Santos del día 23 de noviembre













Santos del día 23 de noviembre













¿CRISTO REY?
Comentario primero:
2025, 23 de noviembre. Domingo de JESUCRISTO REY: Lucas 23,35-43. Respiro, vivo y sigo escribiendo CONTIGO.
Jesús de Nazaret, SIEMPRE. Jesucristo Rey, NUNCA.
Para la Religión católica, apostólica y vaticana el año 2016 (o 2025) de su era, llamada ‘después de Cristo’, se acaba el domingo día 20 (o 23) de noviembre. En las liturgias de este final del año se leerá un trozo del Evangelio de Lucas: “Estaba el pueblo mirando. Los magistrados hacían muecas… Los soldados se burlaban de él… Uno de los malhechores le insultaba… (23,35-43).
Con estas palabras se acaba la lectura de este Evangelio en la Iglesia. Alrededor de un tercio del texto de Lucas se quedó en el olvido y en ningún momento se nos invitó a leer ‘ordenadamente’ el relato como así lo había dejado escrito explícitamente su autor (1,1-5). Pasados dos años, se nos volverá a proponer la lectura de este Evangelio. Y aunque llegue una renovación litúrgica no se cambiará nada de esta desgraciada pedagogía de la comprensión de la Buena Noticia de Jesús. Ésta es la mejor manera de permanecer en el desconocimiento del hombre de Galilea, el laico y sabio y profeta y Mesías llamado Jesús de Nazaret.
Esta Iglesia, tan institución de personas de carne y hueso como cualquier otra, decidió en su día cerrar su año con la celebración de una blasfemia: proclamar (que es como decirlo más alto que se pueda) que Jesús de Nazaret fue y sigue siendo ‘Rey’. Hasta existen colectivos que se denominan ‘Cristo Rey’, ¡CRISTO REY! En ningún lugar en los Evangélicos se le confiesa REY a aquel hombre de Galilea. Es más, prohibió que se le proclamara rey-mesías (Mc 8,27-30).
En este sentido, el mensaje de la lectura de Lucas no puede ser más claro y explícito. Jesús no tiene ni una pizca de rey. Nada en él existe que nos evoque la imagen de la realeza. Y menos, aquella realeza que adornaba la identidad del Dios Yavé y de la que hablan tan explícitamente los llamados Salmos de la Realeza de Dios (93-99, entre otros). En la eucaristía de las veinticuatro horas de este domingo voy a meditar seriamente en las implicaciones de la petición que Lucas pone en labios del llamado ‘ladrón bueno’: “Acuérdate de mí, Jesús, cuando vengas como rey” (23,42).
Llevamos más de veinte siglos de historia y nada se ha sabido ni de la llegada-venida de ese Jesús muerto y sepultado ni de su identidad de poder real puesta en práctica. Mucho me estoy temiendo que mis conclusiones vayan por los caminos del pensar que esta identidad real de Jesús de Nazaret sea una más de las vestimentas que las gentes de la iglesia le hemos colgado a ese hombre sabio y profeta (Lucas 4,14-30, que ya he citado en seis ocasiones en estos comentarios) que fue el nazareno de Galilea. Laico y con el único sacerdocio de ser persona.
Me parece bien que haya gentes de iglesia que sigan manteniendo esta fiesta tan blasfema de llamar y confesar rey (o REY) a Jesús de Nazaret. A este absurdo engaño es a lo que conduce una Religión que mantiene sin criterio crítico una traidora tradición religiosa. Y tan traidora llega a ser esta verdad del magisterio que la realeza del crucificado Jesús está presente desde su mismo nacimiento. ¿Cuántos lienzos y pinturas podrían enumerarse con la figura de Jesús niño y su corona de rey junto a su madre reina y coronada? ¡Qué bien lo sabe esa imagen real y de reyes llamada ‘el niño Jesús de Praga’! Creo que cuánto más preciosa y valiosa es esta tradición real, más se devalúa y pervierte la realidad de la Buena Noticia que fue Jesús de Nazaret.
