jueves, 24 de marzo de 2016

Maestro Eckhart (místico medieval) Sermón XLVII

SERMÓN XLVII(399)
            Spiritus domini replevit orbem terrarum etc.

«El Espíritu del Señor ha llenado la órbita de la tierra» (Sab. 1, 7).
Dice un maestro(400): Todas las criaturas llevan en sí un distintivo de naturaleza divina,
de la cual se derraman de manera tal que querrían obrar según la naturaleza divina
de que han fluido. Las criaturas se derraman de dos modos. El primer modo de derramamiento
se realiza en su raíz, así como el árbol surge de las raíces. El otro modo de derramamiento
se realiza de una manera unitiva. Mirad, así [también] el derramamiento de la
naturaleza divina, se opera de, dos modos. Un derramamiento es el del Hijo desde el Padre:
se realiza al modo de un nacimiento. El otro derramamiento se hace de modo unitivo
en el Espíritu Santo; este derrame se da por el amor del Padre y del Hijo: éste es el
Espíritu Santo, pues ambos se aman mutuamente en Él. Mirad, tal hecho lo prueban todas
las criaturas [en el sentido] de que han emanado, fluyendo de la naturaleza divina, y
en sus obras llevan un rasgo de ello. A este respecto dice un maestro griego(401) que Dios
contiene a todas las criaturas como si fuera por medio de una rienda a fin de que obren a
su semejanza. Por eso, la naturaleza opera en todo momento con miras a lo más elevado
que es capaz de hacer. La naturaleza no querría producir sólo al hijo, y si le fuera posible,
produciría al padre. Y por ende, si la naturaleza obrara de manera atemporal, no tendría
defectos contingentes. A esto se refiere un maestro griego cuando dice(402): Como la
naturaleza obra en el tiempo y en el espacio, se distinguen el hijo y el padre. Dice un
maestro(403): Un carpintero que construye una casa, la tiene prefigurada en su fuero íntimo;
y si la madera obedeciera suficientemente a su voluntad, [la casa] existiría tan rápido
como él quisiera; y si no hubiera materia, no habría más diferencia que la [existente]
entre el engendrar y lo nacido inmediatamente. Mirad, en Dios no es así, ya que en Él
no hay ni tiempo ni espacio; por eso, ellos [= el Padre y el Hijo] son uno en Dios y [allí]
no hay otra distinción que [la existente] entre el derramar y el derramamiento.
399 Atribuciones: «Fray Eghart» y «El Maestro ekhart dice». En un encabezamiento se dice: «En el
santo día de Pentecostés». El texto bíblico está tomado del Introito de Pentecostés.
400 Boethius, De trinitate.
401 En las obras latinas de Eckhart se remite a Averroes, Met. XII com. 18.
402 Cfr. Aristóteles, Ars reth. I c. 4; De gen. et corr. I t. 51.
403 En las obras latinas de Eckhart se remite a Avicenna, De an. V c. 1.

