martes, 27 de octubre de 2015

Beato Gonzalo de Lagos - San Frumencio - San Evaristo de Roma - San Trásea de Eumenia 27102015

Beato Gonzalo de Lagos

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En Torresvedras, en Portugal, beato Gonzalo de Lagos, presbítero de la Orden de Ermitaños de San Agustín, que se distinguió por su dedicación a enseñar los preceptos cristianos a los niños y a los incultos.

San Frumencio

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San Frumencio
Frumencio es el nombre del primer obispo misionero de Etiopía, y su historia tiene mucho de increíble. En tiempos del emperador Constantino, un anciano preceptor, llamado «filósofo» por el historiador Rufino, regresaba a Tiro de un viaje a la India, siguiendo las costas de Africa. Lo acompañaban dos jóvenes discípulos, Edesio y Frumencio. Durante una escala de la nave en el puerto de Adulis una banda de etíopes asaltó la embarcación y mató a todos los pasajeros menos a Edesio y Frumencio. Se cuenta que en el momento de la matanza los dos muchachos se encontraban debajo de un árbol, dedicados a la lectura de un libro. Llevados como esclavos a la corte de Axum, se hicieron querer del rey, que los tuvo a su servicio: a Frumencio como secretario y a Edesio como copero.
A la muerte del rey, mientras el heredero llegaba a su mayor edad, ejerció el poder la reina, que le había confiado a Frumencio la educación de su joven hijo. Fue durante este período cuando los dos, que habían establecido contactos con los comerciantes greco-romanos, obtuvieron de la reina el permiso para construir una iglesia cerca del puerto. Este fue el primer germen de cristianismo, que se desarrolló rápidamente. Edesio y Frumencio pidieron y obtuvieron el permiso para regresar a la patria. Edesio fue a Tiro, en donde encontró a Rufino, el futuro historiador, a quien le narró su historia. En cambio, Frumencio se fue para Alejandría de Egipto a encontrar al grande obispo Atanasio y proponerle que enviara a Etiopía a un obispo y a un grupo de misioneros. Atanasio escuchó con vivo interés la narración y luego resolvió consagrar obispo al mismo Frumencio y volverlo a mandar a Etiopía con algunos misioneros.
Frumencio fue recibido cordialmente por el amigo rey Ezana, que fue de los primeros en adherir al Evangelio y con él casi todos sus súbditos. Frumencio, llamado por los etíopes «abba Salama», portador de luz, es considerado uno de los más grandes misioneros cristianos y uno de los más afortunados sembradores de la buena noticia, si consideramos la extraordinaria mies que produjo a través de los siglos esa primera siembra, favorecida por el amor al estudio.

San Evaristo de Roma

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San Evaristo, papa
En Roma, san Evaristo, papa, que fue el cuarto sucesor de san Pedro y rigió la Iglesia romana en tiempo del emperador Trajano.
El fin del primer siglo de la Iglesia romana resultó «intenso», con la potente figura de san Clemente Romano a la cabeza. Sin embargo, para usar las palabras del historiador L. Hertling «Los tres siguientes, Evaristo, Alejandro y Sixto I, vuelven a ser simples nombres para nosotros». Eusebio nombra a Evaristo (Hist. Ecl. III,34), pero sólo para establecer la sucesión romana, sin contarnos nada de su pontificado.

En la Iglesia antigua los martirios se celebraban especialmente, por lo que podemos suponer que no fue mártir, ya que ninguna fuente directa lo menciona como tal, a pesar de que durante siglos se lo consideró mártir, pero más por la costumbre de asociar el supremo testimonio a la suprema función de las sedes más importantes, no porque haya ningún documento que lo afirme. Fue elegido a la muerte de Clemente, es decir, entre el 100 y el 101, y gobernó la Iglesia por espacio de ocho años, es decir, hasta el 108 aproximadamente, todos bajo el imperio de Trajano, período de calma para la Iglesia de Roma.

