martes, 27 de septiembre de 2016

Santa Hiltrudis, virgen - Santos Adolfo y Juan, mártires (27 de septiembre)

Santa Hiltrudis, virgen

fecha: 27 de septiembre
†: d. 800 - país: Francia
otras formas del nombre: Helmtrude
canonización: pre-congregación
hagiografía: Santi e Beati
Elogio: En el cenobio de Liesse, en Hainault, territorio de Austrasia, santa Hiltrudis, virgen, que vivió piadosamente retirada con su hermano Guntando, abad.
Patronazgos: protectora contra la fiebre.

Según parece, la «Vida de Hiltrudis», escrita entre 1050 y 1090 por un monje de Waulsort (Bélgica), se refiere a una tradición monástica anterior al 850, aunque sin ningún valor histórico, ya que los documentos escritos, parece ser que fueron quemados por los bárbaros. A santa Hiltrudis virgen se la menciona para el 27 de septiembre en un sacramentario de Liessies del siglo XII.
Hiltrudis era hija de Ada, una noble franca, y de Wiberto, conde de Poitiers, que poseían tierras entre los ríos Sambre y Mosa, entre Francia y Bélgica, y fue la hermana de Gontrado, primer abad de Liessies. Fue prometida de Hugo de Borgoña, pero ella prefirió consagrarse a Dios, recibiendo el velo de las vírgenes en el 768, con la bendición del obispo de Cambrai; luego fue recibida por su hermano Gontrado, que la alojó en una ermita al lado del monasterio de Liessies. En este lugar vivió durante diecisiete años como monja solitaria, participando en la vida litúrgica de la abadía. Murió el 27 de septiembre de un año alrededor del 800 y fue enterrada en la abadía.
La fama de su santidad creció a lo largo del tiempo, y el 17 de septiembre de 1004, el obispo de Cambrai, Erluino, hizo abrir la tumba y elevó los restos a categoría de reliquias. En 1587 las reliquias del cráneo fueron colocadas en un relicario de plata, y san Luis de Blois, abad de Liessies, contribuyó a impulsar nuevamente el culto. Durante la guerra de los treinta años las reliquias fueron puestas a salvo en Mons, donde en 1641 se las rodeó de una artística urna. Pero las peripecias de estas reliquias no habían terminado: en 1793, durante la Revolución Francesa, en la que la Convención requisó los metales preciosos, el cráneo de la santa fue tirado al suelo, de donde lo recogió un feligrés. El culto regresó en 1802, y en 1842 las reliquias, después de una investigación, fueron nuevamente reconocidas como auténticas.
Traducido para ETF, con algunos cambios, de un artículo de Antonio Borrelli. La foto muestra una vidriera del monasterio de Liessies, representando una escena de la vida de la santa, cuando ayudaba a su hermano en la construcción del monasterio.
fuente: Santi e Beati
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ingreso o última modificación relevante: ant 2012

Estas biografías de santo son propiedad de El Testigo Fiel. Incluso cuando figura una fuente, esta ha sido tratada sólo como fuente, es decir que el sitio no copia completa y servilmente nada, sino que siempre se corrige y adapta. Por favor, al citar esta hagiografía, referirla con el nombre del sitio (El Testigo Fiel) y el siguiente enlace: http://www.eltestigofiel.orgindex.php?idu=sn_3515




Santos Adolfo y Juan, mártires

fecha: 27 de septiembre
†: c. 825 - país: España
otras formas del nombre: Adulfo
canonización: pre-congregación
hagiografía: P. Juan Croisset, SJ

