Beato Pedro el Venerable, abad
En el monasterio de Cluny, de la Borgoña, beato Pedro el Venerable, abad, que rigió la orden monástica según los preceptos de la primitiva observancia y compuso numerosos tratados.
A principios del siglo XII, la abadía de Cluny, centro y capitanía de un centenar de monasterios y sus dependencias dispersos por toda Europa, estaba gobernada por un monje incompetente e indigno llamado Poncio, que había sido elegido para el puesto cuando era aún demasiado joven. En vista del general descontento, Poncio renunció a su puesto en circunstancias que equivalían a la deposición y, como su sucesor murió casi inmediatamente después de asumir el cargo, fue elegido en su reemplazo el padre Pedro de Montboissier, prior de Domène.
Pedro pertenecía a una noble familia de la Auvernia, se había educado en el monasterio de Sauxillanges, dependiente de Cluny y, ya desde la edad de veinte años, era prior de Vézelay. Apenas había cumplido los treinta años, fue elegido para gobernar la casa matriz y su federación de monasterios. Ocupó el cargo en 1122 y, durante los treinta y cuatro años que lo conservó, la abadía de Cluny alcanzó tanta influencia y tan grande prosperidad, como nunca volvió a tenerlas. Sin embargo, durante los primeros tiempos de su tarea, no le faltaron amarguras y dificultades. En el año de 1125, Poncio, el antiguo abad, llegó de Italia al frente de un ejército bien pertrechado, se presentó en Cluny cuando el abad Pedro se hallaba ausente, tomó la casa por asalto, expulsó violentamente a todos los monjes que se negaron a aceptar su mando y se instaló para administrar los asuntos del monasterio con su habitual forma desordenada. Los partidarios de Pedro y los de Poncio enviaron delegaciones a Roma, citados por el papa Honorio II, quien condenó a Poncio a la degradación y a la prisión. A resultas de aquélla sentencia, surgió una desafortunada controversia entre los monasterios de Citeaux y Cluny, puesto que san Bernardo acusó a los cluniacenses de relajamiento, y éstos respondieron con el cargo de que era humanamente impracticable la regla de los cistercienses. La tendencia general que siguió la controversia, demostró que el abad Pedro apoyaba la ampliación tolerante de la regla de San Benito. Tras un examen riguroso y una investigación a fondo respecto a las acusaciones de los cistercienses, el abad Pedro, junto con el abad Suger de Saint-Denis, respondió a lo que hubiese de verdad en las críticas, con una reforma y la imposición de una disciplina más estricta. Fue por aquel entonces, en el año de 1130, cuando Pedro visitó Inglaterra e hizo el intento de poner a la abadía de Peterborough bajo la dirección de Cluny. En 1139 viajó a España, donde contrató los servicios de dos hombres que conocían bien el árabe, a fin de que hiciesen, para mayor cultura y prestigio de su abadía, la traducción del Corán y de algunas obras de astronomía, al latín.
En 1140, Pedro Abelardo se detuvo en Cluny durante su viaje a Roma, a fin de formular una apelación en contra de la condenación de sus opiniones pronunciadas en Sens, pero mientras Abelardo se hallaba en Cluny, llegaron noticias de que la condena había sido confirmada por el papa Inocencio. Entonces, el abad Pedro ofreció hospedaje a Abelardo. Gracias a sus buenos oficios obtuvo de la Santa Sede una mitigación de la sentencia condenatoria y propició una entrevista entre Abelardo y san Bernardo para lograr la reconciliación entre ambos. Demostró siempre que era un amigo leal y generoso de Abelardo y cuando éste murió, dos años más tarde, envió el cadáver a la abadesa Eloísa, para que le diese sepultura en el cementerio de Paracleto, con toda suerte de seguridades de que había muerto con la absolución y en comunión con la Iglesia. Asimismo, el abad Pedro escribió para su amigo un extravagante epitafio, en el que comparaba al filósofo Abelardo con Sócrates, Platón y Aristóteles. Era una de las características de Pedro el Venerable, mezclar su misericordia y su simpatía por el pecador, a la justa detestación del pecado: defendió a los judíos de las matanzas, pero admitió que ellos las habían provocado; escribió en contra de los herejes petrobrusianos del sur de Francia; asistió al sínodo de Reims, donde fueron impugnadas las enseñanzas de Gilbert de la Porrée, obispo de Poitiers. Sus contemporáneos le tuvieron en gran estima y los muchos que le consultaron, mantuvieron con él una abundante correspondencia; pero no por eso dejó Pedro el Venerable de escribir por su cuenta numerosos tratados teológicos y polémicos, sermones e himnos como el de Navidad: «Caelum, gaude, terra, plaude» [no utilizado en la liturgia navideña actual]. Era justo que el autor de este hermoso himno muriese, como era su expreso deseo, el día de Navidad de 1156, después de haber predicado a sus monjes sobre el significado de la festividad.
