viernes, 18 de marzo de 2016

San Braulio de Zaragoza, obispo - San Eduardo, rey (18 de marzo)

San Braulio de Zaragoza, obispo

fecha: 18 de marzo
fecha en el calendario anterior: 26 de marzo
n.: c. 585 - †: 651 - país: España
canonización: pre-congregación
hagiografía: «Vidas de los santos de A. Butler», Herbert Thurston, SI

En Zaragoza, ciudad de la Hispania Tarraconense, san Braulio, obispo, que, amigo íntimo de san Isidoro, colaboró con él para restaurar la disciplina eclesiástica en toda Hispania y fue semejante a él en elocuencia y ciencia.
Uno de los más prometedores alumnos del colegio fundado en Sevilla por san Isidoro fue un muchacho de noble cuna llamado Braulio, que llegó a ser un estudiante tan sobresaliente, que Isidoro lo consideraba más como amigo que como alumno y acostumbraba enviarle sus propios escritos para que los corrigiera y revisara. Braulio se preparó para el sacerdocio, recibió la ordenación y en el 631, cuando la sede en la ciudad de Zaragoza quedó vacante al morir su hermano, el obispo Juan, los prelados de las diócesis circunvecinas se reunieron para elegir un sucesor y su elección recayó en Braulio. Se dice que fueron ayudados en su elección por la aparición de un globo de fuego que descansó sobre su cabeza, mientras una voz pronunciaba estas palabras: «Este es mi siervo a quien yo he escogido y en quien descansa mi espíritu». Como pastor, San Braulio trabajó celosamente para enseñar y alentar a su grey y, al mismo tiempo, para estirpar la herejía arriana que continuaba floreciendo, aún después de la conversión del rey Recaredo. Se mantuvo en estrecho contacto con san Isidoro, a quien ayudó en su tarea de restaurar el orden de la Iglesia y regularizar la disciplina eclesiástica. Una pequeña parte de la correspondencia entre los santos se ha conservado hasta nuestros días.
Tan grande era la elocuencia de san Braulio y su poder de persuasión, que algunos de sus oyentes aseguraban haber visto al Espíritu Santo en forma de paloma, descansar en su hombro y comunicarle al oído la doctrina que él predicaba a la gente. Tomó parte en el cuarto Concilio de Toledo, que fue presidido por su amigo y maestro san Isidoro y también intervino en el quinto y el sexto. Este último concilio le encomendó escribir una respuesta al papa Honorio I, quien había acusado a los obispos españoles de negligencia en el cumplimiento de sus deberes. Su defensa fue digna y convincente.
Los deberes del buen obispo no le impidieron su constante ministerio en su iglesia catedral y en la de Nuestra Señora del Pilar, donde pasaba muchas horas del día y de la noche en oración. Aborrecía toda clase de lujo: sus ropas eran ásperas y sencillas, su comida simple y su vida austera. Siendo un elocuente predicador y agudo conversador, convencía por la fuerza de sus argumentos y su absoluta sinceridad. Su generosidad para con los pobres fue solamente igualada por el tierno cuidado que tenía de su rebaño. Los últimos días de su vida fueron ensombrecidos por la pérdida gradual de la vista; prueba muy dura para cualquiera, pero en especial para un hombre tan aficionado a los libros. Al aproximarse su fin, él se dio cuenta y, el último día de su vida lo pasó recitando los salmos. Según una leyenda, que sin embargo parece ser relativamente moderna, una música celestial resonó en la cámara mortuoria y se oyó una voz que decía: «Levántate, amigo mío, y ven conmigo». El santo, como despertando de un sueño, replicó con su último aliento: «Voy, Señor, estoy listo».
De los escritos de san Braulio tenemos la «Vida de San Emiliano», con un poema en su honor, cuarenta y cuatro cartas que fueron descubiertas en León, en el siglo XVIII, y que arrojaron gran luz sobre la España visigótica, así como un elogio de san Isidoro y un catálogo de sus obras. Se dice que completó algunos escritos que san Isidoro dejó sin terminar y es, casi con certeza, el autor de las Actas de los Mártires de Zaragoza. San Braulio es el santo patrón de Aragón y uno de los más famosos santos españoles.
Ver el Acta Sanctorum, marzo, vol. II; Florez España Sagrada, vol. XXX, p. 305 ss; Gams. Kirchengeschichte Spaniens, vol. II, pt. 2, pp. 145-149; C. H. Lynch, St. Braulio (1938). Pero la obra indispensable es la edición crítica de las cartas del santo por J. Madoz, publicada en Madrid en 1941. Una biografía un poco más extensa, con detalles de la obra y bibliografía actualizada, en Di Berardino, Patrología, IV, BAC, 2000, pág 115-118.
fuente: «Vidas de los santos de A. Butler», Herbert Thurston, SI
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ingreso o última modificación relevante: ant 2012

