domingo, 25 de octubre de 2015

Beatas María Teresa Ferragud Roig y sus hijas Vicenta, Joaquina, Felicidad y Raimunda - San Antonio Galvao 25102015

Beata María Teresa Ferragud Roig

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Beatas María Teresa Ferragud Roig y sus hijas Vicenta, Joaquina, Felicidad y Raimunda, mártires
En Alcira, en la misma región de Valencia, también en España, beatas María Teresa Ferragud Roig y sus hijas María de Jesús (Vicenta), María Verónica (Joaquina), María Felicidad Masiá Ferragud, vírgenes de la Orden de Clarisas Capuchinas, y Josefa de la Purificación (Raimunda) Masiá Ferragud, virgen de la Orden de Agustinas Descalzas, todas ellas mártires, que durante la misma persecución dieron testimonio invicto de su fe en Cristo, y merecieron ser coronadas.
María Teresa Ferragud Roig, de 83 años, viuda de Vicente Masiá Ferragut, y otra hija suya religiosa agustina, la beata Josefa Masiá, nacida en Algemesí, Valencia, el 10 de junio de 1897, estuvieron en prisión en el convento franciscano de Fons Salutis, junto a otras tres hijas, clarisas, adonde habían sido llevadas detenidas el 19 de octubre de 1936; y fueron asesinadas todas juntas el 25 de octubre del mismo año, día de Cristo Rey. Los milicianos quisieron dejar a la madre, pero ésta se opuso y quiso acompañar a sus hijas para animarlas en la hora suprema. Todas fueron muertas en Cruz Cubierta, en la localidad de Alzira, provincia de Valencia.

Las otras tres víctimas fueron: beata María Jesús (María Vicenta Masiá Ferragud), nacida como las demás en Algemesí, el 12 de enero de 1882; hizo el noviciado en 1900 y la profesión el 16 de enero de 1902. Beata María Verónica (María Joaquina Masiá Ferragud), del 15 de junio de 1884; hizo el noviciado en 1904, y la profesión solemne en 1907. Beata María Felicidad (María Felicidad Masiá Ferragud), del 28 de agosto de 1890, hizo el noviciado en 1910, y la profesión perpetua en 26 de abril de 1913.
fuente: «Franciscanos para cada día» Fr. G. Ferrini O.F.M.



San Antonio Galvao

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San  Antonio De Santa Ana Galvão (1739-1822)


Sacerdote franciscano, el primer Santo brasileño, que se consideraba hijo y esclavo perpetuo de María Inmaculada, y que consagró su vida a los afligidos, a los enfermos y a los esclavos de su época. Fue ferviente adorador de la Eucaristía, maestro de la caridad evangélica, consejero prudente de la vida espiritual y defensor de los pobres.

Nació en 1739, en Guaratinguetá, Estado de São Paulo (Brasil), en el seno de una familia profundamente cristiana. Su padre era un comerciante que pertenecía a la Tercera Orden franciscana y a la del Carmen.

Antonio vivió con sus diez hermanos en una casa cómoda y lujosa. Su padre, para darle una formación humana y cultural adecuada a sus posibilidades, lo envió, a los trece años, a Belém (Bahía) a estudiar en el seminario de los padres jesuitas, donde ya se hallaba su hermano José. Allí estuvo de 1752 a 1756, haciendo notables progresos en el estudio y en la práctica de la virtud. Quiso quedarse y ser jesuita, pero su padre lo disuadió, prefiriendo que ingresara en el cercano convento de la Orden de los franciscanos descalzos reformados de San Pedro de Alcántara.



A los 21 años, el 15 de abril de 1760, ingresó en el noviciado. Durante ese período, destacó por su piedad y su celo. El 16 de abril de 1761 emitió la profesión solemne. Se comprometió también a defender el título «Inmaculada» de la Virgen María, doctrina entonces controvertida, pero sostenida por los franciscanos.



Apenas un año después, el 11 de julio de 1762, recibió la ordenación sacerdotal. Su devoción mariana encontró expresión en la «Consagración a María» como «su hijo y esclavo perpetuo», firmada con su propia sangre el 9 de noviembre de 1766.



Terminados sus estudios, en 1768, fue nombrado predicador, confesor de los seglares y portero del convento: esta última tarea se consideraba muy importante porque, al poner en contacto con la gente, permitía hacer apostolado, escuchar y aconsejar. Fue confesor apreciado y buscado; a menudo, cuando era llamado, iba a pie incluso a localidades lejanas.

En 1769 fue enviado a São Paulo como confesor de un «Recolhimento»: casa de retiro, donde se reunían mujeres piadosas para vivir como religiosas, pero sin emitir votos (en ese tiempo las autoridades no permitían fundar conventos), donde conoció a sor Elena María del Espíritu Santo, religiosa de profunda oración y dura penitencia, que afirmaba tener visiones en las que Jesús le pedía que fundara un nuevo convento. Fray Galvão, su confesor, escuchó y estudió esos mensajes, y pidió consejo a personas sabias, que los juzgaron válidos y de índole sobrenatural.

El 2 de febrero de 1774 tuvo lugar la fundación del «Recolhimento da Luz». Escribió el Estatuto, organizando la vida interior y la disciplina religiosa. Más tarde, el obispo de São Paulo añadió la posibilidad de emitir los votos; en 1929 el «Recolhimento da Luz» fue incorporado a la orden de la Inmaculada Concepción.


Fray Galvão fue también, sucesivamente, maestro de novicios y guardián del convento de san Francisco en São Paulo. Murió el 23 de diciembre de 1822, confortado por los sacramentos. Su tumba ha sido siempre meta de constantes peregrinaciones de fieles.


Es el primer Santo  brasileño, elevado al honor de los altares el 25 de octubre de 1998 por Juan Pablo II, quien estableció que su fiesta se celebre el 25 de octubre.


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