San Cayo Dalmacia - Santa Senhorinha 22042015

San Cayo Dalmacia
Saber más cosas a propósito de los Santos del día
San Cayo era originario de Dalmacia y pariente del emperador Diocleciano. La violencia de la persecución le obligó a vivir ocho años en las catacumbas. Sus sufrimientos por la fe le merecieron el título de mártir. San Dionisio manifiesta que en las iglesias de Corinto se leyó una carta escrita por San Sotero junto con la carta del Papa San Clemente, considerada por algunos autores como la famosa "segunda carta de San Clemente".   No son claras las noticias sobre el martirio de San Cayo. Hay historiadores que afirman que murió mártir, otros que a causa de las persecuciones y también quienes niegan que fuera mártir. Desde el siglo IV se celebra este día. Oremos Señor, luz de los fieles y pastor de las almas, tú que elegiste a San Cayo, Papa,  para que, en la Iglesia, apacentara tus ovejas con su palabra y las iluminara con su ejemplo, te pedimos que, por su intercesión, nos conceda perseverar y seguir el camino que nos mostró con su ejemplo. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo. Santa Senhorinha  Saber más cosas a propósito de los Santos del día Virgen +982. Nacida en 924, probablemente en Vieira do Minho. Señora no era su verdadero nombre, sino un apodo cariñoso que su padre, el conde de Basto, le dio. Se convirtió en una monja de 15 años, negándose a un pretendiente noble, y 36 años fue abadesa del monasterio de Vieira. Su vida estaba llena de expresiones de amor y la grandeza de Dios, que ha atribuido numerosos milagros a él incluso antes de su muerte el 22 de abril, 982. Su tumba fue, durante la Edad Media, un centro de peregrinación, contando entre sus devotos grandes reyes y Dom Sancho I Don Pedro I. La iglesia de S. Víctor, en Braga, contiene un notable conjunto de azulejos que representan la vida de Santa Senhorinha. Oremos El célibe se preocupa de los asuntos del Señor, buscando contentar al Señor; lo mismo la mujer sin marido y la soltera se preocupan de los asuntos del Señor, consagrándose a ellos en cuerpo y alma. 1 Co 7, 32-34