Santa Hiltrudis, virgen
fecha: 27 de septiembre
†: d. 800 - país: Francia
otras formas del nombre: Helmtrude
canonización: pre-congregación
hagiografía: Santi e Beati
†: d. 800 - país: Francia
otras formas del nombre: Helmtrude
canonización: pre-congregación
hagiografía: Santi e Beati
Elogio: En el cenobio de Liesse, en Hainault, territorio de Austrasia, santa
Hiltrudis, virgen, que vivió piadosamente retirada con su hermano Guntando,
abad.
Patronazgos: protectora contra la fiebre.

Según parece, la «Vida de Hiltrudis»,
escrita entre 1050 y 1090 por un monje de Waulsort (Bélgica), se refiere a una
tradición monástica anterior al 850, aunque sin ningún valor histórico, ya que
los documentos escritos, parece ser que fueron quemados por los bárbaros. A
santa Hiltrudis virgen se la menciona para el 27 de septiembre en un
sacramentario de Liessies del siglo XII.
Hiltrudis era hija de Ada, una noble
franca, y de Wiberto, conde de Poitiers, que poseían tierras entre los ríos
Sambre y Mosa, entre Francia y Bélgica, y fue la hermana de Gontrado, primer
abad de Liessies. Fue prometida de Hugo de Borgoña, pero ella prefirió
consagrarse a Dios, recibiendo el velo de las vírgenes en el 768, con la
bendición del obispo de Cambrai; luego fue recibida por su hermano Gontrado,
que la alojó en una ermita al lado del monasterio de Liessies. En este lugar
vivió durante diecisiete años como monja solitaria, participando en la vida
litúrgica de la abadía. Murió el 27 de septiembre de un año alrededor del 800 y
fue enterrada en la abadía.
La fama de su santidad creció a lo largo
del tiempo, y el 17 de septiembre de 1004, el obispo de Cambrai, Erluino, hizo
abrir la tumba y elevó los restos a categoría de reliquias. En 1587 las
reliquias del cráneo fueron colocadas en un relicario de plata, y san Luis de
Blois, abad de Liessies, contribuyó a impulsar nuevamente el culto. Durante la
guerra de los treinta años las reliquias fueron puestas a salvo en Mons, donde
en 1641 se las rodeó de una artística urna. Pero las peripecias de estas
reliquias no habían terminado: en 1793, durante la Revolución Francesa, en la
que la Convención requisó los metales preciosos, el cráneo de la santa fue
tirado al suelo, de donde lo recogió un feligrés. El culto regresó en 1802, y
en 1842 las reliquias, después de una investigación, fueron nuevamente
reconocidas como auténticas.
Traducido para ETF, con algunos cambios,
de un artículo de Antonio Borrelli. La foto muestra una vidriera del monasterio
de Liessies, representando una escena de la vida de la santa, cuando ayudaba a
su hermano en la construcción del monasterio.
fuente: Santi e Beati
accedida 549 veces
ingreso o última modificación relevante: ant 2012
Estas biografías de santo son propiedad de
El Testigo Fiel. Incluso cuando figura una fuente, esta ha sido tratada sólo
como fuente, es decir que el sitio no copia completa y servilmente nada, sino
que siempre se corrige y adapta. Por favor, al citar esta hagiografía,
referirla con el nombre del sitio (El Testigo Fiel) y el siguiente enlace: http://www.eltestigofiel.orgindex.php?idu=sn_3515
Santos Adolfo y Juan, mártires
fecha: 27 de septiembre
†: c. 825 - país: España
otras formas del nombre: Adulfo
canonización: pre-congregación
hagiografía: P. Juan Croisset, SJ
†: c. 825 - país: España
otras formas del nombre: Adulfo
canonización: pre-congregación
hagiografía: P. Juan Croisset, SJ
Elogio: En Córdoba, en la región hispánica de Andalucía, santos mártires
Adolfo y Juan, hermanos, que por Cristo fueron coronados con el martirio
durante la persecución musulmana, en tiempo de Abd ar-Rahman II.
