LA
FE
La fe que vive nuestro
pueblo y que nosotros hemos heredado es en gran parte una fe desubicada, fuera
de nuestra cultura, fuera de nuestros desafíos históricos. De hecho, lo que
está pretendiendo la teología de la liberación, la espiritualidad de la
liberación y todo este proceso de liberación que estamos viviendo en América
Latina es también reubicar la fe en su lugar, lugar que para nosotros es, aquí,
indudablemente, Centroamérica. Recordemos: el kairós, el topos, el lugar, la
hora de Dios...
Nosotros, los
cristianos no creemos que la utopía es lo irrealizable. Nosotros creemos que la
utopía es lo ya realizado en Jesús y que nosotros en cierta medida podemos y
debemos ir realizando. (Y acogiendo como don). El Reino de Dios es la utopía.
Nosotros queremos
vivir una fe realmente utópica aquí en Centroamérica, una fe que es también fe
en ese otro lugar que Centroamérica sueña, esa tierra centroamericana nueva que
buscamos... Nosotros vamos detrás de esa Centroamérica que nos prohibieron, que
negaron a nuestros indígenas, a los negros aquí esclavizados, incluso a esta
iglesia cristiana que está ahí. Nosotros queremos esa Centroamérica prohibida,
secularmente negada, utópicamente posible...
Por ser proceso, toda
fe es crisis, en el buen sentido de la palabra. Crisis de crecimiento,
normalmente. Puede y debe serlo. Es normal tener dudas de fe, en una etapa de
la vida sobre todo. Es muy normal también tener conflictos de fe, y conflictos
a causa de la fe.
No debe preocuparnos
sólo la fe (tener o no tener fe) sino el contenido de la fe; es decir, fe en
Dios, pero ¿en qué Dios? Respondo: en el Dios de Jesús. Nos debemos preocupar
siempre por los contenidos: saber qué historia, qué hombre, qué mundo, qué
mujer, qué humanidad... Para nosotros la respuesta debe ser: la historia, el
hombre, la mujer, el mundo, la humanidad que Dios quiere, es decir, el Reino.
Si nos preguntaran:
¿qué Iglesia? Responderíamos, a bocajarro: la Iglesia de los pobres. Y si nos
dijeran: ¿y por qué no la Iglesia de la clase media, o de la burguesía, o de
los ricos? Responderíamos: porque sólo podemos creer en la Iglesia de ese Jesús
y de ese Dios en el que creemos, el Jesús de los evangelios y el Dios de ese
Jesús. Y de ese Jesús ya sabemos cómo fue: un hombre del pueblo, de la base, de
la Iglesia popular, que creaba problemas a la jerarquía y a la seguridad
nacional... y que acabó siendo asesinado, pero resucitado por el Padre.
Así pues, lo que nos
preocupa a nosotros es ¿qué Dios? ¿En qué Dios creemos? ¿Qué Cristo Jesús
aceptamos? ¿Qué Jesús pretendemos seguir? ¿Qué Iglesia, qué comunidad de Jesús
queremos ser?
Es decir, no basta con
preocuparse de la fe, sino del "contenido" de la fe.
Los dos mayores
escándalos contra la fe que cometemos los cristianos son: el primero, el hecho
de que no somos justos y no luchamos por la justicia como es debido, y el
segundo, que los cristianos estamos divididos a causa de nuestra fe cristiana.
Yo creo que se salva
"casi" todo el mundo. Y el "casi" habría que ponerlo y
pensarlo con muchas comillas... Porque Dios es Padre. Porque Jesús es nuestro
hermano, y el Salvador y el Liberador. Y porque Dios no nos hizo para la
muerte. Si no nos hizo para la muerte temporal, mucho menos nos hizo para la
muerte eterna.
Yo creo en el
infierno. Es de fe que el infierno existe. Pero no es de fe que haya gente en
el infierno.
La fe es "una
alegría secreta en el fondo del corazón, una esperanza loca en lo más
intimo" (Róger Schutz). Aun en medio de las mayores tensiones uno llega
por la fe a encontrar allí, en el fondo del pozo, una seguridad última. Lo de
la canción del pirata de aquel poeta romántico español: "Y si muero, ¿qué
es la vida?". Como nosotros sabemos lo que es la vida aquí y allá, como
sabemos que la vida continúa, los cristianos podemos decir: ¿Y si muero, qué es
la muerte? Nuestros mártires (los mártires con fe y los mártires sin fe) esto
es lo que nos están diciendo en última instancia: ¿Y si muero, qué es la
muerte? Respondemos: es vida, vida para los hermanos, vida para nuestro pueblo.
