viernes, 16 de septiembre de 2016

Santa Edita, virgen - Beato Víctor III, papa (16 de septiembre)

Santa Edita, virgen

fecha: 16 de septiembre
n.: c. 962 - †: c. 984 - país: Reino Unido (UK)
otras formas del nombre: Edith
canonización: pre-congregación
hagiografía: «Vidas de los santos de A. Butler», Herbert Thurston, SI

Elogio: En Wilton, en Inglaterra, santa Edita, virgen, hija del rey de los anglos, que desde su más temprana edad se consagró a Dios en un monasterio, ignorando, más que abandonando, el mundo.
Edita era la hija del rey Edgardo y de Wulfrida (a veces, llamada santa), venida al mundo en circunstancias oscuras y aun extremadamente escandalosas. Poco después de haber nacido en la localidad de Kemsing, en Kent, en el año de 962, según refiere la tradición, fue llevada por su madre a la abadía de Wilton, donde quedó hasta su muerte, de manera que las palabras del Martirologio Romano son literalmente ciertas: «... desde su más temprana edad se consagró a Dios en un monasterio, ignorando, más que abandonando, el mundo.»
Aún no cumplía quince años, cuando su real padre la visitó en Wilton para asistir a su profesión. En aquella ocasión, el rey hizo que se pusiera ante el altar una carpeta con oro, plata, ornamentos y joyas, para mostrar lo que perdía su hija, mientras Wulfrida se hallaba de pie al lado de la carpeta con un velo de monja, un salterio, un cáliz y una patena. «Todos rogaban a Dios, que conoce todas las cosas, un signo claro para demostrar a una joven doncella de tan poca edad y experiencia, la clase de vida que debía escoger». Es posible que Edgardo orase para que su hija eligiera el mundo y las riquezas, puesto que trató de adelantarse a su decisión y, antes de que Edita tomara uno u otro partido, le ofreció el puesto de abadesa en tres casas distintas (Winchester, Barking y otra), aunque evidentemente no tenía edad suficiente para gobernarlas más que de nombre. Pero de todas maneras, Edita declinó aceptar los bienes, las dignidades y los superioratos para quedarse en la co munidad de Wilton, sujeta a su madre, Wulfrida, que era la abadesa. Al poco tiempo, las monjas insistieron para que Edita aceptara el título honorario de abadesa, y así lo hizo la joven, «aunque continuó como antes al servicio de sus hermanas en los oficios más arduos, como una verdadera Marta». Al poco tiempo murió el rey Edgardo y le sucedió su hijo, Eduardo el mártir. A raíz de la trágica muerte de éste último, la nobleza, adicta al monarca asesinado, pidió que Edita, su media-hermana, dejara el monasterio para ocupar el trono; pero ella se negó rotundamente y, a las perspectivas de la corona, prefirió el estado de humildad y obediencia en el servicio de Dios.
Edita construyó la iglesia de San Dionisio, en Wilton y, a la ceremonia de dedicación de la misma, invitó a san Dunstano, el arzobispo de Canterbury. Los fieles observaron que, al oficiar la misa, el prelado derramó abundantes lágrimas y, al preguntársele las razones de su llanto, dijo que se le había revelado que Edita iba a ser arrebatada pronto de este mundo, «mientras nosotros -agregó- tendremos que continuar aquí abajo, en la oscuridad y a la sombra de la muerte». De acuerdo con la predicción de san Dunstano, cuarenta y tres días después de la solemne ceremonia, el 16 de septiembre de 984, Edita se fue a descansar en el Señor, cuando no tenía más de veintidós años de edad. Hay una tierna fábula donde se relata que santa Edita se apareció poco después de su muerte, cuando se bautizaba a un recién nacido del que ella se había comprometido a ser la madrina; la aparición de Edita sostuvo a la criatura sobre la pila bautismal. También se apareció, aunque esta segunda vez llena de santa indignación, ante el rey Canuto, que había tenido la temeridad de poner en tela de juicio algunas de las maravillas que se relataban sobre la bienaventurada Edita.
Las autoridades en la materia son Guillermo de Malmesbury, Simeón de Durham y Capgrave; pero conviene consultar también la Analecta Bollandiana, vol. LVI (1938), pp. 5-101 y 265-309, dónde Dom A. Wilmart incluye y comenta la leyenda en prosa y verso, escrita por Goscelin (y dedicada a Lanfranco de Canterbury), que fue tomada del MS. de Rawlinson, en la Bodleiana, leyenda ésta que resulta muy distinta a la versión abreviada que se imprimió en el Acta Sanctorum, sept. vol. V, p. 369.
fuente: «Vidas de los santos de A. Butler», Herbert Thurston, SI
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ingreso o última modificación relevante: ant 2012

