viernes, 13 de marzo de 2015

Beata Dulce Lopes Pontes - San Leandro de Sevilla - San Nicéforo Confesor - Santa Eufrasia Constantinopla - Santa Fina O Serafina 13032015

viernes 13 Marzo 2015

Beata Dulce Lopes Pontes

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María Rita de Souza Brito Lopes Pontes nació en Salvador de Bahía, Brasil, el 26 de mayo de 1914. Era la segunda de cinco hermanos. Su progenitor, Augusto, era dentista y profesor de la facultad de Odontología. Su madre, Dulce María, murió a los 26 años después de dar a luz a la benjamina. Entonces, la futura beata tenía 6. Su padre iba a estar a su lado siempre, animándola y ayudándola en sus iniciativas apostólicas hasta el fin de sus días. Él mismo fue impulsor de importantes obras de acción social. De tres de los hijos habidos en el matrimonio, Augusto, Dulce y María Rita, se hicieron cargo sus tías. Los tres hermanos tomaron la primera comunión en 1922. Cinco años más tarde, en plena adolescencia, Dulce sintió cómo se despertaba su interés por la vida religiosa. Se adentró en lugares deprimidos de la ciudad junto a una de sus tías y, a partir de entonces, la marginalidad y pobreza que vio a su alrededor le conmovieron poderosamente. Tanto que ya no pudo apartarlas de su mente. Introdujo en sus acciones cotidianas la ayuda a quienes sufrían múltiples carencias, dándole prioridad. Y para ello convirtió el sótano de su casa en un lugar asistencial, que fue sumamente apreciado por los que no tenían recursos para afrontar sus difíciles jornadas. Hacía todo lo que podía para paliar tan graves deficiencias. Les proporcionaba alimentos, ropa, medicinas…
En 1932, después de haber cursado estudios en la Escuela Normal de Bahía, profesó como terciaria franciscana. Se vinculó a este carisma conducida por su director espiritual, el P. Hildebrando Kruthaup, ofm. Tomó el nombre de Lucía. Pero al año siguiene ingresó en el Instituto de lasHermanas Misioneras de la Inmaculada Concepción de la Madre de Dios. De esta orden le habían hablado en el convento de Nuestra Señora del Destierro en 1929. Y al realizar los votos en agosto de 1934, eligió el nombre de Dulce, en honor a su madre. Modelo para su vida fue Teresa de Lisieux. Estaba convencida de que debía imitar su conducta: «Creo que soy como el pequeño amor de mi pequeño corazón, que por más amor que tenga es poco para un Dios tan grande […]. A ejemplo de santa Teresita, creo que deben ser agradables al Niño Jesús todos los actos pequeños de amor por menores que sean». Durante tres meses del año 1934 realizó una intensa actividad apostólica. Fue destinada a Salvador, y en el Hospital Español desempeñó diversos oficios, desde enfermera a portera, y también sacristana. Hizo un curso que la capacitó para la farmacia. Además, impartió clases en el colegio de Santa Bernadete, y trabajó con los obreros de Itapagipe. Con la firme convicción de que «el amor supera todos los obstáculos, todos los sacrificios», no halló barreras para un apostolado admirable, fecundo y eficaz. Luchó en todo momento sin desfallecer por el bien de los desfavorecidos. Si se pudiera hablar en términos de curriculum, el suyo es impresionante: la fundación de las Hijas de María Siervas de los Pobres, colegios, bibliotecas, uniones obreras católicas, albergues, el colegio San Antonio para hijos de los trabajadores residentes en el barrio de Massaranduba, en Salvador, en el que también se dio formación a los adultos, etc., además de una extraordinaria red hospitalaria, y todo ello hallándose con su capacidad respiratoria al 30% durante los 30 últimos años de su vida. Era, sin duda, la gracia de Dios que la fortalecía y dilataba sus posibilidades de forma constante, sosteniéndola por encima de las penalidades y problemas que se le presentaron.
El origen del St. Anthony’s Hospital, que inauguró con 150 camas en 1959, fue el fruto de su tesón, ya que tras poner en marcha el sindicato de trabajadores de San Francisco, en Bahía, se dedicó a recoger a personas enfermas y a darles cobijo en una isla de Salvador de Bahía, en casas que nadie habitaba. Cuando la obligaron a desalojarlas, echó mano de sus arrestos, que le sobraban, y las trasladó a un antiguo mercado de pescado, hasta que los expulsaron de allí. Sin perder jamás la confianza en Dios, condujo al gallinero de su convento a 70 personas enfermas. Después de su apertura, este hospital llegó a contabilizar 3.000 pacientes diarios. Sus numerosas fundaciones se hallan aglutinadas bajo el nombre de Obras Sociales «Hermana Dulce». En 1979 el cardenal arzobispo de Salvador, Brandão Vilela, le pidió que abriese fundación en Alagados.
El reconocimiento por su asombrosa labor propició que en 1988 fuese presentada como candidata al Premio Nobel de la Paz. Tuvo el consuelo de encontrarse con el beato Juan Pablo II en dos ocasiones. La primera en julio de 1980, y la segunda en octubre de 1991, cuando se hallaba en el hospital donde permaneció 16 meses. El pontífice, que tan bien conocía el dolor en carne propia, hizo notar: «Este es el sufrimiento de los inocentes. Igual al de Jesús». Dulce fue una religiosa fidelísima a su regla en momentos en los que en su congregación había quienes propugnaban que aquélla se mitigara. Una mujer de oración, sacrificada y penitente, que difundió entre los pobres, los operarios y los enfermos su amor al Sagrado Corazón de Jesús y a la Inmaculada. Murió en el convento de San Antonio el 13 de marzo de 1992. El sepelio, realizado en medio de la consternación de la gente que la consideraba Madre de los pobres y ángel bueno de Brasil, fue una explosión de gratitud. Conducida en un coche de bomberos, fue escoltada por los cadetes de la policía militar y seguida por una imponente procesión de 6 km. Así homenajeaban a la que ya había entrado de forma triunfante en la gloria. Su cuerpo permanece incorrupto. Fue beatificada en Salvador de Bahía por el cardenal Geraldo Majella Agnelo, en representación de Benedicto XVI, el 22 de mayo de 2011.




