sábado, 16 de agosto de 2025

Verano TRES - 2025, 17 de agosto. Domingo 20º T.O. C: Lucas 12,49-53 (Incendios en las sinagogas de Galilea) y CINCO MINUTOS con el Evangelio de Lucas (Semana 38ª (17.08.2025): Lucas 16,1-31. Camino viejo es Moisés-Camino nuevo es Jesús).

 Verano TRES

Te llegan en estos momentos los dos comentarios del Evangelio para el domingo tercero de agosto, día 17. Los encuentras a continuación.

Por estar en tiempo de 'vacaciones estivales' nos vamos a ahorrar las habituales presentaciones, que retomaremos en el primer domingo de septiembre, día 7.

Carmelo Bueno Heras


Comentario primero:

2025, 17 de agosto. Domingo 20º T.O. C: Lucas 12,49-53. Respiro, vivo y sigo escribiendo CONTIGO:

Incendios en las sinagogas de Galilea

En los párrafos de esta página, que brota del texto de Lucas 12,49-53, quiero y tengo que comentar tres asuntos. La primera cuestión es presentar el mensaje de este texto del Evangelio. Digo desde ahora que me lo he leído hasta casi aprendérmelo de memoria y no sé qué les voy a contar, porque me siento profunda y sorprendidamente ignorante.

 

El mensaje entendido en su sola y pura literalidad suena pavorosamente incendiario, destructor, deshumanizador… Pone el Evangelista en boca de Jesús palabras como estas: “Vengo para arrojar fuego sobre la tierra… deseo ardientemente que esta tierra arda… No vengo para traer paz, sino división, enfrentamiento, violencia”. Alguien nos lo tiene que interpretar de alguna manera. Esto no puede ser así. ¿Cuál fue y es la misión de Jesús? ¿Vino y vivió entre nosotros para ser violencia y destrucción? ¿De qué violencia y destrucción se trata? ¿De qué fuego y división habla el Jesús de este Evangelista Lucas? Creo que lo que escribo en el párrafo siguiente puede ser una clave de interpretación. Puede ser.

 

La segunda cuestión es volver a constatar que el próximo domingo de agosto no se lee la continuación del relato de Lucas, sino que se nos invita a saltar hasta Lucas 13,22. Y por el camino se nos queda sin leer una buena narración. Tan buena me lo parece a mí que hay en ella un apartado que nunca se nos lee en las asambleas de la misa. Nunca a lo largo de todo este año de Lucas. ¡Increíble! Si fuera mujer hablaría de otra manera. Creo que mi escrito sería un incendio provocado, como del que se nos habla en Lucas 12,49-53.

 

¿Por qué no se me lee en alto y en cualquier reunión de creyentes en Jesús el relato de Lucas 13,10-17? ¿Quién impide que se conozca qué hizo y dijo Jesús cuando se encontró un sábado en la sinagoga con la mujer encorvada en la plenitud de su mayoría de edad de los dieciocho años? Leamos el relato y que alguien de la estructura del sacerdocio, desde el más alto hasta el último ordenado, nos diga que el ‘jefe de la sinagoga’ del relato de Lucas (13,14) no es cada una de las personas del orden sacerdotal que impide, desde hace veinte siglos, el enderezamiento de la mujer. Ese sábado y en esa sinagoga, ¡me lo imagino!, Jesús de Nazaret abrazó a esa mujer encorvada despacio, enteramente, con la sublimidad de las caricias que le inspiraba su ternura hasta quedar los dos de pie, verticales, unidos, sostenidos, enderezados, encarnados, humanizados, personalizados. Hombre y mujer. En una sinagoga llena de varones.

 

¿Qué se contempla cuando se está encorvado de tal manera que la nariz de uno llega a tocar sus rodillas? Sólo cuando se está de pie puede contemplarse el horizonte y mirar de frente a los demás. Sólo de pie se puede ser y sentirse libre y liberado. La religión de templo, sinagoga y sacerdocio encorva y esclaviza a las personas. Jesús, en cambio, vive, anuncia y practica la experiencia del abrazo que libera y endereza. Y fue esta misión de Jesús de Nazaret la que sembró fuego y división entre los creyentes religiosos judíos y los creyentes de cualquier otra religión.

 

¿Y la tercera cuestión anunciada en el primer párrafo? Hacer esto: léase de nuevo Lucas 4,14-30. El camino de la misión y vida de Jesús comenzó en una sinagoga de Nazaret y continúa en el camino de subir, llegar y estar en Jerusalén: “Todos en la sinagoga parroquial se llenaron de ira” (Lucas 4,28). ¿No queda clarito así de qué fuego y división se trata?

