Beato Ludovico Alemán, obispo
fecha: 16 de septiembre
†: 1450 - país: Francia
otras formas del nombre: Luis Allemand
canonización: Conf. Culto: Clemente VII 1527
hagiografía: «Vidas de los santos de A. Butler», Herbert Thurston, SI
†: 1450 - país: Francia
otras formas del nombre: Luis Allemand
canonización: Conf. Culto: Clemente VII 1527
hagiografía: «Vidas de los santos de A. Butler», Herbert Thurston, SI
Elogio: En Salon, de la Provenza, en Francia, tránsito
del beato Ludovico Alemán, obispo de Arlés, que vivió una vida de eximia piedad
y penitencia.
La historia de este
santo prelado nos ofrece un ejemplo palpable de que la Iglesia tiene mucho más
en cuenta las virtudes del alma que las acciones externas de los hombres, y
eleva al honor de los altares a aquellos a quienes juzga interiormente santos,
por muy abundantes y graves que aparezcan los errores de actitud o de juicio en
sus vidas y así, cuando la Iglesia considera buena y sana el alma de un hombre,
toma a sus errores, como si los hubiera cometido por ignorancia o como meras
equivocaciones de «buena fe». Ejemplo de lo dicho es Ludovico Allemand, quien
nació a fines del siglo XIV, en la diócesis de Beley. Siguió el curso de leyes
en la Universidad de Aviñón y, al obtener su graduación, recibió también, por
influencias de su tío, chambelán en la corte pontificia, una serie de
beneficios eclesiásticos. En 1409, el joven Luis acompañó a su tío al sínodo de
Pisa, una asamblea que trató en vano de remediar la escandalosa y terrible
rivalidad entre los aspirantes al trono de San Pedro (el «Gran Cisma de
Occidente»), por medio de la deposición de los dos pontífices, Gregorio XII y
Benedicto «XIII» (antipapa) y la elección de un tercer «papa». En 1414, Luis se
hallaba presente en la reunión convocada por el rey Segismundo y el papa Juan
«XXIII» (antipapa), asamblea aquella que se convirtió en el Concilio Ecuménico
de Constanza y, dos años más tarde, actuaba como vice-chambelán a cargo del
cónclave que eligió al Papa Martín V y puso fin al «Gran Cisma».
Ludovico se sumó desde
entonces a la corte del nuevo papa, quien le nombró obispo de Maguelonne y le
confió misiones de mucha responsabilidad. En 1423, fue promovido al arzobispado
de Arles, nombrado gobernador de la Romaña, de Bolonia y de Ravena y, al poco
tiempo, fueron reconocidos sus servicios al consagrársele sacerdote-cardenal de
Santa Cecilia en Trastévere. Sin embargo, un levantamiento del partido de los Canetoli
le expulsó de Bolonia y, como no pudo reconquistar la ciudad, se retiró a Roma,
políticamente derrotado. Un enviado de la Orden de los Caballeros Teutones
escribió por aquel entonces sobre cinco cardenales que tenían las mejores
disposiciones hacia su orden, pero que «no se atrevían a hablar delante del
Papa, salvo de los temas que él quiera escuchar, puesto que el pontífice ha
sojuzgado a los cardenales a tal extremo, que ninguno dice una sola palabra,
excepto las que él desea, y mudan de color cuando tienen que hablar en sus
audiencias». Ludovico Allemand era uno de esos cinco cardenales. Cuando murió
Martín V, en 1431, ocupó la sede Eugenio IV, que había sido el antecesor de
Ludovico en el puesto de gobernador de Bolonia y de quien era antagonista en lo
personal y en lo político. Ludovico se había identificado cada vez más con el
partido que en esos momentos tenía más poder y que mantenía la supremacía de un
concilio general sobre el Papa y le había reducido prácticamente a la posición
de un servidor de aquel concilio. Durante el último año de su pontificado,
Martín V había convocado a un concilio general en Basilea y uno de los primeros
actos de Eugenio al ocupar la sede, fue el de emitir una bula para anularlo.
Los pocos Padres que se habían reunido, rehusaron separarse y anunciaron su
intención de llevar a cabo la asamblea. Ludovico se hallaba por entonces en
Roma y, como eran bien conocidas sus simpatías, se le prohibió salir de la
ciudad. Sin embargo, se aventuró a intentar una escapada y tuvo éxito. En la
desembocadura del Tíber abordó un barco genovés que le llevó hasta su sede
episcopal de Arles. Tal vez el objeto de aquella escapatoria era el de no verse
obligado a declararse abiertamente en contra de la Santa Sede, con la esperanza
de que las cosas se arreglasen por sí mismas. Sin embargo, en 1434, se hallaba
en Basilea, donde actuaba evidentemente como dirigente de la extrema mayoría
que estaba en oposición al cardenal Cesarini, el representante del Papa, puesto
que ya para entonces, Eugenio había dejado sin efecto su decreto de disolución.