San Leandro de Sevilla

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(Cartagena, ca. 534 – Sevilla, 13 de marzo de 600 ó 601). Clérigo católico, santo, nacido de una notable familia hispanorromana. Su padre era hispanorromano y su madre era visigoda. Su padre se llamaba Severiano y se le adjudica el título de dux (si bien su hermano Isidoro establece que era simplemente un ciudadano).
Tuvo tres hermanos menores (Fulgencio, Isidoro y Florentina) todos los cuales, como él mismo, fueron canonizados y son conocidos como losCuatro Santos de Cartagena.
Se supone a su familia huida de Cartagena con ocasión de la ocupación bizantina (¿552? ¿555?), estableciéndose en Sevilla (si los bizantinos eran aliados de Agila I, tendría mucho sentido que la familia de Leandro se trasladara a la capital de su rival Atanagildo); la región de Cartagena en tal caso, hubiera sido partidaria de Atanagildo) donde ingresó en un monasterio. Cuando su padre murió, Leandro asumió la dirección de su familia quedándose como tutor de sus tres hermanos y ocupándose de la educación de Isidoro. Terminada la educación de sus hermanos San Leandro se dedicó a la vida monástica y a difundir el catolicismo entre los visigodos en contra del arrianismo
Su hermano Isidoro de Sevilla le atribuye la conversión de Hermenegildo al catolicismo el 579 aunque podría tratarse de un afán de protagonismo (pues cuando lo escribió Hermenegildo ya había triunfado). Sí es cierto que, tras conseguir la conversión, saldría inmediatamente hacia Constantinopla a solicitar auxilio imperial para el príncipe, o bien acababa de regresar de la capital del Imperio de Oriente, pues no parece que tuviera tiempo de volver en el mismo año y convertir al príncipe.
Su acceso al arzobispado de Sevilla se había producido antes del 584, año en que Leovigildo tomó la ciudad, siendo después desterrado por el rey. Desde el monasterio es elevado a las sede episcopal hispalense, donde sigue su preocupación contra la herejía arriana, que Leovigildo quiso hacer extensiva a toda Hispania. Pero el plan real sufre un duro golpe cuando su hijo Hermenegildo se convierte al catolicismo. El padre le había hecho gobernador de la bética cuya capital era Sevilla. Aquí, San Leandro e Infunda esposa católica de Hermenegildo, logran que este se convierta a la fe católica. Todos los autores contemporáneos atribuyen su conversión a la predicación y consejos de San Leandro. Esto provoca una guerra civil entre el duque de la bética, Hermenegildo contra su padre Leovigildo. Hermenegildo es vencido y desterrado. El rey veía en Leandro el culpable de la conversión de su hijo y por tanto su mayor obstáculo en su intento de unificación político-religiosa sobre la base de la fe arriana, por eso lo desterró.
Desde el exilio San Leandro siguió combatiendo el arrianismo. Viendo Leovigildo la imposibilidad de unificar la península en el arrianismo levanto el destierro a los obispos católicos. Su otro hijo, Recaredo, en contacto con San Leandro se convierte al catolicismo en el III Concilio De Toledo, en el año 586, presidido por el arzobispo hispalense. De esta forma, la población española adquiere la convicción de que forma un pueblo, una nación. Pero la influencia de San Leandro en la sociedad hispana no termina en ese concilio. En el 590 convoca y preside el I Concilio de Sevilla, creada por el, fue el más ilustre de todas las de España y el centro de la restauración científica visigótica. De esta escuela salió su discípulo más importante, su hermano San Isidoro.
Falleció a finales del siglo (finales de febrero o mediados de marzo del 598 o 601) en Sevilla. Se ha llegado a suponer que tenía una hermana llamada Teodosia o Teodora, que sería la primera esposa de Leovigildo, y por tanto Hermenegildo y Recaredo serían sus sobrinas, a causa de lo cual tuvo tanta influencia sobre ellas, pero nada acredita este extremo.
La mayor parte de sus restos mortales descansan junto a algunos de sus tres hermanos santos, Fulgencio, Isidoro y Florentina, en una urna de plata expuesta en el altar mayor de la Catedral de Murcia, ya que la mayor parte de los restos de San Fulgencio Y Santa Florentina están en la parroquia de S.Juan Bautista de Berzocana (Cáceres) pueblo en donde fueron hallados sus restos en 1223 y del que son sus Santos Patronos.







