ACTITUDES DE JESÚS
(Decimos aquí
"actitud" como una "matriz de actos", como proceso, hecho
de actos).
1. La encarnación
La encarnación no es
un acto. Es una actitud. Con una palabra menos espiritualizable la llamaríamos
"la historicidad". El Verbo de Dios, en Jesús, expresó abiertamente
durante toda su vida, ya desde el primer momento y hasta el final esa actitud
de historicidad. Se fue encarnando, se fue haciendo historia, se fue haciendo
carne humana (hambre, sed, incomprensión, cansancio, azotes, condenación, cruz,
muerte...). Actitud de encarnación significa proceso de historicidad. Lo que
dice la carta a los filipenses: se fue haciendo nada, kénosis.
2. Fidelidad en el
servicio.
El hizo la verdad. Fue
la veracidad. Cumplió. Hizo. Fue fiel. El "testigo fiel", como lo
llama el Apocalipsis. El es la encarnada fidelidad de Dios. Fiel en el servicio
al Padre, y en el servicio a los hermanos. Actitud de fidelidad que es actitud
de coherencia, de sinceridad.
(Yo he visto que la
sinceridad acaba resolviéndolo todo. Y acaba siendo nuestro mejor argumento, y
la mejor pastoral. Acaba siendo reconocida por todos. Y es libertad de
espíritu. Y libertad en el Espíritu . La sinceridad tiene la ventaja siguiente:
aunque de hecho yo no estuviera en lo cierto porque estuviera engañado,
subjetivamente no estaría siendo infiel, no estaría engañado).
3. Comunicación,
comunión, acogida.
Para con el Padre (la
oración, la contemplación). Para con los hermanos (la misericordia, la ternura,
la sensibilidad, la solidaridad de Jesús...). Pablo llega a decir que Jesús se
hizo ley, pecado (lo último que se puede decir). No se hizo pecador, pero se
hizo pecado, que es más aún.
4. Libertad de pobre.
Hay mucho libre
liberal, y también hay mucho pobre que no es libre. Esas dos palabras, pobre y
libre, son prácticamente sinónimas. No se puede ser libre sin ser pobre. Ni se
puede ser pobre sin ser libre. Recuerden el libro de Christian Duquoc:
"Jesús, hombre libre".
5. Actitud de novedad,
de revolución.
El es el novedoso, la
novedad, la utopía, lo trascendente, lo irreductible, lo escatológico. No se
parece a nada ni a nadie. Una actitud imprescindible para ser revolucionarios y
para no ser meros revolucionarios. La novedad de Jesús es más nueva que la
misma revolución. A la revolución le añade novedad. El Reino es más que la
revolución, más que la Iglesia. Esa actitud de novedad nos ayudará a la crítica
y a la autocrítica. Siempre más, siempre algo más nuevo. La permanente
revolución. El mismo Che pedía una revolución constante. Y hay testimonios
sandinistas muy buenos: la revolución no termina.
6. La conflictividad
Fruto de su
radicalidad en el servicio, en la fidelidad, en la libertad, en la pobreza, en
la novedad. Si era radical en todo eso, es lógico que fuera conflictivo y que
viviera en la conflictividad. Se llevaba mal con todo y con todos. Entró en
conflicto con la familia, con la ley, con los sacerdotes, con las
autoridades... y hasta con el pueblo, con los apóstoles, con el papa (Pedro, al
que llamó "diablo").
No se trata de querer
estar a mal con nadie. Pero sí se trata de asumir la conflictividad. Y debemos
asumirla con un poco de ternura, de buen humor. Porque lo de sacudirse el polvo
de las sandalias no deja de tener guasa en Jesús, quizá...
Jesús es un hombre en
conflicto. Basta abrir el evangelio para
verlo. Es un hombre en conflicto incluso consigo mismo. Aquella angustia.
Aquella angustia extrema que nos describe Lucas, en el huerto, sería una
expresión extrema de esa conflictividad extrema que le tocó vivir. Y el grito
último de la cruz.
7. Esperanza
Actitud de fuerza
asegurada, de garantía total, de fuerza en el Espíritu. Fuerte y seguro sobre
el pecado, sobre las expresiones del mal. De ahí los milagros, esa seguridad,
esa esperanza, esa fuerza, ese coraje para enfrentarse con la mentira, con el
mal, con la desgracia, con la enfermedad, con la muerte, y que se manifestó en
el último gesto de fuerza y de esperanza que fue la propia resurrección. Jesús
ya está en aquella última actitud que es la de resucitado. Nosotros sólo
podremos vivir esa actitud en esperanza. El la vive plenamente,
definitivamente.
IGLESIA, REVOLUCIÓN,
REINO.
la
instancia última
Para
nosotros, la última instancia es siempre el Reino. El Reino juzga a la Iglesia,
El Reino juzga a la revolución.
palabras
sinónimas
Para
nosotros, en última instancia, Liberation y Revolución son, prácticamente, en
cierta medida, palabras sinónimas. Algunos dicen: "Liberación dice mucho
más que Revolución"... Bueno, igual que decimos "Liberación
total" podemos decir "Revolución total". Podemos hablar de una
Revolución permanente, así como hablamos de una Liberación permanente...
Prácticamente, palabras sinónimas.
otra
forma de trascendencia
A
partir del propio texto de Mt 25, 31ss, Jesús se nos presenta como muy
"materialista". La opción de Jesús por el Reino se nos presenta en
algo no sólo muy histórico, sino muy cotidiano, y muy "material": la
comida, la bebida, el vestido, la cárcel... Nosotros, evidentemente, hoy ampliaríamos:
la tierra...