Carmelo Bueno Heras. En Burgos,14.08.2016. También en Madrid, 17.08.2025

 

Comentario segundo:

CINCO MINUTOS con el Evangelio de Lucas para leerlo ordenadamente y desde el principio hasta el final. Semana 38ª (17.08.2025): Lucas 16,1-31. Camino viejo es Moisés-Camino nuevo es Jesús

Recuerdo que el narrador Lucas nos tiene situado a su Jesús de Nazaret, a sus seguidores y a todos nosotros, sus lectores, en la segunda etapa de ese ‘camino’ que no es un camino, sino la persona de su varón galileo que desea llegar a Jerusalén, pero que, al parecer, no tiene demasiada prisa. Esta etapa del camino comenzó en Lucas 13,22 y se extenderá hasta Lucas 17,11: “Y sucedió que, de camino a Jerusalén pasaba por las fronteras entre Samaría y Galilea”.

La unidad literaria, y creo que también unidad de mensaje, que ahora propongo leer con sentido crítico es Lucas 16,1, que lo escribe así: “Decía también Jesús a sus discípulos: Había un hombre rico que tenía un administrador a quien acusaron”. Se trata de una parábola.

El último versículo del texto que sugiero es Lucas 16,31 que dice así: “Si no oyen a Moisés y a los profetas, tampoco se convencerán, aunque un muerto resucite”. Aquel administrador de la parábola, ¿pertenece a estas personas sordas ante Moisés y los profetas?

Hacia el centro de esta unidad leo con intensa admiración un mensaje iluminador y fácil de retener en la memoria por estar escrito en este Lucas 16,16: “La Ley y los profetas llegan hasta Juan. Desde ahí comienza a anunciarse el Evangelio del Reino de Dios. Todos se esfuerzan por entrar en él”. Esta es la cita que transcribo, pero sugiero que cada uno la lea detenidamente en la Biblia (o Biblias) que tenga a su alrededor, porque las traducciones varían y no poco.

Antes de este Lucas 16,16 y también después de él se habla muy explícitamente de la realidad de la religión judía, en sus credos y en sus prácticas. Desde su Yavé-Dios hasta la persona de sus administradores y de sus administrados. Se habla, pues, en este escrito lucano de las riquezas que lleva consigo ser un buen judío, un creyente y practicante que hace suyo el camino que aquel Dios puso ante Moisés como camino para todos sus hijos, las gentes de Israel-Jacob.  

Para este narrador Lucas, los representantes visibles de este ‘camino de la Ley de Moisés’ y en tiempos de Jesús son los fariseos: “Estaban oyendo todo esto los fariseos, que eran amigos del dinero y se burlaban de Jesús” (Lc 16,17). ¿Cómo no recordar la reciente parábola del decimoquinto capítulo de este Evangelio? ¿Cómo no tener presente ahora, una enésima vez, la parábola aquella de Jesús dedicada al experto en la Ley de Moisés y que sólo nos compartió, de los cuatro Evangelistas, este Lucas en 10,25-37?

Está, entiende mi sencillo sentido crítico, bien expresada la experiencia de fe de quien escribe estas cosas y cuestiones de las propuestas de la Religión de Israel: Hay dos caminos, dos maneras de ser persona y de ser creyente. El camino del viejo Moisés que se visibiliza en la presencia de los expertos en la Ley que se anuncian en el templo y las sinagogas.

Y está, por otro lado, en paralelo o en oblicuo, el otro camino, el que se hace visible en la experiencia de vida de un laico del norte llamado Jesús de Nazaret que no habla de Leyes, ni de sábados, ni de fronteras, ni de tradiciones... Él habla de un reino-reinado de Dios, una semilla sembrada en los adentros de cada persona. Ella es siempre el tesoro, el único camino.
Carmelo Bueno Heras, en Madrid, 19.08.2018. También en Madrid, 17.08.20-25


Recuerdo que el narrador Lucas nos tiene situado a su Jesús de Nazaret, a sus seguidores y a todos nosotros, sus lectores, en la segunda etapa de ese ‘camino’ que no es un camino, sino la persona de su varón galileo que desea llegar a Jerusalén, pero que, al parecer, no tiene demasiada prisa. Esta etapa del camino comenzó en Lucas 13,22 y se extenderá hasta Lucas 17,11: “Y sucedió que, de camino a Jerusalén pasaba por las fronteras entre Samaría y Galilea”.

 

La unidad literaria, y creo que también unidad de mensaje, que ahora propongo leer con sentido crítico es Lucas 16,1, que lo escribe así“Decía también Jesús a sus discípulos: Había un hombre rico que tenía un administrador a quien acusaron”. Se trata de una parábola.