Oremos

Señor, tú que colocaste a San Leandro de Sevilla en el número de los santos pastores y lo hiciste brillar por el ardor de la caridad y de aquella fe que vence al mundo, haz que también nosotros, por su intercesión, perseveremos firmes en la fe y arraigados en el amor y merezcamos así participar de su gloria. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo. 

Fiestas de  Fiestas Marianas: Nuestra Señora de la Emperadora, Roma (593)



San Nicéforo Confesor

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Confesor († 829)  Hacia el año 790, en Constantinopla, tienen un hijo Teodoro, secretario del emperador, y Eudoxia.  Hay por ese entonces en Oriente una peligrosa tendencia a la fiscalización por parte del emperador en cuestiones religiosas. Esto es mala cosa; las intromisiones por parte del poder civil en el campo de la teología casi siempre tuvieron malos resultados, como testifica la historia; so pretexto de ayudar a la fe, se disimula el afán desmedido de poder y pone de manifiesto -en este caso- la clara decisión de mostrar una oposición abierta a todo lo que llegue de Roma.
Se trata de la tendencia iconoclasta -el rechazo y prohibición de dar culto a las imágenes- que degenera en herejía.   Nicéforo se educa bajo la tutela celosa de su madre cuando muere en el destierro su padre. Ella se preocupó de llevarlo a los mejores maestros para que cuidaran su preparación intelectual y contribuyeran al asentamiento en su vida de los criterios morales por los que debería guiarse.   En el año 780 se inaugura un buen período de paz con la emperatriz Irene y su hijo Constantino VI. Nicéforo pasa a la corte a ocupar el puesto que de modo tan exquisito desempeñó su mismísimo padre; es nombrado Secretario general. Con la autoridad de legado imperial asiste al II concilio de Nicea que es el VII de los universales o ecuménicos, en el año 787.
La tendencia anímica de Nicéforo es la soledad. Construye a sus expensas un monasterio a orillas del Bósforo, en la parte oriental, y allí se retira para buscar una intimidad con Dios que no tenía en los palacios de la cosmópolis.   Se produce una nueva llamada a trabajar en la corte donde le añoran por su buen hacer, su honradez y bondad. Es un hombre cabal y fiable. Allá va de nuevo Nicéforo llevando consigo la nostalgia de un tiempo santo, sobrio y de paz. Vive en palacio, pero intenta como puede alternar las altas gestiones y la vida religiosa; incluso llega a hacerse cargo del hospital general de Bizancio donde tiene oportunidades sobradas de ejercitar la caridad con los que más la necesitan.   No es extraño que el pueblo le elija y el emperador lo proponga para la sede patriarcal de Constantinopla a la muerte de Tarasio.
Cierto que debió vencerse la timidez para aceptar porque buen conocimiento tenía él de cómo andaban los ánimos en las alturas y de qué manera se recibían e interpretaban las orientaciones del papa de Roma; por otra parte, su elección dejaba inevitablemente postergados a algunos aspirantes a la sede que se quedaban en segundo puesto y esto en los eclesiásticos no es fácil de asimilar; además, ni siquiera era sacerdote. Hubo que darle previamente la ordenación sacerdotal y tras la consagración episcopal toma posesión de Santa Sofía el 12 de abril del 806.   El 10 de Julio del año 813 corona como emperador a León V el Armeno. El buen soldado lo hubiera hecho bien si no se hubiera entrometido a remover en cuestiones teológicas que le sobrepasaban.
Volvió a resucitarse el tema de las imágenes; reunió en torno a sí un grupo de obispos adeptos, resentidos y ávidos de honor, que le apoyaran en sus propósitos de supeditar al poder civil la autoridad religiosa.   Anciano, enfermo y abandonado muere, el 2 de Junio del año 829 -día de su fiesta en la Iglesia Oriental- en el monasterio que construyó en el Bósforo. Repuesta su memoria, se trasladan sus restos a la basílica de los Santos Apóstoles de Bizancio el 13 de marzo del 829, -fiesta en la Iglesia latina.