Carmelo Bueno Heras. En Burgos, 20.11.2016. También en Madrid, 23 .11.2025.
Comentario segundo:
CINCO MINUTOS con el Evangelio de Lucas para leerlo ordenadamente y desde el principio hasta el final: Semana 52ª (23.11.2025): Lucas 24,1-53.
La presencia viva de la ausencia de Jesús de Nazaret
El narrador Lucas nos ha traído ya hasta el capítulo último de la primera parte de su obra que es ‘El Evangelio’ de Jesús de Nazaret. El mensaje de este vigesimocuarto capítulo necesitaría no una página de comentario sino cuatro, como mínimo. Una por cada gran apartado de esta narración de la experiencia de la resurrección del sepultado Jesús en quienes compartieron su vida, su misión evangelizadora y su persona.
Creo que el primer apartado (Lc 24,1-12) queda bien delimitado por la expresión inicial: “El primer día de la semana, muy de mañana”. En esta mañana cuenta el Evangelista la visita al sepulcro de las mujeres, en un primer momento, y la visita al mismo sepulcro de un solitario e incrédulo Pedro, después. En cambio, las mujeres creyeron cuanto oyeron de los dos hombres que anunciaban la presencia viva de la ausencia de Jesús: “No está aquí. Ha resucitado” (24,6).
El segundo acontecimiento narrativo se inicia con estas nítidas palabras: “Aquel mismo día iban dos de ellos a un pueblo llamado Emaús...Y conversaban entre sí sobre todo lo que había sucedido...” (Lc 24,13-35). El relato de este ‘camino de ida y vuelta’ sólo lo encontramos en este Evangelio de Lucas. ¿Acaso los otros tres Evangelistas ignoraron este acontecimiento? ¿Quiso Lucas imaginarse estos hechos para contarnos plásticamente qué es eso de experimentar la presencia viva de Jesús precisamente en la realidad de su ausencia histórica?
Guardo en este espacio pequeño del comentario la expresión final de este relato: “Ellos contaron... cómo le habían conocido al partir el pan” (24,35). Me encanta esta constatación de Lucas, porque a lo largo de todo este Evangelio no ha dejado de hablarnos de su Jesús de Nazaret como el hombre que compartió mesa, mantel y comida con tantos y tan variados comensales. Recordaré siempre el comienzo del relato que llamé ‘Lucas quince’: Todos los publicanos y los pecadores se acercaban a él para oírle, y los fariseos y los escribas murmuraban: éste acoge a los pecadores y come con ellos.
Y esto es precisamente lo que nos vuelve a recordar el tercer apartado del capítulo (Lc 24,36-49): “Estaban hablando de estas cosas, cuando él se presentó en medio de ellos... Como ellos no acabasen de creerlo... les dijo: ¿Tenéis aquí algo de comer?”. Este apartado se suele titular en negrita en las Biblias con la expresión ‘Apariciones a los apóstoles’. En ellas, dice Lucas que a su Jesús se le reconoce resucitado cuando se come con él (24,36-43) y cuando se habla de él (24,44-49): “Después les dijo... Vosotros sois testigos de estas cosas”.
El apartado cuarto y último (Lucas 24,50-53) del Evangelio de Lucas y de este capítulo es la narración de ‘la ascensión de Jesús’: “Los sacó hasta cerca de Betania... Y sucedió que, mientras los bendecía, se separó... y fue llevado al cielo”. ¿Sabía Lucas dónde estaba ese cielo?
‘Se separó de ellos’, dice Lucas. Y este ‘ellos’ son los Doce, los seguidores, los de Emaús y, sobre todo, las mujeres. Me sorprende la decisión de ‘ellos’ que me evoca la primera escena del Evangelio con Zacarías en el Templo (1,5-25). Aquel Templo condenó a muerte a Jesús. Y a él regresaron sus seguidores. ¿Por qué? ¿Tiene sentido volver a él? No, dice el libro de Hechos.
Carmelo Bueno Heras. En Madrid, 25.11.2018. Y también en Madrid, 23.11.2025.
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