Eso hace que los
cristianos, si somos conscientes y si queremos ser consecuentes, no podemos de
ningún modo ser espiritualistas. El Reino es algo concretísimo, inmediatísimo,
eminentemente histórico, sin dejar de ser a la vez completamente trascendente,
pero con otra forma de trascendencia...
la
revolución interior
Los
revolucionarios no podemos olvidar que sólo en la medida en que nos
revolucionamos nosotros mismos interiormente podemos revolucionar a la sociedad
y a la Iglesia. La "metanoia" que pide el evangelio es la revolución
personal, el paso de ser la persona opresora que todos somos en principio, a
ser una persona servicial, entregada a la causa del Mundo Nuevo.
la
dicotomía imposible en Centroamérica
La gran revolución teológica que hizo
Jesús fue ésta: decir que no se puede amar a Dios sólo, que no se puede amar a
Dios directa y exclusivamente. Sólo se puede amar a Dios amando a los hermanos.
Y sólo amaremos a los hermanos radicalmente si amamos a Dios, siempre que se trate
verdaderamente del Dios de Jesús, que es Padre, que tiene hijos, que nos hace
hermanos, que tiene una voluntad histórica que se llama Reino, y que ese Reino
se realiza con nuestra donación a los hermanos. Dios no tiene ninguna necesidad
de nosotros, no necesita nuestra reparación... Donde él necesita de nosotros es
en nuestros hermanos.
Si en algún lugar del
mundo necesitamos superar la dicotomía es aquí, en Centroamérica. En
situaciones tan extremas no cabe de ninguna forma la dicotomía. En Europa, o incluso
en otros lugares de América Latina, sería menos imposible la dicotomía. En
medio del hambre, en medio de la injusticia generalizada, entre mayorías con
hambre, con analfabetismo, con mortalidad infantil, privadas de su cultura,
sometidas, prohibidas... en situaciones tan extremas no es posible la
dicotomía, ni es lícita.
Nosotros hemos de
superar de tal modo la dicotomía que sepamos conjugar la revolución con la
contemplación, incluso con la revolución armada, en los casos extremos ya
conocidos.
La dicotomía separa
las cosas: por un lado la revolución, por otro la fe. La dialéctica distingue
pero confronta las cosas, complementa. Esto es muy importante. Nosotros
queremos, debemos distinguir y discernir la presencia de Reino que hay en la
revolución, pero no dejamos el Reino de un lado y la revolución del otro, sino
que los ponemos en confrontación, en complementariedad. Dialécticamente.
conflictividad
y dialéctica
Hablando
de aquella actitud fundamental en la vida de Jesús y en nuestras propias vidas,
conflictividad evangélica y dialéctica revolucionaria acaban siendo casi lo
mismo para nosotros. Necesariamente, viviremos la conflictividad revolucionaria
en conflictividad evangélica.
germen
de revolución
El Reino es germen de revolución. Y no
sólo para los cristianos, sino para la humanidad. La humanidad, hecha a
semejanza de Dios, lleva en sí ese germen de revolución, el sentido de
"hacer nuevas todas las cosas". Lleva en sí esa voluntad de
comunicación (propia de Dios, de la trinidad), de igualdad (los tres
absolutamente iguales)... y esto no es poesía teológica: estoy diciendo lo que
creo. Estoy confesando mi fe. Estamos hechos a imagen y semejanza de Dios.
Somos hijos de Dios. Nos dice Jesús que nuestro proceso en la vida es ir
haciéndonos buenos como el Padre es bueno. Eso es un proceso revolucionario, no
hay duda: novedad de todos, la igualdad total.
El Reino es germen de
revolución, porque el proyecto de Dios es anterior a cualquier revolución.
niegan
la oportunidad del Reino
Nunca se dice de los espiritualistas
que sean reduccionistas: que niegan la tierra, que niegan la humanidad de
Jesús. Nunca se dice de ellos que niegan "la oportunidad del Reino".
El Reino de Dios sólo tiene la oportunidad del tiempo y de la historia. Porque
después del tiempo y de la historia el Reino se consumará.
Cuanto más negamos el
tiempo, cuanto más negamos la historia cuanto más negamos la humanidad, cuanto
más negamos el compromiso político, más estamos negando el Reino de Dios. ¿Cuál
es el espacio del Reino de Dios? ¿Dónde se juega la oportunidad que el Reino
tiene para ir haciéndose realidad? Respondemos: en nuestras vidas, en nuestra
sociedad, en la historia humana. Sólo en la tierra podemos construir el Reino.
"La tierra es el único camino que nos puede llevar al cielo". Nuestra
vida, total y diaria, es lo único que tenemos para dar oportunidad al Reino.
ya-todavía-no
La revolución es un medio para el
Reino, pero también es más que un medio. Es una señal del Reino y es
presencia-ya del Reino. Aunque no sea totalmente el Reino, es Reino-ya.
No sería cristiano
decir que esperamos que venga el Reino sólo después de la muerte. Eso no es
cristiano. Eso es herejía. Esperamos que, más allá, venga la plenitud del
Reino, que venga el Reino-ya, el Reino-totalmente-ya. Pero también creemos que
ahora, aquí, en nuestra historia, ha venido, está viniendo y va a seguir
viniendo el Reino, ya, realmente ya, aunque todavía no plenamente.
Cuando decimos
ya-pero-todavía-no, se entiende: ya está aconteciendo el Reino, aunque no esté
aconteciendo todavía en plenitud. Si no, también estaríamos negando que Jesús
en la tierra fue Reino. Aquí tenemos el Reino ya-sí-pero-todavía-no. Realmente
ya-sí, aunque todavía-no-plenamente.
El Reino llega a
plenitud en la escatología, pero viene, va viniendo desde muy atrás, desde que
el Señor decidió abrirse, salir afuera, crear.
