Beata Diana de Andaló, virgen
fecha: 10 de junio
fecha en el calendario anterior: 9 de junio
n.: c. 1200 - †: 1236 - país: Italia
canonización: Conf. Culto: León XIII 24 dic 1891
hagiografía: «Vidas de los santos de A. Butler», Herbert Thurston, SI
fecha en el calendario anterior: 9 de junio
n.: c. 1200 - †: 1236 - país: Italia
canonización: Conf. Culto: León XIII 24 dic 1891
hagiografía: «Vidas de los santos de A. Butler», Herbert Thurston, SI
En Bolonia, en la Emilia, beata Diana de
Andaló, virgen, la cual, superando todas las dificultades que le anteponía su
familia, prometió ante santo Domingo abrazar la vida claustral e ingresó en el
monasterio de Santa Inés, que ella misma había fundado.
La presente hagiografía, tomada del
Butler-Guinea, 9 de junio, se refiere a la beata Diana de Andaló, celebrada el
10 de junio, a la beata Cecilia de Bolonia, cuya memoria es el 4 de agosto, y
por referencia a la beata Amata de Bolonia, sin inscripción en el Martirologio
Romano, pero autorizado el culto para la Orden de Predicadores junto con las
otras dos.

Cuando santo Domingo buscó
un campo más amplio para las actividades de su orden en Italia, eligió de
manera muy especial la región de Bolonia, porque preveía que su famosa
Universidad habría de proveerle con la clase de reclutas que necesitaba. No
tuvo dificultades en hallar un lugar para establecer su priorato, pero al mismo
tiempo se encontró con la furiosa oposición de la familia d'Andalo, propietaria
del terreno elegido. A fin de cuentas, los d'Andalo cedieron, debido a las
súplicas insistentes de Diana, la hija única de la familia, una piadosa chica
que, desde el arribo de los frailes, había escuchado sus prédicas con profunda
emoción. El propio santo Domingo recibió en privado, casi en secreto, los votos
de Diana para conservar su virginidad, junto con un compromiso para ingresar a
la vida de religión, tan pronto como le fuese posible.
Durante algún tiempo, Diana siguió
viviendo en su casa; pero a escondidas de sus padres, se levantaba antes del
alba para rezar sus devociones y practicar sus penitencias. Por aquel entonces,
Diana pensaba que no habría mayores dificultades para convencer a su familia a
que fundara un convento para monjas dominicas en el que ella pudiese ingresar;
pero en cuanto abordó al asunto con su padre, éste se negó terminantemente a
considerar aquella fundación y mucho menos a autorizar a su hija para que fuera
religiosa. Entonces, Diana decidió hacerse justicia por sí misma. Con el
pretexto de visitar a sus amistades, se fue a Roxana, se entrevistó con la
canonesa de las agustinas y tanto rogó y discutió, que acabó por convencerla a
que le impusiera el velo. Tan pronto como sus familiares se enteraron de lo que
había hecho, fueron a Roxana decididos a sacarla del convento por la fuerza, si
fuese necesario; y por cierto que debieron recurrir a la fuerza y utilizaron
métodos tan violentos, que, en la reyerta, le rompieron una costilla a la
infortunada Diana y, materialmente a rastras, la sacaron del convento.
Tras de devolverla a casa, la encerraron
con llave, pero no por eso iba a desistir la valiente muchacha; en cuanto se
restableció de los golpes recibidos, escapó de su encierro y regresó a Roxana.
Parece que, desde entonces, sus familiares no volvieron a hacer el intento de
disuadirla y, por el contrario, todos acabaron por responder con creces a los
deseos de la joven. El beato Jordán de
Sajonia se ganó la voluntad del señor d'Andalo y la de sus
hijos en forma tan completa, que entre todos fundaron un pequeño convento para
monjas dominicas. Ahí, en 1222, se instaló Diana con otras cuatro compañeras.
Como ninguna de ellas tenía experiencia en la vida de religión, se llamó a
cuatro monjas del convento de San Sixto de Roma para que las instruyesen. Dos
de estas monjas, Cecilia y Amata, quedaron desde entonces íntimamente asociadas
con Diana; las dos fueron sepultadas en la tumba de Diana, y las tres fueron
beatificadas al mismo tiempo, en 1891. De Amata no se sabe nada, y de hecho,
aunque autorizado su culto para la Orden de Predicadores, no está inscripta en
el Martirologio Romano; pero sí de Cecilia, que era descendiente de la noble
familia romana de los Cesarini y, en todos sentidos, una mujer notable.
Cuando Cecilia era una muchacha de
diecisiete años y se encontraba en el convento de Trastevere, antes de
trasladarse a San Sixto, se distinguió por haber sido una de las primeras
religiosas que respondió a los esfuerzos de santo Domingo para reformar las
órdenes y fue ella quien convenció a la abadesa y a las otras hermanas para que
se sometieran a la regla del santo. Como fue Cecilia la primera mujer que
recibió el hábito de las dominicas, era la indicada para gobernar el pequeño
convento de Santa Inés, en Bolonia, durante sus primeros tiempos de existencia.
El beato Jordán sentía especial afecto por aquella pequeña comunidad que él
mismo había fundado y, aparte de sus frecuentes visitas, mantuvo siempre una
activa correspondencia con Diana. A menudo, en sus cartas, decía que los
rápidos progresos de la orden podían atribuirse a las oraciones de las monjas
de Santa Inés. Asimismo, con frecuencia les recomendaba que no pusiesen
demasiado a prueba sus fuerzas con penitencias exageradas.
La Beata Diana murió el 10 de junio de
1236, cuando no tenía más de treinta y seis años. Cecilia la sobrevivió mucho
tiempo -murió el 4 de agosto de 1290-, y era ya anciana cuando dictó a una
escribiente sus recuerdos de santo Domingo. En ese escrito figura una
descripción muy gráfica del santo fundador.
