Santa Bonifacia Rodríguez Castro, virgen y fundadora
fecha: 8 de agosto
n.: 1837 - †: 1905 - país: España
canonización: B: Juan Pablo II 9 nov 2003 - C: Benedicto XVI 23 oct 2011
hagiografía: Vaticano
n.: 1837 - †: 1905 - país: España
canonización: B: Juan Pablo II 9 nov 2003 - C: Benedicto XVI 23 oct 2011
hagiografía: Vaticano
Elogio: En la ciudad de Zamora, en España,
santa Bonifacia Rodríguez Castro, virgen, que fundó la Congregación de las
Siervas de San José, para promover cristiana y socialmente a la mujer mediante
la oración y el trabajo, según el ejemplo de la Sagrada Familia.

Bonifacia Nace en Salamanca (España) el 6
de junio de 1837 en el seno de una familia artesana. Sus padres, Juan y María
Natalia, eran profundamente cristianos, siendo su principal preocupación la
educación en la fe de sus seis hijos, de los cuales Bonifacia era la mayor. Su
primera escuela es el hogar de sus padres, donde Juan, sastre, tenía instalado
su taller de costura, por lo que Bonifacia lo primero que ve al nacer es un
taller. Terminados los estudios primarios, aprende el oficio de cordonera, con
el que comienza, a la muerte de su padre, a ganarse la vida por cuenta ajena a
los quince años, para ayudar a su madre a sacar adelante la familia. La
necesidad de trabajar para vivir configura desde muy pronto su recia
personalidad, experimentando en carne propia las duras condiciones de la mujer
trabajadora de la época: horario agotador y exiguo jornal.
Pasadas las primeras estrecheces
económicas, monta su propio taller de «cordonería, pasamanería y demás
labores», en el que trabaja con el mayor recogimiento posible e imita la vida
oculta de la Familia de Nazaret. Tenía gran devoción a María Inmaculada y a san
José, devociones de suma actualidad después de la proclamación del dogma de la Inmaculada
Concepción en 1854 y de la declaración de san José como patrono de la Iglesia
universal en 1870.
A partir de 1865, fecha del matrimonio de
Agustina, única de sus hermanos que alcanza la edad adulta, Bonifacia y su
madre, que se habían quedado solas, se entregan a una vida de intensa piedad,
acudiendo todos los días a la cercana Clerecía, iglesia regentada por la
Compañía de Jesús. Un grupo de chicas de Salamanca, amigas suyas, atraídas por
su testimonio de vida, comienzan a acudir a su casa-taller los domingos y
festivos por la tarde para verse libres de las peligrosas diversiones de la
época. Buscaban en Bonifacia una amiga que las ayudara. Juntas deciden formar
la Asociación de la Inmaculada y san José, llamada después Asociación Josefina.
Bonifacia se siente llamada a la vida
religiosa. Su gran devoción a María hace que su corazón vaya acariciando el
proyecto de hacerse dominica en el convento salmantino de Santa María de
Dueñas. Pero un acontecimiento de trascendental importancia va a cambiar el
rumbo de su vida: el encuentro con el jesuita catalán Francisco Javier Butinyà
i Hospital, natural de Bañolas-Girona (1834-1899), que llega a Salamanca en
octubre de 1870 con una gran inquietud apostólica hacia el mundo de los
trabajadores manuales. Para ellos estaba escribiendo «La luz del menestral, o
sea, colección de vidas de fieles esclarecidos que se santificaron en
profesiones humildes». Atraída por su mensaje evangelizador en torno a la
santificación del trabajo, Bonifacia se pone bajo su dirección espiritual. A
través de ella Butinyà entra en contacto con las chicas que frecuentaban su
taller, la mayor parte también trabajadoras manuales.
Bonifacia le confía su decisión de hacerse
dominica, pero Butinyà le propone fundar con él la Congregación de Siervas de
san José, a lo que Bonifacia accede con docilidad. Juntamente con otras seis
mujeres de la Asociación Josefina, entre ellas su madre, da inicio en
Salamanca, en su proprio taller, a la vida de comunidad el 10 de enero de 1874,
momento muy conflictivo en la vida política del país.