 

El último versículo del texto que sugiero es Lucas 16,31 que dice así“Si no oyen a Moisés y a los profetas, tampoco se convencerán, aunque un muerto resucite”. Aquel administrador de la parábola, ¿pertenece a estas personas sordas ante Moisés y los profetas?

 

Hacia el centro de esta unidad leo con intensa admiración un mensaje iluminador y fácil de retener en la memoria por estar escrito en este Lucas 16,16: “La Ley y los profetas llegan hasta Juan. Desde ahí comienza a anunciarse el Evangelio del Reino de Dios. Todos se esfuerzan por entrar en él”. Esta es la cita que transcribo, pero sugiero que cada uno la lea detenidamente en la Biblia (o Biblias) que tenga a su alrededor, porque las traducciones varían y no poco.

 

Antes de este Lucas 16,16 y también después de él se habla muy explícitamente de la realidad de la religión judía, en sus credos y en sus prácticas. Desde su Yavé-Dios hasta la persona de sus administradores y de sus administrados. Se habla, pues, en este escrito lucano de las riquezas que lleva consigo ser un buen judío, un creyente y practicante que hace suyo el camino que aquel Dios puso ante Moisés como camino para todos sus hijos, las gentes de Israel-Jacob. 

 

Para este narrador Lucas, los representantes visibles de este ‘camino de la Ley de Moisés’ y en tiempos de Jesús son los fariseos: “Estaban oyendo todo esto los fariseos, que eran amigos del dinero y se burlaban de Jesús” (Lc 16,17). ¿Cómo no recordar la reciente parábola del decimoquinto capítulo de este Evangelio? ¿Cómo no tener presente ahora, una enésima vez, la parábola aquella de Jesús dedicada al experto en la Ley de Moisés y que sólo nos compartió, de los cuatro Evangelistas, este Lucas en 10,25-37?

 

Está, entiende mi sencillo sentido crítico, bien expresada la experiencia de fe de quien escribe estas cosas y cuestiones de las propuestas de la Religión de Israel: Hay dos caminos, dos maneras de ser persona y de ser creyente. El camino del viejo Moisés que se visibiliza en la presencia de los expertos en la Ley que se anuncian en el templo y las sinagogas.

 

Y está, por otro lado, en paralelo o en oblicuo, el otro camino, el que se hace visible en la experiencia de vida de un laico del norte llamado Jesús de Nazaret que no habla de Leyes, ni de sábados, ni de fronteras, ni de tradiciones... Él habla de un reino-reinado de Dios, una semilla sembrada en los adentros de cada persona. Ella es siempre el tesoro, el único camino.

