En
el lugar de Mauthausen, en Austria, beato Marcelo Callo, mártir, que siendo
un joven oriundo de la región de Rennes, en Francia, durante la guerra
confortaba en la fe, con cristiano ardor, a los compañeros de cautiverio, que
se hallaban agotados por los duros trabajos, y por este motivo se le hizo
morir en un campo de exterminio (1945).
El
Beato Marcelo Callo nació en Rennes, Francia, el 6 de Diciembre de 1921, es
el segundo de nueve hijos, fue bautizado dos días después en la Iglesia de
Nuestra Señora de la Buena Nueva.
Cuando tenía 12 años, se convirtió en aprendiz de imprenta y tomó el rol de
hijo mayor cuando su hermano mayor entró al seminario.
Era miembro de la Cruzada Eucarísica, que enseñaba a los jóvenes a vivir una
oración ininterrumpida poniendo a la Eucaristía en el corazón de su vida.
También era un Scout.
Se convirtió en militante del movimiento Juventud de Obreros Católicos, ya
que buscaba vivir su fe en el mundo secular del trabajo. Con la ocupación
nazi de Francia, la vida cambió radicalmente para todos, especialmente para
los católicos practicantes. Por ejemplo, se prohibieron oficialmente las actividades
de las asociaciones cristianas, y las ramas del movimiento de Juventud de
Obreros Católicos tuvo que pasar a la clandestinidad. La gente se refería a
ellos como los Juventud de Obreros Católicos de las Catacumbas.
En 1943, una de las hermanas de Marcel murió durante el bombardeo. En ese
momento, también se vio obligado a realizar servicios de trabajos forzados.
Estaba comprometido para casarse en ese tiempo; sin embargo, aceptó realizar
los trabajos forzados porque temía por lo que le podía pasar a su familia si
se negaba. También veía el servicio de trabajo como una oportunidad para
evangelizar.
En Zelha-Melhis, a donde lo enviaron a trabajar, experimentó períodos de
angustia y desaliento. Sin embargo, encontró la fuerza para organizar de
manera clandestina la vida cristiana de los trabajadores.
El 19 de abril de 1944 lo arrestaron por ser "demasiado católico".
Primero, lo enviaron a la prisión en Gotha y luego a los campos de
concentración en Flossenburg y Mauthausen.
Marcel y los otros detenidos sufrieron de manera terrible con el régimen de
los nazis.
Testigos supervivientes declararon, que aunque en el cautiverio, Callo siguió
encabezando a los prisioneros en las oraciones y la instrucción religiosa.
Igual que a los otros, lo obligaron a trabajar y a alimentarse con papas
podridas y agua arenosa. Durante los seis meses últimos de su vida, se
encontraba tan débil que lo dejaban en una cama, que compartía con varios
cadáveres. Finalmente murió el 19 de marzo de 1945, después de fuertes
dolores de estómago.
En su viaje de fe y en el camino a la santidad, no estaba solo. De hecho, la
familia de Marcel, la Diócesis de Rennes, el movimiento de Juventud de
Obreros Católicos todos tuvieron un rol en el camino a la santidad de este
joven.
El 4 de octubre de 1987, el Papa Juan Pablo II beatificó a Marcel Callo.
"Marcel no se convirtió en un hombre del Evangelio por si solo",
dijo el Papa cuando beatificó a Marcel. "Lleno de talento y buena
voluntad, también luchó contra este mundo, él mismo, y contra las presiones
de los demás. Abierto por completo a la gracia, dejó que el Señor lo guiara,
incluso hasta el martirio.
"Las pruebas hicieron madurar su amor a Cristo. Desde la prisión
escribió a su hermano, quien hacía poco tiempo había sido ordenado sacerdote:
´Afortunadamente, Él es un amigo que nunca me abandona y sabe cómo
consolarme. Con Él, siempre puedo superar los peores momentos. Cuánto
agradezco a Cristo por haberme conducido al lugar donde me encuentro ahora.
"Sí, Marcel encontró la Cruz. Separado de su familia y de su novia, a
quien amaba tierna y castamente, se fue a Alemania, donde restableció el
Movimiento de la Juventud de Obreros Católicos. Muchos de sus amigos del
movimiento también murieron como testigos fieles de Jesucristo. Perseguido
por la Gestapo, Marcel fue un testigo hasta el final. Como el Señor, amó a su
prójimo hasta el extremo y toda su vida se convirtió en la Eucaristía...
"Nos recuerda a todos, laicos, religiosos, sacerdotes, obispos, el
llamado universal a la santidad y a la espiritualidad juvenil que nuestro
mundo tanto necesita para poder continuar proclamando el Evangelio."
Sabemos que a los que aman a Dios todo les sirve para el bien: a los que
ha llamado conforme a su designio. A los que había escogido, Dios los
predestinó a ser imagen de su Hijo, para que él fuera el primogénito de
muchos hermanos. A los que predestinó, los llamó; a los que llamó, los
justificó; a los que justificó, los glorificó. Rm 8, 28-30
Señor Dios todopoderoso, que de entre tus fieles elegiste al Beato
Marcelo Callo para que manifestara a sus hermanos el camino que conduce a ti,
concédenos que su ejemplo nos ayude a seguir a Jesucristo, nuestro maestro,
para que logremos así alcanzar un día, junto con nuestros hermanos, la gloria
de su reino eterno. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo.
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