Ese proyecto de Dios,
ese proyectado destino de la raza humana (Nolan) y de toda la realidad, ya
viene haciéndose, gestándose, laboriosamente, al compás de la gracia divina y
de la respuesta humana como don y como conquista, desde que se puso en marcha,
desde que se dio inicio, desde el principio de los tiempos.
instrumento
del Reino
La Revolución es un proceso. Va siendo
Reino. Va preparando el Reino va anunciando el Reino. El propio Reino va
sucediendo en un proceso. El Reino es la utopía. La revolución es un
instrumento de esa utopía. La propia revolución en sí es utopía (la igualdad,
la fraternidad universal, la plena participación de todos son utopía). El Reino
es una utopía todavía mayor, la Utopía Mayor. Y la revolución es un instrumento
de esta Utopía Mayor.
No cabe duda de que
con mucha frecuencia la revolución ha sido para nosotros los cristianos la gran
ocasión para que descubriéramos mejores caminos para la utopía del Reino. Los
revolucionarios nos han dicho: "¿cómo pueden ustedes los cristianos hablar
de fraternidad universal y tolerar durante siglos y siglos la esclavitud, el
feudalismo, el capitalismo? Entonces el mandamiento nuevo... ¿a qué se
refiere?". Esa ha sido una gran contribución que nos han hecho los
revolucionarios
Teólogos serios han
confesado cómo el marxismo les desveló aspectos básicos del cristianismo, sobre
todo de su concreción social, política, histórica. Con la mayor naturalidad del
mundo hemos aceptado en la Iglesia durante siglos estructuras que hacían que la
máxima parte de la humanidad viviera fuera de la luz y del color del
mandamiento nuevo. Esa es la verdad.
También en este
sentido la revolución es señal del Reino, instrumento del Reino, y revelación
del Reino.
una
sola historia
Recuerdo todavía el día en que, siendo
yo seminarista, descubrí personalmente que la historia es una sola. Nos
acostumbraron demasiado a aquella división entre historia natural o profana e
historia de la salvación, entre orden natural y orden sobrenatural... La
teología que se escribía y que se enseñó en nuestros seminarios era una
teología fatalmente dicotómica. Como si la gracia se montara por encima de la
naturaleza en una especie de segundo piso, en una especie de tinglado dorado...
No. La Gracia acontece en la naturaleza. La naturaleza es
"gratificada". La naturaleza viene de Dios, como la Gracia.
hay
algo más
La pura revolución en sí misma
prescinde del Reino, precisamente porque es cristiana y no cristiana, y judía y
musulmana y atea. Es decir, porque no es confesional, porque es secular. En sí,
la revolución es revolución, un proceso económico-político-social-cultural. La
revolución en sí no tiene por qué hablar de Dios, ni de Cristo, ni de los
sacramentos.
La revolución,
evidentemente, no habla de Reino. Pero hace Reino, es señal de Reino, proceso
del Reino. En este sentido no hay contradicción. Más que contradicción, puede
haber tensión. Si la revolución quiere agotarse en sí como revolución, muy
bien. Si la revolución reconoce que sólo es revolución, muy bien. Si la
revolución no acepta que haya algo más, muy mal. En ese caso la revolución
negaría el Reino, que ya acontece en ella, pero que la sobrepasa.
Es, al fin y al cabo,
la conclusión a la que hemos llegado siempre con nuestros hermanos marxistas:
"estamos de acuerdo, con tal de que ustedes no digan que 'ya no hay más'
". Porque hay más: el sentido religioso, la trascendencia, el más allá de
la muerte personal.
“resucitaré
en el pueblo salvadoreño"
Alguien
se ha escandalizado mucho con la famosa frase de Mons. Romero. Incluso la han
querido negar. La han averiguado, históricamente. Y también a mí me gustaría
saber dónde, cómo y en qué contexto y con qué palabras exactas la dijo Romero,
porque me han preguntado incluso teólogos de Europa si es verdad, cómo y cuándo
la dijo: "si muero, resucitaré en el pueblo salvadoreño"...
Les parece una
afirmación poco cristiana. Lo que se teme es que la expresión sea marxista, en
el sentido más crudo de la palabra, es decir, que negara la escatología y la
trascendencia como si dijera: "yo personalmente acabo con mi muerte, pero
el pueblo salvadoreño continúa... y el testimonio que yo le di, la fuerza de mi
sangre, mi nombre, mi referencia, ayuda al pueblo salvadoreño a ir resucitando,
a ir saliendo de la esclavitud y de la muerte...".
Nosotros los
cristianos decimos las dos cosas: Mons. Romero él, la persona de Mons. Romero,
continúa. Es él personalmente quien sigue presente y resucitado. Y queda
también su memoria eficaz... las dos cosas.
Para la teología que
yo creo, Mons. Romero ya está resucitado. Yo no creo que resucitaremos después,
al final, el día de las trompetas del juicio final. Esto por supuesto es
discutible teológicamente; hay opiniones varias. La fe no explica mucho estas
cosas. San Pablo en este particular también se sale del tema con poesía:
"sembramos corrupción y recogemos incorrupción"... no sabe cómo
decirlo. Pero hay una teología que dice que "morimos y resucitamos
ya", con nuestra propia muerte. Porque no hay unos frigoríficos que
guarden nuestras almas congeladas esperando al final de los tiempos para que
después se nos adhiera el cuerpo y acaezca la resurrección. Yo creo
sinceramente que morimos y resucitamos ya. Eso del final de los tiempos significa
que ha de haber una cierta colectivización de la gloria, un "punto
final", como diciendo: ya no hay más tiempo, ya no hay más lágrimas, ya no
hay más muerte... (un "punto final" de Dios, muy distinto al
"punto final" de los dictadores y los demócratas liberales vendidos a
los torturadores).
Monseñor Romero, él,
resucitado, la persona de Mons. Romero, resucitada, está presente en el pueblo
salvadoreño. No sólo como una memoria, como una referencia, como un estímulo...
"Queda la palabra", es el título de una biografía suya, recordando el
verso de aquel poeta español. Queda la palabra... y queda mucho más que la
palabra de Mons. Romero: queda la persona resucitada de Mons. Romero. Y queda
también la palabra, la referencia, la memoria, el estímulo... Sí, todo eso
queda.
