San Nicolás I, papa
fecha: 13 de noviembre
†: 867 - país: Italia
canonización: pre-congregación
hagiografía: «Vidas de los santos de A. Butler», Herbert Thurston, SI
†: 867 - país: Italia
canonización: pre-congregación
hagiografía: «Vidas de los santos de A. Butler», Herbert Thurston, SI
Elogio: En la basílica de San Pedro, de Roma, san Nicolás I, papa, que
sobresalió por su energía apostólica al reafirmar la autoridad del Romano
Pontífice en toda la Iglesia.
refieren a este santo: San Adón de
Vienne

Cuando Nicolás I murió, el 13 de noviembre
del año 867, después de nueve años de pontificado, todos los hombres de buena
voluntad le lloraron. Los romanos consideraron los aguaceros que cayeron
entonces sobre Roma como una señal de la pena del cielo, porque el difunto Papa
había merecido realmente los títulos de «santo» y «grande» que las futuras
generaciones habían de darle. Uno de sus contemporáneos escribía: «Desde la
época del bienaventurado Gregorio (el Grande), no había ocupado la cátedra
pontificia ninguno que pudiera comparársele. Nicolás daba órdenes a los reyes y
señores como si fuese el amo del mundo. Era amable, bondadoso y modesto con los
obispos y sacerdotes buenos y con los buenos cristianos; en cambio, era duro y
terrible con los malvados. Puede decirse con verdad que Dios nos dio en él a un
segundo Elías».
En efecto, Nicolás I fue el papa más
grande entre Gregorio I y Gregorio VII (Hildebrando). Pertenecía a una
distinguida familia romana, y Sergio II le tomó a su servicio. San León IV y
Benedicto III le emplearon también. Cuando murió este último, el año 858,
Nicolás, que no era más que diácono, fue elegido Papa. Su primer problema fue
hacer frente a la delicada situación de Constantinopla, que era la segunda sede
de la cristiandad. En el artículo sobre san Ignacio de
Constantinopla relatamos la forma en que Bardas César y el
emperador Miguel III desposeyeron de su sede al patriarca y pusieron a Focio en
su lugar. Sobrevinieron otras complicaciones y todo el pontificado de san
Nicolás se resintió por la dificultad en las relaciones entre Roma y
Constantinopla. A ese propósito, san Nicolás I recibió una carta del monarca
búlgaro, Boris, recientemente bautizado, quien le hacía diversas preguntas. La
respuesta de san Nicolás fue «una obra maestra de prudencia pastoral que
constituye uno de los más bellos documentos de la historia del pasado». El
santo reprochó a Boris la crueldad con que trataba a los paganos y le prohibió
tratar de convertirlos por la fuerza. Igualmente, incitó a los búlgaros a ser
menos supersticiosos, menos crueles en la guerra y a no emplear la tortura.
Naturalmente, san Nicolás hubiese querido que esa nueva porción de la
cristiandad se sometiese a su autoridad; pero Boris eligió finalmente la
autoridad de Constantinopla.
San Nicolás I fue un valiente defensor de
la integridad del matrimonio, de los débiles y oprimidos, y de la igualdad de
todos los hombres ante la ley de Dios. No sólo tuvo que defender el sacramento
del matrimonio contra el rey Lotario de Lorena, sino también contra los obispos
complacientes que habían aprobado el divorcio de éste y su nuevo matrimonio.
Cuando Carlos el Calvo, de Borgoña, consiguió que Ios obispos francos
excomulgasen a su hija Judit por haber contraído matrimonio con Balduino de
Flandes sin permiso de su padre, Nicolás intervino en favor de la libertad del
matrimonio, recomendó a los obispos que en adelante se mostrasen menos severos
y pidió a Hincmaro de Reims que tratase de reconciliar a Carlos con su hija.
Hincmaro fue sin duda una figura preclara
entre los obispos de la Edad Media, pero era un hombre soberbio y ambicioso.
Con motivo de la apelación a la Santa Sede, hecha por uno de los sufragáneos de
Hincmaro contra la sentencia de su metropolitano, san Nicolás I, lo mismo que
otros papas, tuvo que obligar a éste a reconocer el derecho de la Santa Sede a
intervenir en los asuntos de importancia. San Nicolás excomulgó también por dos
veces al arzobispo Juan de Ravena, a causa de la intolerancia con que trataba a
sus sufragáneos y a otros miembros del clero y también, porque se oponía abiertamente
a las decisiones de Roma. Por su actitud, adquirió el Papa la fama de ser un
juez justo y firme y mucha gente de todas las clases sociales y de todos los
puntos de Europa, acudió a él en demanda de justicia.