Hay una biografía en latín de la beata
Diana, que se encontrará impresa en el volumen de H. M. Cormier, La b. Diane
d'Ándalo (1892). Las cartas del Beato Jordán fueron reeditadas en 1925 por B.
Altaner, en Die Briefe Jordans von Sachsen. N.ETF: en el Butler indicaba la
fecha de muerte de Diana como 9 de enero, pero la inscripción en el
Martirologio y la consulta con otros santorales hacen pensar que esa fecha no
se considera ya correcta, sino el 10 de junio.
fuente: «Vidas de los santos de A. Butler», Herbert Thurston, SI
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ingreso o última modificación relevante: ant 2012
Estas biografías de santo son propiedad de
El Testigo Fiel. Incluso cuando figura una fuente, esta ha sido tratada sólo
como fuente, es decir que el sitio no copia completa y servilmente nada, sino
que siempre se corrige y adapta. Por favor, al citar esta hagiografía,
referirla con el nombre del sitio (El Testigo Fiel) y el siguiente enlace: http://www.eltestigofiel.org/lectura/santoral.php?idu=1969
Beato Enrique de Bolzano, laico
fecha: 10 de junio
n.: 1250 - †: 1315 - país: Italia
otras formas del nombre: Enrique de Treviso
canonización: Conf. Culto: Benedicto XIV 23 jul 1750
hagiografía: «Vidas de los santos de A. Butler», Herbert Thurston, SI
n.: 1250 - †: 1315 - país: Italia
otras formas del nombre: Enrique de Treviso
canonización: Conf. Culto: Benedicto XIV 23 jul 1750
hagiografía: «Vidas de los santos de A. Butler», Herbert Thurston, SI
En Treviso, en el territorio de Venecia,
beato Enrique de Bolzano, carpintero y analfabeto, que entregaba a los pobres
todo lo que tenía, y ya al final, casi sin fuerzas, pedía lo necesario para
vivir, sin dejar de compartirlo con los otros mendigos.

El beato Enrique, o san Rigo, como a
menudo se le llama en Italia, nació en Bolzano, en la región del Trentino. Sus
padres eran muy pobres y nunca aprendió a leer y escribir. Era muy joven
todavía cuando se fue a vivir u Treviso, donde trabajó como jornalero para
ganarse el pan; sin embargo, todo lo que podía ahorrar de su escaso salario, lo
distribuía entre los pobres. Durante toda su vida su principal objetivo fue el
de servir a Dios. Oía misa diariamente, comulgaba con frecuencia y se confesaba
todos los días, no por escrúpulos, sino para conservar limpia su conciencia. El
tiempo que no ocupaba en el trabajo y en los deberes necesarios a la existencia,
lo consagraba a sus ejercicios de devoción, ya fuera en la iglesia o en
privado; los instrumentos de penitencia que usaba para disciplinarse, se
conservaron en la catedral después de su muerte. Las gentes se maravillaban por
su extraordinaria ecuanimidad que nada podía alterar. Las gentes groseras y los
chiquillos mal educados solían molestar o burlarse de aquel hombrecillo bajo,
de anchas espaldas y cubierto de harapos; su rostro ancho, de pequeños ojos
hundidos, nariz larga y ganchuda y boca torcida, tenía, en verdad, un aspecto
feroz que no cuadraba con su natural mansedumbre. Aceptaba las burlas y malos
tratos con una sonrisa y jamás respondía más que con oraciones por los que le
ofendían.
Cuando ya le fue imposible trabajar, un
ciudadano llamado Jaime Castagnolis le cedió una habitación en su casa y el
alimento necesario cuando le faltase. Sin embargo, el beato vivía de las
limosnas que las gentes caritativas le daban con generosidad y que él compartía
con los otros mendigos, sin guardar nunca nada para el día siguiente. Ni
siquiera su extrema debilidad, causada por sus penurias y lo avanzado de su
edad, le impedía visitar la casa de Dios; con la mayor frecuencia posible
visitaba todas las iglesias de la ciudad y las que estuviesen en las proximidades
de Treviso. Murió el 10 de junio de 1315. El cuartucho donde vivió, quedó
inmediatamente colmado por los visitantes que deseaban manifestar su veneración
y apoderarse de algún fragmento de sus posesiones, que solamente consistían en
una camisa o túnica de cerdas, un tronco que le servía de almohada, cuerdas,
hojas secas y paja que formaban su colchón. Cuando el cadáver fue llevado a la
catedral, ocurrieron escenas extraordinarias. Las gentes se metían a la iglesia
por la noche y, tanto el obispo como el podestá (alcalde), tuvieron que dejar
el lecho para proteger el cuerpo del beato. Como las tentativas se repitieron,
fue necesario levantar un cerco en torno al catafalco. Después de la muerte del
beato, no menos de 276 milagros obrados por sus reliquias en unos cuantos días
fueron registrados por los notarios que designaron los magistrados; las listas
de estos prodigios ocupan treinta y dos columnas impresas en el Acta Sanctorum.
El culto al Beato Enrique fue confirmado por el Papa Benedicto XIV.
La vida del Beato Enrique escrita por su
contemporáneo, el obispo Pierdomenico de Baone, fue impresa por los
bolandistas, junio, vol. II. Véase también a R. degli Azzoni Avogaro, en
Memorie del B. Enrico (2 vols., 1760).
fuente: «Vidas de los santos de A. Butler», Herbert Thurston, SI
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Estas biografías de santo son propiedad de
El Testigo Fiel. Incluso cuando figura una fuente, esta ha sido tratada sólo
como fuente, es decir que el sitio no copia completa y servilmente nada, sino
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