Y en cristiano decimos
que queda también la intercesión gloriosa de Mons. Romero. La comunión de los
santos que vivimos ya aquí, se vive con una plenitud nueva con los santos que
ya están del lado de allá. "La unión de los que peregrinamos en este mundo
con los hermanos que ya murieron en Cristo, de ninguna manera se interrumpe,
sino que, según la constante fe de la Iglesia, se robustece con la comunicación
de bienes espirituales", dice el Concilio Vaticano II (LG 49).
Mons. Romero
personalmente está siendo realmente eficaz en El Salvador. Es dogma de fe: la
comunión de los santos es todo eso. Nadie va a pensar que la comunión de los
santos sea sólo que Mons. Romero diga a la Santísima Trinidad y a Nuestra
Señora: "miren, no se olviden de llevar el mayor número posible de
salvadoreños a la gloria del cielo cuando se mueran; facilítenles la
extremaunción, o por lo menos la confesión; ahora bien, yo no me meto en que
tengan vida, comida, libertad, o no la tengan, en que sigan llegando los
dólares que financian su muerte o que no lleguen esos dólares... yo ahí ya no
me meto"... Esto sería negar la caridad, y sería por tanto negar el
evangelio.
los
objetivos finales
Hay objetivos finales de la revolución
que coinciden con objetivos del Reino, pero que no son los objetivos finales
del Reino. La justicia, la fraternidad, la igualdad, la supresión de
dominaciones, de dependencias, de imperios, de la deuda externa, de la
colonización, del colonialismo... todos ésos son objetivos del Reino, no cabe
duda. Si no fueran objetivos del Reino, el Reino no estaría pretendiendo la
fraternidad, la igualdad... Pero no son aún los objetivos "finales"
del Reino, porque el objetivo final del Reino y su realización final será
nuestro encuentro pleno entre todos y con Dios. Esa plenitud de encuentro
solamente se dará más allá de la muerte, evidentemente. Y la revolución por sí
misma no tiene por qué preocuparse del más allá; no se hace la revolución para
el cielo, en ese sentido.
Los objetivos finales
del Reino coinciden con los objetivos finales del cristianismo. ¿Por qué?
Porque precisamente el objetivo final del cristianismo es el Reino. Y no puede
ser otro (no debe ser otro). Para eso vino Jesús. Eso es lo que él anunció, eso
es lo que él realizó.
El objetivo final del
cristianismo sólo puede ser el Reino. En ese sentido coinciden los objetivos
del Reino con los objetivos del cristianismo. Cuando decimos aquí cristianismo
podríamos decir Iglesia, y también podríamos distinguir; pero no vamos a entrar
ahora en distinciones.
El cristianismo
siempre es "algo otro", algo diferente con respecto a la revolución,
y siempre es "algo más". Ese plus, ese algo más...
una
colaboración muy interesante
Me conmovió la visita que hice a los
presos políticos en Sâo Paulo en tiempos de la dictadura brasileña. Tuve casi
que hacerme pasar por novio de alguien. Y tuvimos que alquilarle a un señor que
estaba allá su chaqueta, su saco, porque sin esa prenda no dejaban pasar.
Recuerdo que tuvimos que pagarle cinco cruceiros, en aquella época.
Estuve casi toda una
mañana con los presos políticos. Algunos de ellos, guerrilleros en la región
del Araguaia, de la parte que está al norte de la nuestra. Varios con torturas
violentísimas, con varios años de cárcel...
Estuvimos hablando
mucho. Fue uno de los cuatro encuentros históricos de mi vida. Y llegó un
momento en que yo les dije: vean, ustedes y yo prácticamente estamos de acuerdo
en todo. (Ellos eran marxistas, ateos la mayoría; alguno de ellos había tenido
una formación cristiana). Coincidimos en todo, menos en algo que a ustedes
puede parecerles "superfluo" y que sería eso: la trascendencia y la
escatología, aunque yo no creo que ustedes prescindan ni siquiera de eso, ni de
la trascendencia ni de la escatología...
Cuando salí de allá
ellos pidieron a su abogado que les trajera la Biblia. Y después hemos
trabajado juntos en más de una ocasión. Con uno de ellos, Pedro Tierra (Milton
Pereira), hemos hecho la "Misa de los Quilombos" (celebración de la
causa negra) y la "Misa de la tierra sin males" (celebración
indigenista), hemos trabajado en la CPT, en el CIMI... Varios de ellos son
asesores de trabajos pastorales. En Brasil, como la Iglesia era el único
espacio para la militancia popular, muchísimos de ellos, aun sin fe, tuvieron
que trabajar en la Iglesia. En nuestra prelatura también trabajaron varios. Fue
necesario hacerlos agentes de pastoral, incluso para que tuvieran su carnet de
trabajo profesional, por seguridad, por economía, por futuro... Eso ha sido
interesantísimo, porque a ellos les ha hecho mucho bien y nos lo ha hecho a
nosotros. A nosotros nos ha ayudado mucho en la ideología, en el compromiso, y
nos ha hecho más realistas. También nos ha ayudado a relativizar, a
desmitificar las organizaciones revolucionarias, los partidos políticos... porque
hemos conocido también sus limites, sus deficiencias, sus fallas. Ha sido una
colaboración y una compenetración muy interesante.
ser
cristiano y revolucionario en Centroamérica
En
Centroamérica, un cristiano que no es revolucionario no es legítimo cristiano.
En Centroamérica, un cristiano puede ser no revolucionario solamente si es un
cristiano inconsciente.
A ciertos cristianos,
a muchas comadres cristianas, por ejemplo -con todo respeto-, a quienes la
misma palabra "revolución" les espantaría sin saber siquiera lo que
es revolución, a los cristianos que no están comprometidos con la revolución no
vamos a negarles la autenticidad de la fe. Debemos comprender todo esto; si no,
podríamos escandalizar; además el Señor nos pide que no juzguemos.