Oremos  

Señor Dios todopoderoso, que de entre tus fieles elegiste a San Nicéforo para que manifestara a sus hermanos el camino que conduce a ti, concédenos que su ejemplo nos ayude a seguir à Jesucristo, nuestro maestro, para que logremos así alcanzar un día, junto con nuestros hermanos, la gloria de tu reino eterno. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo.



Fiestas de  Fiestas Marianas: Nuestra Señora de la Emperadora, Roma (593)




Santa Eufrasia Constantinopla

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Virgen (382-412), más ilustre por su virtud que por su nobleza, nació en Constantinopla, hacia el 380, en tiempos del emperador Teodosio el Grande, con quien estaba emparentada.    Sus padres, Antígono y Eufrasia, eran dechado de virtudes en la corte. Ofrecieron su hija a Dios, y luego vivieron en continencia. Le hablaba del amor a Jesucristo, de la salvación eterna, del horror al pecado, del santo temor de Dios. La niña Eufrasia aprendió tan bien la lección que a la tierna edad de cinco años era la admiración de todos. Perdió a los cinco años a su padre.
El emperador la tomó bajo su tutela. Era tan agraciada que tuvo muchos pretendientes. El emperador firmó por ella un compromiso para cuando fuera mayor. También los tuvo su madre. viuda de veintidós años, tan admirada por su virtud como por su hermosura. Pero la madre, que ya había hecho voto de castidad, marchó a Egipto, con su hija, buscando un retiro para dedicarse a Dios el resto de su vida.   Encontraron en Egipto un convento de religiosas de perpetua clausura, de vida muy santa y de mucha austeridad, según el espíritu eliano. Allí acudían con frecuencia madre e hija para aprovecharse del ejemplo de sus virtudes y para cantar con ellas gozosamente las alabanzas del Señor. La deliciosa niña, con una inteligencia superior a su edad, pues apenas tenía diez años, como inspirada por Dios, decidió quedarse en aquel convento para siempre.
Se hincó de rodillas ante un Crucifijo, lo abrazó tiernamente, y exclamó:   «Yo me consagro a Vos para siempre, dulce Jesús mío. No saldré de este convento, porque no quiero otro esposo que a Vos».   Y escribe al emperador para romper el compromiso de matrimonio. La madre, deshecha en lágrimas de alegría, al verla precoz generosidad de su hija, la abrazó con ternura, y ella misma ofreció también a Dios aquella inocente víctima.    Poco después, la madre, debilitada por sus muchas austeridades, se durmió en el Señor. Ella y su esposo están canonizados. Su hija la lloró con lágrimas de consuelo y esperanza. Y unida ya con más estrechos lazos al cielo que a la tierra, redobló sus fervores, aumentó sus penitencias, buscaba los oficios más humildes, servía a todas, y sería imposible describir el amor a Jesucristo de este serafín.

El demonio no podía dejar de combatir tan noble princesa de sangre y de espíritu. Pero su obediencia a la abadesa, su probada humildad y su plena confianza en Jesucristo, la ayudaron a salir siempre victoriosa. Apuntemos un ejemplo, digno de las Fioretti. La abadesa le manda trasladar unas enormes piedras. La dulce Eufrasia obedece humildemente.    Las traslada sin dificultad. Al día siguiente le manda volverlas al lugar primero. Y así durante un mes, sin mostrar el menor signo de impaciencia. Para más probar su virtud, permitió el Señor que fuera acosada por la envidia y celos de alguna religiosa, sobre todo por una que se llamaba Germania, que la trató de hipócrita y ambiciosa.
La respuesta de nuestra dulce Eufrasia fue arrojarse a sus pies, y con la mayor humildad le pidió perdón, a la vez que le suplicaba por amor de Dios que rogase por ella. El Señor se había prendado de su fiel esposa, y hacia el año 410, ocupando la silla de San Pedro el papa Inocencio I, cuando Eufrasia frisaba los treinta años de edad, coronó su vida santa con una preciosa muerte.   Todo el mundo decía que había sido un ángel desterrado del cielo.