«El Espíritu del Señor.» ¿Por qué se llama «Señor»?… A fin de que nos llene. ¿Por
qué se llama «Espíritu»?… A fin de que nos una consigo. [El] señorío se conoce por tres
cosas. Una consiste en que él [= el señor] es rico. Es rico aquello que lo tiene todo sin
insuficiencia alguna. Soy un hombre y soy rico, pero por eso no soy otro [= segundo]
hombre. Si yo fuera todos los hombres, no sería, empero, un ángel. Mas, si yo fuera ángel
y hombre, no sería, sin embargo, todos los ángeles. Por eso, nada es verdaderamente
rico, a excepción de Dios que mantiene encerradas en sí, con simplicidad, todas las cosas.
De ahí que pueda dar en todo momento: éste es el otro aspecto de la riqueza. Dice
un maestro(404) que Dios se ofrece a todas las criaturas para que cada una tome cuanto
quiera. Yo digo que Dios se me brinda como al más elevado de los ángeles, y si yo estuviera
tan dispuesto como éste, recibiría lo mismo que él. Os he dicho también varias veces
que Dios desde la eternidad se ha comportado como si se esforzara por hacerse agradable
al alma. El tercer aspecto de la riqueza consiste en que se da sin esperar reciprocidad;
pues quien da algo por alguna cosa, no es completamente rico. Por eso, la riqueza
de Dios se demuestra por el hecho de que da gratuitamente todos sus dones. De ahí que
dice el profeta: «Yo le dije a mi Señor: Tú eres mi Dios porque no necesitas de mis bienes
» (Salmo 15, 2). Sólo Él es «Señor» y «Espíritu». Digo que es «Espíritu»: nuestra
bienaventuranza consiste en que nos aúna consigo. Lo más noble que opera Dios en todas
las criaturas es [el] ser. Mi padre, si bien me da mi naturaleza, no me da mi ser; a
éste lo produce exclusivamente Dios. Por ello, todas las cosas que existen, tienen un placer
razonable por su ser. Observad por lo tanto que —como ya he dicho en varias ocasiones
sin que se me haya interpretado correctamente— Judas en el infierno no querría
ser otro que en el reino de los cielos. ¿Por qué? Pues, si hubiera de ser distinto, debería
aniquilarse en lo que es en esencia. Esto no puede suceder, porque [el] ser no reniega de
sí mismo. El ser del alma es susceptible del influjo de la luz divina, mas no tan pura ni
clara como Dios puede darla, sino en una envoltura. Es cierto que se ve la luz del sol ahí
donde se irradia sobre un árbol u otra cosa, pero no se la puede aprehender dentro del
[sol]. Mirad, lo mismo sucede con los dones divinos; hay que medirlos según [sea]
quien habrá de recibirlos y no de acuerdo con quien los da.
Dice un maestro(405): Dios es la medida de todas las cosas, y un hombre, en cuanto alberga
en su fuero íntimo una mayor parte de Dios, tanto más sabio, noble y mejor es que
el otro. Tener más de Dios no es otra cosa que asemejarse más a Dios; cuanto más semejanza
con Dios hay en nuestro interior, tanto más espirituales somos. Dice un maes-
404 Se remite a Alcher de Clairvaux, De spiritu et anima c. 6; y a Dionysius Areopagita, De div. nom.
c. 5 f 2.
405 Véase Averroes, Met. X com. 7; yThomas, S. theol. I q. 3 a. 5 ad 2.
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tro(406): Donde terminan los espíritus más bajos, allí comienzan las cosas corporales más
elevadas. Todo esto quiere decir: Como Dios es espíritu, por eso es más noble la cosa
más insignificante que es espíritu, que lo más elevado que es corpóreo. En consecuencia,
el alma es más noble que todas las cosas corpóreas por nobles que sean. El alma fue
creada como en un punto entre [el] tiempo y [la] eternidad, tocando a ambos. Con las
potencias más elevadas toca la eternidad, pero con las potencias inferiores, el tiempo.
Mirad, de tal manera obra en el tiempo, no según el tiempo sino según la eternidad. Esto
lo tiene de común con los ángeles(407). Dice un maestro: El espíritu es un trineo que lleva
la vida a todos los miembros a causa de la gran unión que el alma tiene con el cuerpo. A
pesar de que el espíritu sea racional y realice toda la obra que se efectúa en el cuerpo, no
se debe decir: Mi alma conoce o hace esto o aquello, sino que hace falta expresar: Yo
hago o conozco esto o aquello a causa de la gran unión que hay entre ambos; porque los
dos juntos son un solo hombre. Si una piedra recogiera en sí el fuego, obraría de acuerdo
con la potencia del fuego; mas, cuando el aire recoge en sí la luz del sol, no aparece
ninguna luz fuera del aire [alumbrado]. Ello se debe a la penetrabilidad que éste tiene
para con la luz; aun cuando en una milla [de espacio] cabe más aire que en media [milla].
Mirad, me atrevo a decir, y es verdad: Debido a la gran unión que tiene el alma con
el cuerpo, el alma es tan perfecta en el miembro más insignificante como en todo el
cuerpo. Con referencia a ello dice Agustín(408): Si [ya] es tan grande la unión existente entre
cuerpo y alma, es mucho más grande la unión en la cual [el] espíritu se une con [el]
espíritu. Mirad, por esta razón es «Señor» y «Espíritu», para que nos haga bienaventurados
en la unión con Él.
Hay una pregunta que es difícil de contestar: ¿Cómo es posible que el alma soporte
sin morir cuando Dios la aprieta dentro de sí? Digo: Todo cuanto Dios le da, se lo da
dentro de Él por dos razones: una es que, si le diera alguna cosa fuera de Él, ella la rechazaría.
La otra [es que] ella, por el hecho de que le dé [algo] dentro de Él [lo] puede
recibir y soportar en lo que es de Él y no de ella: porque lo de Él pertenece a ella. Cuando
Él la ha sacado de lo de ella, lo de Él tiene que pertenecer a ella, y lo de ella es, en
sentido propio, lo de Él. Así es capaz de mantenerse en la unión con Dios. Este es el
«Espíritu del Señor» que ha «llenado la órbita de la tierra».
Ahora bien, por qué se llama «órbita de la tierra» el alma, y cómo ha de ser el alma
que habrá de ser elegida, eso no ha sido expuesto. Mas, a este respecto, recordad lo si-
406 Cfr. Dionysius Areopagita, De div. nom. c. 7 § 3.
407 Quint (t. II p. 405 n. 1) repite lo explicado por él en otra parte: «El alma no tiene en común con los
ángeles la eternidad, sino el hecho de que en el tiempo obre con miras a la eternidad».
408 Se remite a Augustinus, De trin. VIII c. 7.
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guiente: así como Él es «Señor» y «Espíritu», así nosotros debemos ser «tierra» espiritual
y «una órbita» que ha de ser «llenada» por el «Espíritu del Señor».
Rogamos a Nuestro querido Señor que se nos llene así con este espíritu que es «Señor
» y «Espíritu». Amén.
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