sábado, 16 de agosto de 2025

Verano TRES - 2025, 17 de agosto. Domingo 20º T.O. C: Lucas 12,49-53 (Incendios en las sinagogas de Galilea) y CINCO MINUTOS con el Evangelio de Lucas (Semana 38ª (17.08.2025): Lucas 16,1-31. Camino viejo es Moisés-Camino nuevo es Jesús).

 Verano TRES

Te llegan en estos momentos los dos comentarios del Evangelio para el domingo tercero de agosto, día 17. Los encuentras a continuación.

Por estar en tiempo de 'vacaciones estivales' nos vamos a ahorrar las habituales presentaciones, que retomaremos en el primer domingo de septiembre, día 7.

Carmelo Bueno Heras


Comentario primero:

2025, 17 de agosto. Domingo 20º T.O. C: Lucas 12,49-53. Respiro, vivo y sigo escribiendo CONTIGO:

Incendios en las sinagogas de Galilea

En los párrafos de esta página, que brota del texto de Lucas 12,49-53, quiero y tengo que comentar tres asuntos. La primera cuestión es presentar el mensaje de este texto del Evangelio. Digo desde ahora que me lo he leído hasta casi aprendérmelo de memoria y no sé qué les voy a contar, porque me siento profunda y sorprendidamente ignorante.

 

El mensaje entendido en su sola y pura literalidad suena pavorosamente incendiario, destructor, deshumanizador… Pone el Evangelista en boca de Jesús palabras como estas: “Vengo para arrojar fuego sobre la tierra… deseo ardientemente que esta tierra arda… No vengo para traer paz, sino división, enfrentamiento, violencia”. Alguien nos lo tiene que interpretar de alguna manera. Esto no puede ser así. ¿Cuál fue y es la misión de Jesús? ¿Vino y vivió entre nosotros para ser violencia y destrucción? ¿De qué violencia y destrucción se trata? ¿De qué fuego y división habla el Jesús de este Evangelista Lucas? Creo que lo que escribo en el párrafo siguiente puede ser una clave de interpretación. Puede ser.

 

La segunda cuestión es volver a constatar que el próximo domingo de agosto no se lee la continuación del relato de Lucas, sino que se nos invita a saltar hasta Lucas 13,22. Y por el camino se nos queda sin leer una buena narración. Tan buena me lo parece a mí que hay en ella un apartado que nunca se nos lee en las asambleas de la misa. Nunca a lo largo de todo este año de Lucas. ¡Increíble! Si fuera mujer hablaría de otra manera. Creo que mi escrito sería un incendio provocado, como del que se nos habla en Lucas 12,49-53.

 

¿Por qué no se me lee en alto y en cualquier reunión de creyentes en Jesús el relato de Lucas 13,10-17? ¿Quién impide que se conozca qué hizo y dijo Jesús cuando se encontró un sábado en la sinagoga con la mujer encorvada en la plenitud de su mayoría de edad de los dieciocho años? Leamos el relato y que alguien de la estructura del sacerdocio, desde el más alto hasta el último ordenado, nos diga que el ‘jefe de la sinagoga’ del relato de Lucas (13,14) no es cada una de las personas del orden sacerdotal que impide, desde hace veinte siglos, el enderezamiento de la mujer. Ese sábado y en esa sinagoga, ¡me lo imagino!, Jesús de Nazaret abrazó a esa mujer encorvada despacio, enteramente, con la sublimidad de las caricias que le inspiraba su ternura hasta quedar los dos de pie, verticales, unidos, sostenidos, enderezados, encarnados, humanizados, personalizados. Hombre y mujer. En una sinagoga llena de varones.

 

¿Qué se contempla cuando se está encorvado de tal manera que la nariz de uno llega a tocar sus rodillas? Sólo cuando se está de pie puede contemplarse el horizonte y mirar de frente a los demás. Sólo de pie se puede ser y sentirse libre y liberado. La religión de templo, sinagoga y sacerdocio encorva y esclaviza a las personas. Jesús, en cambio, vive, anuncia y practica la experiencia del abrazo que libera y endereza. Y fue esta misión de Jesús de Nazaret la que sembró fuego y división entre los creyentes religiosos judíos y los creyentes de cualquier otra religión.