refieren a este santo: Santa Áurea
Aunque la injuria del tiempo robó a la
posteridad las Actas que el esclarecido abad Espera en Dios escribió con estilo
elegante sobre san Adulfo y san Juan, protomártires de la sangrienta
persecucion que Abderramán, Rey de Córdoba, movió contra los cristianos en los
principios de su Imperio, con todo, por lo que nos dice san Eulogio en el
Memorial de los Mártires de Córdoba remitiéndose al testimonio de su Maestro,
sabemos que triunfaron ambos héroes de los enemigos de Jesu-Cristo, sirviendo
su ejemplo para alentar a muchos cristianos débiles a que diesen iguales
pruebas de su fe.
Nacieron ambos en Sevilla o en su
Diócesis, de padres iguales en nobleza, pero desiguales en religión, cuya
conjunción no era extraña en aquellos siglos calamitosos, en los que vivían los
fieles mezclados con los mahometanos, como hoy sucede en los países en que se
profesan sectas diferentes. Quiso su madre, llamada Artemia, encargarse por sí
de la educacion de Adulfo, de Juan, y de Áurea,
que fueron los tres frutos de bendición que les concedió el Cielo para que
ennobleciesen la Iglesia; y mamando éstos con la leche las piadosas máximas de
nuestra santa religión, no fueron capaces para separarlos de ella la fuerza, los
ruegos, ni las persuasiones de sus deudos, las amenazas de los jueces, ni aun
la misma muerte. Murió el padre de Adulfo, de Juan y de Áurea, y resolvió
Artemia retirarse donde pudiera con libertad practicar los ejercicios de la
religión que profesaba. Supo que en Córdoba gozaban este indulto los cristianos
a expensas de los crecidos tributos que les exígian los moros, y pasando a ella
con sus tres hijos, se estableció en el monasterio de Santa María de Cuteclara,
uno de los que florecían en el territorio de Córdoba. En él ascendió por sus
relevantes méritos al cargo de Abadesa, y fue madre de muchas ilustres
religiosas, que se criaron bajo su sabia y prudente dirección. Fomentó en
aquella ilustre casa las nobilísimas ideas que imprimió en los tiernos corazones
de Adulfo, de Juan y de Áurea desde sus primeros años, y adelantándose éstos
cada dia en el camino de la virtud, tuvo el consuelo de que se distinguiesen
sobremanera por la justificación de su conducta y por su singular piedad, entre
los mas fervorosos cristianos de su época.
No podian tolerar los parientes de Sevilla
por parte del padre, que los dos ilustres hermanos profesasen la religion
cristiana, creyendo que en esto infamaban la nobleza de sus ascendientes, y
para estorbarlo se valieron de los consanguíneos que tenían en Córdoba, á fin
de que les aconsejasen secretamente que siguiesen la ley de su padre, so pena
de delatarlos a la Justicia, para que los castigase por desertores de la
religion que habían profesado todos sus mayores. Oyeron Adulfo y Juan la
amonestacion de sus deudos con el mayor desprecio, haciéndoles ver que estaban
dispuestos a padecer todos los castigos que pudieran discurrir los árabes,
antes que separarse de la religion cristiana; y resentidos aquéllos de
semejante respuesta, recurrieron al juez mahometano, ponderándole la terquedad
de los dos hermanos. No oyó el Juez con indiferencia la acusación, antes bien,
celoso del honor que resultaba a su Profeta, mandó a sus ministros que los
trajesen ante su tribunal, donde les reconvino de esta forma: «Varones
nobles, que gozáis por vuestro padre esta cualidad, y con qué derecho seguís la
ley de vuestra madre, no queriendo ilustraros con la que profesó aquel,
manchando vuestra ilustre prosapia con una torpe religión. Si el esplendor paterno
os ennoblece, ¿por qué no condecoráis vuestras acciones con su fe? Decreto es
de los Árabes, que el bijo que se ilustra con el honor del padre siga su
Religión; bajo cuyo supuesto resolved: o abrazar la ley que profesó vuestro
padre, o disponeos para una muerte infame.»
