domingo, 17 de febrero de 2019

Evangelizar, sí. No sacramentalizar. (DomDomingo 12º de Mateo (17.02.2019): Mateo 7,13-29)


Celebrante y leyente de la palabra de los Evangelistas, muy buena hora, ahora que lees y piensas. Es decir, que comes y bebes, que respiras y vives. 

Sabes que no estás en soledad. Estás tú y con todos tus queridos adentros vivos. Con tus adentros resucitadores, humanizadores y 'vividores' por dar vida de esa que no se acaba hasta que tú te acabes.

Es domingo y contigo 'cocino' este menú de los dos comentarios.

Sabes que el primer comentario se centra en el relato 'oficial' del Evangelio seleccionado para este domingo por quien selecciona tales lecturas. Este relato estará tomado del capítulo sexto del llamado Evangelio de Lucas. La narración de las bienaventuranzas de este narrador documentado como había dejado dicho desde las primeras líneas de su relato (Lucas 1,1-4). 

Estas bienaventuranzas del Jesús de Lucas se parecen bien poco a las bienaventuranzas del Jesús de Mateo y no se parecen en nada a las de Marcos y a las de Juan. Vamos, que es muy probable que Jesús hablara de bienaventuranzas, pero en ningún caso como lo hace cada uno de los cuatro Evangelios. 

¿No engañan entonces estos cuatro narradores? Nos cuentan la verdad de Jesús y de sus mensajes de maneras diferentes... Siento que sea así y que no me lo pueda o deba callar. 

Sabes, también leyente consciente, que mi segundo comentario está dedicado al relato del Evangelio de Mateo y que voy haciendo desde el primer domingo del pasado diciembre cuando empezábamos el Adviento y vamos ya por el final del capítulo séptimo. El final del primer discurso que colocó este Evangelista en boca de su Jesús de Nazaret. 

Este final lo constituyen tres parábolas. No una, sino tres. Tal vez la misma, pero son tres. Confieso que estas tres parábolas siempre me gustaron mucho. 

En ellas no se habla ni del cielo ni del infierno, aunque la inmensa mayoría de los comentaristas, ellos y ellas, inmensidad de místicos y teólogos, haya pensado que aquí se esté describiendo la realidad, siempre irreal por imaginada, de un INFIERNO TAN TEMIDO... y de un CIELO del más allá que si no se conquista no se alcanza.

Esas tres parábolas del Jesús de Mateo, que escribe para hacer callar a Moisés y los Profetas, hablan del único Cielo que es este cosmos, mundo, realidad que habitamos y que nos habita.

Este par de comentarios los puedes leer a continuación. También los encuentras en el archivo adjunto.
Y nada más ahora, en la mitad de este febrero de luna creciente por este hemisferio... 'del único cielo'. Gracias por estar y por leernos mutuamente...

Domingo 6º del TO (17.02.2019): Lucas  6,17. 20-26.
Evangelizar, sí. No sacramentalizar. Lo medito y escribo CONTIGO,

Adelanté en el comentario de la semana pasada que el relato de Lucas 5,12 a 6,16 no se nos leería a las gentes de a pie en ningún domingo de este año dedicado a la lectura y comprensión del Evangelio de Lucas y de su única misión: la evangelización que libera, ‘sin sacramentalizar’. El año pasado dediqué cuatro domingos (desde el 18 de marzo hasta el 8 de abril) para comentar estas cuatro unidades narrativas de Lucas: 5,12-16; 5,17-26; 5,27-39 y 6,1-11. Un mes completo. Más, ¿qué tienen de malo los versículos 18-19 de este capítulo sexto de Lucas?

Este domingo y los dos siguientes van a ser los tres domingos antes del comienzo de la Cuaresma. Y ya se sabe que con el nuevo tiempo de la liturgia de la Iglesia se abandona toda lectura seguida y ordenada en el Evangelio de Lucas. Pienso y digo que es un solemne despropósito. ¿Acaso el Evangelista Lucas no tiene nada específico sobre este tiempo llamado de Cuaresma? Seguiré comentando los Evangelios que se nos propongan, pero no me cansaré de repetir que con la santa misa de la santa Iglesia jamás se aprenderá a leer ningún Evangelio.

Escritos los dos párrafos anteriores, confieso que en estas tres próximas semanas me leeré sin prisas y sin cortapisas críticas el capítulo sexto completo de este Evangelio de Lucas en el que encuentro una muy interesante anáfora: Sucedió un sábado...” (6,1); Sucedió otro sábado...” (6,6); Sucedió que por aquellos días Jesús se fue al monte...” (6,12). Sábado tras sábado y por tierra, en el monte, por el llano o en el lago Jesús no deja de EVANGELIZAR.

El relato del Evangelio de este domingo día 17 de febrero comienza así: “Bajando del monte, Jesús se detuvo en un llano... Había allí un inmenso gentío de toda Judea, de Jerusalén y de la región costera de Tiro y Sidón que habían venido para oírle y ser curados... Toda esta gente deseaba tocarlo...” (Lc 6,17-19).