Con el correr del tiempo, Pedro el Venerable fue venerado por los miembros de su propia congregación y por los fieles en general. Su culto nunca ha sido aprobado formalmente por la Santa Sede, pero su nombre se insertó en los martirologios franceses y su fiesta se observa en la diócesis de Arras el 29 de diciembre.
Himno de Navidad «Caelum gaudens, terra plaude»
CAELUM gaude, terra plaude, Nemo mutus sit in laude: Auctor rerum creaturam Miseratus perituram, Praebet dextram libertatis Jam ab hoste captivatis, Caelum terrae fundit rorem, Terra gignit Salvatorem.
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Cielo, goza, tierra aplaude no calle nadie en su laude: El autor de todo compadece a su criatura que perece alarga su diestra al cautivo en manos del enemigo el cielo funde el rocío de la tierra la tierra al Salvador engendra.
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Chorus cantat angelorum, Cum sit infans Rex eorum. Venter ille virginalis, Dei cella specialis, fecundatur Spiritu. Et ut virga parit florem, Sic et Virgo Redemptorem, Carnis tectum habitu.
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Canta el coro de los ángeles, y su Rey es un infante. aquel vientre virginal de Dios celda especial, por el Espíritu es fecundado y como de una rama una flor, de una Virgen, el Redentor, con traje de carne es arropado.
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Matris alitur intactae Puer-Deus sacro lacte. Res stupenda saeculis Esca vivit aliena Per quem cuncta manent plena; Nullis par miraculis!
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Alimento de Madre inviolada recibe el Niño Dios leche sagrada. ¡En cualquier tiempo admirable! vive de comida ajena Aquel que cada cosa llena, ¡oh milagro inigualable!
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Pastu carnis enutritur Vitam carni qui largitur: Matris habet gremium, Quem et Patris solium: Virgo natum consolatur, Et ut Deum veneratur.
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Con alimento de carne se cría quien a la carne prodiga la vida. Tiene un regazo de Madre quien tiene el trono de su Padre. La Virgen al Niño consuela, y como Dios lo venera.
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Migne, PL. vol. CLXXXIX, cc. 15.42, así como otros materiales en prosa o verso y los propios escritos de Pedro. De esta obra es de donde proceden nuestros conocimientos sobre sus hechos, su carácter y su vida. Véase además a J. de Ghellinck, en Le mouvement théologique au XII eme Siecle (1914), pp. 136-144 y a J. Leclercq en Pierre le Vénérable (1946), una obra excelente.
fuente: «Vidas de los santos de A. Butler», Herbert Thurston, SI
Santos Jovino y Basileo
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De nuevo en Roma, igualmente en la vía Latina, santos Jovino y Basileo, mártires.
Beato Bentivolio de Bonis
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Beato Bentivolio de Bonis, religioso presbítero
En San Severino, lugar del Piceno, beato Bentivolio de Bonis, presbítero de la Orden de los Hermanos Menores, eximio predicador.