Si tratamos de vivir sinceramente la fe, siempre nos acompaña esa alegría y esa
serenidad de fondo, aun en el conflicto, aun en la tensión...
LA FE
La Fe: UNA VIDA
Una confianza
compartida y proclamada.
La certeza de ser
amado,
y de poder por fin amar.
Y, mientras tanto, en ciertas horas,
en ciertos días,
la duda.
Una especie de noche
en la que se busca
una promesa, una herencia,
una elección, una adhesión
una búsqueda, en comunión,
un testimonio día tras día,
después de tantos otros
y antes de muchos otros.
Un Padre que da a su
hijo por amor.
Un Hijo que da su vida por amor
Una simiente pequeñita
que se hace árbol.
Una lucha, un combate
por la paz,
por la justicia.
Una liberación.
Una iluminación.
Una contemplación
serena de un rostro amado.
Una conversación familiar con un amigo.
En el fondo del
corazón, una alegría secreta.
En lo más íntimo, una esperanza loca.
La Fe: UNA VIDA,
un amor,
una fuente que mana sin cesar,
por toda la eternidad.
Roger Schutz
CARTA
A LOS VERDADEROS CONTEMPLATIVOS
Carta
dirigida a un herrnano de Taizé por una universitaria colombiana vinculada a
las guerrillas (I.C.I. 15.09.1970)
Me
dirijo a todos aquellos que se inquietan. No escribo para los que están
"tranquilos", convencidos de su propia forma de vida, satisfechos con
su situación, "muy seguros" de su vocación, es decir, aquellos que se
instalaron en la opción que hicieron un día y ya nunca consintieron sentirse
cuestionados.
Escribo,
por el contrario, a todos los inquietos, a aquellos que dudan de su propia
forma de vida o están insatisfechos con su situación porque se sienten
interpelados por la miseria y por la lucha "del hombre de hoy"; a
aquellos que "no están seguros" de su vocación porque se sienten
impelidos por la convocación, por el llamado a la transformación de la
historia; a todos aquellos, en fin, a quienes el Amor no les permite instalarse
en una opción definitiva, sino que les exige renovadas búsquedas, Me dirijo a
todos vosotros, sea cual fuere la congregación o la comunidad a la que
pertenezcáis.
¡Contemplativos!.
En nombre de toda la humanidad, en nombre de los continentes que luchan por su
auténtica liberación; en nombre de los políticos revolucionarios, de las masas
rurales y de los estudiantes, en nombre de los científicos, de los
intelectuales, de los artistas... yo les suplico: ¡no tengáis miedo de vivir
vuestra vocación, no tengáis miedo de vivirla intensamente, no apaguéis esa luz
que habéis descubierto y de la cual el mundo tiene tanta necesidad...!
Si
no os empeñáis por vivir a fondo vuestra aventura, ¿no estaréis dejando de dar
precisamente aquello que debéis dar a los hombres? Si os acobardáis y no os
entregáis enteramente a vuestra vocación, permitiéndoos dudar sobre el sentido
de la misma, ¿no estaréis matando algo que no os pertenece, sino que os fue
dado para que lo hicierais fructificar?
¿El
pretexto de servir al hombre, no esconderá quizá la justificación de una falta
de fe en Dios, que merece siempre -en la actual época histórica como en todas
las épocas- un Amor gratuito?
Contemplativos:
en nombre de todos los combatientes conocidos y anónimos, de todos los que se
sienten comprometidos en la edificación de una nueva sociedad, yo os suplico,
aún más, os exijo: no renunciéis a vuestra vocación; sabed esperar atentos a
los hombres, compartiendo en profundidad sus búsquedas, sus éxitos y sus
fracasos, sus exigencias y sus luchas; vivid los sufrimientos y las alegrías de
los hombres, pero no tengáis miedo de hacerlo a partir de vuestra propia
vocación. Buscad nuevas formas, desde luego, pero no rechacéis el don
fundamental que habéis recibido del Señor. Esto es lo que el mundo os está
exigiendo, quizá sin manifestarlo claramente, o incluso sin saberlo. De ello
está necesitado nuestro mundo, aunque no lo consiga ver con claridad.
Contemplativos:
no os dejéis guiar por luces falsas. Sed fieles a Dios, y a los hombres de hoy
permaneciendo fieles a vuestra propia vocación.
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