 

¿Y la tercera cuestión anunciada en el primer párrafo? Hacer esto: léase de nuevo Lucas 4,14-30. El camino de la misión y vida de Jesús comenzó en una sinagoga de Nazaret y continúa en el camino de subir, llegar y estar en Jerusalén: “Todos en la sinagoga parroquial se llenaron de ira” (Lucas 4,28). ¿No queda clarito así de qué fuego y división se trata?

Carmelo Bueno Heras. En Burgos,14.08.2016. También en Madrid, 17.08.2025

 

Comentario segundo:

CINCO MINUTOS con el Evangelio de Lucas para leerlo ordenadamente y desde el principio hasta el final. Semana 38ª (17.08.2025): Lucas 16,1-31. Camino viejo es Moisés-Camino nuevo es Jesús

Recuerdo que el narrador Lucas nos tiene situado a su Jesús de Nazaret, a sus seguidores y a todos nosotros, sus lectores, en la segunda etapa de ese ‘camino’ que no es un camino, sino la persona de su varón galileo que desea llegar a Jerusalén, pero que, al parecer, no tiene demasiada prisa. Esta etapa del camino comenzó en Lucas 13,22 y se extenderá hasta Lucas 17,11: “Y sucedió que, de camino a Jerusalén pasaba por las fronteras entre Samaría y Galilea”.

La unidad literaria, y creo que también unidad de mensaje, que ahora propongo leer con sentido crítico es Lucas 16,1, que lo escribe así: “Decía también Jesús a sus discípulos: Había un hombre rico que tenía un administrador a quien acusaron”. Se trata de una parábola.

El último versículo del texto que sugiero es Lucas 16,31 que dice así: “Si no oyen a Moisés y a los profetas, tampoco se convencerán, aunque un muerto resucite”. Aquel administrador de la parábola, ¿pertenece a estas personas sordas ante Moisés y los profetas?

Hacia el centro de esta unidad leo con intensa admiración un mensaje iluminador y fácil de retener en la memoria por estar escrito en este Lucas 16,16: “La Ley y los profetas llegan hasta Juan. Desde ahí comienza a anunciarse el Evangelio del Reino de Dios. Todos se esfuerzan por entrar en él”. Esta es la cita que transcribo, pero sugiero que cada uno la lea detenidamente en la Biblia (o Biblias) que tenga a su alrededor, porque las traducciones varían y no poco.

Antes de este Lucas 16,16 y también después de él se habla muy explícitamente de la realidad de la religión judía, en sus credos y en sus prácticas. Desde su Yavé-Dios hasta la persona de sus administradores y de sus administrados. Se habla, pues, en este escrito lucano de las riquezas que lleva consigo ser un buen judío, un creyente y practicante que hace suyo el camino que aquel Dios puso ante Moisés como camino para todos sus hijos, las gentes de Israel-Jacob.  

Para este narrador Lucas, los representantes visibles de este ‘camino de la Ley de Moisés’ y en tiempos de Jesús son los fariseos: “Estaban oyendo todo esto los fariseos, que eran amigos del dinero y se burlaban de Jesús” (Lc 16,17). ¿Cómo no recordar la reciente parábola del decimoquinto capítulo de este Evangelio? ¿Cómo no tener presente ahora, una enésima vez, la parábola aquella de Jesús dedicada al experto en la Ley de Moisés y que sólo nos compartió, de los cuatro Evangelistas, este Lucas en 10,25-37?

Está, entiende mi sencillo sentido crítico, bien expresada la experiencia de fe de quien escribe estas cosas y cuestiones de las propuestas de la Religión de Israel: Hay dos caminos, dos maneras de ser persona y de ser creyente. El camino del viejo Moisés que se visibiliza en la presencia de los expertos en la Ley que se anuncian en el templo y las sinagogas.

