Crisis política y desesperanza general
2018-08-18
Uno de los efectos perversos
de nuestra crisis nacional es, sin duda, la desesperanza que está contaminando
a la mayoría de las personas. Nace de la angustia de no ver ningún horizonte
desde el cual podamos atisbar una solución salvadora. Emerge la sociedad del
cansancio y de la pérdida de la alegría de vivir.
Son
las consecuencias de la falta de sentido, de que todo continuará con la misma
lógica, hecha de corrupción, de falsificación de noticias (fake news) y
de la realidad, difamación generalizada, la dominación de los poderosos sobre
las masas abandonadas a su destino.
Esta
desolación proviene también de la percepción del futuro de nuestro mundo y de
la humanidad, importa poco lo que pueda suceder. Bien lo observó el Papa
Francisco en su encíclica “Sobre el cuidado de la Casa Común”: «las
predicciones catastróficas no pueden subestimarse con desprecio e ironía. A las
próximas generaciones podríamos dejarles demasiadas ruinas, desiertos, basura.
Dado que el estilo de vida actual es insostenible, sólo puede terminar en una
catástrofe» (n. 161). Pero, ¿quién piensa en todo esto a no ser los que se
mantienen al día acerca del discurso ecológico mundial?
Por
lo tanto, además de las múltiples crisis que nos oprimen y nos hacen sufrir,
tenemos esta sombría amenaza de naturaleza ecológica.
En
este contexto, vuelven los pensamientos de molde nihilista, como los del Nobel
de biología Jacques Monod: «Es superfluo buscar una sensación objetiva de la
existencia, porque simplemente no existe. Los dioses están muertos, el hombre
está solo en este mundo» (El Azar y la Necesidad, Vozes 1979, p. 108). O
lo que el famoso C. Levy Strauss que tanto amaba a Brasil dejó escrito en sus
admirables Tristes Trópicos (1955): «el mundo comenzó sin el ser humano
y terminará sin él. Las instituciones y costumbres que he pasado toda mi vida
en inventariar y comprender son una floración pasajera de una creación en
relación a la cual no tienen sentido, a no ser, tal vez, el que permite a la
humanidad desempeñar su papel» (n. 477).
¿Pero
es que el ser humano no es lo inverso de un reloj? Éste funciona por sí mismo y
continúa según sus mecanismos internos, pero el ser humano no es un reloj.
Funciona correctamente cuando está en armonía permanente con el Todo lo que lo
envuelve por todos los lados y lo sobrepasa. Por lo tanto, debemos dejar de
lado todo antropocentrismo y asumir una lectura más holística del sentido de la
vida.
El
pensamiento del físico británico Freeman Dyson (*1923) es diferente: «Cuanto
más examino el universo y los detalles de su arquitectura, más evidencia
encuentro de que el universo sabía que un día, en el futuro, los seres humanos
naceríamos» (Disturbing the Universe, 1979, p. 250). Casi con las mismas
palabras lo dice el gran cosmólogo contemporáneo, Brian Swimme (The Universe
Story, 1996, p. 84).
Las
tradiciones espirituales y religiosas son un himno al sentido de la vida y del
mundo. Por esto, el gran estudioso de las utopías, Ernst Bloch, en sus dos
grandes volúmenes de El principio esperanza observaba: «donde hay
religión, siempre hay esperanza».
La
cuestión del sentido es inaplazable. Cito aquí al más crítico de los filósofos,
Immanuel Kant: «Que el espíritu humano abandone definitivamente las cuestiones
metafísicas (del sentido del ser y de la existencia) es tan poco probable como
esperar que nosotros, para no respirar aire contaminado, dejemos de respirar de
una vez por todas» (Prolegomena zu einer jede kunftigen Metaphysik, A
192, vol. 3, pp. 243).
Que
el Cristo del Corcovado se haya escondido detrás de las nubes no significa que
ha dejado de existir. Él está allí encima de la montaña, extendiendo sus brazos
y bendiciendo a nuestra población sufrida.
En
el Brasil de hoy debemos recuperar la esperanza de que el legado final de la
presente crisis será la configuración de otro tipo de Estado, de política y de
partidos, de justicia e incluso del destino mismo del país.
Termino
con el profeta Jeremías, que vivió en el tiempo de la esclavitud de Babilonia
bajo el rey Ciro. Los habitantes de Babilonia se burlaban de los judíos porque
ya no cantaban sus canciones y, desanimados, colgaban sus instrumentos sobre
las ramas de los sicómoros. Le preguntaron a Jeremías: «¿Tú tienes esperanza?»,
a lo que él respondió: «Tengo la esperanza de que el rey Ciro, con todo su
poder, no podrá impedir que nazca el sol». Y yo añadiría: no podrá impedir el
amor y los niños que de ahí nacerán y renovarán la especie humana.
Alimentamos
una esperanza similar de que aquellos que han provocado esta crisis, que han
roto la Constitución y no han seguido los dictados de la justicia, no
prevalecerán. Saldremos purificados, más fuertes y con un mayor sentido del
destino al que está llamado nuestro país, para beneficio de todos, empezando
por los más pobres, y para toda la humanidad.
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