Con la caída del imperio de Carlomagno, la
situación de la Iglesia de Occidente era muy delicada. Cuando Nicolás I
ascendió al trono pontificio, los nobles concedían y arrebataban a su gusto las
sedes episcopales y, con frecuencia, las ponían en manos de obispos jóvenes,
inexpertos y aun viciosos. El arma de la excomunión se empleaba constantemente
sin la menor discreción (y así se hizo durante mucho tiempo). El desprecio con
que se miraba a algunos miembros del clero, se había transformado en desprecio
por los cargos que ocupaban. Finalmente, las prácticas penitenciales habían
degenerado o caído en el olvido, con lo que se había producido una gran
corrupción de costumbres. San Nicolás hizo cuanto pudo por oponerse a esos
abusos durante su breve pontificado y combatió infatigablemente la maldad y la
injusticia, lo mismo entre el alto y el bajo clero que entre los laicos.
Ciertamente que san Nicolás no carecía de ambición, pero su objetivo consistía
en colocar a la Santa Sede en una situación privilegiada para que pudiese hacer
mayor bien a las almas. Se ha acusado a Nicolás I de haber empleado las «Falsas
Decretales» sabiendo que eran falsas. En realidad, las usó muy poco y sin saber
que eran falsas, pues nadie sabía eso antes del siglo XV. Las Falsas Decretales
-colección mezcla de documentos falsos y auténticos de los primeros siglos de
la Iglesia, fueron compuestas en Francia, de donde pasaron a Italia, y se
usaron para afirmar la autoridad de las sedes episcopales frente a los reyes.
El anglicano Milman escribió a este propósito: «Si Nicolás I trató
despectivamente a los reyes de Francia, debemos reconocer que el poder real se
había ganado el desprecio del mundo entero. Cierto que Nicolás anuló un decreto
de un sínodo nacional, constituido por los más distinguidos prelados de la
Galia, pero el sínodo había sido ya condenado por todos aquéllos que estaban en
favor de la justicia y la inocencia». Cuando surgía un escándalo o un desorden,
el Pontífice «no dejaba descanso a su cuerpo ni reposo a sus miembros» hasta
que hubiese hecho todo lo posible por poner el remedio.
San Nicolás se mostró especialmente
solícito en los asuntos de su diócesis, sin descuidar por ello los asuntos de
toda la cristiandad. Por ejemplo, tenía una lista de todos los inválidos de
Roma, a los que enviaba diariamente la comida a sus casas. Además, en el
palacio del Pontífice se repartían víveres a los pobres que no estaban
postrados; cada uno recibía una especie de talón en el que estaba marcado el
día de la semana en que debía presentarse a recoger las provisiones. La salud de
san Nicolás no era muy fuerte, y la energía con que trabajaba acabó por
arruinarla. «Nuestro Padre celestial, escribió el Pontífice, se ha complacido
en visitarme con tan fuertes dolores, que no sólo no me dejan responder
personalmente a vuestras preguntas, pero ni siquiera dictar mis respuestas». La
muerte le sobrevino en Roma, el 13 de noviembre de 867. San Nicolás el Grande,
cuya fiesta se celebra todos los años en Roma, fue un hombre «paciente y
moderado, humilde y casto, de rostro hermoso y agradable presencia. Se
expresaba con gran sabiduría y modestia, como si ignorase la grandeza de sus
actos. Fue muy penitente y amante de los Sagrados Misterios, amigo de las
viudas y los huérfanos y paladín de toda la cristiandad», dice el Liber
Pontificalis. Cuando san Nicolás yacía inconsciente en su lecho de muerte, uno
de sus servidores le robó el dinero que había reunido para los pobres.
La figura de san Nicolás pertenece a la
historia general de la Iglesia. No existe ninguna biografía primitiva que trate
de sus virtudes personales. El relato del Liber Pontificales (edic. Duchesne,
vol. II, pp. 151-172), debido probablemente a la pluma de Anastasio el
Bibliotecario, tiene menos carácter de inventario que otras noticias
biográficas anteriores. Es excelente la biografía que se encuentran en Mann,
Lives of the Popes, vol. III (1906), pp. 1-148; hay allí una lista de las
principales fuentes y obras que merecen consultarse. Pero desde entonces han
visto la luz otros documentos importantes. La correspondencia de Nicolás I
puede verse en Migne, PL., vol. CXIX, y en Monumenta Germaniae Historica,
Epistolae, vol. VI. Acerca de la cuestión de las falsas Decretales, véase a P.
Fournier y G. Le Bras, en Histoire des Collections canoniques en Occident, vol.
I (1931), pp. 127-233; y J. Haller, Nikolaus I und Pseudo-Isidor (1936). Sobre
el período en general puede consultarse en castellano H. Jedin, Manual de
Historia de la Iglesia, Tomo III, sección tercera, pág 124ss., Herder, 1980.
fuente: «Vidas de los santos de A. Butler», Herbert Thurston, SI
accedida 2538 veces
ingreso o última modificación relevante: ant 2012
Estas biografías de santo son propiedad de
El Testigo Fiel. Incluso cuando figura una fuente, esta ha sido tratada sólo
como fuente, es decir que el sitio no copia completa y servilmente nada, sino
que siempre se corrige y adapta. Por favor, al citar esta hagiografía,
referirla con el nombre del sitio (El Testigo Fiel) y el siguiente
enlace: https://www.eltestigofiel.org/index.php?idu=sn_4148
No hay comentarios:
Publicar un comentario