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Beato Víctor III, papa

fecha: 16 de septiembre
n.: c. 1027 - †: 1087 - país: Italia
canonización: 
Conf. Culto: León XIII 23 jul 1887
hagiografía: «Vidas de los santos de A. Butler», Herbert Thurston, SI

Elogio: En Montecasino, tránsito del beato Víctor III, papa, el cual, después de regir sabiamente durante treinta años el célebre monasterio y enriquecerlo magníficamente, fue elegido para gobernar la Iglesia Romana.

El joven que habría de llegar a Papa con el nombre de Víctor III, era conocido en la vida secular como Daufar y pertenecía a la familia lombarda de los duques de Benevento. Como era el hijo único, su padre se mostraba ansioso para que contrajera matrimonio y le diera nietos, pero Daufar, cuya "nobleza de alma era mayor que la de su nacimiento", sentía en su fuero interno la certeza de que estaba llamado para servir a Dios como monje. En el año de 1047, su padre perdió la vida en el campo de batalla y Daufar, que por entonces tendría unos veinte años, aprovechó la oportunidad para desligarse de la familia e irse a vivir con un ermitaño. Pero sus parientes le encontraron, forcejearon con él hasta el extremo de desgarrarle el hábito que vestía y, a fin de cuentas, le obligaron a volver con ellos a su casa de Benevento. Ahí se le mantuvo bajo estrecha vigilancia, pero al cabo de doce meses de encierro, consiguió escapar y huyó para refugiarse en el monasterio de La Cava. Por fin, su familia aceptó el hecho irrefutable de su vocación y le permitió que realizara sus deseos, con la única condición de abandonar el monasterio de La Cava para ingresar en la abadía de Santa Sofía, en Benevento. Daufar accedió y, al entrar en el convento, su nuevo abad le dio el nombre de Desiderio. Transcurrieron algunos años sin que el joven monje encontrara el camino que buscaba: estuvo en un monasterio de una isla en el Adriático, estudió medicina en Salerno y fue ermitaño en los Abruzos. Sin embargo, ya para entonces había atraído la atención favorable del Papa San León IX y, alrededor del año 1054, lo hizo ir a Roma. Ahí se quedó durante el reinado del papa Víctor II y ahí conoció a los monjes de Monte Cassino que le impresionaron de tal manera, que no tardó en hacer una peregrinación a la cuna de la orden de los benedictinos y acabó por unirse a la comunidad. En el año de 1057, el Papa Esteban llamó a Daufar a Roma, con la intención de enviarle como delegado a Constantinopla. El Papa Esteban había sido abad en Monte Cassino y había retenido el cargo al ser elegido como Pontífice; pero, por aquel entonces estaba enfermo y, como creía que no iba a tardar mucho en llegar su muerte, decidió que se realizara sin tardanza la elección de su sucesor. La votación favoreció por unanimidad a Daufar, es decir al monje Desiderio. Este partió de todas maneras hacia el oriente para ocupar su puesto de delegado pontificio en Constantinopla, pero apenas había llegado a la ciudad de Bari, cuando le notificaron la muerte del Papa Esteban y tuvo que regresar. En Roma surgió una disputa en cuanto a la sucesión al trono de San Pedro y, durante la misma, Desiderio apoyó la elección de Nicolás II, que asumió el cargo, pero antes de autorizar a Desiderio para que se reintegrara a su monasterio de Monte Cassino, le consagró cardenal.
Desiderio fue uno de los grandes abades de Monte Cassino y, durante su gobierno, el famoso monasterio alcanzó el pináculo de su gloria. Primero, hizo reconstruir la iglesia y, después, todo el conjunto de edificios que dispuso en una escala más amplia y conveniente de la que había adoptado San Petronax y el abad Aligerno al restaurar la abadía después de los saqueos y destrucciones de los lombardos y los sarracenos. Embelleció de manera muy especial la basílica; "recurrió a las influencias y al dinero" y, no sólo hizo traer los mejores materiales de Roma, sino que contrató a los más diestros trabajadores de Lombardía, Amalfi y la misma Constantinopla. Gracias a esa combinación de las escuelas arquitectónicas de Lombardía y de Bizancio, surgieron en Monte Cassino nuevas formas y motivos de decoración, en la construcción, los mosaicos, los ornamentos, las pinturas y la