miércoles, 10 de febrero de 2016

Beata Eusebia Palomino Yenes, virgen - Beato Luis Stepinac, obispo y mártir (10 de febrero)

Beata Eusebia Palomino Yenes, virgen

fecha: 10 de febrero
n.: 1899 - †: 1935 - país: España
canonización: 
B: Juan Pablo II 25 abr 2004
hagiografía: Huelva Cofrade

En Valverde del Camino, cerca de Huelva, en la región española de Andalucía, beata Eusebia Palomino Yenes, virgen del Instituto de Hijas de María Auxiliadora, que, dando un egregio ejemplo de humildad y evitando toda ostentación, mostró su espíritu de abnegación en las tareas más sencillas y mereció los dones de la gracia.
La beata Eusebia Palomino nació en el crepúsculo del siglo XIX -el 15 de diciembre de 1899- en Cantalpino, pequeño pueblo de la provincia de Salamanca (España), en el seno de una familia sin medios económicos, pero de profundos valores religiosos. Su infancia y adolescencia estuvieron marcadas por la pobreza. Sus padres, Agustín y Juana, eran sin duda los más pobres del pueblo. Agustín, de aspecto humilde y hombre de gran bondad y dulzura, trabajaba como bracero temporal al servicio de los propietarios terratenientes de los alrededores. La madre, Juana, atendía la casa y a sus hijos. Eusebia recuerda con agradecimiento «...como las tres hermanas aprendimos de labios de mi padre la hermosa y encantadora doctrina del catecismo sin acordarnos de nada de la calle...».
Cuando en el invierno el campo reposa y el trabajo falta, el pan escasea. Por eso, a causa de la extrema pobreza, Eusebia, con apenas siete años, tuvo que abandonar la escuela para ayudar a la familia, dando prueba de una madurez precoz en cuidar -aún siendo ella niña- a niños de algunas familias del pueblo mientras los padres iban a trabajar. Alguna que otra vez tuvo que acompañar a su padre que recorría los pueblos mendigando el pan. La cría, ignorante de lo que cuestan algunas humillaciones, disfrutaba con aquellas caminatas por los senderos del campo y alegremente correteaba y saltaba junto a su padre que le hacía admirar la belleza de la creación, y la luminosidad del paisaje de Castilla dándole algunas catequesis que le encantaban. Cuando llegaban a los pueblos, sonreía a las personas buenas que lo acogían y pedía un poco de pan por amor de Dios.
Un día, Eusebia escuchó el siguiente diálogo familiar: «¡Cuánto nos prueba el Señor con enfermedades, y la falta de lo necesario!» «¡Mujer, si el Señor quiere que suframos, ofrezcámoselo a él, y no te apures, que ya gozaremos en el Cielo!» Desde los 8 años hasta los 12, Eusebia, durante el verano, trabajaba de sirvienta en el pueblo. «Era todavía muy pequeña y ya pensaba en la muerte... ¡Qué feliz era cuando pensaba que iba a morir! No poseía casi nada, y aún aquello poco que tenía era demasiado para mí... todo me sobraba, pues nada de la tierra me podía separar de las delicias que en el Cielo mi corazón encontraba».
El día de la Ascensión de 1908, cuando tenía 8 años de edad, recibió por primera vez a Jesús Sacramentado. Vivió este acontecimiento con un fervor inusitado en tan pequeña edad.
A los 13 años, en el verano de 1912, en compañía de su hermana mayor Dolores, marchó como sirvienta a Salamanca. Se colocó como niñera en casa de una familia muy cristiana. En esa ciudad castellana, plagada de conventos, comenzó a inclinarse por la vida religiosa. Más tarde, trabajó como sirvienta en el asilo San Rafael, para ancianos pobres y abandonados. El 24 de mayo, fiesta de María Auxiliadora, al pasar la procesión con la imagen de María, oyó en lo más hondo de su alma una voz que le decía: «Tú serás mi hija». Pocos días después, «la mendiga de Cantalpino» se llegó a la fuente de san Julián para coger agua. Allí se encontró a una joven, casi de su misma edad, que la insistió para que el siguiente domingo fuese con ella al colegio de las salesianas para participar del oratorio festivo que las hijas de san Juan Bosco animaban en la ciudad. Así de una manera extraña y providencial, Eusebia conoció a las Hijas de María Auxiliadora, y al ver por primera vez la imagen de la capilla «...caí de rodillas a sus pies. Entonces sentí en mi interior que me decían: Aquí es donde yo te quiero». A partir de entonces, los domingos por la tarde acudía al oratorio festivo. En cuanto a la jovencita de la fuente, la misteriosa amiga ocasional «... No sé si después se iría fuera o lo que pasó, lo cierto es que no la vi nunca más».
