jueves, 7 de julio de 2016

San Panteno de Alejandría, laico - San Fermín Pamplona (7 de julio)

San Panteno

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San Panteno de Alejandría, laico
Conmemoración de san Panteno de Alejandría, varón lleno de celo apostólico, enriquecido con toda clase de sabiduría, conocedor en alto grado de la Palabra de Dios y amante apasionado de la misma, acerca del cual la tradición cuenta que su fe y ardiente caridad le impulsaron a ir a predicar el Evangelio a pueblos desconocidos de lejanas regiones de Oriente, y que al volver finalmente a Alejandría, en Egipto, allí descansó en paz, en tiempo del emperador Antonino Caracalla.
«Cuando di con el último de mis maestros, el primero en realidad por su valor, a quien descubrí en Egipto, encontré reposo. Verdadera abeja de Sicilia, recogía el néctar de las flores que esmaltan el campo de los profetas y los apóstoles, engendrando en el alma de sus oyentes una ciencia inmortal» (Stromata 1,1,11).

Así se refiere Clemente de Alejandría a su maestro Panteno. Esto y lo poco que nos cuenta Eusebio de Cesarea en el libro V de su Historia Eclesiástica (V,10) es todo lo que tenemos sobre él, ya que no hay escritos suyos, y no se sabe a ciencia cierta si puso por escrito su doctrina (Eusebio lo afirma, pero Clemente lo niega), exceptuando la hipótesis de H. Marrou (1951), que opina que Panteno es el autor de la famosa «Carta a Diogneto». De las palabras de Clemente sale la deducción de que era siciliano (aunque no es el único sentido posible de la frase).

Panteno dirigía la escuela catequética de Alejandría, que en sus tiempos era aun una escuela de iniciación cristiana, antes de que Orígenes, el sucesor de Clemente al frente de la Escuela, la elevara a los altísimos niveles a los que llegó, siendo la escuela de Sagradas Escrituras y Teología más famosa e influyente de la antigüedad. Panteno llegó a Alejandría hacia el año 180; había sido filósofo estoico; se desconocen las circunstancias de su conversión, pero no es un hecho raro, ya que muchos pasaban del estoicismo al cristianismo, viendo en éste una perfección del ideal de sabiduría que la filosofía buscaba.

Puesto que dejó la dirección de la escuela a Clemente, y éste, después de haberla dirigido un tiempo, huyó de Alejandría en la persecusión de Septimio Severo (inicios del 200), no se termina de comprender por qué el elogio del Martirologio Romano dice que Panteno murió en época de Caracalla (211-217), que fue posterior a Septimio Severo. El testimonio de Eusebio más bien deja abierto el final de Panteno: «Lo cierto es, al menos, que Panteno, por sus muchos merecimientos, terminaba rigiendo la escuela de Alejandría, comentando de viva voz y por escrito los tesoros de los dogmas divinos.» (HE V,10,4).

Eusebio nos cuenta una curiosa historia sobre Panteno; pero debe tenerse presente que él mismo la recibió de tradición oral, y la refiere más de un siglo después, con todo lo que puede tener de confuso un testimonio así: «Se cuenta, pues, que demostró un celo tan grande por la doctrina divina con su ardentísima disposición de ánimo, que incluso fue proclamado heraldo del Evangelio de Cristo para los paganos del Oriente y enviado hasta las tierras indias. [...] y se dice que fue a la India, donde es tradición que se encontró con que el Evangelio de Mateo se le había adelantado en su llegada entre algunos habitantes del país que conocían a Cristo: Bartolomé, uno de los apóstoles, les había predicado y les había dejado el escrito de Mateo en los propios caracteres hebreos5, escrito que conservaban hasta el tiempo mencionado.» (HE V,10,2-3) En la actualidad se tiende a identificar esta «India» que menciona aquí con el sur de la península arábiga, el actual Yemen, o quizás Etiopía. Eusebio, y luego san Jerónimo, y luego toda la tradición oral hasta hace unos pocos años, encontraba en este pasaje y algunos otros (todos vinculados a la escuela de Alejandría) la confirmación de que había existido un evangelio de san Mateo redactado en hebreo o arameo. Se tiende más bien a pensar que se trata del llamado «Evangelio de los hebreos», o del «Evangelio de los ebionitas», escritos apócrifos perdidos, de los que se conservan unos pocos fragmentos, pero que jugaron ese importante papel de ser precisamente la realidad que confirmaba el imaginario evangelio original en arameo o hebreo de san Mateo del que parece hablar Papías.

Puede leerse la noticia biográfica en el tomo I de la Patrología de Quasten (BAC), o en la entrada correspondiente del Butler-Guinea. Todos remiten a la misma fuente, la Historia Eclesiástica de Eusebio, Libro V, cap 10. que he citado prácticamente entero en este escrito. Sobre la cuestión del evangelio hebreo, cualquier tratado actual sobre los apócrifos del Nuevo Testamento dedicará especial atención a estos testimonios, por ejemplo el «Nuevo comentario bíblico San Jerónimo» (ed. española Verbo Divino, 2004). Sobre la hipótesis de Marrou, he leído la referencia en Quasten, pero ignoro los argumentos, o el nivel de aceptación del que goza en la actualidad.

Abel Della Costa





Oremos  

Dios y Señor nuestro, que con tu amor hacia los hombres quisiste que San Panteno anunciara a los pueblos la riqueza insondable que es Cristo, concédenos, por su intercesión, crecer en el conocimiento del misterio de Cristo y vivir siempre segúnlas enseñanzas del Evangelio, fructificando con toda clase de buenas obras. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo.





San Fermín Pamplona

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El santo de Pamplona trae algazara y jubilosas celebraciones, mientras los eruditos discuten aún sobre el lugar de su nacimiento y el tiempo en que vivió. ¿Pamplonés o del sur de Francia, murió en el 303 o mucho antes?   No hay pruebas concluyentes en favor de ninguna teoría, pero la tradición le supone de Pamplona (nacido tal vez donde hoy se levanta la iglesia de San Lorenzo), e incluso da los nombres de sus padres, Firmo y Eugenia, que vivían en una ciudad todavía pagana por completo.
El obispo de Tolosa del Languedoc, san Saturnino, envió a Pamplona a un apóstol cuyo nombre era Honesto, y algo más tarde el propio san Saturnino visitó la ciudad navarra y bautizó allí a los primeros cristianos con el agua de un pozo cuyo emplazamiento está señalado en una calle pamplonesa.   Fermín, recién bautizado, se instaló en la Tolosa francesa, donde se le ordenó y finalmente se le consagró primer obispo de Pamplona. Luego se dedicó a evangelizar las Galias, estuvo en Beauvais, en la Picardía y en los Países Bajos, y fue decapitado en Amiens.
Siglos más tarde se descubrieron sus restos, y parte de sus reliquias fueron llevadas a Pamplona, donde desde fines del siglo XVI su fiesta se celebra el 7 de julio.   En Amiens- Ciudad que también le tiene por patrón - y en el resto de la Iglesia universal es conmemorado el 25 de septiembre, pero en Pamplona San Fermín no es un día de otoño sino de comienzos de verano, una fiesta estival en la que el ruidoso folclore contribuye a la gloria del primer obispo navarro que fue a morir por la fe tan lejos de su patria.





Oremos

Señor Dios todopoderoso, que de entre tus fieles elegiste a San Fermín para que manifestara a sus hermanos el camino que conduce a ti, concédenos que su ejemplo nos ayude a seguir a Jesucristo, nuestro maestro, para que logremos así alcanzar un día, junto con nuestros hermanos, la gloria de tu reino eterno. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo.



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