Bentivoglio de Bonis nació en 1188 en San Severino de las Marcas, hijo de Giraldo y Albasia. Después de haber escuchado una serie de predicaciones del fervoroso franciscano Pablo de Espoleto, Bentivoglio se dirigió a Asís, donde el mismo san Francisco lo admitió en la Orden de los Hermanos Menores. Ordenado sacerdote llegó a ser un modelo de perfección cristiana. Maseo, párroco de San Severino, después de haber asistido a uno de sus éxtasis, decidió abandonar el mundo y entrar en la Orden Franciscana. Lo mismo hicieron sus dos hermanos. Fray Bentivoglio habitó un tiempo solo en un convento llamado «Trave Bonati», o «Ponte della Trave» para asistir y curar a un leproso. Un día recibió de sus superiores la orden de irse a otro convento, al parecer a Monte San Vinicio, cerca de Potenza Picena, distante unos veinte kilómetros; y para no dejar abandonado al pobre enfermo, por la gran caridad que lo animaba, se lo cargó a las espaldas y lo llevó a su nuevo destino con la admiración y el estupor de todos.
Bentivoglio abrazó con valor la vida de abnegación y de penitencia, de modo que vino a ser modelo de humildad, obediencia y caridad. Lleno de celo por la salvación de las almas, fue incansable en el ejercicio del ministerio apostólico, sea del púlpito como del confesionario, su palabra inflamaba las almas en santos ardores del amor divino. Un día mientras predicaba al pueblo, apareció sobre su frente una estrella luminosa que hizo brillar toda su persona. Con este prodigio Dios quería recompensar su trabajo por la evangelización de las almas.
Bentivoglio sentía gran compasión por los pobres, en los cuales su caridad le hacía ver la imagen de Cristo. Fue también favorecido de Dios con el don de los milagros. Con frecuencia fue visto en éxtasis y luego elevado en el aire y rodeado de luz. Con esto conmovió tanto, que muchos comenzaron una nueva vida.
Después de una vida rica en virtudes y buenas obras, el beato Bentivoglio entregó su alma a Dios en el convento de San Severino, su patria, el día de Navidad de 1232. Tenía 44 años. Fue sepultado en la iglesia del convento y los fieles se amontonaron alrededor de su tumba para rendir homenaje a este humilde hermano menor cuyos restos Dios glorificó con muchos milagros. SS. Pío IX aprobó su culto el 30 de septiembre de 1852.
fuente: «Franciscanos para cada día» Fr. G. Ferrini O.F.M.
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Beato Miguel Nakasima
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Beato Miguel Nakasima, religioso y mártir
En Unzen, en Japón, beato Miguel Nakasima, religioso de la Orden de la Compañía de Jesús y mártir, el cual, siendo catequista, a causa de su fe en Cristo consiguió la corona del martirio al ser sumergido en agua hirviendo.
Era natural de Machai, en el reino japonés de Fingo, donde había nacido hacia 1583. Convertido al cristianismo a los 11 años y bautizado por el P. Juan Bautista Baeza, se tomó muy en serio la vida cristiana. Hizo voto de castidad siendo muy joven y practicó ásperas penitencias. En 1614 se estableció en Nagasaki y tuvo escondido en su casa al P. Baeza y a otros misioneros durante doce años. Por la noche los cristianos visitaban al sacerdote con todo sigilo, procurando con muchos trucos pasar desapercibidos. En 1627 el P. Mateo de Couros lo admitió como hermano coadjutor en la Compañía de Jesús.
En agosto de ese mismo año se le prohibió salir de casa, lo que le impedía incluso ayudar a sus padres, que eran pobres y necesitaban de él. Un año más tarde, el 3 de septiembre de 1628, se negó a contribuir a la recogida de leña para la quema de varios cristianos, entonces le fue confiscada la casa y él fue arrestado y llevado a Ximabara. Comenzó una larga y terrible serie de suplicios para conseguir que apostatara, y entre ellos padeció varias veces el horroroso tormento del agua, pero su mayor pena fue saber que sus padres, vencidos por los tormentos, habían apostatado. Desesperados de lograr su apostasía se le condenó al suplicio del agua sulfurosa de Ungen. El mártir fue trasladado al lugar del suplicio en una infame carreta; allí su cuerpo fue rociado y zambullido varias veces al día en aguas hirvientes y sulfurosas, y así varias semanas hasta que, reducido su cuerpo a una pura llaga, murió el 25 de diciembre de 1628. Fue beatificado en 1867.
fuente: «Año Cristiano» - AAVV, BAC, 2003
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