Ahora bien,
objetivamente hablando, quien tenga lucidez cristiana sabe que por definición
el cambio es total, constante; un proceso de novedad total. Evidentemente es
una transformación radical de las estructuras y en ese sentido no se puede ser
cristiano si no se es revolucionario. Es evidente.
Con otras palabras: no
se puede ser cristiano si no se reconoce que el pecado, que todo pecado, es
también colectivo, es también estructural y estructurante, las dos cosas.
Nuestros pecados son personales (son fruto de nuestras personas); si no, ya no
serían pecado (lo que no es mío, aquello de lo que yo no soy ya consciente,
aquello de lo que no soy ya responsable, ya no es pecado mío). Es evidente que
el pecado ha de ser personal. Exige una responsabilidad, una conciencia. Si no,
ya no sería pecado.
Por otra parte, yo soy
un ser que de una estructura (y por estructura entiendo ahora todo: la
economía, la política, la cultura, la tradición, la familia, los genes...) Y al
mismo tiempo yo voy haciendo estructura. Si yo, por ejemplo, obispo como soy,
me conformo con el tipo de curia común, habitual, sin cuestionarlo, estoy
prolongando y propiciando una estructura de dependencia, una estructura de
colonialismo pastoral, eclesial. Todos dependemos de una estructura y hacemos
una estructura a la vez, somos estructurados y estructurantes...
Un cristiano que tenga
una mente lúcida entenderá que el pecado es personal y es social, colectivo,
estructural, y necesariamente ese cristiano habrá de hacerse revolucionario,
para vencer tanto lo que hay de personal en el pecado como lo que hay de
estructural en el pecado. Si no, estaría negando el Reino; haría del Reino una
simple transformación personal que cada uno llevaría por su cuenta y riesgo. En
este sentido, la palabra "metanoia" del evangelio sería para nosotros
bastante sinónima de "revolución"; no es que lo sea totalmente, pero
nos la recuerda bastante.
ser
cristiano y revolucionario en Nicaragua
Un
cristiano no puede dejar de ser revolucionario. Y en la actual coyuntura la
revolución tiene en Nicaragua una mediación histórica, organizada, estructurada
y, prácticamente, la única posible hoy por hoy. La estructura, el medio, la
posibilidad y la coyuntura incluso que Nicaragua tiene de revolución es el
sandinismo. Entonces, si el cristianismo no puede dejar de ser revolucionario,
en Nicaragua hoy no puede dejar de ser sandinista. Tampoco ha de reducir la fe
al sandinismo, evidentemente. Ha de ser "también" sandinista. Ser
también, no "sólo", no reductivamente. Porque ser cristiano es más.
Ahora bien, una cosa
es el sandinismo y otra es el FSLN. Si ha de ser revolucionario, el cristiano
habrá de ser sandinista, aunque no necesariamente habrá de ser del Frente, del
partido. Ni siquiera habrá de ser necesariamente de una organización. No necesariamente.
Cada uno,
personalmente, en su respectivo lugar (en el barrio de Managua, en la montaña,
siendo maestro, madre de familia, en tiempo de agresión...) deberá ver. Pero,
me pregunto: ¿podrán estos cristianos rehuir el entrar en la organización?, ¿o
incluso en el partido? Porque podríamos caer en el peligro de decir: vamos a
ser revolucionarios, pero sin hacer revolución. Sería como decir: vamos a ser
cristianos pero sin practicar el cristianismo. Acabaría siendo lo mismo.
Otros dirán:
"vamos a hacer revolución en Nicaragua hoy, pero sin hacer revolución
sandinista". Pues, ¿qué revolución vamos a hacer, la de Zapata?
Ya sé que es difícil
dar recetas ahí.
Pongo un ejemplo. Me
encontré en Nicaragua con una monjita que estaba en la duda de si entraba o no
en el partido. Hacía una labor como de veinte sandinistas juntos. Yo le dije:
objetivamente hablando no hay ningún inconveniente. Sí que tendrá usted muchos
inconvenientes con su congregación, e incluso con el partido (porque el partido
es exigente), Tendrá usted inconvenientes con el señor arzobispo, si lo llega a
saber, y hasta con el Papa... Con Dios, objetivamente hablando, usted no va a
tener ningún inconveniente. Ahora bien: pensemos las cosas táctica y
estratégicamente.
Hablé con ella y hablé
con el Frente luego. Y llegamos a la conclusión de que era mucho mejor que
continuase haciendo lo que hacía hasta entonces sin entrar en el Frente, que
crearse problemas ella y creárselos al Frente entrando en la estructura
partidaria. Hay que ser realistas. Estratégicos y tácticos.
En Nicaraqua, muchas
personas, si quieren ser conscientes, sinceros, han de entrar en el Frente, en
el partido, en las organizaciones concretas de masas, etc. Otros cristianos
serán también conscientes y sinceros y honestos y no entrarán. Pero todos han
de ser revolucionarios. Y han de entrar en ese movimiento global sandinista.
Habrán de tener el espíritu sandinista, que es antiimperialista, nacionalista y
popular. Sandino optó por los pobres, los pobres de la tierra.
En este sentido de
discernimiento, de tener las ideas claras y los objetivos finales claros y
saber distinguir después en cada paso -según las circunstancias y según
estrategia y táctica- si se ha de ser del Frente o no... creo que podemos
ayudar mucho a los frentes y partidos y organizaciones. Igual que no queremos
utilizarlos, no debemos permitir que nos utilicen. No debemos permitir que
utilicen a nadie precisamente para que sean más auténticos, más honestos. La
ética evangélica es algo más. Es la ética de las bienaventuranzas, la ética del
mandamiento nuevo, que no es sólo amarnos, sino amarnos como él nos amó. La
ética evangélica puede añadirle algo a la ética puramente revolucionaria que no
sea evangélica.