iluminación; los mismos monjes de la abadía pusieron sus conocimientos y sus habilidades al servicio de la magna obra. Toda aquella magnificencia no era un vano exhibicionismo ni se había hecho para hospedar a "devotos hipócritas de fervor externo." La virtud entre los monjes de Monte Cassino se arraigó todavía más, y su número aumentó a doscientos y el abad Desiderio insistió y cuidó de que todos se sometieran a la más estricta observancia de la regla. Entre los que se sintieron atraídos hacia el monasterio figuraba Constantino Africano, el más notable de los médicos de la antigua escuela de Salerno y amigo personal de Desiderio. Por otra parte, las construcciones y decoraciones dieron un trabajo material continuo y bien remunerado a numerosos trabajadores, artistas y artesanos. Desde entonces, el scriptorium de Cassino fue famoso por los libros que ahí se copiaban y por las iluminaciones e ilustraciones. Además de abad y cardenal, Desiderio era vicario papal para Campania, Apulia, Calabria y Capua, y la Santa Sede tenía tanta consideración y confianza hacia él, que le autorizó a nombrar prelados para los obispados vacantes y las abadías sin superior.
El Papa San Gregorio VII utilizó con mucha frecuencia a Desiderio corno su intermediario ante los normandos en Italia. No obstante que era de un tipo opuesto al de Gregorio, por la dulzura de su carácter, se mostró siempre corno un decidido y aun enérgico defensor del papado contra las ambiciones del emperador; es muy posible que su nombre haya sido uno de los que pronunció San Gregorio en su lecho de muerte, como posible sucesor. Cuando el Pontífice murió, Desiderio huyó de prisa de Roma y se refugió en Monte Cassino para evitar su elección, pero, en el mes de mayo de 1086, fue elegido por aclamación y se le impuso la roja capa pluvial pontificia en la iglesia de Santa Lucía para que reinara con el nombre de Víctor. Cuatro días más tarde, surgió una oposición que le brindó la oportunidad para huir de nuevo a Monte Cassino, donde dejó de lado las insignias pontificias y no se dejó convencer para ocupar el cargo hasta la Pascua del año siguiente. La sede de Roma se hallaba ocupada por entonces por el antipapa impuesto por el emperador, Guiberto de Ravena ("Clemente III"). Pero las fuerzas normandas consiguieron sacarlo de San Pedro durante el tiempo suficiente para que Víctor fuese consagrado ahí. Inmediatamente después de su consagración, partió al monasterio. Pocas semanas más tarde, volvió a Roma, por última vez, cuando la condesa Matilde de Toscana se esforzaba por desalojar a Guiberto. Aquel Papa, tan amante de la paz y tan enfermo que rara vez podía celebrar la misa, no estaba capacitado para ver a su ciudad apostólica convertida en un campo de batalla y, hacia fines del verano, la abandonó para siempre. Después de un sínodo que él presidió en Benevento, fue llevado agonizante a su monasterio. Tendido en un camastro en la casa capitular, dio las últimas instrucciones a sus monjes y recomendó a Eudes, el cardenal obispo de Ostia, para que ocupase la sede apostólica. Murió dos días después, el 16 de septiembre de 1087. Había sido Papa durante cuatro meses. El culto al Beato Víctor III fue aprobado por el Papa León XIII, quien agregó su nombre al Martirologio Romano.
Un detallado relato sobre el Beato Víctor III, ocupa considerable espacio en la Chronica Monasterii Casinensis, lib. III. El texto ha sido publicado en MGH., Scriptores, vol. VII, pp. 698-754; también en el Acta Sanctorum, sept. vol. V. Ver además a Mons. H. K. Mann, en Lives of the Popes, vol. VII, pp. 218-244.
fuente: «Vidas de los santos de A. Butler», Herbert Thurston, SI
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ingreso o última modificación relevante: ant 2012
Estas biografías de santo son propiedad de El Testigo Fiel. Incluso cuando figura una fuente, esta ha sido tratada sólo como fuente, es decir que el sitio no copia completa y servilmente nada, sino que siempre se corrige y adapta. Por favor, al citar esta hagiografía, referirla con el nombre del sitio (El Testigo Fiel) y el siguiente enlace: http://www.eltestigofiel.orgindex.php?idu=sn_3349

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