Carmelo Bueno Heras, en Madrid, 19.08.2018. También en Madrid, 17.08.20-25

Santos del día 17 de agosto

                                                               Santos del día 17 de agosto

En Cizico, en el Helesponto, san Mirón, presbítero y mártir, que, según una tradición, durante el imperio de Decio, y bajo el prefecto Antípatro, fue decapitado tras sufrir numerosos tormentos. († s. III)
En Cesarea de Capadocia, san Mamante o Mameto, mártir, que, siendo pastor de condición muy humilde, vivió solitario en los bosques con la máxima frugalidad y, por haber proclamado su fe en Cristo, consumó el martirio bajo el emperador Aureliano. († 273/274)
En la región de Sicilia, muerte de san Eusebio, papa, valeroso testigo de Cristo, que fue deportado por el emperador Majencio a esta isla, donde dejó la patria terrena para merecer la celestial; trasladado su cuerpo a Roma, fue enterrado en el cementerio de Calixto. († 310)
En Frisia, san Ierón, presbítero y mártir, de quien se cuenta que recibió la muerte a manos de algunos paganos normandos. († 856)
En Tesalónica, de Macedonia, muerte de san Elias el Joven, que fue monje según las reglas de los Padres Orientales, y después de haber sufrido mucho por parte de los sarracenos a causa de la fe, con una fortaleza de ánimo invencible llevó una vida rigurosa de oración y austeridad, tanto en Calabria como en Sicilia. († 903)
En Arcaria, cerca de Milazzo, en Sicilia, san Nicolás Politi, eremita, que llevó una vida de extrema austeridad en una cueva. († 1167)
En Colle di Val d'Elsa, cerca de Siena, en la Toscana, beato Alberto, presbítero, que ofreció al pueblo un insigne ejemplo de virtud. († 1202)
En Montefalco, de la Umbría, santa Clara de la Cruz, virgen de la Orden de Ermitaños de San Agustín, que rigió el monasterio de Santa Cruz y expresó extremo amor por la pasión de Cristo. († 1308)
En Toledo, ciudad de España, santa Beatriz de Silva Meneses, virgen, que fue dama noble en la corte de la reina Isabel, pero después, prefiriendo una vida de mayor perfección, se retiró a las religiosas de la Orden de Santo Domingo durante muchos años y finalmente fundó una nueva institución con el título de Orden de la Concepción de la Bienaventurada Virgen María. († 1490)
En Nagasaki, en Japón, santos mártires Jacobo Kyuhei Gorobioye Tomonaga, presbítero de la Orden de Predicadores, y Miguel Kurobioye, que en tiempo del emperador Tokugawa Yemitsu fueron condenados a muerte por su fe en Cristo. († 1633)
En la localidad de Saumur, cerca de Angers, en Francia, santa Juana Delanoue, virgen, que, confiada totalmente en la ayuda de la divina Providencia, acogió primeramente en su casa a huérfanas, ancianas y mujeres enfermas y de mala vida, y después fundó con algunas compañeras compañeras, el Instituto de Hermanas de Santa Ana y de la Providencia. († 1736)
En el mar frente a Rochefort, en Francia, beato Natal Hilario Le Conte, mártir, que, clérigo de la catedral de Bourges y encargado de la música, durante la persecución desencadenada por quienes odiaban la religión fue confinado en una nave, donde murió, por Cristo, consumido por la enfermedad. († 1794)
En Verona, Italia, beata Leopoldina Naudet, fundadora de las Hermanas de la Sagrada Familia de Verona. († 1834)
En Rimouski, Québec, en Canada, beata María Elisabeth Turgeon, virgen, fundadora de la Congregación de las Hermanas de Nuestra Señora del Santo Rosario. († 1881)
En Castellfullit de la Roca, cerca de Girona, en España, beato Enrique Canadell, presbítero de la Orden de Clérigos Regulares de las Escuelas Pías y mártir, que sufrió la muerte a manos de quienes odiaban la Iglesia. († 1936)
En Chamartín de la Rosa, Madrid, beato Aniceto Lizasoain Lizaso, religioso de la Congregación del Santísimo Redentor, misionero redentorista y mártir, que dio su vida por la fe que profesaba en tiempos de la guerra civil española. († 1936)
En Salobreña, Granada, beato Ramón Cervilla Luis, presbítero y mártir, víctima de la cruel persecución religiosa que acompañó a la Guerra Civil Española. († 1936)

17 de agosto: Nuestra Señora de Tresfuentes

 

17 de agosto: Nuestra Señora de Tresfuentes

En Valgañón hubo una aparición de la Virgen a la pastora Inés. Al enterarse Fernando III de Castilla, visitó la villa junto con su madre Berenguela de Castilla y el obispo de Burgos, colocando la primera piedra de la iglesia, de estilo románico.

El día 7 de Noviembre de 1224, el Obispo don Mauricio, consagró la Iglesia que la Villa de Valgañón erigió a la Santísima Virgen recientemente aparecida y que, luego, será de todos conocida con el nombre de Virgen de Tresfuentes. De dicha consagración queda constancia en la inscripción latina en el muro sur del templo que dice: CONSECRATA EST ECCLESIA EPI BURGUENSIS MAURICI: DEI: VII: MENSIS: NOMBRIS: ANNO: CHRISTO: MCCXXIIII: ERA: MCCLXII .

Valgañón es un pueblo perteneciente a la comunidad autónoma de La Rioja. Forma parte de la zona denominada la Rioja Alta. A 64 kilómetros de Logroño y 968 metros de altitud, en la subcomarca del alto Valle del Oja.


PRIMERA APARICIÓN DE LA VIRGEN

Don Isidro de Simón fue un sacerdote nacido en Valgañón que escribió un compendio acerca de la Aparición de la Virgen basándose en una obra anterior escrita en verso a finales del siglo XVII por un autor llamado J.U. que fue probablemente un sacerdote del pueblo o un monje franciscano del monasterio de Fresneda.

Hallábase Inés cierto día apacentando cuidadosa, como de costumbre sus ovejas en el verde y ameno monte que llaman la Dehesa, y estando recostada junto a un risueño arroyuelo formado por un manantial que poco más arriba nacía, vio que bajaba del monte una hermosísima Señora, bella como el sol naciente entre nubes de rosa y nácar; de esbelto talle y semblante dulce y amoroso.

Entre temblores inspirados por la grandeza y majestad de tan extraordinaria visión, sentía Inés como embargado y confortado su ánimo de una dulce confianza y todavía fue mayor su alegría cuando, deteniéndose delante de ella, oyó de los amorosos labios de la Señora estas sencillas palabras; con dulce acento pronunciadas:

“Dime, Inés, ¿qué haces aquí?”.