Pareció al Juez que semejante reconvención
haria fuerza a los dos ilustres confesores de Jesu-Cristo; pero quedó lleno de
confusion cuando le respondieron con aquel valor y con aquella fortaleza, que
es característica de los héroes del cristianismo: «Ningún hombre se
ennoblece con la cualidad que le conduce a su eterna perdición, ¿por qué razon
hemos de seguir la ley de nuestro padre, cuando es un contexto de patrañas y de
falsedades? El esplendor de nuestra prosapia debe ceder a la virtud, y la
nobleza de nuestros ascendientes a la verdad que enseña la religión de
Jesu-Cristo, que es el que ennoblece a sus creyentes, y hace reinar a los que
le sirven. Nosotros abrazamos esta ley desde nuestros primeros años, y la
veneramos como justa y santa, pues todo cuanto no es conforme a ella, es
notoriamente falso, y no procede de Dios; por cuya confesion desde ahora
ponemos a tu disposicion nuestros cuerpos, sobre lo que solamente tienen poder
las Potestades del mundo, renunciando a todos los blasones de la caduca nobleza
que ponderas.»
No es fácil manifestar la cólera que
concibió el Juez al oír una respuesta tan generosa, y viendo inútiles todos sus
esfuerzos para pervertir a los dos jóvenes, tan constantes en la fe como
ansiosos a padecer por amor de Jesu-Cristo, los sentenció a pena capital.
Ejecutóse la injusta providencia en el día 28 de septiembre por los años 824 o
25 segun el cómputo mas arreglado al tiempo en que señala su martirio san
Eulogio, que fue en los principios del reinado de Abderramán. Y habiendo
recogido los cristianos los venerables cadáveres en una noche tenebrosa, les
dieron sepultura en la Iglesia de San Cipriano.
Hemos tomado este texto del «Suplemento á
la última edicion del Año Christiano», del P. Juan Croisset, S.J. (Juan de
Croiset, dice la portadilla), en redacción correspondiente de D. Juan Julián
Caparrós, tomo II, pág 242 a 245, edición de 1797, afortunadamente puesta a
disposición, en un escaneo de muy
buena calidad, por Google Libros. He corregido parte de la
gramática del texto, para evitar mayores dificultades en la lectura, sin
embargo, me ha parecido adecuado respetar algo del sabor antiguo de la
redacción, que es gran parte del atractivo de las páginas del Croisset.
La fuente única para éste, como para la inmensa mayoría de los «mártires de Córdoba», es el «Memoriale Sanctorum» de san Eulogio de Córdoba. El texto de Eulogio puede verse, en latín, en una edición facsimilar muy legible, en el proyecto Cervantes Virtual; sin embargo, no he conseguido encontrar el capítulo en el que se trata de estso mártires, aunque sí varias menciones a ellos en diversos capítulosm tanto de la segunda como de la tercera parte del libro.
La fuente única para éste, como para la inmensa mayoría de los «mártires de Córdoba», es el «Memoriale Sanctorum» de san Eulogio de Córdoba. El texto de Eulogio puede verse, en latín, en una edición facsimilar muy legible, en el proyecto Cervantes Virtual; sin embargo, no he conseguido encontrar el capítulo en el que se trata de estso mártires, aunque sí varias menciones a ellos en diversos capítulosm tanto de la segunda como de la tercera parte del libro.
fuente: P. Juan Croisset, SJ
accedida 617 veces
ingreso o última modificación relevante: ant 2012
Estas biografías de santo son propiedad de
El Testigo Fiel. Incluso cuando figura una fuente, esta ha sido tratada sólo
como fuente, es decir que el sitio no copia completa y servilmente nada, sino
que siempre se corrige y adapta. Por favor, al citar esta hagiografía,
referirla con el nombre del sitio (El Testigo Fiel) y el siguiente enlace: http://www.eltestigofiel.orgindex.php?idu=sn_3516
No hay comentarios:
Publicar un comentario