La coyuntura puede
exigirle a uno ser del partido. En un momento dado la coyuntura puede exigirle
a uno enrolarse en un partido determinado, entrar en una determinada
organización, o realizar tal o cual acción. La estructura está allí, ¿no?, pero
la vida se hace a base de coyunturas. Y en una coyuntura determinada yo puedo
huir de todo enrolamiento en todo partido u organización o acción concreta, por
táctica o prudencia en el mejor sentido de la palabra, por fidelidad, por
testimonio, por lo que sea. Y en otro momento, quizá yo debo enrolarme, entrar
de lleno. El "hoy" de Dios tiene que ver algo con la coyuntura. El
mismo Jesús huyó en determinadas coyunturas: "no ha llegado mi hora".
Toda su vida era la Hora, pero supo distinguir entre coyuntura y coyuntura.
Cuando llegó la coyuntura "fatal", pascual, ahí lo dio todo.
la
espiritualidad de la serpiente
A
partir de mi primera visita a Nicaragua, hablé de la pastoral de la frontera,
de la pastoral de la consolación, de la pastoral de la credibilidad. Yo diría
que ha de haber también una "espiritualidad de frontera": la
espiritualidad de la "astucia evangélica", la espiritualidad de la
serpiente -que no niega la de la paloma- y que al fin y al cabo es una
recomendación de Jesús.
Por ejemplo, alguien
de ustedes vive en la frontera de Costa Rica con Nicaragua. Allí, hoy, después
de Esquipulas, continúa habiendo contras, aunque el premio Nóbel de la paz
centroamericano con su sagrada boca esté diciendo lo contrario. Continúa
habiendo contras en Costa Rica. Y allí, en la casa tal se reúnen los contras, y
allí llegan maletines con dólares y armas para la contra... ¿Van ustedes a
denunciarlo sin más? Despacio. Habrá que denunciarlo cuando sea, como sea, del
modo que sea más oportuno. La espiritualidad de la serpiente; insisto: que no
niega la de la paloma.
Otro ejemplo: ¿van ustedes
a pasar a la clandestinidad en Guatemala o en El Salvador? Pues quizá es mejor
que no pasen a la clandestinidad y favorecen así más al Reino favoreciendo a la
Iglesia y a la revolución viviendo en la normalidad... Hay que discernir.
frontera
y contrabando
Una
frontera es una división entre dos mundos. Por otra parte una frontera es un
paso entre dos mundos, un medio de comunicación entre dos mundos.
Piensen en la frontera
revolución-lglesia. Aunque ustedes estén en el centro de El Salvador, de Costa
Rica, de Nicaragua, de Honduras, de Guatemala o de Panamá, ustedes están en esa
frontera. Y no olviden: la frontera es una línea, pasaje, puente entre dos
mundos, punto de comunión...
Ahora bien, la
frontera es también frecuentemente paso de contrabando. De un lado y de otro.
Podemos pasar de la Iglesia a la revolución y podemos pasar de la revolución a
la Iglesia. Si entendemos mal la revolución o la Iglesia, podemos pasar lo malo
de la Iglesia a la revolución, y lo malo de la revolución a la Iglesia. Si yo
paso espiritualismo a la revolución, estoy pasando contrabando. Si yo paso
ciertos autoritarismos de la revolución a la Iglesia, estoy pasando también
contrabando. Por eso, si se está en
la frontera, hace falta distinguir, discernir...
ideología
Los cristianos conservadores condenan
la palabra ideología, como si se refiriera a algo malo, dándole siempre un
sentido peyorativo. Debemos recordar que "ideología" sería el
conjunto de ideas-fuerza en lo político, económico y social que uno tiene más o
menos organizadas y que le mueven ("ideas fuerza"). A ese conjunto le
llamamos ideología. No hay ahí pues nada de malo. Depende del tipo concreto de
ideas de que se trate, de qué economía pretendo, qué política, qué sociedad...
Nadie está sin
ideología. Es completamente imposible vivir sin ideología. Como no se puede
vivir sin sangre. Recuerden la frase de Mons. Smith, de Ecuador, en Puebla:
"el que de nosotros esté sin ideología que tire la primera piedra".
El que sabe que la tiene, la tiene, y el que dice que no la tiene o que no la
quiere tener, también la tiene. Todos tenemos ideología. Forma parte de nuestro
ser humano. Para ser seres humanos completos necesitamos tener ideología.
Todos, por formación, por estudios, por connivencia, por ósmosis o por opción...
nos formamos nuestra ideología, ese conjunto de ideas-fuerza en lo
socio-económico-político.
En algunos libros se
le da también un sentido negativo, en el sentido de que la ideología mermaría
la libertad de opción, pero debemos superar eso. Lo que hace falta es tener una
ideología adecuada.
Debemos tener asumida
una visión motivadora de lo social, de lo económico, de lo político, que es más
que una filosofía política. De las distintas filosofías políticas podemos ir
haciéndonos nuestra propia ideología.
Todo cristiano, como
todo ser humano tiene su ideología, aunque no lo sepa. Más aún,
"debe" tener su ideología. Es decir, es obligación nuestra
sistematizar, organizar nuestro pensamiento, hacernos con un acervo
sistemático, orgánico, cada vez más enriquecido de ideología, para afrontar con
lucidez y con compromiso el servicio a los hermanos y al Reino en lo económico,
en lo político y en lo social.
ideología
y fe
No
podemos hacer de la fe una ideología. Ni podemos hacer de una ideología la fe.
La fe es otra cosa. A veces, podríamos decir que los cristianos tenemos una
especie de ideología teológica, si vale la palabra; nos hemos organizado una
serie de verdades teológicas más o menos correctas o precisas o falsas... pero
eso no sería la fe.
