martes, 7 de abril de 2015

EL VUELO DEL QUETZAL 21 - 23 "La Oración" (Pedro Casaldáliga)

LA ORACIÓN


Fuimos mal educados en la oración. Porque se nos impuso una oración demasiado sistemática, que no contaba con la persona de cada uno (única, irrepetible) ni con la vida, ni con la historia. También entiendo perfectamente que en el ajetreo de nuestras vidas, y en la situación de emergencia, de conflictividad y hasta de revolución de América Latina, y en ese diálogo y convivencia con los no creyentes (hermanos y compañeros), fácilmente, por una especie de "respeto", hemos ido adoptando una actitud vergonzante ante la oración. Hemos dejado a veces de hacer oración comunitaria porque había junto a nosotros quienes no tenían fe, y a veces hemos acabado simplemente no haciendo oración, o justificándolo con aquel tópico: "todo es oración”.
Conozco comunidades que se fueron a pique por dejar de hacer oración, según han reconocido ellas mismas después.
No basta con "practicar" la fe. Hace falta también proclamarla, y celebrarla y porque queremos construir y servir y realizar el designio de Dios sobre la historia, también lo queremos y lo debemos y lo necesitamos celebrar, anticipar gratuitamente. La oración es una de las actitudes fundamentales derivadas de la opción fundamental. El cristiano es un orante. Tener fe y no orar es una forma de no tener fe. La fe sin obras es fe muerta; la fe sin oración, también. Porque la oración es una obra, una praxis de relación, de comunicación, de gratitud, de "tratar de amistad" con él... Si la fe me lleva a relacionarme con los hermanos, con lo que ellos son y quieren, es lógico que también me lleve a relacionarme con el Padre, con lo que él es y quiere. La fe es una apertura a alguien, a él. Si él y yo somos personas, es lógico que esta apertura sea una relación, una comunicación. Y eso es la oración.
Una politización unilateral, "eficacista" y secularista puede llevarnos a dejar la oración: desde esa perspectiva la oración aparece como una pérdida de tiempo, y la emergencia de la revolución exige hacer, urgentemente. Esa politización eficacista, para los menos políticos revestiría la forma de "activismo".
La noche oscura no la pasan sólo los místicos. La pasamos todos los cristianos, si queremos ser fieles, si queremos afrontar los conflictos. Muchísimos cristianos hoy en Centroamérica viven en noche oscura. Podríamos decir que la Iglesia toda de Centroamérica, si quiere ser fiel, vive en noche oscura...
En cuanto a la oración es necesaria una cierta ascética una cierta disciplina, porque la oración no es algo instintivo, que "nos salga de dentro" sin más. La oración exige su tiempo, y hasta su lugar, y hasta su instrumental. Si no se impone uno una cierta disciplina, es la oración la que acaba saliendo perjudicada.
Hemos llegado a decir: "Todo es oración, la lucha también es oración". Pues no. La lucha no es oración. Ni siquiera la lucha por la liberación. La lucha es la lucha. Y la oración es la oración. Para mí eso está claro. En este punto debemos ser muy sinceros y hasta taxativos. Incluso para responder a los otros. Ellos, incluso hermanos nuestros en la fe, nos atacan en lo referente a la opción preferencial por los pobres, y nos dicen que hasta los ricos son pobres...: porque están enfermos, porque son pecadores, porque viven en soledad... yo les digo: no, los ricos son ricos; puede ser que además de ser ricos estén enfermos; puede ser que además de ser ricos sean pecadores (lo son, lógicamente, porque el rico que continúa siendo rico, necesariamente será pecador), pero no por ser pecador es pobre. Puede ser un desgraciado, pero es rico, no pobre. No confundamos las palabras.
Por eso, nosotros tampoco debemos confundir las palabras en lo referente a la oración: la lucha es la lucha, y la oración es la oración. Ahora bien, eso sí, la lucha en la fe, desde la fe, por causa del Reino, puede y debe ser para nosotros vivencia de fe. Incluso anuncio de fe. Pero no es propiamente oración. No es fácil, ciertamente, definir las fronteras. Es evidente que muchos hermanos, en la lucha, en la acción, en el compromiso con los hermanos... también están orando. Abiertos explícitamente a Dios, a veces formulando incluso una oración explícita, y todo eso es oración. Lo que quiero decir es que no caigamos en el simplismo cómodo de decir que todo es oración para justificar el hecho de que no hacemos oración explícitamente. La oración exige también su hora, su tiempo, su lugar...
Pero es evidente que a medida que nos comprometemos con Dios, a medida que nuestra amistad con él crezca, y a medida que más y mejor "tratemos de amistad con él", más normalmente nuestra vida y nuestra lucha será oración. Iremos llegando a un punto de confluencia en el que será muy difícil distinguir las aguas. Estaremos viviendo entonces en lo que los antiguos llamaban "estado de oración". Yo doy testimonio de que hay muchas comadres que viven en ese estado de oración, son contemplativas. La contemplación sería eso: haber llegado a una especie de "estado de comunicación" con el Dios de Jesús, con el Dios de la creación, con el Dios de la Vida, con el Dios de la liberación, con el Dios de los pobres, con el Dios de la muerte-hacia-la-vida... Un "estado de comunicación" más o menos estable, permanente, natural, gratuito... a la vez que esforzado y conquistado...
