El eclipse de la ética en la actualidad
2018-07-16
Entre el 10 y el 13 de julio
de 2018 se ha celebrado en Belo Horizonte, Brasil, un congreso internacional
organizado por la Sociedad de Teología y Ciencias de la Religión (SOTER) en
torno al tema Religión, Ética y Política. Las exposiciones
fueron de gran actualidad y de nivel superior. Voy referirme solamente a la
discusión sobre el Eclipse de la Ética que me tocó introducir.
A
mi modo de ver dos factores han alcanzado el corazón de la ética: el proceso de
globalización y la mercantilización de la sociedad.
La globalización ha
mostrado los diferentes tipos de ética, según las diferencias culturales. Se ha
relativizado la ética occidental, una entre tantas. Las grandes culturas de
Oriente y las de los pueblos originarios han revelado que podemos ser éticos de
forma muy diferente.
Por
ejemplo, la cultura maya centra todo en el corazón, ya que todas las cosas
nacieron del amor de los dos grandes corazones del Cielo y de la Tierra. El
ideal ético es crear en todas las personas corazones sensibles, justos,
transparentes y verdaderos. O la ética del «buen vivir, buen convivir», de los
andinos, asentada en el equilibrio de todas las cosas, entre los humanos, con
la naturaleza y con el universo.
Tal
pluralidad de caminos éticos ha tenido como consecuencia una relativización
generalizada. Sabemos que la ley y el orden, valores de la práctica ética
fundamental, son los prerrequisitos para cualquier civilización en cualquier
parte del mundo. Lo que observamos es que la humanidad está cediendo ante la
barbarie rumbo a una verdadera era mundial de las tinieblas, tal es el
descalabro ético que estamos viendo.
Poco
antes de morir en 2017 advertía el pensador Sigmund Bauman: «O la humanidad se
da las manos para salvarnos juntos, o engrosaremos el cortejo de los que
caminan rumbo al abismo». ¿Cuál es la ética que nos podrá orientar como
humanidad viviendo en la misma y única Casa Común?
El
segundo gran impedimento a la ética es la mercantilización de la
sociedad, lo que Karl Polanyi llamaba ya en 1944 «La Gran Transformación».
Es el fenómeno del paso de una economía de mercado a una sociedad
puramente de mercado. Todo se transforma en mercancía, cosa ya prevista por
Karl Marx en su texto La miseria de la Filosofía, de 1848, cuando
se refería al tiempo en el que las cosas más sagradas como la verdad y la
conciencia serían llevadas al mercado; sería el «tiempo de la gran corrupción y
de la venalidad universal». Pues estamos viviendo ese tiempo. La economía,
especialmente la especulativa, dicta los rumbos de la política y de la sociedad
como un todo. La competición es su marca registrada y la solidaridad
prácticamente ha desaparecido.
¿Cuál
es el ideal ético de este tipo de sociedad? La capacidad de acumulación ilimitada
y de consumo sin límites, que genera una gran división entre un pequeñísimo
grupo que controla gran parte de la economía mundial y las mayorías excluidas y
hundidas en el hambre y la miseria. Aquí se revelan rasgos de barbarie y de
crueldad como pocas veces en la historia.
Tenemos
que volver a fundar una ética que se enraíce en aquello que es específico
nuestro como humanos, y que, por eso, sea universal y pueda ser asumida por
todos.
Estimo
que en primerísimo lugar está la ética del cuidado, que según la
fábula 220 del esclavo Higinio, bien interpretada por Martin Heidegger en Ser
y Tiempo, constituye el sustrato ontológico del ser humano, aquel conjunto
de factores sin los cuales jamás surgirían el ser humano y otros seres vivos.
Por pertenecer el cuidado a la esencia de lo humano, todos pueden vivirlo y
darle formas concretas, conforme a sus culturas. El cuidado presupone una
relación amigable y amorosa con la realidad, de mano extendida para la
solidaridad y no de puño cerrado para la dominación. En el centro del cuidado
está la vida. La civilización deberá ser biocentrada.
Otro
dato de nuestra esencia humana es la solidaridad y la ética
que de ella se deriva. Sabemos hoy, por la bioantropología, que fue la
solidaridad de nuestros ancestros antropoides la que permitió dar el salto de
la animalidad a la humanidad. Buscaban los alimentos y los consumían
solidariamente. Todos vivimos porque existió y existe un mínimo de solidaridad,
comenzando por la familia. Lo que fue fundacional ayer, lo sigue siendo todavía
hoy.
Otro
camino ético ligado a nuestra estricta humanidad es la ética de la
responsabilidad universal, O asumimos juntos responsablemente el destino de
nuestra Casa Común o vamos a recorrer un camino sin retorno. Somos responsables
de la sostenibilidad de Gaia y de sus ecosistemas, para que podamos seguir
viviendo junto con toda la comunidad de la vida.
El
filósofo Hans Jonas, que fue el primero en elaborar «El Principio de
Responsabilidad», le agregó la importancia del miedo colectivo. Cuando
éste surge y los humanos empiezan a darse cuenta de que pueden conocer un fin
trágico o incluso llegar a desaparecer como especie, irrumpe un miedo ancestral
que los lleva a una ética de supervivencia. El presupuesto inconsciente es que
el valor de la vida está por encima de cualquier otro valor cultural, religioso
o económico.
Por
último, es importante rescatar la ética de la justicia para todos.
La justicia es el derecho mínimo que tributamos al otro de que pueda continuar
existiendo y recibiendo lo que le toca como persona. Las instituciones
especialmente deben ser justas y equitativas para evitar los privilegios y las
exclusiones sociales que tantas víctimas producen, particularmente en nuestro
Brasil, uno de los más desiguales, es decir, de los más injustos del mundo. De
ahí se explica el odio y las discriminaciones que desgarran a la sociedad,
venidos no del pueblo sino de las élites adineradas, que siempre viven del
privilegio y no aceptan que los pobres puedan subir un peldaño en la escala social.
Actualmente vivimos bajo un régimen de excepción en el que tanto la
Constitución como las leyes son pisoteadas mediante el Lawfare (la
interpretación distorsionada de la ley que el juez practica para perjudicar al
acusado).
La
justicia no vale sólo entre los humanos, sino también con la naturaleza y con
la Tierra, que son portadoras de derechos y por eso deben ser incluidas en
nuestro concepto de democracia socio-ecológica.
Éstos
son algunos parámetros mínimos para una ética válida para cada pueblo y para la
humanidad, reunida en la Casa Común. Debemos incorporar una ética de la
sobriedad compartida, para lograr lo que Xi Jinping, jefe supremo de China,
llamaba «una sociedad moderadamente abastecida»: un ideal mínimo y alcanzable.
En caso contrario podremos conocer un armagedón social y
ecológico..
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