Beata Petra de San José Pérez Florido, virgen y fundadora
fecha: 16 de agosto
n.: 1845 - †: 1906 - país: España
canonización: B: Juan Pablo II 16 oct 1994
hagiografía: Congregación
n.: 1845 - †: 1906 - país: España
canonización: B: Juan Pablo II 16 oct 1994
hagiografía: Congregación
Elogio: En Barcelona, en España, beata Petra
de San José (Ana Josefa) Pérez Florido, virgen, que ofreció con alegría un
cuidado asiduo a los ancianos abandonados y fundó la Congregación de Madres de
Desamparados y San José de la Montaña, para atención de los pobres.

La beata Petra de San José nació el 7 de
diciembre de 1845, en el Valle de Abdalajís (Málaga). En el bautismo recibió el
nombre de Ana Josefa. Fue la más pequeña de cinco hermanos. Sus padres, José
Pérez Reina y María Florido González, la educaron en un ambiente familiar
verdaderamente cristiano. A través de sus escritos, de los testimonios de
quienes la conocieron y de la obra que nos dejó, se llega a la conclusión de
que poseía una fuerte y magnética personalidad: inteligente, de agudo ingenio,
segura de sí, tenaz, afectiva y emotiva, pero equilibrada, muy sensible al
dolor ajeno, alegre, sencilla, de simpatía arrolladora, con un claro y
coherente proyecto de vida... Cualidades que, luego, se verían dinamizadas y
transformadas por el Espíritu de Dios, al que siempre se mantuvo abierta.
Al llegar a la adolescencia, como
cualquier joven de su edad, Ana Josefa se enamoró de un apuesto joven del
pueblo, José Mir, al que amó mucho y con el que rompió, cuando Cristo, de
manera muy singular, se cruzó en su vida. A partir de entonces no tuvo otro
deseo que consagrarse totalmente a Él. Con la firmeza y tenacidad que siempre
la caracterizaron, al ver que el camino hacia la vida religiosa le estaba
vedado, de momento, por la oposición de su padre, decidió vivir su entrega al
Señor en su mismo pueblo, dedicándose a la oración y al cuidado de los más
necesitados, especialmente de los ancianos abandonados. Su entrega al Señor y
su espíritu de servicio los compartió, primeramente, con una joven muy piadosa
y caritativa, Josefita Muñoz Castillo, y, más tarde, con Frasquita e Isabel
Bravo Muñoz y con Rafaela Conejo Muñoz. Con ellas extendió su acción caritativa
hasta el vecino pueblo de Álora.
Una vez muerto su padre, en 1877, la senda
hacia la vida religiosa queda despejada. Por consejo de su confesor, ingresa en
la naciente Congregación de las Mercedarias de la Caridad, en 1878. Unos meses
más tarde, convencida de que el Señor no la quiere allí, sale de las
Mercedarias. Guiada por su confianza en el Señor y por su profundo sentido de
fidelidad a la Iglesia, presenta su situación al Obispo de Málaga, D. Manuel
Gómez Salazar, que, con palabra profética, pone fin a su incertidumbre y le
señala un camino que ella, en su humildad y sencillez, jamás se había
planteado: Fundadora de una nueva familia religiosa en la Iglesia, las Madres
de Desamparados.
Las compañeras del Valle que la habían
seguido al entrar en la Congregación de las Mercedarias -Frasquita, Isabel y
Rafaela- la siguen, igualmente ahora, al salir de la misma; ya que comprenden,
lo mismo que ella, que el Señor no las llama por ese camino. Las tres, como
Madre Petra, serán Madres de Desamparados, formarán parte de la primitiva
Comunidad Fundacional y llevarán, respectivamente, los nombres de Madre
Magdalena de San José, Madre Natividad de San José y Madre Trinidad de San
José.
Madre Petra comienza su itinerario de
Madre de Desamparados con la emisión de sus Votos temporales, en la Iglesia de
San Juan Bautista de Vélez-Málaga, el 2 de febrero de 1881. Su consagración
definitiva al Señor tuvo lugar en la Casa de Ronda (Málaga), el 15 de octubre
de 1892. La andadura vocacional de Madre Petra no fue, precisamente, un camino
de rosas. Quiso seguir a Cristo con la máxima fidelidad, por lo que la cruz del
Señor se le hizo presente de muchos modos. Asusta contemplar las muchas
dificultades, persecuciones, calumnias, soledad y, finalmente, enfermedad, que
marcaron su vida, ya desde los comienzos. También asombra el comprobar su
actitud de confianza ilimitada en el Señor, en medio de las adversidades, así
como la exquisita caridad y elegancia de espíritu con que respondió siempre a
los que la calumniaron y la hicieron sufrir.
La vida de Madre Petra se caracteriza
también por conseguir equilibrio entre la contemplación y la acción apostólica.
Su amor apasionado a Cristo la lleva a buscarlo, tanto en la soledad y el
silencio como en el rostro de los ancianos y niños desamparados. Agotada por su
entrega sin límites, por las persecuciones sufridas y por una grave enfermedad,
murió a los 60 años, en Barcelona, el 16 de agosto de 1906. El 16 de octubre de
1994 fue beatificada por SS. Juan Pablo II.
fuente: Congregación
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