LA ORACIÓN
Fuimos mal educados en
la oración. Porque se nos impuso una
oración demasiado sistemática, que no contaba con la persona de cada uno
(única, irrepetible) ni con la vida, ni con la historia. También entiendo
perfectamente que en el ajetreo de nuestras vidas, y en la situación de
emergencia, de conflictividad y hasta de revolución de América Latina, y en ese
diálogo y convivencia con los no creyentes (hermanos y compañeros), fácilmente,
por una especie de "respeto", hemos ido adoptando una actitud
vergonzante ante la oración. Hemos dejado a veces de hacer oración comunitaria
porque había junto a nosotros quienes no tenían fe, y a veces hemos acabado
simplemente no haciendo oración, o justificándolo con aquel tópico: "todo
es oración”.
Conozco comunidades
que se fueron a pique por dejar de hacer oración, según han reconocido ellas
mismas después.
No basta con
"practicar" la fe. Hace falta también proclamarla, y celebrarla y
porque queremos construir y servir y realizar el designio de Dios sobre la
historia, también lo queremos y lo debemos y lo necesitamos celebrar, anticipar
gratuitamente. La oración es una de las actitudes fundamentales derivadas de la
opción fundamental. El cristiano es un orante. Tener fe y no orar es una forma
de no tener fe. La fe sin obras es fe muerta; la fe sin oración, también.
Porque la oración es una obra, una praxis de relación, de comunicación, de
gratitud, de "tratar de amistad" con él... Si la fe me lleva a
relacionarme con los hermanos, con lo que ellos son y quieren, es lógico que
también me lleve a relacionarme con el Padre, con lo que él es y quiere. La fe
es una apertura a alguien, a él. Si él y yo somos personas, es lógico que esta
apertura sea una relación, una comunicación. Y eso es la oración.
Una politización
unilateral, "eficacista" y secularista puede llevarnos a dejar la
oración: desde esa perspectiva la oración aparece como una pérdida de tiempo, y
la emergencia de la revolución exige hacer, urgentemente. Esa politización
eficacista, para los menos políticos revestiría la forma de
"activismo".
La noche oscura no la
pasan sólo los místicos. La pasamos todos los cristianos, si queremos ser
fieles, si queremos afrontar los conflictos. Muchísimos cristianos hoy en
Centroamérica viven en noche oscura. Podríamos decir que la Iglesia toda de
Centroamérica, si quiere ser fiel, vive en noche oscura...
En cuanto a la oración
es necesaria una cierta ascética una cierta disciplina, porque la oración no es
algo instintivo, que "nos salga de dentro" sin más. La oración exige
su tiempo, y hasta su lugar, y hasta su instrumental. Si no se impone uno una
cierta disciplina, es la oración la que acaba saliendo perjudicada.
Hemos llegado a decir:
"Todo es oración, la lucha también es oración". Pues no. La lucha no
es oración. Ni siquiera la lucha por la liberación. La lucha es la lucha. Y la
oración es la oración. Para mí eso está claro. En este punto debemos ser muy
sinceros y hasta taxativos. Incluso para responder a los otros. Ellos, incluso
hermanos nuestros en la fe, nos atacan en lo referente a la opción preferencial
por los pobres, y nos dicen que hasta los ricos son pobres...: porque están
enfermos, porque son pecadores, porque viven en soledad... yo les digo: no, los
ricos son ricos; puede ser que además de ser ricos estén enfermos; puede ser
que además de ser ricos sean pecadores (lo son, lógicamente, porque el rico que
continúa siendo rico, necesariamente será pecador), pero no por ser pecador es
pobre. Puede ser un desgraciado, pero es rico, no pobre. No confundamos las
palabras.
Por eso, nosotros
tampoco debemos confundir las palabras en lo referente a la oración: la lucha
es la lucha, y la oración es la oración. Ahora bien, eso sí, la lucha en la fe,
desde la fe, por causa del Reino, puede y debe ser para nosotros vivencia de
fe. Incluso anuncio de fe. Pero no es propiamente oración. No es fácil,
ciertamente, definir las fronteras. Es evidente que muchos hermanos, en la
lucha, en la acción, en el compromiso con los hermanos... también están orando.
Abiertos explícitamente a Dios, a veces formulando incluso una oración
explícita, y todo eso es oración. Lo que quiero decir es que no caigamos en el
simplismo cómodo de decir que todo es oración para justificar el hecho de que
no hacemos oración explícitamente. La oración exige también su hora, su tiempo,
su lugar...
Pero es evidente que a
medida que nos comprometemos con Dios, a medida que nuestra amistad con él
crezca, y a medida que más y mejor "tratemos de amistad con él", más
normalmente nuestra vida y nuestra lucha será oración. Iremos llegando a un
punto de confluencia en el que será muy difícil distinguir las aguas. Estaremos
viviendo entonces en lo que los antiguos llamaban "estado de
oración". Yo doy testimonio de que hay muchas comadres que viven en ese
estado de oración, son contemplativas. La contemplación sería eso: haber
llegado a una especie de "estado de comunicación" con el Dios de
Jesús, con el Dios de la creación, con el Dios de la Vida, con el Dios de la liberación,
con el Dios de los pobres, con el Dios de la muerte-hacia-la-vida... Un
"estado de comunicación" más o menos estable, permanente, natural,
gratuito... a la vez que esforzado y conquistado...