De los hechos de su gobierno no se ha conservado absolutamente nada fiable. Se dijo durante algunos siglos que había organizado la diócesis romana dividiéndola en títulos o parroquias, sin embargo esa división es, probadamente, de al menos siglo y medio posterior a su pontificado. También se ha dicho que era de origen judío, de Belén. La fuente de todas esas afirmaciones es el «Liber Pontificalis», del siglo IX, que no es de ninguna manera confiable en lo que se refiere a los papas anteriores al siglo IV. Como resume atinadamente J. Mattihieu-Rosay: «un perfecto desconocido».

Quizás el lector se pregunte por qué es santo alguien del que no sabemos nada más que el nombre. La respuesta surge sola, al mirar la lista de los 50 primeros obispos de Roma: todos ellos son llamados «santos», excepto uno, Liberio, que ratificó cobardemente la sentencia del emperador contra san Atanasio, y fue tenido por siglos como hereje. El título de «santo» no parece representar para todos ellos nada «personal», como en nuestros procesos de canonización (muy posteriores), sino solo la exigencia fundamental del cargo, tal como en la actualidad nos referimos al papa llamándolo «Su Santidad», sin que ello signifique ningún reconocimiento de santidad personal.

J. Mathieu-Rosay: «Los papas», Rialp, 1990, pág. 26 ; L. Hertling, «Historia de la Iglesia», Herder, 1989, cap I. Butler-Guinea, México, 1964, t. IV, pág. 208.

San Trásea de Eumenia

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San Trásea de Eumenia , obispo y mártir
En Esmirna, en Asia, san Trásea, obispo de Eumenia de Frigia y mártir.
¿Se debía celebrar la Pascua invariablemente en domingo, como hacemos nosotros hoy, o como la celebró Jesús, es decir, en el día de la semana que cayera? La cuestión estuvo debatida durante mucho tiempo, y gracias a que los que sostenían una u otra opinión no se ponían de acuerdo, nos han quedado en los respectivos escritos preciosos testimonios indirectos sobre la vida de las muchas iglesias que se repartían por el mundo conocido del momento. Uno de esos testimonios es una furiosa carta que envía Polícrates de Asia a Víctor I de Roma, para protestar porque éste pretende obligar a los obispos de Asia a celebrar como en Roma; y para que la protesta fuera del todo efectiva, Polícrates hace recuento de todos los obispos ilustres que han sido «cuartodecimanos», es decir, que han celebrado la Pascua no necesariamente en domingo: entre ellos, nuestro Tráseas, a quien no conocemos de nada más que de esta mención que reproduce Eusebio en Historia Eclesiástica V,24,4: «...Y Tráseas, obispo asimismo y mártir, que procede de Eumenia y reposa en Esmirna...». Y como Polícrates parece que cita a sus testigos cuartodecimanos cronológicamente, el martirio de Tráseas tuvo que haber ocurrido hacia el 165. Eumenia, del Asia Menor, corresponde a la actual aldea de Ishakli, en la provincia turca de Antalya.

Hay, al parecer, otra referencia al mismo obispo, que también la trae Eusebio (V,18,13) cuando resume el escrito de un tal Apolonio, que «menciona a un cierto Tráseas, uno de los mártires de entonces»; sin embargo ese «de entonces» resulta problemático, ya que se refiere a unos hechos de fin del siglo II o comienzos del III, y no cincide con el 165 que se establece por Polícrates, así que, o bien este Apolonio sincronizó mal los personajes que mencionó, o los sincronizó mal Eusebio al citarlo, o bien se trata de otro Tráseas, también mártir. Lo que parece cierto es que la cronología de Polícrates es correcta, y haya habido otro o no, el obispo mártir que celebramos hoy fue muerto hacia el 165. Desconocemos cualquier otro dato sobre él.

Es mencionado también en el Martirologio Siríaco, junto a otros: Policarpo, Gaio y otros ocho (sin especificar). Lo mismo en el Jeronimiano, aunque con el nombre ligeramente corrompido: Tarsio, en vez de Tráseas. Y de estas referencias pasa a los demás martirologios históricos.

Ver Acta Sanctorum, oct. XII, 183ss. Eusebio, Hist. Ecl., fragmentos citados, BAC, 1973(1ª). Ver la cuestión de los cuartodecimanos más detalladamente en los artículos referidos a san Ságar de Laodicea y a san Víctor I.




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