Inés contestó enseguida: “Guardo, Señora, aquestas ovejas que mis padres confiaron a mis cuidados”.

“Y dime: ¿por qué razón ayunas hoy?”

“Porque es viernes y tengo devoción de ayunar en obsequio de María Santísima todos los viernes del Año”.

“Me agrada tu devoción tanto como tu inocencia pero te dispenso del ayuno. Porque he determinado confiarte un encargo importantísimo, para ti y para todos los habitantes de este pueblo de Valgañón. Escúchame pues, atentamente: Yo soy, hija mía, la Virgen María, Madre de Jesús y quiero habitar aquí, en este pueblo para siempre. Pero son tantos los pecados con que ofenden a mi querido Hijo aquestos paisanos tuyos, que han demorado hasta el presente, el cumplimiento de mi deseo. Está ya próxima a llenarse la medida de la justicia divina, y antes que el Cielo descargue sobre ellos su justa cólera, quiero usar de mi amor y misericordia con estos moradores. Baja, pues a Valgañón. Cuéntales este suceso y diles que si en el plazo de cuarenta días no se arrepienten de sus muchas culpas, y se enmiendan y corrigen, todos serán destruidos sin que quede piedra sobre piedra en todo su territorio. Si se arrepienten, desde ahora les prometo ser su especial protectora y habitar aquí entre ellos”.

Y dicho esto, desapareció la Augusta Señora. Repuesta nuestra inocente pastorcita del asombro que le causara tan admirable visión, emprendió sin tardanza su marcha hacia la Villa, con presuroso andar.


INÉS COMUNICA EL MENSAJE

Llegó Inés a su pueblo rebosante de felicidad y, al mismo tiempo, impaciente por comunicar a sus vecinos el contenido del mensaje recibido de labios de la Señora. Sin embargo, la inmensa alegría que la acompañó mientras descendía de la Dehesa, pronto se trocó en motivo de aflicción por la actitud de rechazo que encontró en las primeras personas a quienes refirió el contenido de su misiva. Ninguno dio crédito a sus palabras; pero, no obstante, los moradores de Valgañón no tardaron en conocer lo que Inés decía haber sucedido en el monte.

Les refirió con todos sus detalles la historia de tan maravilloso suceso; pero ninguno dio crédito a las palabras de Inés. Tratáronla de ilusa unos, otros de loca y visionaria y, los más, diciendo que estaba soñando y no sabía lo que decía, aunque ella se esforzaba una y otra vez para convencer a sus paisanos de la veracidad de los hechos referidos.


SEGUNDA APARICIÓN DE LA VIRGEN

Al día siguiente, muy de mañana, salió con su rebaño, según acostumbraba, en busca del pasto que sus ovejas necesitaban, en tanto que su pensamiento iba a los felices momentos vividos al lado de la Señora ya la amarga desilusión que le proporcionaron sus paisanos.

De inmediato hizo su aparición por segunda vez la Virgen María, y todas las angustias que momentos antes experimentó la joven, se disiparon al instante y la alegría volvió a resplandecer en su rostro cuando la Santísima Virgen María se dirigió de nuevo a nuestra pastorcilla, de esta manera:

“¿Es posible, Inés, que ese pueblo ingrato y soberbio se muestre todavía duro y rebelde a mis maternales voces ya tus palabras inocentes?” “Señora, contestó Inés entre sollozos y lágrimas: Es verdaderamente terco y duro este pueblo mío y, por eso, le compadezco más. Creo que si vos misma no me dais una señal patente de vuestra aparición con que den crédito a mis palabras, no habrá remedio para estas gentes, y su perdición es segura”.

“No; no quiero que perezcan, (dijo la hermosa Señora, como hablando consigo misma) y porque veas, Inés, cuanto deseo tu salvación y también la de tu pueblo llégate a mí y te daré como señal un prodigio permanente”.

Acercóse tímida la humilde pastorcilla, y sintió que la Santísima Virgen imprimía con dulzura inefable los cinco virginales dedos de su diestra mano en su mejilla izquierda, traspasando al mismo tiempo todo su ser una conmoción tan agradable e intensa que la hacía completamente feliz y dichosa. Al mismo tiempo oyó de sus celestiales labios, estas cariñosas frases:

“Ahí llevas una nueva señal, con la cual te creerá tu pueblo”

Y quedaron en el rostro de la jovencita las bellísimas huellas que señalaron dedos virginales que conservó hasta su muerte.