Elogio: En Córdoba, en la región hispánica de Andalucía, santos mártires Adolfo y Juan, hermanos, que por Cristo fueron coronados con el martirio durante la persecución musulmana, en tiempo de Abd ar-Rahman II.
refieren a este santo: Santa Áurea
Aunque la injuria del tiempo robó a la posteridad las Actas que el esclarecido abad Espera en Dios escribió con estilo elegante sobre san Adulfo y san Juan, protomártires de la sangrienta persecucion que Abderramán, Rey de Córdoba, movió contra los cristianos en los principios de su Imperio, con todo, por lo que nos dice san Eulogio en el Memorial de los Mártires de Córdoba remitiéndose al testimonio de su Maestro, sabemos que triunfaron ambos héroes de los enemigos de Jesu-Cristo, sirviendo su ejemplo para alentar a muchos cristianos débiles a que diesen iguales pruebas de su fe.
Nacieron ambos en Sevilla o en su Diócesis, de padres iguales en nobleza, pero desiguales en religión, cuya conjunción no era extraña en aquellos siglos calamitosos, en los que vivían los fieles mezclados con los mahometanos, como hoy sucede en los países en que se profesan sectas diferentes. Quiso su madre, llamada Artemia, encargarse por sí de la educacion de Adulfo, de Juan, y de Áurea, que fueron los tres frutos de bendición que les concedió el Cielo para que ennobleciesen la Iglesia; y mamando éstos con la leche las piadosas máximas de nuestra santa religión, no fueron capaces para separarlos de ella la fuerza, los ruegos, ni las persuasiones de sus deudos, las amenazas de los jueces, ni aun la misma muerte. Murió el padre de Adulfo, de Juan y de Áurea, y resolvió Artemia retirarse donde pudiera con libertad practicar los ejercicios de la religión que profesaba. Supo que en Córdoba gozaban este indulto los cristianos a expensas de los crecidos tributos que les exígian los moros, y pasando a ella con sus tres hijos, se estableció en el monasterio de Santa María de Cuteclara, uno de los que florecían en el territorio de Córdoba. En él ascendió por sus relevantes méritos al cargo de Abadesa, y fue madre de muchas ilustres religiosas, que se criaron bajo su sabia y prudente dirección. Fomentó en aquella ilustre casa las nobilísimas ideas que imprimió en los tiernos corazones de Adulfo, de Juan y de Áurea desde sus primeros años, y adelantándose éstos cada dia en el camino de la virtud, tuvo el consuelo de que se distinguiesen sobremanera por la justificación de su conducta y por su singular piedad, entre los mas fervorosos cristianos de su época.
No podian tolerar los parientes de Sevilla por parte del padre, que los dos ilustres hermanos profesasen la religion cristiana, creyendo que en esto infamaban la nobleza de sus ascendientes, y para estorbarlo se valieron de los consanguíneos que tenían en Córdoba, á fin de que les aconsejasen secretamente que siguiesen la ley de su padre, so pena de delatarlos a la Justicia, para que los castigase por desertores de la religion que habían profesado todos sus mayores. Oyeron Adulfo y Juan la amonestacion de sus deudos con el mayor desprecio, haciéndoles ver que estaban dispuestos a padecer todos los castigos que pudieran discurrir los árabes, antes que separarse de la religion cristiana; y resentidos aquéllos de semejante respuesta, recurrieron al juez mahometano, ponderándole la terquedad de los dos hermanos. No oyó el Juez con indiferencia la acusación, antes bien, celoso del honor que resultaba a su Profeta, mandó a sus ministros que los trajesen ante su tribunal, donde les reconvino de esta forma: «Varones nobles, que gozáis por vuestro padre esta cualidad, y con qué derecho seguís la ley de vuestra madre, no queriendo ilustraros con la que profesó aquel, manchando vuestra ilustre prosapia con una torpe religión. Si el esplendor paterno os ennoblece, ¿por qué no condecoráis vuestras acciones con su fe? Decreto es de los Árabes, que el bijo que se ilustra con el honor del padre siga su Religión; bajo cuyo supuesto resolved: o abrazar la ley que profesó vuestro padre, o disponeos para una muerte infame.»
Pareció al Juez que semejante reconvención haria fuerza a los dos ilustres confesores de Jesu-Cristo; pero quedó lleno de confusion cuando le respondieron con aquel valor y con aquella fortaleza, que es característica de los héroes del cristianismo: «Ningún hombre se ennoblece con la cualidad que le conduce a su eterna perdición, ¿por qué razon hemos de seguir la ley de nuestro padre, cuando es un contexto de patrañas y de falsedades? El esplendor de nuestra prosapia debe ceder a la virtud, y la nobleza de nuestros ascendientes a la verdad que enseña la religión de Jesu-Cristo, que es el que ennoblece a sus creyentes, y hace reinar a los que le sirven. Nosotros abrazamos esta ley desde nuestros primeros años, y la veneramos como justa y santa, pues todo cuanto no es conforme a ella, es notoriamente falso, y no procede de Dios; por cuya confesion desde ahora ponemos a tu disposicion nuestros cuerpos, sobre lo que solamente tienen poder las Potestades del mundo, renunciando a todos los blasones de la caduca nobleza que ponderas.»
No es fácil manifestar la cólera que concibió el Juez al oír una respuesta tan generosa, y viendo inútiles todos sus esfuerzos para pervertir a los dos jóvenes, tan constantes en la fe como ansiosos a padecer por amor de Jesu-Cristo, los sentenció a pena capital. Ejecutóse la injusta providencia en el día 28 de septiembre por los años 824 o 25 segun el cómputo mas arreglado al tiempo en que señala su martirio san Eulogio, que fue en los principios del reinado de Abderramán. Y habiendo recogido los cristianos los venerables cadáveres en una noche tenebrosa, les dieron sepultura en la Iglesia de San Cipriano.
Hemos tomado este texto del «Suplemento á la última edicion del Año Christiano», del P. Juan Croisset, S.J. (Juan de Croiset, dice la portadilla), en redacción correspondiente de D. Juan Julián Caparrós, tomo II, pág 242 a 245, edición de 1797, afortunadamente puesta a disposición, en un escaneo de muy buena calidad, por Google Libros. He corregido parte de la gramática del texto, para evitar mayores dificultades en la lectura, sin embargo, me ha parecido adecuado respetar algo del sabor antiguo de la redacción, que es gran parte del atractivo de las páginas del Croisset.
La fuente única para éste, como para la inmensa mayoría de los «mártires de Córdoba», es el «Memoriale Sanctorum» de san Eulogio de Córdoba. El texto de Eulogio puede verse, en latín, en una edición facsimilar muy legible, en el proyecto Cervantes Virtual; sin embargo, no he conseguido encontrar el capítulo en el que se trata de estso mártires, aunque sí varias menciones a ellos en diversos capítulosm tanto de la segunda como de la tercera parte del libro.
fuente: P. Juan Croisset, SJ
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ingreso o última modificación relevante: ant 2012
Estas biografías de santo son propiedad de El Testigo Fiel. Incluso cuando figura una fuente, esta ha sido tratada sólo como fuente, es decir que el sitio no copia completa y servilmente nada, sino que siempre se corrige y adapta. Por favor, al citar esta hagiografía, referirla con el nombre del sitio (El Testigo Fiel) y el siguiente enlace: http://www.eltestigofiel.orgindex.php?idu=sn_3516

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