Habría que distinguir
entre teología e ideología. Podríamos decir: un gran teólogo, sentado en su
cátedra, después de haber escrito veinte o treinta libros de teología, puede
ser que no tenga ideología teológica, en ese sentido. Es decir, si el individuo
sabe, y sabe incluso organizarlo muy bien, pero esas ideas teológicas no le
mueven, diríamos que no tiene ideología teológica (Yo subrayo el aspecto de
ideas "fuerza" en la ideología, hasta el punto de que la ideología
puede llevar a un cierto fanatismo. Y eso ha llevado en parte a considerar la
ideología como algo peyorativo. Así, a veces se dice: "hombre, eso es
ideología", como queriendo decir: "eso es fanatismo, incapacidad de
dialogar".
La fe es mucho más.
La fe no es una
sistematización (esto sería la teología); la fe es más don, comunicación,
respuesta nuestra...
Tampoco hay que hacer
de la fe una ideología: a veces, algunos cristianos, que también tienen su
ideología, apelan a la fe, cuando sería mucho más honesto que apelaran a su
ideología para afrontar los problemas políticos y económicos del mundo.
Acabamos teniendo una especie de teología pastoral que es una mezcla de
ideología, de fe... y sale lo que sale.
Es muy importante
tener ideas claras.
por
lo menos, este servicio
Muchas
veces, aun viendo las cosas muy eclesiásticamente, pienso lo siguiente:
Por lo menos, nosotros
podemos hacer ciertamente este servicio: que el día de mañana no se pueda decir
que en esta hora de sangre, de muerte, de desplazados, de refugiados... en
Centroamérica, toda la Iglesia en Centroamérica fue callada, omisa,
connivente...
Creo que será un gran
servicio a la misma Iglesia, y sobre todo al Reino, que es lo que importa.
Que aunque fuéramos
pocos, que haya alguien que no fue connivente ni omiso ante la sangre y la
muerte de los pobres.
no
a "una" Iglesia popular
Nosotros
no queremos "una" Iglesia popular, "una" Iglesia de los
pobres, al lado de "otra" Iglesia que no fuera popular, que no fuera
de los pobres. Nosotros queremos y exigimos que "la" Iglesia sea de
los pobres, que "la" Iglesia sea popular.
Otra Iglesia, en
cuanto otra, en cuanto no popular, en cuanto no de los pobres, no la quiero, la
juzgo, la rechazo, la excomulgo, porque no es cristiana.
Si no tenemos esta
actitud radical le hacemos en el fondo el juego al enemigo. O cuando mucho nos
conformamos con pedirle que nos deje un poco de espacio dentro de la Iglesia...
“democracia"
Después de la palabra
"amor", la palabra "democracia" es la más prostituida.
A veces, cuando oigo "democracia", acabo concluyendo: "bueno,
esos señores quieren decir exactamente lo contrario de lo que debería ser la
democracia". y entonces ya acabo entendiendo lo que quieren decir.
Por etimología,
"democracia" debería significar gobierno del pueblo, servicio al
pueblo, en función de los intereses del pueblo... y sin embargo muchos que
proclaman la democracia entienden de hecho todo lo contrario: en contra del
pueblo, la explotación del pueblo, el servicio a las minorías, el sometimiento
del pueblo bajo unas leyes al servicio de la oligarquía...
es
muy fácil salirse
¿Qué podemos aportar
los cristianos a la revolución? Es un gran desafío que podemos sentir. Y,
viceversa, como cristianos revolucionarios, ¿qué debemos aportar a la Iglesia
en general? En vez de decir: "nos salimos de la Iglesia", nos vamos a
preguntar: "¿cómo podemos revolucionar a la Iglesia?". Porque es muy
fácil salirse, abandonar, arrojar la toalla. Pero es una infidelidad.
cristianos
y revolucionarios
La revolución no es nuestra, no es de
los cristianos. Ni siquiera la hemos empezado nosotros. Ni somos "la"
revolución. Pero estamos dentro de ella, como cristianos también. O sea, somos
cristianos y revolucionarios.
Y preguntémonos: como
cristianos revolucionarios, ¿qué podemos y debemos aportar a la Iglesia? Seamos
realistas: toda la Iglesia no va a ser mañana ya Iglesia de los pobres. No lo
llegará a ser plenamente sino cuando Dios resuelva en la escatología todas las
cosas. Pero a nosotros nos toca colaborar, e intentarlo con todas nuestras
fuerzas. No vamos a soñar con ver nosotros ya que la Iglesia se ha hecho toda
revolucionaria, pero debemos y podemos ir aportando con urgencia, con mucha
pasión, con mucha esperanza, con mucho realismo también, una contribución
revolucionaria a la Iglesia.
Podemos y debemos ser
cristianos y revolucionarios. Las dos cosas simultáneamente. Conflictivamente
también, sin duda.
que
el otro dios cuide de la política
Ahora,
lo que nos divide no son los dogmas (la trinidad, la eucaristía), como nos
dividieron en otro tiempo a los cristianos. Lo que ahora nos divide es la
ideología, la posición, la opción política y social, las mediaciones que
utilizamos, el tipo de posibilidades que damos a Dios. Si no queremos que Dios
se meta en política, o si queremos que deje al otro "dios" cuidar de
la política... ése es el punto de fricción. Si queremos que el Dios de Jesús se
meta en la política y que trastorne la economía, las estructuras, etc., que
acabe con el imperio y con toda forma de explotación y esclavitud... ahí no nos
vamos a entender con los que quieren mantener a ese Dios de Jesús fuera de esos
campos, con los que quieren reservar esos campos para los dioses del poder, del
dinero, de la dominación...
estrategia
y táctica eclesiales
A
veces pensamos que eso de la táctica y la estrategia no debe entrar en lo eclesial.
Pero si no queremos hacer dicotomías, debe entrar en toda nuestra vida.
