martes, 21 de junio de 2016

Santa María Anna Cope - San Inocente de Mérida (21 de junio)

Santa María Anna Cope

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Maria Anna Cope
Maria Anna Cope (1838-1918), religiosa alemana de las Hermanas de la Tercera Orden Franciscana de Syracuse, Nueva York. Su nombre era Bárbara. Fue conocida como la madre Maria de Molokai. Nacida en Alemania, murió en Molokai, Hawai. Evangelizó a los leprosos de Molokai.
Nació en Heppenheim, Gran Ducado de Hesse, el 23 de enero de 1838. Su familia emigró a Estados Unidos y se nacionalizó. Se estableció en Utica, donde permaneció toda su vida. Estudió allí en una escuela católica. Después de trabajar en una fábrica doce años para ayudar a la familia, debido a la debilidad del padre, entró en las Hermanas de la Tercera Orden Regular Franciscana, con sede en Syracuce, al norte de Nueva York. Profesa en 1860, elegida superiora general en 1873, ese mismo año fue llamada a Honolulu por el rey de Hawai para cuidar del gran número de leprosos. En 1888, se trasladó a la isla de Molokai, donde estaba el asilo para leprosos de Kaulapapa, para asistir san Damián de Veuster, SS.CC, en sus últimos meses de vida, contagiado por la enfermedad, y para seguir con su la obra de cuidar y curar a los leprosos.
En 1885, recibió la condecoración de Dama Compañera de la Real Orden de Kapiʻolani por sus servicios, de manos del rey Kalākaua.
Apoyó la construcción de la iglesia de Santa Filomena y del colegio católico de San Francisco de Asís. Fundó una lavandería para las leprosas y un coro para las iglesias. Exigió, a gritos, comida y medicamentos para los leprosos. Tras la muerte de Veuster en 1889, Cope fue llamada a Honolulu para que regresara a Syracuse pero ella se negó y decidió establecer su residencia en Kaulapapa, donde murió el 9 de agosto de 1918.



San Inocente de Mérida

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San Inocente de Mérida
San Inocente (Inocencio)de Mérida, obispo emeritense, confesor (s. VII)  Su vida hizo honor a su nombre.   Parece ser que su candidez y humildad jalonaron su ministerio en Mérida, capital de la provincia Lusitana, en el tiempo de la España visigoda.  Se cuenta de él que su santidad y penitencia las ponía al servicio para impetrar las lluvias, tan deseadas en los tiempos de sequía, presidiendo rogativas, que siempre eran escuchadas por el Omnipotente.
Cuando lo eligieron para ser consagrado obispo, era, según se nos dice, el último en el orden de los diáconos. Y lo consagraron para servir a la diócesis emeritense como sucesor del gran obispo visigodo Masona que abrió la «Edad de Oro» del episcopado de Mérida. «Después de él fue elegido un virtuoso varón, de suma santidad y llaneza, llamado Inocencio, cuya condición la expresa bien su propio nombre. Inocente, en verdad, y cándido; que a nadie juzgó, a nadie condenó, a nadie enjuició; y vivió humilde y piadoso todos los días de su vida»   Asistió al Concilio de Toledo del año 610 que preside San Leandro de Sevilla en tiempos de Gundemaro.   Debió estar pocos años al frente de su sede.

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