Este es el contexto en el que Lucas  pone en boca de su Jesús de Nazaret las muy famosas y recordadas ‘bienaventuranzas’ de su protagonista. Creo que nuestra iglesia no está muy satisfecha con estas bienaventuranzas que aquí podemos leer. En sus Catecismos, recordatorios y demás enseñanzas o experiencias de catequesis de la religión católica se suelen publicar las bienaventuranzas del Evangelista Mateo (Mt 5,1-16). Marcos y Juan, el primero y último de los cuatro Evangelistas, nunca ponen en boca de Jesús un discurso con sus bienaventuranzas. Por estas razones me entran serias dudas de si Jesús las dijo o no las dijo.

El lenguaje que utiliza Lucas recuerda mucho la forma de presentar los profetas sus mensajes: Felices los pobres... y... Desgraciados los ricos; Dichosos los hambrientos... y... Malditos los hartos; Bienaventurados los que lloran... y... Malaventurados los que ríen; Felices los injuriados y proscritos... y... Desgraciados los adulados y alabados (Lucas 6,20-26).

Sorprende y sonroja este lenguaje de Jesús. ¿Habló así con los doctores de las Leyes de Yavé en el Templo y con sus doce años? ¿Eran éstas sus enseñanzas de sábado en sábado en las sinagogas de su tierra de Galilea? Digo que sí, sobre todo después de leerme Lucas 6,1-11 tres veces donde queda condenado el sábado judío por desgraciado, maldito y... ¡deshumanizador!
Carmelo Bueno Heras
   
Domingo 12º de Mateo (17.02.2019): Mateo 7,13-29
“Todo cuanto deseas que te hagan, házselo a los demás” (Mateo 7,12)

El relato de Mateo 7,13-29 es el punto final al primero de los cinco discursos que este Evangelista pone en labios de su Jesús de Nazaret. Este relato explica con certera pedagogía profética el núcleo del mensaje de este Jesús sobre el reino-reinado de Dios. Este corazón del mensaje y misión de Jesús, vuelvo a recordarlo es: “Todo cuanto deseáis que os hagan los demás, hacédselo a ellos. Ésta es toda la Ley y los Profetas” (Mt 7,12).

La certera explicación de esta propuesta la explica el propio Jesús de Nazaret por medio de tres parábolas que me arriesgo a titular como ‘los dos caminos’, ‘los dos árboles’ y ‘los dos cimientos’. Dos. Por un lado se explica y habla de la Ley y de los Profetas de Israel. Por otro lado se explica y habla del proyecto de Jesús. La Ley y los Profetas están explícitamente escritos en los libros que se dice y cree inspiró Yavé Dios a Israel, su pueblo. El proyecto de Jesús está sembrado y se identifica con los deseos que cada persona atesora en sus adentros.

En Mateo 7,13-14 encontramos la parábola de los dos caminos. El ancho y el estrecho. La autopista y la vereda. Cada uno de ellos llega hasta su puerta final. La autopista acaba en la puerta ancha. La vereda acaba en la puerta estrecha. ¿Todo lo ancho no es el camino de la Ley y de los Profetas? ¡Todo lo estrecho es el camino propuesto por este Jesús de Mateo! ¿Durante cuántos siglos la interpretación de estos dos caminos se identificó con el ‘Infierno tan
Temido’, el ancho; y con el Cielo, la verada con su puerta estrecha? Así lo creía Teresa de Ávila.

En Mateo 7,15-20 encontramos la parábola de los dos árboles. El árbol de los buenos frutos y el árbol de los malos frutos. ¿El árbol de los buenos frutos no es el árbol de Jesús y de su proyecto sembrado en los adentros de cada uno de sus seguidores? El árbol malo y de sus malos frutos es el árbol de Moisés y de su Ley de Yavé y de Israel. Esta denuncia crítica de la llamada ‘Ley de Dios’ creo que nunca se aceptó con esta radicalidad dentro de la Iglesia. Cuando leo despacio y sin apasionamientos engañosos el relato de Mateo 23 se me hace más nítida aún esta imagen de la Ley como árbol malo incapaz de producir frutos buenos.

En Mateo 7,21-26 encontramos la parábola de los dos cimientos de una casa. La arena y la roca. La casa de la persona prudente, paciente y sabia frente a la casa de la persona insensata, voluble y necia. Según estas imágenes que Mateo coloca en las palabras de su Jesús, se está identificando la Religión de Israel con su Templo, Sacerdocio y Tradiciones con la necedad e insensatez de un proyecto de persona despersonalizada. En cambio, para Jesús sólo es válida y personalizada una experiencia de fe arraigada en la roca de los propios adentros. ¿Se puede hablar más claro de la obediencia que somete y anula frente a la libertad que da vida?

“Y sucedió que cuando Jesús acabó este discurso...” (Mateo 7,28-29). Leo esta expresión por primera vez en este Evangelio. Más adelante lo recordaré: Mateo 11,1; 13,53; 19,1 y 26,1. Este dato del Evangelio que leemos no tiene nada de casual. Al contrario, su autor lo hizo así a propósito. Frente a los cinco libros de la Ley de Moisés, los cinco discursos del proyecto evangelizador de Jesús de Nazaret. Por si hubiera dudas, añade el Evangelista esto otro: Jesús “enseñaba a la gente como quien tiene autoridad y no como los escribas y fariseos” (7,28-29).
Carmelo Bueno Heras 

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