Como
hacer frente al fundamentalismo
2016-08-26
Actualmente se produce en todo el mundo un aumento
creciente del conservadurismo y de fenómenos fundamentalistas que se
manifiestan por la homofobia, xenofobia, antifeminismo, racismo y todo tipo de
discriminaciones.
El
fundamentalista está convencido de que su verdad es la única y todo lo demás
son desviaciones o está fuera de la verdad. Esto es recurrente en
los programas televisivos de las distintas iglesias pentecostales, incluyendo a
sectores de la Iglesia Católica, pero también en el pensamiento único de
sectores políticos. Piensan que sólo la verdad, la de ellos tiene derecho. El
error hay que combatirlo. Este es el origen de los conflictos religiosos
y políticos. El fascismo empieza con este modo cerrado de ver las
cosas.
¿Cómo vamos
a hace frente a ese tipo de radicalismo? Hay muchas formas y creo que una de
ellas consiste en rescatar el concepto bueno de relativismo,
palabra que muchos no quieren oír. Pero en él hay mucha verdad.
Debe ser
pensado en dos direcciones: En primer lugar, lo relativo quiere
expresar el hecho de que todos estamos de alguna forma relacionados. En
la perspectiva de la física cuántica, la encíclica del Papa
Francisco insiste sobre cómo cuidar de la Casa Común: «todo está íntimamente
relacionado; todas las criaturas existen y dependen unas de otras» (n.137; 86).
Por esta interrelación todos somos portadores de la misma humanidad. Somos una
especie entre tantas, una familia.
En segundo
lugar es importante comprender que cada uno es diferente y tiene valor
por sí mismo, pero está siempre en relación con otros y sus modos de ser. De
aquí que sea importante relativizar todos los modos de ser; ninguno de ellos es
absoluto hasta el punto de invalidar los demás. Se impone también una actitud
de respeto y de acogida de la diferencia porque, por el simple hecho de estar
ahí, goza del derecho de existir y de coexistir.
Es decir,
nuestro modo de ser, de habitar el mundo, de pensar, de valorar y de comer no
es absoluto. Hay otras mil formas diferentes de ser humanos, desde la forma de
los esquimales siberianos, pasando por los yanomamis de Brasil, hasta llegar a
los habitantes de las comunidades de la periferia y a los de las sofisticadas
Alphavilles, donde viven las élites opulentas y temerosas. Lo mismo vale para
las diferencias de cultura, de lengua, de religión, de ética y de ocio.
Debemos
ampliar la comprensión de lo humano mucho más allá de nuestra concreción.
Vivimos en la fase de la geosociedad, sociedad mundial, una, múltiple y
diferente.
Todas estas
manifestaciones humanas son portadoras de valor y de verdad. Pero son un valor
y una verdad relativos, es decir, relacionados unos con los otros,
interrelacionados, ya que ninguno de ellos, tomado en sí mismo, es absoluto.
¿Entonces no
hay verdad absoluta? ¿Vale el “everything goes” de algunos posmodernos?
¿Vale todo? No vale todo. Todo vale en la medida en que mantiene relación con
los otros, respetándolos en su diferencia y no perjudicándolos.
Cada uno es
portador de verdad pero nadie puede tener el monopolio de ella, ni una
religión, ni una filosofía, ni un partido político, ni una ciencia. Todos, de
alguna forma, participan de la verdad, pero pueden crecer hacia una comprensión
más plena de la verdad, en la medida en que se relacionan.
Bien decía
el poeta español Antonio Machado: «No tu verdad. La verdad. Y ven conmigo a
buscarla. La tuya, guárdatela». Si la buscamos juntos, en el diálogo y en la
relacionalidad recíproca, entonces va desapareciendo mi verdad
para dar lugar a nuestra Verdad, comulgada por todos.
La ilusión
de Occidente, de Estados Unidos y de Europa, es imaginar que la única ventana
que da acceso a la verdad, a la religión verdadera, a la auténtica cultura y al
saber crítico es su modo de ver y de vivir. Las demás ventanas solo muestran
paisajes deformados.
Pensando así
se condenan a un fundamentalismo visceral que los hizo, en otro tiempo,
organizar masacres al imponer su religión en América Latina y en África, y hoy
haciendo guerras con gran mortandad de civiles para imponer la democracia en
Iraq, Afganistán, Siria y en todo el Norte de África. Aquí se da también el
fundamentalismo de tipo occidental.
Debemos
hacer el buen uso del relativismo, inspirados, por ejemplo, en las artes
culinarias. Hay una sola culinaria, la que prepara los alimentos humanos, pero
se concreta en muchas formas y en las distintas cocinas: la minera, la
nordestina, la japonesa, la china, la mejicana y otras.
Nadie puede
decir que sólo una es la verdadera y sabrosa, por ejemplo, la minera o la
francesa, y que las otras no lo son. Todas son sabrosas a su manera y todas
muestran la extraordinaria versatilidad del arte culinario.
¿Por qué con la verdad debería ser diferente? La base del
fundamentalismo es esa arrogancia de que su modo de ser, su idea, su religión y
su forma de gobierno es la mejor y la única válida en el mundo.
Leonardo BOFF
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