Celebrante
y leyente de la palabra de los Evangelistas, muy buena hora, ahora que lees y
piensas. Es decir, que comes y bebes, que respiras y vives.
Sabes
que no estás en soledad. Estás tú y con todos tus queridos adentros vivos. Con
tus adentros resucitadores, humanizadores y 'vividores' por dar vida de esa que
no se acaba hasta que tú te acabes.
Es
domingo y contigo 'cocino' este menú de los dos comentarios.
Sabes
que el primer comentario se centra en el relato 'oficial' del Evangelio
seleccionado para este domingo por quien selecciona tales lecturas. Este relato
estará tomado del capítulo sexto del llamado Evangelio de Lucas. La narración
de las bienaventuranzas de este narrador documentado como había dejado dicho
desde las primeras líneas de su relato (Lucas 1,1-4).
Estas
bienaventuranzas del Jesús de Lucas se parecen bien poco a las bienaventuranzas
del Jesús de Mateo y no se parecen en nada a las de Marcos y a las de Juan.
Vamos, que es muy probable que Jesús hablara de bienaventuranzas, pero en
ningún caso como lo hace cada uno de los cuatro Evangelios.
¿No
engañan entonces estos cuatro narradores? Nos cuentan la verdad de Jesús y de
sus mensajes de maneras diferentes... Siento que sea así y que no me lo pueda o
deba callar.
Sabes,
también leyente consciente, que mi segundo comentario está dedicado al relato
del Evangelio de Mateo y que voy haciendo desde el primer domingo del pasado
diciembre cuando empezábamos el Adviento y vamos ya por el final del capítulo
séptimo. El final del primer discurso que colocó este Evangelista en boca de su
Jesús de Nazaret.
Este
final lo constituyen tres parábolas. No una, sino tres. Tal vez la misma, pero
son tres. Confieso que estas tres parábolas siempre me gustaron mucho.
En
ellas no se habla ni del cielo ni del infierno, aunque la inmensa mayoría de
los comentaristas, ellos y ellas, inmensidad de místicos y teólogos, haya
pensado que aquí se esté describiendo la realidad, siempre irreal por
imaginada, de un INFIERNO TAN TEMIDO... y de un CIELO del más allá que si no se
conquista no se alcanza.
Esas
tres parábolas del Jesús de Mateo, que escribe para hacer callar a Moisés y los
Profetas, hablan del único Cielo que es este cosmos, mundo, realidad que
habitamos y que nos habita.
Este
par de comentarios los puedes leer a continuación. También los encuentras en el
archivo adjunto.
Y
nada más ahora, en la mitad de este febrero de luna creciente por este
hemisferio... 'del único cielo'. Gracias por estar y por leernos mutuamente...
Domingo 6º del TO (17.02.2019): Lucas 6,17.
20-26.
Evangelizar, sí. No sacramentalizar. Lo medito y escribo CONTIGO,
Adelanté en el
comentario de la semana pasada que el relato de Lucas 5,12 a 6,16 no se nos
leería a las gentes de a pie en ningún domingo de este año dedicado a la
lectura y comprensión del Evangelio de Lucas y de su única misión: la
evangelización que libera, ‘sin sacramentalizar’. El año pasado dediqué cuatro
domingos (desde el 18 de marzo hasta el 8 de abril) para comentar estas cuatro
unidades narrativas de Lucas: 5,12-16; 5,17-26; 5,27-39 y 6,1-11. Un mes
completo. Más, ¿qué tienen de malo los versículos 18-19 de este capítulo sexto
de Lucas?
Este domingo y los
dos siguientes van a ser los tres domingos antes del comienzo de la Cuaresma. Y
ya se sabe que con el nuevo tiempo de la liturgia de la Iglesia se abandona
toda lectura seguida y ordenada en el Evangelio de Lucas. Pienso y digo que es
un solemne despropósito. ¿Acaso el Evangelista Lucas no tiene nada específico
sobre este tiempo llamado de Cuaresma? Seguiré comentando los Evangelios que se
nos propongan, pero no me cansaré de repetir que con la santa misa de la santa
Iglesia jamás se aprenderá a leer ningún Evangelio.
Escritos los dos
párrafos anteriores, confieso que en estas tres próximas semanas me leeré sin
prisas y sin cortapisas críticas el capítulo sexto completo de este Evangelio
de Lucas en el que encuentro una muy interesante anáfora: “Sucedió un
sábado...” (6,1); “Sucedió otro sábado...” (6,6); “Sucedió que
por aquellos días Jesús se fue al monte...” (6,12). Sábado tras sábado
y por tierra, en el monte, por el llano o en el lago Jesús no deja de
EVANGELIZAR.
El relato del
Evangelio de este domingo día 17 de febrero comienza así: “Bajando del
monte, Jesús se detuvo en un llano... Había allí un inmenso gentío de toda
Judea, de Jerusalén y de la región costera de Tiro y Sidón que habían venido
para oírle y ser curados... Toda esta gente deseaba tocarlo...” (Lc
6,17-19).