Oremos

Tú, Señor, que te complaces en habitar en los limpios y sinceros de corazón, por intercesión de Santa Eufrasia, virgen, concédenos vivir de tal manera que merezcamos tenerte siempre entre nosotros. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo.



Fiestas de  Fiestas Marianas: Nuestra Señora de la Emperadora, Roma (593)



Santa Fina

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SANTA FINA  O SERAFINAMártir
Fiesta 12  de marzo (no está en el calendario actual)
Murió en  Geminiano (Toscana, Italia) el 12 de marzo de 1253.
(No confunda  el nombre de esta santa con el apodo "Fina" que suele darse a las damas  llamadas "Josefina". Este nombre es el femenino de José)

El antiguo pueblo de San Geminiano, en Toscana,  conserva con especial veneración la memoria de Santa Fina, una joven  cuya causa de canonización  se fundó en la perfecta resignación con que aceptó el sufrimiento  corporal.
Nació de padres que habían caído en la pobreza.  La niña era bonita y tenía una inclinación hacia la caridad. A pesar de  su pobreza, guardaba la mitad de su escaso alimento para darlo a  aquellos mas pobres que ella. Vivía con la mayor humildad cosiendo,  hilando durante el día, pero ocupando el tiempo de descanso en la  oración.
Parece que su padre murió cuando era ella aun  joven y por esa época fue atacada por una serie de males. Su cabeza,  manos, ojos, pies y órganos internos se afectaron; sobrevino la  parálisis, perdió su belleza. Como crucificada, a imitación de Cristo,  permaneció en la misma postura por seis años sobre un tablón, sin  moverse.  Sólo su madre vivía con ella pero casi siempre estaba ausente,  trabajando o pidiendo limosna para comer. A pesar de sus terribles  sufrimientos, Fina nunca se quejó; permanecía serena y con sus ojos  fijos en el crucifijo repetía: "No son mis llagas las que me hieren, ¡Oh  Cristo!, sino las tuyas".
Un nuevo golpe cayó sobre ella.  Su madre murió repentinamente y Fina quedó totalmente sola en la  miseria. Con excepción de su fiel amiga Beldia, nadie mas la veía y  únicamente dependía de las limosnas de los pobres vecinos, los cuales  muy poco se acercaban a ella a causa de sus llagas repugnantes.
Los insectos  se posaban en las llagas sobre su rostro. No los podía espantar porque  sus manos estaban inmóviles. A través de tantas calamidades, Santa Fina  recibía a quien le visitara con alegría y agradecimiento. Se consideraba  la mas dichosa de las criaturas.  Experimentaba éxtasis.
Fina había  oído hablar de San Gregorio  Magno y de sus sufrimientos, y tenía especial veneración por el.  Solía orar para que el, que había sido probado tanto por las  enfermedades, intercediera a Dios a fin de que ella tuviera paciencia   en su aflicción. Ocho días antes de su muerte, cundo yacía sola como de  costumbre, San Gregorio se le apareció y le dijo: "querida niña, en mi  festividad Dios te dará descanso".
Así sucedió: el 12 de marzo de 1253  murió y los vecinos declararon que su cadáver estaba sonriente. Al  levantar su cuerpo del tablón sobre el que había permanecido tanto  tiempo, la madera podrida se encontró cubierta de violetas blancas. Toda  la ciudad asistió al entierro y se afirma que se realizaron muchos  milagros por su intercesión.  Uno de ellos: Estando ya muerta, levantó  su mano y, ciñendo el brazo lesionado de su amiga Beldia, lo sanó.
Los  campesinos de San Geminiano aun llaman "flores de Santa Fina" a las  violetas blancas que florecen aproximadamente por la estación en la que  se celebra su festividad.
Fuente: Vida de los Santos,  Butler.







Oremos

Dios todopoderoso y eterno, que concediste a Santa Fina luchar por la fe hasta derramar su sangre, haz que, ayudados por su intercesión, soportemos por tu amor nuestras dificultades y con valentía caminemos hacia ti que eres la fuente de toda vida. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo.


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