Las actividades antipapales del concilio llegaron a adquirir tanta fuerza que,
en 1437, el propio papa fue conminado a comparecer ante la asamblea para
responder a los cargos. El Pontífice se negó y mandó que el concilio volviese a
reunirse en Ferrara; el cardenal Cesarini y sus adictos obedecieron y partieron
hacia Ferrara, dejando en Basilea una asamblea ilegal bajo la diestra dirección
del cardenal Ludovico Allemand. En 1493, aquel concilio llegó hasta el extremo
de declarar depuesto a Eugenio, en vista de su oposición a la asamblea, y de
elegir a Amadeo de Saboya en su lugar, como Félix «V», el último de los
antipapas. El principal actor de aquella obra fue nuestro beato, el cardenal
Allemand, con la colaboración de solamente once obispos, y fue el propio
Ludovico quien consagró obispo a Amadeo de Saboya y le coronó Papa. Al año
siguiente, Eugenio IV declaró excomulgado a Ludovico Allemand y lo privó de su
cardenalato.
Ahora bien, no se puede
dudar de que muchos de los miembros del «partido conciliar» estaban
sinceramente animados por el deseo de mejorar las condiciones de la Iglesia,
por la esperanza de convertir a los que se hallaban en el error y por el ánimo
de restablecer la paz y la unidad. Tampoco debe suponerse que el beato Ludovico
era el único hombre bueno que estaba gravemente equivocado en cuanto a los
rectos métodos que debían emplearse para obtener los fines perseguidos. Durante
largo tiempo, Ludovico tuvo el apoyo del sabio y justo cardenal Nicolás de
Cusa, así como el de Eneas Silvio Piccolimini, que por entonces era un laico y
ciertamente no era un santo, pero llegó a convertirse en el papa Pío II. El
concilio, luego de su período de asamblea rebelde, discutió la doctrina de la
Inmaculada Concepción de Nuestra Señora y, con la vigorosa participación del
beato Ludovico Allemand, acabó por declarar que el dogma estaba en consonancia
con la fe católica, con el culto, con el buen sentido y las Sagradas
Escrituras, auqnue esta declaración -por ser el concilio inválido- careció de
eficacia dogmática, y hubo que esperar varios siglos hasta una declaración
formal en consonancia con ésta. Hubo una época en que Basilea se vio azotada
por el flagelo de una epidemia, y el cardenal Allemand fue el primero en
organizar la ayuda para las víctimas y en alentar a los otros obispos para
unirse a él en la administración de los sacramentos a los enfermos y
moribundos. Durante todo este tiempo, ignoró la excomunión que el papa Eugenio
había pronunciado contra él y puso todo su celo al servicio del antipapa Félix.
Pero en 1447, murió el papa Eugenio, y el antipapa Félix manifestó su deseo de
renunciar en favor del legalmente electo Nicolás V. Entonces, Nicolás tuvo un
gesto magnánimo en favor de la paz y revocó todas las suspensiones,
excomuniones y otras penas en las que hubiesen incurrido el antipapa, los
recalcitrantes miembros del concilio y sus simpatizantes. Así, el beato
Ludovico quedó restablecido en su dignidad cardenalicia. Se mostró
profundamente arrepentido por la parte que había desempeñado para empujar a la
Iglesia en el cisma y se retiró a su sede de Arles, donde pasó tranquilamente
el año de vida que le quedaba, en el ejercicio de la plegaria y la penitencia,
que siempre había practicado en privado. Sus restos mortales fueron sepultados
en la iglesia de San Trófimo donde su tumba fue el escenario de muchos
milagros. El culto que se inició después de su muerte fue aprobado por el Papa
Clemente VII, en 1527. La fiesta del beato Ludovico Allemand se celebra en
varias diócesis del sur de Francia.
Se encontrará una
cantidad considerable de material biográfico, con prolegómenos, en el Acta
Sanctorum, sept. vol. v. El período del «Gran Cisma» es complejo, confuso, pero
imprescindible para comprender muchos aspectos de la posterior vida de la
Iglesia, hasta cierto «conciliarismo» muy en boga en nuestros días;
naturalmente, esto se sale del marco de la biografía del beato, y hace a la
historia general de la Iglesia.
fuente: «Vidas de los santos de A. Butler»,
Herbert Thurston, SI
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favor, al citar esta hagiografía, referirla con el nombre del sitio (El Testigo
Fiel) y el siguiente enlace: http://www.eltestigofiel.orgindex.php?idu=sn_3352
can.: culto local
país: Francia - †: 1122
formas del nombre: Vitalis
país: Francia - †: 1122
formas del nombre: Vitalis
En Savigny, de
Normandía, en la Galia, san Vital, abad, que, dejadas las ocupaciones
seculares, se entregó en la soledad al cultivo de la observancia rigurosa, y
ganó muchos seguidores para el monasterio que él mismo había fundado.
can.: culto local
país: España - †: 1213
país: España - †: 1213
En el monasterio de
Santa María de Huerta, en el reino de Castilla, tránsito de san Martín de
Finojosa, llamado «el Sacerdote», que, siendo abad cisterciense, fue ordenado
obispo de Sigüenza, sede desde la cual se esforzó por reformar el clero.
Finalmente, se retiró a su propio monasterio.
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