Y está, por otro lado, en paralelo o en oblicuo, el otro camino, el que se hace visible en la experiencia de vida de un laico del norte llamado Jesús de Nazaret que no habla de Leyes, ni de sábados, ni de fronteras, ni de tradiciones... Él habla de un reino-reinado de Dios, una semilla sembrada en los adentros de cada persona. Ella es siempre el tesoro, el único camino.
Carmelo Bueno Heras, en Madrid, 19.08.2018. También en Madrid, 17.08.20-25


Recuerdo que el narrador Lucas nos tiene situado a su Jesús de Nazaret, a sus seguidores y a todos nosotros, sus lectores, en la segunda etapa de ese ‘camino’ que no es un camino, sino la persona de su varón galileo que desea llegar a Jerusalén, pero que, al parecer, no tiene demasiada prisa. Esta etapa del camino comenzó en Lucas 13,22 y se extenderá hasta Lucas 17,11: “Y sucedió que, de camino a Jerusalén pasaba por las fronteras entre Samaría y Galilea”.

 

La unidad literaria, y creo que también unidad de mensaje, que ahora propongo leer con sentido crítico es Lucas 16,1, que lo escribe así“Decía también Jesús a sus discípulos: Había un hombre rico que tenía un administrador a quien acusaron”. Se trata de una parábola.

 

El último versículo del texto que sugiero es Lucas 16,31 que dice así“Si no oyen a Moisés y a los profetas, tampoco se convencerán, aunque un muerto resucite”. Aquel administrador de la parábola, ¿pertenece a estas personas sordas ante Moisés y los profetas?

 

Hacia el centro de esta unidad leo con intensa admiración un mensaje iluminador y fácil de retener en la memoria por estar escrito en este Lucas 16,16: “La Ley y los profetas llegan hasta Juan. Desde ahí comienza a anunciarse el Evangelio del Reino de Dios. Todos se esfuerzan por entrar en él”. Esta es la cita que transcribo, pero sugiero que cada uno la lea detenidamente en la Biblia (o Biblias) que tenga a su alrededor, porque las traducciones varían y no poco.

 

Antes de este Lucas 16,16 y también después de él se habla muy explícitamente de la realidad de la religión judía, en sus credos y en sus prácticas. Desde su Yavé-Dios hasta la persona de sus administradores y de sus administrados. Se habla, pues, en este escrito lucano de las riquezas que lleva consigo ser un buen judío, un creyente y practicante que hace suyo el camino que aquel Dios puso ante Moisés como camino para todos sus hijos, las gentes de Israel-Jacob. 

 

Para este narrador Lucas, los representantes visibles de este ‘camino de la Ley de Moisés’ y en tiempos de Jesús son los fariseos: “Estaban oyendo todo esto los fariseos, que eran amigos del dinero y se burlaban de Jesús” (Lc 16,17). ¿Cómo no recordar la reciente parábola del decimoquinto capítulo de este Evangelio? ¿Cómo no tener presente ahora, una enésima vez, la parábola aquella de Jesús dedicada al experto en la Ley de Moisés y que sólo nos compartió, de los cuatro Evangelistas, este Lucas en 10,25-37?

 

Está, entiende mi sencillo sentido crítico, bien expresada la experiencia de fe de quien escribe estas cosas y cuestiones de las propuestas de la Religión de Israel: Hay dos caminos, dos maneras de ser persona y de ser creyente. El camino del viejo Moisés que se visibiliza en la presencia de los expertos en la Ley que se anuncian en el templo y las sinagogas.

 

Y está, por otro lado, en paralelo o en oblicuo, el otro camino, el que se hace visible en la experiencia de vida de un laico del norte llamado Jesús de Nazaret que no habla de Leyes, ni de sábados, ni de fronteras, ni de tradiciones... Él habla de un reino-reinado de Dios, una semilla sembrada en los adentros de cada persona. Ella es siempre el tesoro, el único camino.

Carmelo Bueno Heras, en Madrid, 19.08.2018. También en Madrid, 17.08.20-25

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