San Miguel Febres Cordero, religioso
fecha: 9 de febrero
n.: 1854 - †: 1910 - país: España
canonización: B: Pablo VI 30 oct 1977 - C: Juan Pablo II 21 oct 1984
hagiografía: Hermanos de las Escuelas Cristianas - La Salle
n.: 1854 - †: 1910 - país: España
canonización: B: Pablo VI 30 oct 1977 - C: Juan Pablo II 21 oct 1984
hagiografía: Hermanos de las Escuelas Cristianas - La Salle
En
Premiá de Mar, cerca de Barcelona, en España, san Miguel (Francisco Luis)
Febres Cordero, religioso de los Hermanos de las Escuelas Cristianas, que
durante cuarenta años se dedicó a la educación en la ciudad de Cuenca, en
Ecuador, y trasladado después a España, se distinguió por la perfecta
observancia de la disciplina de la vida religiosa.

Francisco
Febres Cordero -en religión hermano Miguel- nace en Cuenca, Ecuador, el 7 de
noviembre de 1854, en el seno de una familia que siempre ha tenido mucha
relevancia en la vida política de Ecuador. Francisco debe superar la oposición
de su familia para realizar su vocación de religioso laico, es el primer
ecuatoriano admitido en el Instituto.
El
hermano Miguel es un maestro capacitado y un estudiante aplicado. No ha
cumplido todavía los 20 años cuando publica la primera de sus numerosas obras,
una gramática española que se transforma rápidamente en un clásico. En el
transcurso de los años sus investigaciones y sus publicaciones en el ámbito de
la literatura y de la lingüística le ponen en contacto con expertos del mundo
entero y es nombrado miembro de las Academias nacionales de Ecuador y de
España. A pesar de sus distinciones académicas, la enseñanza es para él lo
prioritario, en particular las clases de religión y la preparación de los
chicos a la primera comunión. Sus alumnos admiran su sencillez, su franqueza,
la atención que les presta y la intensidad de su devoción al Sagrado Corazón y
a la Virgen María. En 1907, se le destina a Bélgica para trabajar en la
traducción al español de textos usados por los hermanos recientemente exiliados
de Francia. Su salud, siempre delicada, tiene dificultades para adaptarse a los
rigores del clima europeo.
Transferido
al Noviciado menor de Premià de Mar, en España, se ocupa de evacuar por mar,
hacia Barcelona, a los jóvenes que están bajo su responsabilidad, durante los desórdenes
revolucionarios de 1909. Poco tiempo después tendrán la posibilidad de volver a
Premià de Mar. Pasado esto, contrae una neumonía y fallece el 9 de febrero de
1910 en Premià de Mar, dejando tras él fama de sabio, de maestro y de santo.
Fue beatificado el 30 de octubre de 1977, y canonizado por SS Juan Pablo II el
21 de octubre de 1984.
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Estas
biografías de santo son propiedad de El Testigo Fiel. Incluso cuando figura una
fuente, esta ha sido tratada sólo como fuente, es decir que el sitio no copia
completa y servilmente nada, sino que siempre se corrige y adapta. Por favor,
al citar esta hagiografía, referirla con el nombre del sitio (El Testigo Fiel)
y el siguiente enlace: http://www.eltestigofiel.org/lectura/santoral.php?idu=524
Beato Leopoldo de Alpandeire, religioso
fecha: 9 de febrero
n.: 1864 - †: 1956 - país: España
canonización: B: Benedicto XVI 12 sep 2010
hagiografía: «L`Osservatore Romano»
n.: 1864 - †: 1956 - país: España
canonización: B: Benedicto XVI 12 sep 2010
hagiografía: «L`Osservatore Romano»
En
Granada, España, beato Leopoldo de Alpandeire, religioso de la Orden de los
Frailes Capuchinos, que desempeño durante muchos años el oficio de limosnero.

Fray
Leopoldo nació en el pueblo de Alpandeire, Málaga (España), el día 24 de junio
de 1864 de padres humildes y trabajadores. Al ser bautizado, el 29 del mismo
mes, recibió los nombres de Francisco Tomás de San Juan Bautista. En el seno de
la familia recibió la primera educación humana y cristiana. Ya desde temprana
edad Francisco Tomás ayudó a sus padres en las rudas tareas del campo, que le
sirvieron para forjar su carácter impulsivo y como experiencia en su vida
concreta; era muy amante del silencio y de la sobriedad y, al mismo tiempo,
alegre, bondadoso y familiar con todos. Así fue creciendo en él una singular
preocupación y sensibilidad por los pobres, con los que compartía momentos de
frugal convivencia.