Un domingo la directora del colegio dijo a Eusebia: «Tenemos necesidad de una muchacha como tú para ayudarnos en las trabajos de la casa... ¿Te gustaría?» Respondió que sí, y un día del mes de septiembre, a los 17 años, comenzó a servir a esta congregación, ayudando en los trabajos de la casa (acarrea la leña, hace la limpieza, tiende la ropa, hace los mandados) y acompañando a las estudiantes de Magisterio a la escuela estatal. En ese tiempo, entre los 17 y los 22 años, Eusebia sintió la llamada a la vida religiosa de carisma salesiano, pero le preocupaba que su falta de recursos económicos fuera un obstáculo para su vocación.
El deseo secreto de Eusebia, de consagrarse por entero al Señor, encendía y nutría cada vez más sus actos y su oración. Se decía: Si cumplo con diligencia mis deberes tendré contenta a la Virgen María y podré un día ser su hija en el Instituto. No se atrevía a pedirlo; por su pobreza y falta de instrucción, no se creía digna de tal gracia. Sin embargo, la Superiora visitadora, con la que ella se confía, la acoge con bondad materna y le asegura: No te preocupes de nada, y con gusto decide admitirla en nombre de la Madre General.
En 1922, sin necesidad de dote, sería admitida como religiosa, iniciando el noviciado el 5 de agosto, e hizo la profesión religiosa dos años después. En el año 1924, Eusebia, ya profesa, fue destinada al colegio María Auxiliadora de Valverde del Camino, para dedicarse a los servicios de la casa y a la pastoral juvenil.
Valverde del Camino es una pequeña ciudad que en aquella época contaba con 9000 habitantes. Situada al extremo sudoeste de España, en la zona minera de la provincia de Huelva, en los confines con Portugal. Las niñas del colegio y del oratorio, en el primer encuentro se quedan más bien desilusionadas, la hermana nueva tiene un aspecto más bien insignificante, es pequeña y pálida; además no es bonita, con las manos gruesas y, para colmo, tiene un nombre feo. A la mañana siguiente de su llegada, sor Eusebia está ya en su lugar de trabajo: un trabajo variado que la ocupa en la cocina, en la portería, en la ropería, en el cuidado del pequeño huerto y en la asistencia a las niñas del oratorio festivo.
Fue en ese colegio donde esparció el aroma de su santidad y de su espíritu salesiano, repartiendo a todos su ejemplo de sencillez, humildad, alegría y servicio. Las pequeñas se sienten pronto atraídas por las narraciones de hechos misioneros, vidas de santos, episodios de la devoción mariana, o anécdotas de Don Bosco, que recuerda gracias a una feliz memoria y sabe hacerlas atractivas por su convencimiento y su fe sencilla.
Y corrieron las noticias. Se dijo de ella que era humilde como jamás lo habíamos visto, oraba siempre, profetizaba acontecimientos, tranquilizaba las conciencias, conducía las almas hacia la gracia divina, hacía signos milagrosos... Un día Sor Eusebia dijo a una jovencita llamada Josefa: «¿Podrías traerme algunos bulbos de nardos?» Al recibirlos esa misma tarde, ayudada por Josefa, se puso a sembrarlos de inmediato en la huerta. A la mañana siguiente, apenas apareció Josefa, la dijo: «Te he estado esperando. Esta noche he soñado que el Niño Jesús regaba nuestros nardos y me dijo que ya habían nacido. Hace poco quería bajar a verlos, pero he pensado esperarte. Ven, bajemos al huerto». «Parece mentira -recordará Josefa- los nardos habían brotado todos». Todo Valverde decía que sor Eusebia era una santa, y eso que no sabían nada de la multiplicación del aceite y de otros productos, que sor Carmen Moreno Benítez, la directora del colegio, recogía cuidadosamente por escrito. La propia sor Carmen tuvo que mandarla que descendiera al suelo, pues se hallaba de rodillas en el aire rezando ante un elevado Crucifijo. El funeral en Cantalpino por su virtuoso padre Agustín fue visto por ella desde este colegio de Valverde. Su vida humilde hacía realidad las palabras de san Juan de la Cruz: «Déjate enseñar, déjate mandar, déjate despreciar y serás perfecto».