Tres días antes, el 7 de enero, el obispo
de Salamanca, D. Joaquin Lluch i Garriga, había firmado el Decreto de Erección
del Instituto. Catalán como Butinyà, natural de Manresa-Barcelona (1816-1882),
desde el primer momento había secundado con el mayor entusiasmo la nueva
fundación. Se trataba de un novedoso proyecto de vida religiosa femenina,
inserta en el mundo del trabajo a la luz de la contemplación de la Sagrada
Familia, recreando en las casas de la Congregación el Taller de Nazaret. En
este taller las Siervas de san José ofrecían trabajo a las mujeres pobres que
carecían de él, evitando así los peligros que en aquella época suponía para
ellas salir a trabajar fuera de casa.
Era una forma de vida religiosa demasiado arriesgada
para no tener oposición. En seguida es combatida por el clero diocesano de
Salamanca, que no capta la hondura evangélica de esta forma de vida tan cercana
al mundo del trabajo. A los tres meses de la fundación Francisco Butinyà es
desterrado de España con sus compañeros jesuitas y en enero de 1875 el obispo
Lluch i Garriga es trasladado como obispo a Barcelona. Bonifacia se ve sola al
frente del Instituto a tan sólo un año de su nacimiento.
Los nuevos directores de la comunidad,
nombrados por el obispo entre los sacerdotes seculares, siembran
imprudentemente la desunión entres las hermanas, algunas de las cuales,
apoyadas por ellos, comienzan a oponerse al taller como forma de vida y a la
acogida de la mujer trabajadora en él. Bonifacia Rodríguez, fundadora, que
encarnaba con perfección el proyecto que había dado origen a las Siervas de san
José, no consiente cambios en el carisma definido por el P. Butinyà en las
Constituciones. Pero el director de la Congregación, aprovechando un viaje de
Bonifacia a Girona en 1882 (efectuado para establecer la unión con otras casas
de Siervas de san José que Francisco Butinyà había fundado en Cataluña a su
vuelta del destierro), promueve su destitución como superiora y orientadora del
Instituto.
Humillaciones, rechazo, desprecios y
calumnias recaen sobre ella para hacerla salir de Salamanca. La única respuesta
de Bonifacia es el silencio, la humildad y el perdón. Sin una palabra de
reivindicación o protesta, deja que se impriman en ella los rasgos de Jesús,
silencioso ante quienes lo acusaban. Como solución al conflicto, Bonifacia
propone al obispo de Salamanca, D. Narciso Martínez Izquierdo, la fundación de
una nueva comunidad en Zamora. Aceptada jurídicamente por él y por el obispo de
Zamora, D. Tomás Belestá y Cambeses, Bonifacia sale acompañada de su madre
camino de esta ciudad el 25 de julio de 1883, llevando en su corazón el Taller
de Nazaret, su tesoro. Y en Zamora le da vida con toda fidelidad, mientras en
Salamanca comienzan las rectificaciones a un proyecto incomprendido.
La casa madre de Salamanca se desentiende
totalmente de Bonifacia y de la fundación de Zamora, dejándola sola y
marginada, y, bajo la guía de los superiores eclesiásticos, lleva a cabo
modificaciones en las Constituciones de Butinyà para cambiar los fines del
Instituto. El 1 de julio de 1901 León XIII concede la aprobación pontificia a
las Siervas de san José, solicitada por la casa madre, quedando excluida la
casa de Zamora. Es el momento cumbre de la humillación y despojo de Bonifacia, lo
es también de su grandeza de corazón. No recibiendo contestación del obispo de
Salamanca, D. Tomás Cámara y Castro, llevada por su fuerza de comunión, se pone
en camino hacia Salamanca para hablar personalmente con aquellas hermanas. Pero
al llegar a la Casa de santa Teresa le dicen: «tenemos órdenes de no
recibirla», y se vuelve a Zamora con el corazón partido de dolor. Sólo se
desahoga mansamente con estas palabras: «No volveré a la tierra que me vio
nacer ni a esta querida Casa de santa Teresa». Y de nuevo el silencio sella sus
labios, de modo que la comunidad de Zamora sólo después de su muerte se entera
de lo ocurrido.
Ni siquiera este nuevo rechazo la separa
de sus hijas de Salamanca y, llena de confianza en Dios, comienza a decir a las
hermanas de Zamora: «cuando yo muera», segura de que la unión se realizaría
cuando ella faltase. Con esta esperanza, rodeada del cariño de su comunidad y
de la gente de Zamora que la veneraban como a una santa, fallece en esta ciudad
el 8 de agosto de 1905. El 23 de enero de 1907 la casa de Zamora se incorpora
al resto de la Congregación. Bonifacia es beatificada en 2003 y canonizada por
Benedicto XVI en 2011.
fuente: Vaticano
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ingreso o última modificación relevante: ant 2012
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