Por ejemplo: si en la
conferencia episcopal brasileña logramos tener una cúpula favorable, es a base
de que sabemos ceder y conceder. Yo prácticamente nunca he votado los nombres
ideales para mí, porque no pasarían. Tenemos que poner algunos nombres no tan
ideales, pero que nos van a dejar un espacio suficiente para actuar. Eso que es
válido en esa hora puede ser válido en otras horas de nuestra Iglesia. Es lo de
Jesús en el Evangelio: la serpiente y la paloma. Jesús estaba hablando de eso,
de la táctica y la estrategia, de la ternura, el coraje, y la frescura y el
"viva la Virgen" cuando sea necesario.
Es consejo que el
Señor nos da. Y parece que las primeras comunidades lo entendieron bien, porque
los evangelios y el mismo apocalipsis dan muchos consejos táctico-estratégicos.
Por ejemplo, cuando a Pablo le vino bien apeló a que era ciudadano romano (sacó
otro pasaporte...). Creo que todo esto es de suma actualidad en Centroamérica.
discernimiento
aquí y ahora
Siendo
revolucionarios, en tal lugar concreto, y siendo también quizá marxistas -vamos
a suponer-, siendo en todo caso cristianos y agentes de pastoral, y viendo las
cosas con espíritu crítico, situados en la Iglesia, dentro de ese pluralismo,
dentro de todas esas tensiones... conociendo a la revolución, los partidos, los
propios problemas internos, conociéndole el aire al Imperio, sabiendo de la
estructura, conociendo gradualmente las coyunturas, y las exigencias que el Espíritu
le hace a cada uno... en medio de todo eso: ¿cuál es mi contribución
específica?
Responder a eso sería
la fidelidad al Espíritu. Eso sería el discernimiento de espíritus del que se
nos hablaba, aplicado sin dicotomías.
Creemos en Dios Padre,
creador de una tierra que nos fue quitada, Padre de los desposeídos.
Creemos en el Dios de
la Vida, de la Paz y el Amor y la Justicia, que se hizo pueblo en Jesús, hombre
sufriente, apasionado, entregado, muerto y resucitado, gloria y esperanza de
los pobres.
Creemos en los pobres
como cuerpo torturado de Jesús, y en Su presencia viva en América Latina.
Creemos en la madre,
mujer, esposa, amiga y compañera, siempre dispuesta al sacrificio.
Creemos en el
pensamiento y en la praxis revolucionarias, como creadoras de estructuras más
justas y humanas.
Creemos en el Amor,
capaz de transformar el hombre y la sociedad.
Creemos en el
Espíritu, que impulsa la lucha de los pobres, que da vida y fuerza para
enfrentar la angustia y el sufrimiento.
Creemos en el Pueblo,
que tiene nombre y apellido, que sufre, aguanta, ríe y canta con la certeza de
que el amanecer llegará para traer paz, justicia, trabajo y pan para todos.
Redacción colectiva
Creemos en Dios, Padre
y Madre, corazón del cielo y de la tierra, que nos da la fe, la esperanza, el
amor.
Creemos en Jesús, que
se hizo historia del pueblo y marca hoy los pasos de nuestro caminar.
Creemos en el Espíritu
de Dios, que crea y recrea, que vivifica, que da creatividad para sobrevivir.
Creemos en María,
madre de las madres de nuestros héroes latinoamericanos. Creemos en la mujer
latinoamericana, que, como María, da a luz la vida con dolor y esperanza para
que haya vida nueva y plena para todos.
Creemos en los pueblos
crucificados de Centroamérica, con la aurora pascual de Nicaragua.
Creemos en el pueblo,
que vive y celebra su fe, en sus rostros sufrientes y cristalinos, en su
organización y espíritu comunitario, en sus luchas, semillas de libertad.
Creemos en la
hermandad del indio, el campesino, el marginado, el refugiado, el negro, el
joven, la mujer... los pobres todos de la tierra.
Creemos en la
solidaridad de los pueblos, expresión de la fuerza y la ternura de Dios.
Creemos en la
Resurrección de nuestros pueblos y en el único Pueblo que seremos cuando
celebremos juntos el triunfo final, en el Reino de Dios, por los siglos de los
siglos. Amén.
Redacción colectiva
Creemos que Dios Padre
tiene rostro de mujer curtida de esperanza.
Creemos en el Dios
transnacional exportador de la revolución evangélica que creó a Centroamérica
sin fronteras.
Creemos en Jesucristo,
su Hijo, estratega de liberación, atrincherado a la izquierda del Padre,
guerrillero subversivo sembrador de bombas de justicia que socavan el trono de
los poderosos en el corazón mismo del Imperio.
Creemos en el Espíritu
Santo, aire nuevo que baja de la montaña. Fuerza que aúna la esperanza de los
Pueblos. Siempre en la lucha. Fiesta que ilumina la noche oscura desde el
campamento. Luz que pone al descubierto al oligarca, al torturador, a los
constructores de la injusticia. Solidaridad que anima la Iglesia de los Pobres.
Creemos en la
Iglesia-tierra de Vicente Menchú, mártir del Quiché de Guatemala. En la
Iglesia-profecía de san Romero, Pastor y Mártir de El Salvador y de América. En
la Iglesia-campesina de los mártires de Olancho en Honduras. En la
Iglesia-militante de Gaspar García Laviana, sacerdote hasta el final, muerto en
combate en las montañas de Nicaragua. En la Iglesia-organización y formación
obrera de Monseñor Víctor Sanabria de Costa Rica y en la Iglesia-cooperativa
del Padre Héctor Gallego de Panamá.
Creemos en la unidad
del Pueblo, en su resistencia y en sus organizaciones populares. En su
Esperanza muchas veces desesperada. En la vida del pueblo que muere y tiñe de
rojo el largo camino de la Resurrección.
Creemos
que si Nicaragua venció, El Salvador vencerá, Guatemala les seguirá, Costa Rica
se convertirá, Honduras será desocupada y Panamá también se liberará.
Redactado por un
colectivo de agentes de pastoral
de todos los países centroamericanos
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