DISCURSO PRESENTACIÓN
CONGRESO INTERNACIONAL TODOS
SOMOS NAZARENOS
#WeAreN2015
17
de abril de 2015
Ignacio
Arsuaga
[Fórmula de presentación]
Excelentísmasra. alcaldesa,
Excelentísima sra. Defensora del Pueblo
Su Beatitud Ignacio José, Patriarca de Antioquía
Excelentísimos y Reverendísimos señores
obispos,
Queridos asistentes al Congreso “Todos
somos nazarenos”...
[Discurso]
A menudo me pregunto si en Occidente no
habremos perdido nuestra capacidad de compasión.
Vivimos en una sociedad civilizada que
presume de ser solidaria, tolerante, sensible a los problemas que provocan las
desigualdades sociales, las injusticias contra los más débiles y
desfavorecidos, las violaciones de los derechos humanos.
Y sin embargo, estas mismas sociedades
civilizadas de Occidente no se mueven ni se conmueven por la trágica situación
que están atravesando los cristianos, cruelmente perseguidos por su fe en
países como Irak, Siria, Nigeria, Kenia, Egipto…
En muchos otros lugares, como
Pakistán, los cristianos no pueden profesar abiertamente su credo. Son
detenidos al amparo de leyes injustas, torturados para que abjuren en público
de su fe y, si no lo hacen, finalmente, ejecutados.
La repercusión que tienen en Europa estas
violaciones de los derechos humanos más elementales es prácticamente nula.
Aquí, en Occidente, somos capaces de llorar
con una película que cuenta el genocidio llevado a cabo por los nazis hace 70
años y, sin embargo, permanecer impasibles ante este otro genocidio que se está
perpetrando en la actualidad, ante nuestros ojos. Un genocidio que podemos
vivir a tiempo real, gracias a los medios de comunicación y a la inmediatez de
internet y las redes sociales.
Los mártires de hoy están siendo pública y
salvajemente asesinados, decapitados, crucificados, quemados vivos, lapidados,
arrojados al vacío. Sus cuerpos inertes expuestos como trofeos, vejados más
allá de lo concebible.
Niños, ancianos, mujeres, adolescentes,
separados de sus seres queridos y haciendas; llevados al matadero en camiones,
como ganado.
Han arrasado sus vidas. Los han despojado
de toda dignidad. Y sin embargo, siguen fieles a Cristo hasta las últimas
consecuencias.
Mientras, en Occidente, guardamos silencio.
Un cobarde y cómplice silencio.
Nuestras sociedades opulentas sólo
reaccionan si la brutalidad del terrorismo yihadista se produce dentro de casa.
Entonces…. salimos a la calle consternados, en estado de shock, a poner velitas
y a compartir en las redes sociales pancartas en solidaridad con los muertos:
“Je suis Charlie”.
Quiero creer que no es éste el grado más
alto que alcanza nuestra compasión, aunque a veces cuesta convencerse de lo
contrario.
Los recientes atentados de París pusieron
de manifiesto la gran hipocresía del mundo occidental.
Un mundo occidental que se estremece cuando
el terrorismo más brutal actúa dentro de sus fronteras, pero que permanece mudo
e impasible cuando los muertos son “otros”.
Si algo ha quedado claro con el auge del
fenómeno yihadista es que para los países más desarrollados del mundo hay muertos
de primera y de segunda.
Los 12 asesinados del Charlie Hebdo valen
más que los 21 egipcios coptos decapitados en las playas de Libia; más que los
148 jóvenes cristianos masacrados en la universidad kenianta de Garissa; más
que los miles de inocentes que BokoHaram sigue aniquilando en las aldeas y
ciudades al norte de Nigeria; mucho más que las víctimas de los atrocidades del
Estado Islámico o de Al Qaeda en Siria e Irak.
Pero no nos engañemos. No es sólo una
cuestión de distancia geográfica la que marca la diferencia entre los muertos
de primera y de segunda categoría. Hay un adjetivo que une a todas estas
víctimas y que, en Occidente, no es políticamente correcto resaltar: la fe
cristiana de todas ellas.
Cuando comenzaron a llegarnos las terribles
noticias de las matanzas en Siria e Irak, muchos medios de comunicación
occidentales ocultaron deliberadamente que las víctimas eran, fundamentalmente,
cristianos.
Aún hoy, después de tanta sangre derramada,
pocos medios destacan el hecho de que el yihadismo tiene un propósito global
que ha empezado a gestarse en Oriente Próximo: erradicar todo vestigio del
cristianismo de la faz de la tierra.
Hace pocas semanas, un periódico
australiano responsabilizaba a los cristianos de Nigeria de uno de los últimos sangrientos
ataques de BokoHaram.
En España, un diputado socialista aseguraba
que lo sucedido en Garissa no era un crimen contra los cristianos, sino
consecuencia de una guerra de religiones en Kenia, situando a los estudiantes
cristianos indefensos en el mismo plano que a sus verdugos.
Son ejemplos aislados de un denominador
común que se repite sistemáticamente en este Occidente dominado por el
laicismo, el relativismo y la equidistancia moral: en el esquema de los nuevos
valores y de la corrección política, los cristianos no pueden aparecer como
víctimas.
Si la sociedad occidental no reacciona, si
algunos medios de comunicación pervierten la información en aras de lo
políticamente correcto, ¿por qué iban los gobiernos a actuar con diligencia?