Con estas gloriosas y patentes señales -sigue don Isidro- se presentó nuevamente en su pueblo, que lleno de admiración y asombro, la contemplaban sin apenas atreverse a acercarse a ella: tanta era la veneración y tan grande el respeto que infundía aquella faz marcada.

No fue necesario que Inés emplease muchas palabras para hacerles comprender la realidad del nuevo milagro pues, aquellos signos de su cara les sirvieron de punto de reflexión para acabar de comprender que estaban ante un acontecimiento singular, de forma que los insultos y burlas recientes, se convirtieron en lamentos al reconocer anteriores culpas y extravíos, preludio de un formal arrepentimiento.

Durante varios días se suceden en el templo diversos actos penitenciales que, de manera individual y espontánea, realizaban los vecinos de Valgañón, y ante este espontáneo y general movimiento de conversión, se reunió el venerable Cabildo y noble Ayuntamiento para tratar acerca de lo que convenía hacer y acordaron que todos los habitantes fuesen vestidos de penitencia hasta el cerro de la Dehesa en donde, según el testimonio de Inés, se había aparecido María Santísima.

Ya los negros pendones y estandartes tremolaban a los vientos y hasta las sagradas imágenes y la santa y adorable Cruz, iban con velos negros cubiertas, la ordenada procesión va caminando hacia la Dehesa, muchos con los pies desnudos, y todos, clero y pueblo clamando arrepentidos al Señor con cánticos de sincero dolor. Suben la empinada y escabrosa cuesta que conduce a la Dehesa, precedidos y guiados por la ya admirada pastorcita; la cual, lleva sobre sus débiles hombros un pesado madero y ya cerca del cerro, manda Inés que se detengan todos y, ella sola, cargada con su cruz, rendida de fatiga, pero animada y de forma prodigiosa fortalecida, dirige con ligereza sus pasos hacia la cristalina fuente.


TERCERA APARICIÓN DE LA VIRGEN

Allí la bella encantadora imagen se le aparece irradiando mil fulgores y le dice:

“No tengas ningún temor: deja ya el pesado leño y acaben tus lágrimas y pesares. Ve, ve ligera y di a tu pueblo que ya mi Hijo ha oído tus clamores. Ha visto su contrición y aceptado sus penitencias y que, por su misericordia, ya están perdonados. Que se despojen de sus lutos y que me busquen en este lugar y me bajen a la villa porque quiero desde hoy ser protectora perpetua de Valgañón”.

Así habló la Virgen y, al momento, desapareció. La encantadora niña voló a comunicar a sus paisanos tan buena nueva y los encontró postrados en tierra y humilladas sus frentes mientras imploraban del Cielo favor y clemencia.

Cuando Inés comunicó a su pueblo la existencia de la imagen que la Virgen María había puesto de manifiesto ante sus ojos no fue posible contener un momento más el ardiente deseo que todos tenían de contemplar la Veneranda Imagen. Apresurando el paso, hallaron en la fuente el hermoso simulacro de la Madre de Dios con un bellísimo Niño, risueño y apacible, sentado sobre sus celestiales brazos y reclinado en su amoroso pecho.

Con veneración, los sacerdotes, después de rendirse a las plantas del Cordero y de su Santa Madre, cargan sobre sus hombros venerables el peso virginal y, juntos con todo el pueblo, entonan himnos y cánticos de regocijo y alegría, mientras descienden de la montaña portando la imagen de Nuestra Señora hacia la ermita en que decidieron entronizarla hasta disponer de otro santuario más acorde con la importancia y santidad de la imagen.


LA IMAGEN

La talla de nuestra Virgen, bien pudiera ser de aquella época en que el románico y el gótico se entremezclaban, de forma que las esculturas conservan caracteres de ambos estilos.

No tiene esta imagen la rigidez y severidad de las románicas más antiguas, no obstante, la Virgen de Tresfuentes, sin perder nada de su porte real tiene una dulce expresión de bondad maternal que se refleja en su rostro sonriente.

De rostro ovalado, sus facciones aportan un aire de gran serenidad y belleza. Los ojos almendrados, bajo unas finas cejas con los pómulos bien señalados, enmarcan una nariz recta, y la boca perfectamente dibujada, señala una incipiente sonrisa. El escote de su vestido o túnica es acorazonado, con una ancha greca decorada y un medallón o fíbula en su centro. La disposición de los paños dista del amaneramiento y simetría en sus pliegues, de forma que el manto cae sencillamente, con naturalidad desde los hombros, por ambos lados, para terciarse sobre la pierna derecha. La correcta distribución de los pliegues del manto, proporcionan un gran sentido realista.