Cuando la rabia revolucionaria de los sin-Dios tenía por objeto el exterminio de la religión, sor Eusebia no dudó en llevar hasta el extremo aquel principio de disponibilidad, pronta literalmente, a despojarse de todo, y ella misma se ofreció como víctima por la salvación de España y por la libertad de la religión. Dios aceptó la víctima. En agosto de 1932 un mal improviso es el primer aviso. Después el asma que en diversos momentos ya la había molestado, ahora llega a niveles extremos de intolerancia, se agrava con otros males que van apareciendo y atentan contra su vida. En este tiempo, unas visiones, llamadas visiones de sangre, afligen a sor Eusebia aún más que los dolores físicos. El 4 de octubre de 1934, mientras algunas hermanas rezaban con ella, interrumpió y empalideció, diciendo: Rezad mucho por Cataluña. Era el principio de la sublevación obrera de Asturias y de la catalana en Barcelona (4-15 octubre 1934) que se llamarán anticipo revelador. También tuvo una visión de sangre para su querida directora sor Carmen, que sería fusilada con otra hermana el 6 de septiembre de 1936.
Sor Eusebia vio en sueños su propio entierro y el lugar donde la depositaban. El año 1934, imposibilitada para todo trabajo por los fortísimos dolores que padece, se ve obligada a guardar cama. En tanto la enfermedad de sor Eusebia se agravaba: el médico que la asistía admitió de no saber definir la enfermedad que, unida al asma le acartona todos los miembros convirtiéndola en un ovillo. Quien la visita sentía la fuerza moral y la luz de santidad que irradiaban aquellos pobres miembros doloridos, dejando absolutamente intacta la lucidez del pensamiento, la delicadeza de los sentimientos y la gentileza del trato.
El 26 de enero de 1935 ocurrió lo que se ha dado en llamar «el primer tránsito»«Nos llamaron aquella mañana muy temprano porque sor Eusebia estaba en agonía. Rodeamos su lecho, en aquel momento torció la boca, dejó caer de sus ojos algunas lágrimas síntoma de muerte, y nos pareció, efectivamente, haber entregado su alma a Dios. Fue amortajada... Al volver de la parroquia había vuelto en sí y nos contó que había visto un jardín de tan extraordinaria belleza que era imposible describirlo y que había visto en él a santo Domingo Savio... a muchos ángeles y entre ellos a sus hermanitos muertos de pequeños». Doce y media de la noche del 9 al 10 de febrero de 1935. Esta vez para siempre sor Eusebia Palomino, que en varias ocasiones había manifestado que en su entierro las campanas tocarían a gloria, a sus 35 años se ha marchado al Cielo. Durante dos días la multitud desfiló ante su cadáver. Sor Eusebia parecía dormir serenamente. Sus restos mortales adornados con muchas flores, son visitados por toda la población de Valverde del Camino. Todos decían: Ha muerto una santa. El sepulcro marmóreo de la beata Eusebia está en una pequeñísima capilla del Colegio «María Auxiliadora» de Valverde del Camino (Huelva).
Aunque largo para la práctica habitual del santoral de ETF, este escrito es extracto de otro más largo, pero que vale la pena leer, de Jesús Azcárate Fajarnés en HuelvaCofrade.com
fuente: Huelva Cofrade
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Estas biografías de santo son propiedad de El Testigo Fiel. Incluso cuando figura una fuente, esta ha sido tratada sólo como fuente, es decir que el sitio no copia completa y servilmente nada, sino que siempre se corrige y adapta. Por favor, al citar esta hagiografía, referirla con el nombre del sitio (El Testigo Fiel) y el siguiente enlace: http://www.eltestigofiel.org/lectura/santoral.php?idu=536






