La vida entre guerras
2025, 20 de julio. Domingo 16º del TO C: Lucas 10,38-42. Leo y escribo Contigo:
Una mujer recibe a Jesús en su casa
Por fin, en dos domingos consecutivos se nos leen dos relatos seguidos pertenecientes al mismo Evangelio. Después de habernos empapado del mensaje de la parábola del samaritano bueno, Lucas nos cuenta esto: “Yendo ellos de camino, entró en un pueblo y una mujer lo recibió en su casa…” (10,38).
Ese ‘camino’ es el camino del que empezó a hablar el Evangelista en 9,51. Es el camino que subía desde Galilea hasta Jerusalén. El camino que recorrían los buenos judíos del norte para llegar a la capital de Judea, sobre todo, en los días cercanos a las fiestas de Israel: Pascua, Tiendas, Dedicación del Templo… Es, muy probablemente, el llamado ‘Camino o ruta de los Galileos". Un camino que bordeaba muy hábilmente las tierras de Samaría por ser paganas, impuras, contaminadas, enemigas y contaminadoras… Por eso resonó tan blasfema en el judaísmo la parábola del samaritano que le cuenta Jesús al jurista de la Ley de Moisés.
¿Quiénes son esos ‘ellos’? Que el lector decida la respuesta, pero que se haga después de haber leído 10,1, donde el Evangelista habla de setenta y dos seguidores enviados por Jesús. Después de haber leído 9,18, donde el Evangelista habla de los discípulos que acompañaban a Jesús sin aludir a cuántos pudieron ser. Después de haber leído 8,1-3, donde el Evangelista habla de Doce y de un generoso puñado de mujeres.
¿Importa mucho este dato de quiénes y cuántos seguían a Jesús de Nazaret por ese camino de los galileos que lleva a Jerusalén? A mí sí que me importa mucho. ¿Por qué dice el Evangelista que ‘yendo ellos’ (en plural) entró (en singular) en…? Está claro que este singular se refiere a Jesús de Nazaret. Sólo él entra en el pueblo y en la casa de una mujer llamada Marta que tiene otra hermana llamada María. Y nada se dice, lo advierto, de que con ellas viva ningún hermano, ningún Lázaro. Recuerdo esto porque estas dos hermanas, aquí en Lucas, no son las mismas que las que aparecen nombradas en el Evangelio de Juan (11-12), que viven en Betania, cerquita de Jerusalén, con su enfermo hermano Lázaro.
Todas las personas que acompañaban a Jesús se quedaron fuera de la casa y fuera del pueblo. ¿No se parecen al sacerdote y al levita de la parábola recién contada que pasan de largo al ver el desvivimiento del apaleado, maltratado, marginado… de la vida? Sin embargo, ¿qué hace este Jesús del que nos habla y en quien cree Lucas? No tiene prisa por llegar a Jerusalén y a su Templo, hecho que sucederá y se contará en 19,28. Se detiene, entra en una casa y se queda dentro de ella y con quienes están en ella. Justo lo mismo que había hecho el samaritano de la parábola y los demás samaritanos de la historia: “Vete y haz tú lo mismo” (10,37).
Para este Jesús no existe la frontera de la tierra: judíos frente a samaritanos. No existe la frontera de los géneros: hombres frente a mujeres. ¡No existe la frontera de la religión: hacer cosas y ritos frente a la única tarea que es amar!
La experiencia de la fe es saberse y hacerse queridos unos de otros. Como el samaritano y como este Jesús de Nazaret en una casa de Samaría. ¿Así es como se ama? Así lo entiendo aquí. Y es lo único que importa. ¿Quién nos adoctrinó con que esta Marta es ‘la vida de perfección activa’ y esa María ‘la contemplativa’?
Carmelo Bueno Heras. En Burgos, 17.07.2026. También en Madrid, 20.07.2025.
Comentario segundo:
CINCO MINUTOS con el Evangelio de Lucas para leerlo ordenadamente y desde el principio hasta el final. Semana 34ª (20.07.2025): Lucas 12,1-59.
La persona es lo único que importa de verdad
Sigo con la lectura, y su comentario, en el Evangelio de Lucas. Recuerdo que este narrador nos ha dejado a Jesús y a los acompañantes en el ‘camino de subida a Jerusalén’. Y no hay movimiento de avance o retroceso en ese camino. Lo que sí hay es, una vez más, las enseñanzas evangelizadoras que coloca el Evangelista en boca de su Jesús de Nazaret. La anáfora ‘En esto’ (Lc 12,1) me resitúa como lector en el relato.
Vuelve a sorprender este dato de Lucas 12,1: “Habiéndose reunido miles y miles de personas, hasta pisarse unas a otras, Jesús se puso a decir, primeramente, a sus discípulos”. Este mensaje de Jesús a los suyos lo leemos en Lc 12,1-12.
No son palabras ‘bonitas’. Son más bien palabras de exigencia. Y alguna que otra muy dura, como las de 12,10. Ser discípulo implica seguir otro camino muy distinto al que siguen los fariseos y los expertos en la Ley judía y en ‘su espíritu’.
Una nueva anáfora en el relato orienta al lector para que no se pierda en este ‘camino’: “Uno de entre la gente le dijo: di a mi hermano que reparta la herencia conmigo” (Lc 12,13). Esta cuestión de la herencia se ramifica en un puñado nada despreciable de implicaciones: la primera de ellas es la codicia que bien pudiéramos traducir por el escandaloso ánimo de lucro desenfrenado del ser humano (Lc 12,13-21).
¿Existe alguna alternativa o camino nuevo ante la desmesura de la ostentación religiosa y todo su lujoso boato? Existe para quien escucha a este Jesús y se fía de él, como bien creo que se sugiere en sus palabras siguientes de Lc 12,22-40: Tu tesoro está en tu corazón. Es tu corazón.
Sin embargo, Pedro no entiende bien a su Jesús o no desea comprenderlo (Lc 12,41-53). Y con este Pedro estamos todos cuantos se creían y, ahora, nos creemos de los suyos. Se nos seguirán haciendo inasumibles palabras y mensajes tan explícitos como los expresados por este Jesús de Lucas que responde a Pedro y todos los demás: “He venido a encender fuego en la tierra”. Espero que nadie llegue a la deducción de que Jesús fuera un pirómano.
Lucas nos está presentando explícitamente lo que me atrevería a llamar ‘el fuego de Jesús’, su propio espíritu, su proyecto, su buena noticia, su camino, él mismo como persona que sin dejar de ser judío y laico se atreve a ser una alternativa a la religión de su pueblo Lucas 12,49-53). Este mensaje me recuerda muchísimo a Mateo 7,12-27 cuando hablaba de los ‘dos caminos’. Y, por contraste, no me olvidaré del salmo primero y de su bienaventuranza del ‘buen judío’.
El último mensaje que he seleccionado para este comentario lo encontramos en Lucas 12,54-59. Se trata de una parábola que este Jesús de Lucas comparte con las gentes, aquellos miles y miles de personas de las que habló en 12,1.
Este Jesús de Nazaret invita, de forma bien provocativa, a ser personas de sentido común. Si somos capaces de contemplar y comprender las cosas de la casa de esta tierra, como la lluvia o el sol, ¿por qué nos hacemos tan ignorantes ante lo justo y lo injusto, lo bueno y lo malo, lo laical y lo clerical, el hombre y la mujer… ¿no es la persona lo único que importa de verdad?
Carmelo Bueno Heras. En Madrid, 22.07.2028. También en Madrid, 20.07.2025
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