Al sentar sobre su rodilla izquierda al Hijo, éste proporciona con sus pies una posterior tirantez a la tela. Las manos de la Virgen están bien trabajadas y, aunque son grandes, relativamente, son perfectas respecto al rostro, lo que acentúa su expresividad. Lleva en la derecha una granada o flor, y con la mano izquierda sostiene al Niño. Tiene el cuerpo erguido y conserva la figura e inmovilidad del románico, si bien ambos rostros esbozan sonrisas que, aun cuando más acusada en la Madre, hacen a los dos muy amables y humanos.

Remata la cabeza de la Virgen una corona real formando parte integrante de la escultura, muy frecuente en el último período del románico. Esa corona flordelisada de Santa María de Tresfuentes, es muy típica de las Vírgenes del antiguo reino de Navarra.

El Niño Jesús que, a veces, se ve sentado en el regazo de su Madre, aquí aparece sentado sobre la rodilla izquierda, siendo su rostro dulce y aniñado aunque con cierto aire de seriedad, lo que disminuye la gracia infantil que suelen tener representaciones tardías. Con serena actitud y cierta inclinación hacia su lado izquierdo, bendice con la mano derecha, en tanto que con la izquierda sostiene un libro que apoya sobre la pierna del mismo lado.

Un detalle que puede expresar relación con el gótico, es que la mano izquierda de la Madre está alta; casi en el hombro del Niño, mientras que en las imágenes románicas suele estar más baja. Esta imagen, como casi todas las de aquellos tiempos, es de madera policromada, mide 75 centímetros desde la corona al pie de la imagen, y diez centímetros la peana en que se asienta.

Uno de los actos de la celebración del VII Centenario de la consagración de la iglesia, en 1924, fue la bajada de la imagen desde la parroquia a la Iglesia de San Andrés en procesión, con asistencia masiva del pueblo. Ni los más ancianos tenían noticia de que la imagen hubiese sido nunca descendida de su camarín, cuando esta ocasión sucedió, descubrieron, no sin asombro, que un fuerte y amplio armazón estaba incorporado a la talla para que resultasen más visibles y vistosos los vestidos y mantos, como aquel armazón de madera iba cubierto con una tela claveteada al mismo que jamás se le quitaba, abonaba la creencia de que carecía de cuerpo la imagen de la Virgen.


EL TEMPLO

La parroquia de Tresfuentes está emplazada a un poco más de un kilómetro de Valgañón y a casi 1000 metros de altitud, es de estilo románico, construida en el siglo XII. Su nombre actual (hasta el siglo XVII se llamaba “de Valgañón”) deriva de hallarse, según la tradición, en el centro de un triángulo cuyos vértices marcan tres fuentes.

Si bien es cierto que el templo es románico, junto a elementos propios de este estilo encontramos otros como el arco apuntado y la altura de sus muros que se pueden considerar como protogóticos. A la incógnita de por qué se construyó el templo dedicado a Nuestra Señora alejado de la población, surge el desconocimiento de cuándo fue erigido en parroquia. Hay quien piensa que entre los siglos IX y XII, Valgañón pudo aglutinarse en torno a su legendario Castillo y que en el período que va del siglo XIII al XVII, Valgañón se ubicó en la ladera donde está la Iglesia de Tresfuentes pero hoy se duda de esto pues nunca se han encontrado vestigios de edificaciones.

Este templo es de planta longitudinal y en su orientación el ábside mira hacia el Oriente, marcando el eje del templo la dirección Este a Oeste. El primitivo edificio era románico, de una sola nave de 32.70 metros de longitud sin contar con los muros y 7.5 metros de anchura cubierta con una bóveda gótica de crucería y una torre donde ahora está la escalera de caracol.

La construcción en el siglo XVIII de las capillas laterales del Salvador, del Santo Cristo de la Vera Cruz y del pórtico, hizo que su planta perdiera la forma longitudinal del románico y adquiriese la de cruz latina de la actualidad.

En la Iglesia podemos observar su ábside muy bien conservado. Capiteles con escenas de lucha entre el bien y el mal, representados por combates entre animales, leones y aves luchando contra la serpiente, y entre moros y cristianos, representados por hombres blancos y otros de tez más oscura.

Tras el pórtico renacentista encontramos la portada románica original, de tres arquivoltas de medio punto sobre tres pares de columnas. Destaca el tímpano esculpido por tres escenas marianas, la Coronación, la Anunciación y la Adoración.

La puerta dispone de herrajes originales del siglo XIII, con bellas representaciones de animales y astros.

Dispone de dos pilas bautismales, una de ellas del siglo XIII y de dos tallas románicas de gran importancia: el Cristo de Bañares (s. XIII) y la talla de la Virgen de Tresfuentes.


