Asunto: Un dato histórico
que te recomiendo leer.
Si tu movimiento, tu causa,
exige ensalzar al grado de profetisa a una adolescente sin más conocimientos
que cualquier otra y con bastantes más anomalías
psicológicas, tu movimiento y tu causa son un fraude. Un fraude pedofrástico,
por usar el neologismo inventado por Nicholas Nassim Taleb y recogido por el
profesor Miguel Ángel Quintana.
Hoy voy a hablarles de una
niña que denunció una crisis apocalíptica y ‘ordenó’, para conjurarla, una
drástica reducción de la riqueza, con un resultado desastroso. Y no, no me
refiero a Greta Thunberg, que por ahora no se ha salido con la suya. Me refiero
a Nongqawuse.
Nongqawuse era una
quinceañera huérfana de la etnia xhosa en la Sudáfrica colonial británica
cuando un día de primavera, en 1856, volvió del río y le dijo a su tío que se
le habían aparecido los espíritus de sus ancestros para darle instrucciones
bastante precisas al pueblo.
Bajo el dominio británico, los xhosa, el mayor pueblo de
la zona, no vivían precisamente en la abundancia. No participaban en absoluto
en la gestión de la colonia, sino que malvivían como ganaderos y agricultores,
expuestos a epidemias humanas o del ganado y a malas cosechas, por no hablar de
la humillación, dolorosa para un pueblo orgulloso, de vivir bajo el yugo
extranjero en su propia tierra.
La profecía
pasó de la niña a su tío, que convenció al jefe tribal, Sarili ka Hintsa, que
empezó dando ejemplo, quemando sus propias cosechas y sacrificando sus propias
reses
Pero esta penosa situación, anunciaban los espíritus por
boca de Nongqawuse, estaba a punto de acabar si los xhosa seguían al pie de la
letra las instrucciones que había transmitido a la adolescente: debían
destruir las cosechas y matar al ganado como sacrificio a los antepasados, que
volverían del País de los Muertos con todos los grandes guerreros difuntos para
arrojar a los blancos al mar y traer a los xhosa una Edad de Oro.
Nadie haría algo tan tonto, ¿verdad? Pues sí, pasó y, de
forma más sutil, pasa continuamente. Pero sigamos. La tensión con los
británicos estaba en su punto más elevado, las cosechas eran escasas y el
ganado sufría continuas epidemias, así que lo que ofrecía la profecía de
Nongqawuse sonaba bien y, desde luego, era más fácil. Así que la profecía pasó
de la niña a su tío, que convenció al jefe tribal, Sarili ka Hintsa, que empezó
dando ejemplo, quemando sus propias cosechas y sacrificando sus propias
reses.
La profecía corrió como la
pólvora, y pronto estaban casi todos quemando sus cosechas y matando sus
cabezas de ganado como locos, literalmente. Se calcula que de los 70.000 xhosa
que vivían entonces en la colonia de El Cabo, solo un 15% se negó a seguir las
instrucciones de la profecía, y sufrieron una enorme presión por parte de la
mayoría, que les calificaba de “apestosos” y les acosaba para que fueran
‘solidarios’. Nongqawuse seguía recibiendo visiones y conminando a la
destrucción, anunciando finalmente la fecha del comienzo de la
Edad de Oro.
La fecha llegó y pasó sin que, naturalmente, ocurriera
nada. Se cambió la fecha -esto también suena, ¿verdad?-, pero nada, ni el sol
se volvía rojo ni llegaban los muertos con magníficas reses y cereal en
abundancia. Y ya no quedaba cereal ni carne para comer.
Más de la mitad, 40.000, murieron de hambre, y el
resto se vio obligado a renunciar a sus tierras para ir a trabajar como
jornaleros en régimen de semiesclavitud para los blancos.
Nongqawuse, antes de que estallara la tragedia y viéndola venir, se había refugiado
con los británicos.
La humanidad no ha andado escasa de vendedores de
crecepelo ideológicos que explotan la eterna atracción de los humanos por el
paraíso, por la situación ideal e idílica, igual que ha escuchado a los
agoreros portadores del apocalipsis. Hoy los tenemos reunidos en
Madrid con esa escenificación patética de beber agua del grifo y no encender la
calefacción en el recinto ferial, después de haber quemado toneladas de
combustibles fósiles para llegar a la Cumbre del Clima. Su mensaje viene
amplificado y popularizado por una adolescente sueca neurotípica, Greta
Thunberg, quien ya empieza a colar mensajes que van bastante más allá de su
catastrofismo elemental: Greta culpa de la debacle que se cierne sobre el
planeta al capitalismo y al heteropatriarcado,
¿les suena?
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