Este es el contexto
en el que Lucas pone en boca de su Jesús de Nazaret las muy famosas y
recordadas ‘bienaventuranzas’ de su protagonista. Creo que nuestra iglesia no
está muy satisfecha con estas bienaventuranzas que aquí podemos leer. En sus
Catecismos, recordatorios y demás enseñanzas o experiencias de catequesis de la
religión católica se suelen publicar las bienaventuranzas del Evangelista Mateo
(Mt 5,1-16). Marcos y Juan, el primero y último de los cuatro Evangelistas,
nunca ponen en boca de Jesús un discurso con sus bienaventuranzas. Por estas
razones me entran serias dudas de si Jesús las dijo o no las dijo.
El lenguaje que
utiliza Lucas recuerda mucho la forma de presentar los profetas sus mensajes:
Felices los pobres... y... Desgraciados los ricos; Dichosos los hambrientos...
y... Malditos los hartos; Bienaventurados los que lloran... y... Malaventurados
los que ríen; Felices los injuriados y proscritos... y... Desgraciados los
adulados y alabados (Lucas 6,20-26).
Sorprende y sonroja
este lenguaje de Jesús. ¿Habló así con los doctores de las Leyes de Yavé en el
Templo y con sus doce años? ¿Eran éstas sus enseñanzas de sábado en sábado en
las sinagogas de su tierra de Galilea? Digo que sí, sobre todo después de
leerme Lucas 6,1-11 tres veces donde queda condenado el sábado judío por
desgraciado, maldito y... ¡deshumanizador!
Carmelo Bueno Heras
Domingo 12º de Mateo (17.02.2019): Mateo 7,13-29
“Todo cuanto deseas que te hagan, házselo a los
demás” (Mateo
7,12)
El relato de Mateo
7,13-29 es el punto final al primero de los cinco discursos que este
Evangelista pone en labios de su Jesús de Nazaret. Este relato explica con
certera pedagogía profética el núcleo del mensaje de este Jesús sobre el
reino-reinado de Dios. Este corazón del mensaje y misión de Jesús, vuelvo a
recordarlo es: “Todo cuanto deseáis que os hagan los demás, hacédselo a
ellos. Ésta es toda la Ley y los Profetas” (Mt 7,12).
La certera explicación
de esta propuesta la explica el propio Jesús de Nazaret por medio de tres
parábolas que me arriesgo a titular como ‘los dos caminos’, ‘los dos árboles’ y
‘los dos cimientos’. Dos. Por un lado se explica y habla de la Ley y de los
Profetas de Israel. Por otro lado se explica y habla del proyecto de Jesús. La
Ley y los Profetas están explícitamente escritos en los libros que se dice y
cree inspiró Yavé Dios a Israel, su pueblo. El proyecto de Jesús está sembrado
y se identifica con los deseos que cada persona atesora en sus adentros.
En Mateo 7,13-14 encontramos
la parábola de los dos caminos. El ancho y el estrecho. La
autopista y la vereda. Cada uno de ellos llega hasta su puerta final. La
autopista acaba en la puerta ancha. La vereda acaba en la puerta estrecha.
¿Todo lo ancho no es el camino de la Ley y de los Profetas? ¡Todo lo estrecho es
el camino propuesto por este Jesús de Mateo! ¿Durante cuántos siglos la
interpretación de estos dos caminos se identificó con el ‘Infierno tan
Temido’, el ancho;
y con el Cielo, la verada con su puerta estrecha? Así lo creía Teresa de Ávila.
En Mateo 7,15-20 encontramos
la parábola de los dos árboles. El árbol de los buenos frutos y el
árbol de los malos frutos. ¿El árbol de los buenos frutos no es el árbol de
Jesús y de su proyecto sembrado en los adentros de cada uno de sus seguidores?
El árbol malo y de sus malos frutos es el árbol de Moisés y de su Ley de Yavé y
de Israel. Esta denuncia crítica de la llamada ‘Ley de Dios’ creo que nunca se
aceptó con esta radicalidad dentro de la Iglesia. Cuando leo despacio y sin
apasionamientos engañosos el relato de Mateo 23 se me hace más nítida aún esta
imagen de la Ley como árbol malo incapaz de producir frutos buenos.
En Mateo 7,21-26 encontramos
la parábola de los dos cimientos de una casa. La arena y la
roca. La casa de la persona prudente, paciente y sabia frente a la casa de la
persona insensata, voluble y necia. Según estas imágenes que Mateo coloca en
las palabras de su Jesús, se está identificando la Religión de Israel con su
Templo, Sacerdocio y Tradiciones con la necedad e insensatez de un proyecto de
persona despersonalizada. En cambio, para Jesús sólo es válida y personalizada
una experiencia de fe arraigada en la roca de los propios adentros. ¿Se puede
hablar más claro de la obediencia que somete y anula frente a la libertad que
da vida?
“Y sucedió que
cuando Jesús acabó este discurso...” (Mateo 7,28-29). Leo esta expresión
por primera vez en este Evangelio. Más adelante lo recordaré: Mateo 11,1;
13,53; 19,1 y 26,1. Este dato del Evangelio que leemos no tiene nada de casual.
Al contrario, su autor lo hizo así a propósito. Frente a los cinco libros de la
Ley de Moisés, los cinco discursos del proyecto evangelizador de Jesús de
Nazaret. Por si hubiera dudas, añade el Evangelista esto otro: Jesús “enseñaba
a la gente como quien tiene autoridad y no como los escribas y fariseos” (7,28-29).
Carmelo Bueno Heras
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