Estas biografías de santo son propiedad de El Testigo Fiel. Incluso cuando figura una fuente, esta ha sido tratada sólo como fuente, es decir que el sitio no copia completa y servilmente nada, sino que siempre se corrige y adapta. Por favor, al citar esta hagiografía, referirla con el nombre del sitio (El Testigo Fiel) y el siguiente enlace: http://www.eltestigofiel.org/lectura/santoral.php?idu=918



San Eduardo, rey

fecha: 18 de marzo
n.: c. 963 - †: 978 - país: Reino Unido (UK)
canonización: pre-congregación
hagiografía: «Vidas de los santos de A. Butler», Herbert Thurston, SI

Cerca de la localidad de Wareham, en Inglaterra, san Eduardo, rey, que, todavía adolescente, fue asesinado dolosamente por los criados de su madrastra.
patronazgo: protector contra enfermedades glandulares.
San Eduardo era el hijo del Rey Edgar, soberano de todos los ingleses, de su primer esposa, Ethelfleda, que no vivió mucho después del nacimiento de su hijo. Fue bautizado por san Dunstano, el arzobispo de Canterbury. Después de la muerte de Edgar, un partido trató de apartar a Eduardo en favor de Ethelredo, un niño de apenas diez años de edad, que era hijo de Edgar por su segunda esposa, la reina Elfrida. Eduardo mismo no era sino un joven cuando accedió al trono y su reinado duró unos escasos tres años. La guía de san Dunstano fue incapaz de contener a los súbditos descontentos, de lo que el temple violento del joven rey fue tal vez en parte responsable. Los cronistas, quienes están de acuerdo en que fue asesinado, no están de acuerdo en cuanto al autor material del hecho, pero William de Malmesbury pretende describir el crimen en detalle.
Él nos dice que, desde el momento del acceso de Edward al trono, su hermanastro había buscado una oportunidad para matarlo. Un día, después de cazar en Dorsetshire, el rey, que estaba cansado y deseaba ver a su hermanastro pequeño, a quien era afecto, decidido a visitar el Castillo de Corfe, residencia de Elfrida, que estaba cerca. Informado de su llegada, la reina salió a su encuentro y se dio cuenta de que estaba solo, puesto que había dejado atrás a sus compañeros y asistentes. Ella fingió placer al verlo y pidió una taza para el rey, para calmar su sed.
En cuanto la tomó, Elfrida hizo una seña a uno de sus sirvientes, quien atravesó al joven rey con una daga. Aunque el rey inmediatamente clavó las espuelas a su caballo y trató de recuperar su escolta, se deslizó de la silla, su pie quedó atrapado en el estribo, y fue arrastrado hasta su muerte. «Este año -dice la Crónica Anglosajona bajo 979- fue asesinado el rey Eduardo al atardecer en Corfe-gate, y fue enterrado en Wareham sin ningún tipo de honores regios».
Guillermo de Malmesbury dice que Elfrida quiso arrojar su cuerpo a un pantano, para deshacerse de él, pero un haz de luz lo descubrió, fue rescatado y enterrado en la iglesia de Wareham. Sus reliquias fueron retiradas después a Shaftesbury. Elfrida fue finalmente presa del remordimiento por su crimen y, retirándose del mundo, construyó los monasterios de Amesbury y Wherwell, en el último de los cuales murió.
El primer relato del asesinato lo atribuye a los partidarios de Erhelred, no hay buena evidencia de la presunta participación de la reina Elfrida en el mismo, que no se menciona hasta más de cien años después del hecho. Eduardo fue considerado mártir, pero sólo podría serlo en el sentido amplio del que sufre una muerte injusta; en la actualidad no está inscripto como tal. Su culto fue considerable, alentado por los milagros reportados desde su tumba en Shaftesbury, y su fiesta se siguen observando en la diócesis de Plymouth.
Nuestras principales autoridades son William de Malmesbury, Florence de Worcester, la Crónica Anglosajona, Osbern el hagiógrafo y, antes que nada, el autor de la Vida de San Osvaldo, en las Historias de la Iglesia de York (Rolls Series), vol. I, pp. 448-452. Ver también F.M. Stenton, Anglo-Saxon England (1943), pp. 366-369; y particularmente R. M. Wilson, Lost Literature of Medieval England (1952), pp. 111-112. Artículo tradcido para ETF del Butler ingles.
fuente: «Vidas de los santos de A. Butler», Herbert Thurston, SI
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ingreso o última modificación relevante: 17-3-2013
Estas biografías de santo son propiedad de El Testigo Fiel. Incluso cuando figura una fuente, esta ha sido tratada sólo como fuente, es decir que el sitio no copia completa y servilmente nada, sino que siempre se corrige y adapta. Por favor, al citar esta hagiografía, referirla con el nombre del sitio (El Testigo Fiel) y el siguiente enlace: http://www.eltestigofiel.org/lectura/santoral.php?idu=919

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