Beato Luis Stepinac, obispo y mártir

fecha: 10 de febrero
n.: 1898 - †: 1960 - país: Croacia
otras formas del nombre: Alojzije Viktor Stepinac
canonización: 
B: Juan Pablo II 3 oct 1998
hagiografía: Instituto Cardenal Stepinac

En la aldea de Krasic, cerca de Zagreb, en Croacia, beato Luis Stepinac, obispo de Zagreb, que rechazó con firmeza las doctrinas que se oponían a la fe y a la dignidad humana, y por su fidelidad a la Iglesia, después de prolongada prisión, víctima de la enfermedad y la miseria, terminó egregiamente su episcopado.
El Cardenal Stepinac, fue la Cabeza de la Iglesia Croata durante el periodo 1934 hasta su muerte (1960), a partir de 1945 imperó el régimen comunista bajo las órdenes del Mariscal Tito, quien lo enjuició y torturó para lograr poner a sus pies la voluntad del Cardenal, objetivo que nunca logró. El 8 de mayo de 1898 nace en un pequeño pueblo de Croacia llamado Krasic, Alojzije Stepinac. Sus padres, campesinos humildes, lo educan en la verdad y en el amor a la vida. Cuando era aún joven, Alojzije, decide consagrar su vida al servicio de Dios. Los tiempos no eran fáciles. Europa había pasado la primera Guerra Mundial y todos conocían el hambre, la desolación y la perdida de los valores fundamentales.
El 26 de octubre de 1930, a los 32 años de edad, Stepinac es ordenado sacerdote en Roma. tan solo 4 años después, es consagrado Arzobispo, con derecho a la sucesión para la ciudad de Zagreb. Asi se convirtió en el Arzobispo mas joven de toda la Iglesia en el mundo. Ese cargo lo asumió por mérito propio. Tenia 36 años pero se destacaba por defender los derechos de todos los que sufrian, sin importarle su religión, su bandera, o color de piel. También se destacó como defensor de su patria, atacada por todos los frentes y todos los sectores. Durante la cruenta Segunda Guerra Mundial, protegió a los perseguidos y necesitados, levantando la voz cuando había una injusticia, sin preocuparle las consecuencias.
Dar de comer a las familias de su tierra castigada por el hambre, por defender su territorio, fue una preocupación de este hombre de Dios, pero que también conocía las necesidades de los hombres. En 1945, ya terminada la Guerra Mundial, su nación fue incorporada por la fuerza a Yugoslavia, aboliendo todos los derechos humanos y obligándolos a renunciar a sus creencias
Comenzó así una nueva batalla para el jóven Arzobispo, que veía torturar a sus sacerdotes, maltratar a sus hermanos y destruir las escuelas católicas.
Para dominar a este pueblo Croata, fiel a su religión, el Mariscal Tito le propone a Stepinac, que gozaba de gran prestigio, que se separe de Roma y forme una nueva iglesia, le pide que forme la «Iglesia Nacional», dependiente de la autoridad comunista, dándole poderes y riquezas. Pero no pudo tentar a un hombre íntegro desde la cuna y que había jurado fidelidad al Papa. No pudieron doblegarlo y tampoco pudieron callarlo ya que seguía denunciándolos públicamente. Entonces lo acusaron de colaborador nazi, formaron un absurdo tribunal e iniciaron un juicio que reprochó el mundo entero. A los defensores, nombrados por el gobierno se les otorgó seis días para examinar el caso. Los fiscales se tomaron mas de un año. A la defensa se le autorizó presentar 20 testigos de los cuales a 14 no se les permitió presentarse. Los fiscales tenían un numero ilimitado de testigos. La defensa no podía interrogarlos, pero sí los acusadores. A los abogados defensores se les permitió exponer sólo en 20 minutos, los acusadores tenían 2 días . A pesar de todas estas trabas se demostró su inocencia, pero leyes creadas especialmente para el juicio lo condenaron a 16 años de trabajo forzado.
La respuesta de Stepinac fué: «Yo se cual es mi deber. Con la Gracia Divina lo cumpliré hasta el final, sin odio contra nadie, pero también sin miedo a nadie». Toda la prensa mundial condenó a los jueces y al gobierno. ¿Cómo demostrar que es culpable aquel que merece el elogio universal? Después se supo de varios testigos que fueron encontrados torturados y otros muertos. Entonces presionaron a su madre para hacerlo callar. Esta se dirigió al jefe de policia exclamando «¿Por qué presiona a mi hijo para que mienta?» Cuando terminaron torturándola dijo entre llantos: «precisamente yo, tu madre te prohibo decir lo que te pidan. Piensa en tu alma y cállate, no digas una sola palabra».
El 29 de noviembre de 1951, el Papa Pio XII lo ordenó Cardenal estando preso en la carcel. Como seguía defendiendo a su patria y a los derechos de los pobres, y como no se lo podía matar porque toda la iglesia seguía su martirio, decidieron torturarlo silenciosamente. En la celda contigua instalaron unos aparatos de rayos x para radiarlo todas las noches y de esta forma debilitarlo poco a poco hasta provocarle una muerte dolorosa. Siguiendo el modelo de Cristo, soportó sin odio todo su martirio, ofreciendo su dolor por su pueblo.
Pudieron matarlo un 10 de febrero de 1960, pero no pudieron doblegarlo ni callarlo. Antes de morir declaró: «Al pueblo Croata en cuyo seno nací, he tratado de serle útil hasta donde me fué posible y ahora, en la hora de mi muerte, cuando las cosas se ven de un modo diferente que en otros momentos, le encomiendo encarecidamente que permanezca siempre fiel a su santa fe católica y a la Sede Apostólica de Pedro». Sus restos descansan, ahora en su patria, Croacia, en la Catedral de Zagreb a la que nunca pudo ingresar como cardenal, con un epitafio que reproduce sus propias palabras: «odiar la injusticia y amar la justica, esto ha sido mi regla». Fue beatificado por SS Juan Pablo II el 3 de octubre de 1998.
fuente: Instituto Cardenal Stepinac
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Estas biografías de santo son propiedad de El Testigo Fiel. Incluso cuando figura una fuente, esta ha sido tratada sólo como fuente, es decir que el sitio no copia completa y servilmente nada, sino que siempre se corrige y adapta. Por favor, al citar esta hagiografía, referirla con el nombre del sitio (El Testigo Fiel) y el siguiente enlace: http://www.eltestigofiel.org/lectura/santoral.php?idu=537

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