¿No son acaso reflejo de la sociedad que
les ha dado el voto, representantes de unos ciudadanos desmovilizados e
indiferentes ante el drama humano de miles de personas atrozmente asesinadas,
torturadas y humilladas?
La respuesta de los gobiernos occidentales
al horror yihadista ha estado en consonancia con nivel ético y moral de las
sociedades que representan: una respuesta imprecisa en las formas, ambigua en
el contenido, tardía en el tiempo y muy poco eficaz.
A pesar de las reiteradas llamadas de
auxilio de las organizaciones humanitarias, de los obispos y líderes
religiosos, de los observadores independientes, el compromiso internacional se
ha reducido a discursos grandilocuentes cuyo efecto real sobre el terreno ha
sido prácticamente nulo.
No podemos estar orgullosos de la respuesta
de Occidente. No lo estamos en absoluto de la pasividad del Gobierno español,
que muchas veces se escuda en instituciones internacionales o en la
reglamentación de la UE para adoptar un perfil bajo y pasivo cuando es
necesario echar el resto en defensa de los derechos humanos de los cristianos
perseguidos.
Los cristianos de Siria, de Irak, de
Nigeria, de Egipto, y de tantas otras partes del mundo tienen, tenéis, una
legítima sensación de total abandono.
Tenéis, motivos suficientes para creer que
la comunidad internacional os ha dado la espalda.
Vuestro grito de socorro esperaba sin duda
mucho más de este Occidente que representa el mayor estadio de civilización
conocido en la historia de la Humanidad.
Los valores elevados que inspiran nuestras
Constituciones y acuerdos supranacionales, que son garantía de libertad,
justicia y respeto de los derechos humanos, no han estado a la altura de la
gravísima crisis humanitaria que está provocando el empuje del fanatismo
islamista.
Pues bien, desde unas humildes
organizaciones ciudadanas, como HazteOir.org, Más Libres y CitizenGO, hemos
querido hacer frente a tanto silencio para deciros abiertamente, desde el
corazón, que no estáis solos.
No estáis solos... porque hay muchos
ciudadanos en Occidente horrorizados, preocupados y comprometidos con vuestro
destino, que es también el nuestro.
Desde luego los hay en España y en otros
países. Y por supuesto los hay en las organizaciones que he mencionado, y en
cuyo nombre hablo ahora.
Queremos deciros que desde aquí trabajamos
y trabajaremos día a día, incansablemente, por dar a conocer vuestro
sufrimiento, vuestro dolor, y vuestra necesidad de socorro.
También por promover acciones
internacionales que pongan freno a la barbarie del extremismo islamista que
amenaza vuestras vidas, la seguridad de vuestros seres queridos y hasta la
misma supervivencia de vuestra cultura.
Como ciudadanos comprometidos, hemos
querido dejar de esperar que otros den el paso y preguntarnos qué podemos hacer
nosotros para cambiar la situación.
El resultado es el Congreso Internacional
Todos Somos Nazarenos #WeAreN2015 que hoy felizmente ve la luz.
Con él, asumimos la responsabilidad de
concienciar a la opinión pública occidental de la gran tragedia humana y de
civilización que viven los cristianos en zonas bajo el yugo yihadista.
Somos conscientes de que sin concienciación
ciudadana no hay movilización, y sin movilización, nuestros gobernantes no
serán sensibles ni darán respuesta urgente a la gravísima situación que estáis
padeciendo.
Por este motivo, queremos que este Congreso
sea una oportunidad única para que el mundo escuche a los verdaderos
protagonistas de la persecución.
- A las
víctimas directas del derramamiento de sangre.
- A los que son
testigos de las atrocidades y pueden contar a Occidente en primera persona
todo el drama, el dolor y el sufrimiento que han vivido nuestros hermanos
cristianos.
- A los que se
juegan la vida a diario por mantener en pie los restos de una cultura
milenaria que agoniza.
Confiamos en que su testimonio, vuestro
testimonio, no caerá en saco roto.
Los medios de comunicación, que tan buena
acogida han prestado al Congreso, tienen una enorme responsabilidad en la
difusión de vuestro mensaje para que la sociedad despierte, comprenda y
reaccione.
Estamos convencidos de que los gobiernos se
implicarán en esta batalla contra el yihadismo cuando sientan la presión de los
ciudadanos.
Sólo entonces dejarán de ser cómplices
silenciosos del exterminio.
Por último, quiero manifestar que no se
trata sólo de socorrer a los que sufren la persecución.
Se trata también de honrar el sacrificio de
los mártires. Este empeño es más que una necesidad, es un deber moral.
Si Occidente deja en el olvido este
genocidio, el mal habrá vencido y el sacrificio de tantos inocentes habrá sido
en vano.
Este Congreso quiere que sintáis el calor,
el respeto y la admiración de cuantos con tanta ilusión lo hemos preparado, y
de los que han querido venir, con el ánimo sobrecogido, a escuchar vuestro
testimonio.
Proceden de diferentes partes de España, de
Europa y del mundo.
Con la ayuda de Dios y el poder infinito de
la oración, confío en que podamos cumplir nuestro objetivo: concienciar a la
sociedad, movilizar a los gobiernos, y hallar una fórmula duradera que ayude a
vencer el odio, cerrar heridas y devolver la paz y la prosperidad a estas
regiones…
Que los cristianos puedan retomar sus vidas
en libertad en el punto en que quedaron suspendidas por el azote de la sinrazón
yihadista.
Muchas gracias.
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