y a todas partes llegaba su acción iluminadora y caritativa. Pero él se veía un tanto vacío y buscaba más tiempo para entregarse a la oración y a su trato íntimo con el Señor. Por ello cierto día apareció ante el P. Prior de los Dominicanos y le dijo "Padre, he visto en Bolonia el maravilloso ejemplo que me ha dado vuestro fundador el P. Domingo. Quiero seguir su vida. Admitidme y vestidme el hábito de vuestra Orden"... Era el Viernes Santo de 1222 cuando vestía el hábito dominicano.
Un día le llegó un joven con acento provenzal y le abrió su alma. Le vino a decir: "Padre mío, ya hace días que vengo siguiendo sus clases y tratando de imitar su vida pero necesito algo más. Vendí cuanto tenía y abandoné mi patria para entregarme a Dios, y desde Francia llegué hasta aquí buscando a los pobres y necesitados... pero aún quiero algo más. Quiero descubrir la voluntad del Señor respecto a mí. Necesito que Vd. me ayude a descubrirla...". Era el joven Pedro Nolasco quien venía de tan lejos. De aquel maravilloso encuentro saldría una gran amistad y una obra común: La fundación de la Orden de la Merced...
A sus 47 años dice un día al P. Provincial que se llamaba Sugerio: "Padre, écheme, por favor una buena penitencia por mis muchos pecados, sobre todo por los que cometí en Bolonia por mi soberbia". Y el P. Provincial le impuso el escribir una SUMA sobre Teología moral que aún hoy es una maravilla de precisión y seguridad y que tantos juristas durante siglos se aprovecharon de ella.
El Señor quería favorecer en aquellos momentos el gran apostolado de la redención de cautivos que tanto abundaban, inspiró a tres grandes hombres lo misma idea: Fundar la Orden de la Merced. Para ello se manifestó al rey Jaime I, a Pedro Nolasco y a nuestro Raimundo de Peñafort. A cada uno le manifestó lo que de ellos esperaba. Cada uno tuvo una gran misión en el nacimiento y desarrollo de esta Orden...
Raimundo, a pesar de huir de puestos honoríficos, fue encargado por los reyes y Papas de grandes misiones y embajadas y en todas salió airoso y con gran fruto. Huyó desde Palma hacia Barcelona, porque el rey no quería oír sus consejos, sobre su propio manto haciendo de barquichuela... Fue elegido Superior General de su Orden en la que tanto y tan bien trabajó... Recorrió varias naciones y países para predicar, con ardiente caridad, la fe en Jesucristo a judíos y moros... Fue el consejero de miles de personas y gran director de conciencias... Ya centenario murió el 6 de enero de 1275 y se le hicieron funerales como de persona regia. Otros Santos de hoy: Luciano, FéIix, Clero, Julián, Jenaro, Teodoro, Crispín.
Oremos
Señor Dios nuestro, tú que hiciste admirable a San Raimundo de Peñafort prebístero, por su gran misericordia para con los pecadores y los cautivos, concédenos, por su intercesión, que, libres de la esclavitud del pecado podamos servirte, con libertad filial. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo.
Calendario de fiestas marianas: Nuestra Señora de Egipto.
Beata Lindalva Justo dE Oliveira
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Nació el 20 de octubre de 1953 en Sitio Malhada da Areia, una zona deprimida perteneciente a Río Grande del Norte (Brasil). Era fruto del segundo matrimonio de João Justo da Fé, y de María Lúcia de Oliveira. Fue la sexta de 13 hermanos. Las deficiencias económicas fueron paliadas por la fe de su familia que no escatimó esfuerzos para que la numerosa prole recibiese una educación adecuada. Y, de hecho, todos tuvieron la fortuna de ser formados en los principios cristianos. Sencilla y humilde, Lindalva recogió fecundamente las semillas que sus padres sembraron en su corazón, y creció con una singular predilección hacia la infancia desfavorecida, acercándose a los niños de su entorno feliz de prestarles ayuda. Al fallecer su padre determinó dedicar su vida a los pobres. Antes había cursado estudios para trabajar como administrativa y fue cajera en una gasolinera. Pero la pérdida de su padre en 1982, la llevó a matricularse en un curso de enfermería con el objetivo de dedicarse a los que nada poseen. En el asilo de ancianos era bien conocida por visitarlos asiduamente. Entretanto, no había descuidado amigos, cultura y aficiones, como tocar la guitarra. Tuvo la oportunidad de conocer a las Hijas de la Caridad en el transcurso de una actividad apostólica en 1986. Y dos años más tarde solicitó ingresar en el convento.
En el noviciado se advertían sus virtudes, entre las que se subrayan su disponibilidad y sinceridad. La vida le había asestado duros mazazos templando su espíritu encaminado en todo momento a realizar el mayor bien. Como la caridad siempre es próxima, los primeros que se beneficiaron de la que ella prodigaba fueron sus hermanos. En particular, uno, que era alcohólico, suscitó en ella conmovedores sentimientos que expresó en una carta: «Piensa sobre esto y interiorízalo en ti. Yo oro muchísimo por ti y continuaré orando, y si es necesario haré penitencia para que seas capaz de revindicarte como persona. Sigue a Jesús, quien luchó hasta la muerte por los pecadores, dando hasta su propia vida, no como Dios sino como hombre, para el perdón de pecados. Debemos buscar refugio en Él; solo en Él la vida merece la pena». Estas palabras fueron determinantes para su hermano que un año más tarde logró abandonar este vicio.
En 1991 comenzó a ocuparse de pacientes terminales, todos varones, en un sanatorio de Salvador da Bahía. Volcada en los demás y lejos de sí, eligió para su cuidado a los que consideró que más precisaban atenciones humanas y espirituales. Oraba y cantaba junto a ellos, de modo que, estimulados por su ejemplo y palabra, muchos comenzaron a frecuentar los sacramentos. Había aprendido en su casa el valor del esfuerzo en su cariz evangélico, así obtuvo el carnet de conducir pensando que con él podría llevarlos a pasear. Fue otro de los signos visibles de su entrega a los enfermos. Todo seguía su curso dentro de una normalidad hasta que en enero de 1993 se incorporó al mismo un hombre de 46 años, Augusto da Silva Peixoto. Su ingreso era fruto de una recomendación, ya que de otro modo no le hubiera correspondido recibir atención en el centro. El asunto no hubiera tenido nada de particular, si no fuera por la enfermiza fijación que tomó hacia Lindalva. Ella, consciente de lo delicado del momento, y aunque se ocupó de él con la delicadeza acostumbrada que dispensaba a todos los enfermos, ejercitó la prudencia al máximo. Pero en lugar de abandonar el centro hospitalario cuando este hombre expuso sus pecaminosas intenciones, llevada de su amor por los ancianos, dijo: «prefiero verter mi sangre que dejar este lugar». De nada le sirvió rechazar las demandas ilícitas de Augusto. Incapaz de frenarlo, tuvo que recurrir incluso a la asistencia de un oficial de seguridad. Este hecho despertó los instintos más bajos del acosador, y el 9 de abril de 1993, después del Vía Crucis de Viernes Santo, al distribuir el desayuno, Augusto la empujó y asestó 44 puñaladas diciendo: «¡debí de haber hecho esto antes!». Lindalva tenía 39 años. El cardenal Lucas Moreira Neves, O.P., Primado de Brasil, en su entierro dijo: «Unos pocos años fueron suficientes para que Sor Lindalva coronara su vida Religiosa con el martirio». Fue beatificada el 2 de diciembre de 2007 en Salvador de Bahía por el cardenal Saraiva como Delegado de Benedicto XVI.
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