Los indígenas, de norte a sur, desde los indígenas más marítimos a los del altiplano pasando por los de la floresta, son profesionales del silencio, y profetas del silencio. En la cultura indígena el silencio es algo connatural. Para ser más autóctonamente latinoamericanos deberíamos valorar más el silencio.
Estamos viviendo una época muy hermosa en lo que se refiere a la espiritualidad de la liberación, porque estamos en la hora de la creatividad. La espiritualidad de la liberación no está formulada. Se reconoce que hay muchos textos sueltos, pero que no hay todavía una sistematización. (Por otra parte, será bueno que nunca se sistematice demasiado). En esta hora estamos llamados a la creatividad. Estamos creando. "Si al andar se hace camino, ¿qué caminos esperáis?".
La espiritualidad es más que la oración. La oración es una parte de la espiritualidad. No confundamos oración con espiritualidad. Por una razón sencilla: hay mucha gente que hace mucha oración y no tiene nada de espiritualidad; sólo tiene oración, una oración "de secano", dicotómica, separada de la vida, segregada, aislada de la historia, que acaba siendo fanatismo, mecanismo orante, u oración a otro dios... La espiritualidad es más que la oración.
Un test fiable para conocer nuestra espiritualidad (o la de cualquier persona, comunidad o grupo) consiste en preguntarse al servicio de qué Dios, de qué hermanos, de qué Causa hacemos nuestra oración. De nuestra oración, de qué tipo de oración, de cuánta oración, pero sobre todo, de al servicio de qué causa y al servicio de qué Dios hagamos nuestra oración, dependerá fundamentalmente nuestra espiritualidad. Se lo digo a ustedes con toda mi convicción: de nuestra oración depende nuestra espiritualidad. Esto no es espiritualismo ni desencarnación, aunque a alguien pudiera parecerle. Es realismo de fe.
La oración debiera ser como la de Moisés: subir y bajar, subir al monte Carmelo y bajar también. Nosotros fuimos educados en un tipo de oración que sólo subía y no bajaba. El elevador de la oración nos dejaba ahí, en las nubes. Y eso no nos sirve. Porque Dios no necesita de nuestra oración, ni está en las nubes. Los que necesitamos de la oración somos nosotros, y los hermanos, que tampoco andamos por las nubes.
Si la fe es un proceso, la oración también lo es. Dice Jon Sobrino que mi oración es el proceso de mi oración. Lo que ha ido siendo mi oración a lo largo de mi vida es lo que es mi oración hoy. Mi oración es -dice él más textualmente- la historia de mi oración. Igual que podríamos decir: mi fe es la historia de mi fe. O, mi vida es la historia de mi vida.
Debemos vivir la oración, testimoniar la oración... y también enseñar a orar. Los discípulos le pidieron a Jesús: "enséñanos a orar". Los agentes de pastoral deben enseñar a orar. La pastoral de la oración.
Me parece que estamos viviendo un momento histórico. Estamos haciendo camino, y a veces con regueros de sangre, que son las veredas de la espiritualidad de la liberación en Centroamérica. Con bastante orgullo cristiano, por el hecho de haber sido convocados y a la vez con una humildad muy responsable, porque estamos haciendo en Centroamérica un "taller regional" histórico de espiritualidad...
Desde que me comprometí a venir a Centroamérica, todas las mañanas invoco, rezo por Centroamérica. Más: el presidente de la conferencia episcopal brasileña, la CNBB, me dijo que, también, la primera oración que hace todos los días es por Centroamérica. Desde que me comprometí a venir, y vengo todos los años, todas las mañanas rezo por Centroamérica invoco a los patriarcas indígenas, a los pueblos indígenas masacrados y prohibidos desde la primera época, a los pueblos negros de Centroamérica, y a nuestros profetas, a nuestros mártires, y a los compadres y comadres de Centroamérica esparcidos por ahí...
La oración de cada día, particular y comunitaria. Un agente de pastoral que no haga individualmente siquiera media hora de oración diaria, además de la que haga en equipo, no da la talla suficiente como agente de pastoral...
En toda América Latina en estos últimos años se ha sentido un crecer, un reflorecer del hambre de espiritualidad, y este hambre de espiritualidad se da dentro de la Iglesia de la liberación con una característica interesante: que no se trata de querer renunciar a la politicidad, a la radicalidad comprometida, ni se trata de distanciarse del pueblo sino que lo que se quiere es vivir radicalmente contemplativos y radicalmente revolucionarios. Más aún, les desafío: nosotros no seremos radicalmente revolucionarios si no somos radicalmente contemplativos.




OREMOS:
Oh Dios, Dios de la vida, Dios de la Historia, Señor del tiempo y del lugar, que nos has situado en América Latina, en esta Centroamérica concreta, para que aquí descubramos tu Reino, para que aquí lo anunciemos, lo acojamos, lo construyamos. Danos la alegría de la fidelidad, la constancia del compromiso, la coherencia hasta el fin. Te lo pedimos por todos los testigos de Centroamérica. Te lo pedimos por el Testigo Fiel, Jesús, tu Hijo, nuestro hermano, que vive y reina contigo, y vive y camina con nosotros aquí, en Centroamérica, hoy, en la unidad del Espíritu Santo. Amén.

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