Los indígenas, de
norte a sur, desde los indígenas más marítimos a los del altiplano pasando por
los de la floresta, son profesionales del silencio, y profetas del silencio. En
la cultura indígena el silencio es algo connatural. Para ser más autóctonamente
latinoamericanos deberíamos valorar más el silencio.
Estamos viviendo una
época muy hermosa en lo que se refiere a la espiritualidad de la liberación,
porque estamos en la hora de la creatividad. La espiritualidad de la liberación
no está formulada. Se reconoce que hay muchos textos sueltos, pero que no hay
todavía una sistematización. (Por otra parte, será bueno que nunca se
sistematice demasiado). En esta hora estamos llamados a la creatividad. Estamos
creando. "Si al andar se hace camino, ¿qué caminos esperáis?".
La espiritualidad es
más que la oración. La oración es una parte de la espiritualidad. No
confundamos oración con espiritualidad. Por una razón sencilla: hay mucha gente
que hace mucha oración y no tiene nada de espiritualidad; sólo tiene oración,
una oración "de secano", dicotómica, separada de la vida, segregada,
aislada de la historia, que acaba siendo fanatismo, mecanismo orante, u oración
a otro dios... La espiritualidad es más que la oración.
Un test fiable para
conocer nuestra espiritualidad (o la de cualquier persona, comunidad o grupo)
consiste en preguntarse al servicio de qué Dios, de qué hermanos, de qué Causa
hacemos nuestra oración. De nuestra oración, de qué tipo de oración, de cuánta
oración, pero sobre todo, de al servicio de qué causa y al servicio de qué Dios
hagamos nuestra oración, dependerá fundamentalmente nuestra espiritualidad. Se
lo digo a ustedes con toda mi convicción: de nuestra oración depende nuestra
espiritualidad. Esto no es espiritualismo ni desencarnación, aunque a alguien
pudiera parecerle. Es realismo de fe.
La oración debiera ser
como la de Moisés: subir y bajar, subir al monte Carmelo y bajar también.
Nosotros fuimos educados en un tipo de oración que sólo subía y no bajaba. El
elevador de la oración nos dejaba ahí, en las nubes. Y eso no nos sirve. Porque
Dios no necesita de nuestra oración, ni está en las nubes. Los que necesitamos
de la oración somos nosotros, y los hermanos, que tampoco andamos por las
nubes.
Si la fe es un
proceso, la oración también lo es. Dice Jon Sobrino que mi oración es el
proceso de mi oración. Lo que ha ido siendo mi oración a lo largo de mi vida es
lo que es mi oración hoy. Mi oración es -dice él más textualmente- la historia
de mi oración. Igual que podríamos decir: mi fe es la historia de mi fe. O, mi
vida es la historia de mi vida.
Debemos vivir la
oración, testimoniar la oración... y también enseñar a orar. Los discípulos le
pidieron a Jesús: "enséñanos a orar". Los agentes de pastoral deben
enseñar a orar. La pastoral de la oración.
Me parece que estamos
viviendo un momento histórico. Estamos haciendo camino, y a veces con regueros
de sangre, que son las veredas de la espiritualidad de la liberación en
Centroamérica. Con bastante orgullo cristiano, por el hecho de haber sido
convocados y a la vez con una humildad muy responsable, porque estamos haciendo
en Centroamérica un "taller regional" histórico de espiritualidad...
Desde que me
comprometí a venir a Centroamérica, todas las mañanas invoco, rezo por
Centroamérica. Más: el presidente de la conferencia episcopal brasileña, la
CNBB, me dijo que, también, la primera oración que hace todos los días es por
Centroamérica. Desde que me comprometí a venir, y vengo todos los años, todas
las mañanas rezo por Centroamérica invoco a los patriarcas indígenas, a los
pueblos indígenas masacrados y prohibidos desde la primera época, a los pueblos
negros de Centroamérica, y a nuestros profetas, a nuestros mártires, y a los
compadres y comadres de Centroamérica esparcidos por ahí...
La oración de cada
día, particular y comunitaria. Un agente de pastoral que no haga
individualmente siquiera media hora de oración diaria, además de la que haga en
equipo, no da la talla suficiente como agente de pastoral...
En toda América Latina
en estos últimos años se ha sentido un crecer, un reflorecer del hambre de espiritualidad,
y este hambre de espiritualidad se da dentro de la Iglesia de la liberación con
una característica interesante: que no se trata de querer renunciar a la
politicidad, a la radicalidad comprometida, ni se trata de distanciarse del
pueblo sino que lo que se quiere es vivir radicalmente contemplativos y
radicalmente revolucionarios. Más aún, les desafío: nosotros no seremos
radicalmente revolucionarios si no somos radicalmente contemplativos.
OREMOS:
Oh
Dios, Dios de la vida, Dios de la Historia, Señor del tiempo y del lugar, que
nos has situado en América Latina, en esta Centroamérica concreta, para que
aquí descubramos tu Reino, para que aquí lo anunciemos, lo acojamos, lo
construyamos. Danos la alegría de la fidelidad, la constancia del compromiso,
la coherencia hasta el fin. Te lo pedimos por todos los testigos de
Centroamérica. Te lo pedimos por el Testigo Fiel, Jesús, tu Hijo, nuestro
hermano, que vive y reina contigo, y vive y camina con nosotros aquí, en
Centroamérica, hoy, en la unidad del Espíritu Santo. Amén.
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