Era
de conducta ejemplar, constante en la participación de la Eucaristía y en el
rezo mariano del rosario; fiel en el cumplimiento de las obligaciones propias
de su estado laical y, aun careciendo de una gran cultura, era plenamente
consciente de los problemas de su tiempo, a saber, de la sublevación cubana, de
los tiempos de la guerra civil carlista y de la restauración de la primera
República, cuyos efectos fueron también muy notorios aun en las realidades
periféricas del pequeño pueblo.
Siendo
joven, vivió un período de noviazgo, hasta que, cumplido el servicio militar,
durante las fiestas de la beatificación del capuchino Diego José de Cádiz,
maduró la decisión de seguir el ideal franciscano, ingresando como hermano en
la misma Orden. Después de haber superado algunas dificultades e
incomprensiones, al cumplir los 35 años de edad entró en el convento de
Sevilla, en donde se le impuso el nombre de Leopoldo.
Trasladado
posteriormente al convento de Granada, allí emitió su profesión solemne,
permaneciendo siempre cómo hermano laico. Fue sobre todo en esta ciudad,
después de haber pasado breves intervalos en otros lugares, donde se desarrolló
su vida, tejida de oración y de humilde servicio, de espíritu de comunión y de
santa alegría, de obediencia y pobreza. Inmerso en un vigoroso y sereno
espíritu de contemplación y de entrega, y atraído por el constante clima de la
presencia de Dios, a quien en todo momento percibía con fervor y gratitud, el
hermano Leopoldo luchó con todas sus fuerzas por encarnar en sí mismo, con
sencillez y coherencia, la conducta del Pobrecillo de Asís, cuya Regla había
interiorizado perfectamente.
En
su espiritualidad resplandece la perfecta y total normalidad de vida. No se
manifiestan en él ni especiales dotes humanas ni maravillosos carismas
espirituales, sino una sencilla e interior conversación diaria con Dios, al que
consideraba como un amigo y maestro, como fuente de vitalidad y fin de toda
acción. «Todo por amor de Dios» eran las palabras que fluían con mayor
frecuencia de sus labios: y es que, en realidad, en toda circunstancia
consideró el amor de Dios como la mayor de las virtudes.
Entre
las responsabilidades que le fueron encomendadas en las varias comunidades por
las que pasó, se distinguen los oficios de hortelano, portero, sacristán y,
especialmente, limosnero, actividad que cumplió con graves riesgos personales
en los angustiosos años de la guerra civil, logrando acercarse a muchas
personas de cualquier estado y condición, que en sus muchas dificultades
acudían a él de buen grado en busca de consejo: su amabilidad y su autenticidad
transmitían inmediatamente el sentido de una profunda y esencial espiritualidad
y disponían los corazones de quienes recurrían a él a abrirse y a escucharlo.
Los dolores y las preocupaciones de todos encontraban acogida en su corazón, y
especialmente la caridad hacia los pobres y afligidos, notas que lo
caracterizaban desde su juventud.
En
el silencioso ritmo de su vida diaria se cumplía una progresiva transformación
a imagen de Jesucristo crucificado. Durante uno de sus recorridos para pedir la
limosna, fray Leopoldo, ya anciano, resbaló por las escaleras de un bloque de
pisos, sufriendo la fractura del fémur, que lo dejó inmóvil por tres años.
Agravado por afecciones pulmonares y molestias abdominales, el día 9 de febrero
del año 1956 descansó piadosamente en el Señor. Una gran multitud acudió a su
funeral, dando testimonio de la fama de su santidad en el pueblo.
Semblanza
biográfica por Alfonso Ramírez Peralbo, OFMCap, Vicepostulador de la causa de
beatificación, publicado en L'Osservatore Romano, ed. semanal en lengua
española, 12-IX-2010, que tomamos del Directorio Franciscano. EL P. Carlos Ros,
de Sevilla, ha publicado en 1996 una historia del Fray Leopoldo, en ediciones
Paulinas: «Vida de Fray Leopoldo de Alpandeire» (ISBN 9788428518918); aquí una breve semblanza por el mismo autor.
fuente: «L`Osservatore
Romano»
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