FIESTAS DE GRACIAS

Tanto la imagen de la Virgen de Tresfuentes como la de San Antonio se encuentran en la actualidad en la iglesia de San Andrés y se trasladan a la de Tresfuentes en fiestas.

Actualmente, el penúltimo sábado de agosto se celebran las fiestas de Gracias en honor de Nuestra Señora de Tresfuentes. Antes las fechas eran diferentes pero a principios de 1970 se hicieron cambios en las fechas de las fiestas.

El viernes cerca de las 12 del mediodía la gente se sitúa en la Plaza de Pedro Gonzalo del Río esperando a que la campana del reloj de la iglesia de San Andrés marque el comienzo de las fiestas, a las 12 con el chupinazo se inicia el volteo de campanas.

La fiesta comienza con el chapuzón en el pilón, para continuar con el Rally humorístico y los campeonatos de juegos de mesa, el concurso infantil, etc. para terminar el día con la verbena.

El sábado empieza con la diana floreada y con los gigantes y cabezudos y se lleva en procesión la Virgen a la iglesia parroquial de Nuestra Señora de las Tres Fuentes. Posteriormente se inicia el juego de los bolos, tradición recuperada de tiempos anteriores, que es solo para mujeres y se juega con unas reglas muy antiguas y por la noche gran verbena.

El domingo después de la misa del mediodía hay bailable en la plaza y por la tarde se juegan las finales de mus, domino, tute, frontenis y bolos y recientemente fútbol siete y se juega un partido de pelota a mano por destacados pelotaris contratados para la ocasión.

El lunes es el día de los niños, con múltiples actividades para ellos a lo largo de la mañana, por la tarde mientras unos pelan patatas y otros ponen las mesas en la plaza un grupo de cocineros empieza a preparar el chocolate para los niños, las patatas con chorizo para los mayores y el café.

La PATATADA empieza el lunes a las 10 de la noche, es esta, como todas las actividades mencionadas, gratuita para todo aquel que lo desee, sea o no del pueblo, se instalan mesas y sillas para más de 1000 personas sentadas, que es la capacidad de la Plaza, y además se atiende a otras 500 aproximadamente que están por los alrededores, las patatas con chorizo, el vino, el café y la copa corren a cargo de la Asociación.

(fuente: forosdelavirgen.org)

Santos del día 16 de agosto

                                                   Santos del día 16 de agosto

   San Esteban de Hungría, rey - Memoria litúrgica   
San Esteban, rey de Hungría, que, regenerado por el bautismo y recibida la corona real de manos del papa Silvestre II, impulsó la propagación de la fe cristiana entre los húngaros, puso en orden la Iglesia en su reino, la dotó de bienes y monasterios, fue justo y pacífico en el gobierno de sus súbditos y, finalmente, en Alba Real (Székesfehérvár), en Hungría, en el día de la Asunción, su alma partió hacia el cielo. († 1038)

Conmemoración de san Arsacio, que en tiempo del emperador Licinio dio testimonio de su fe en Cristo y, abandonando el ejército, llevó vida eremítica en Nicomedia. Finalmente, vaticinando la inminente ruina de la ciudad, entregó su espíritu a Dios mientras oraba. († c. 358)
En Sion, en la región de Valais, entre los helvecios, san Teodoro, primer obispo de aquella ciudad, que, siguiendo el ejemplo de san Ambrosio, defendió la fe católica contra los arrianos y veneró con magnificencia las reliquias de los mártires de Agauno. († s. IV)
En la Bretaña Menor, san Armagilo, eremita. († s. VI)
En el territorio de la Galia Cenomanense (Le Mans), san Frambaldo, monje, que alternó la vida en soledad con la cenobítica. († c. 650)
En los bosques cercanos a la ciudad de Rennes, en Bretaña Menor, beato Radulfo de la Fustaie, presbítero, fundador del monasterio de San Sulpicio. († 1129)
En Subiaco, en el Lacio, beato Lorenzo, llamado el «Coracero», que, tras haber matado accidentalmente a otra persona, decidió expiar su culpa con extrema austeridad y penitencia, viviendo solitariamente en la cueva de un monte. († 1243)
En Lombardía, san Roque, que, nacido en Montpellier, en el Languedoc, adquirió fama de santidad con su piadosa peregrinación por toda Italia curando a los afectados por la peste. († c. 1379)
En Florencia, de la Toscana, beato Ángel Agustín Mazzinghi, presbítero de la Orden de los Carmelitas. († 1438)
En Yamaguchi, Japón, beato Melchor Kumagai, samurai muerto por defender la fe cristiana, mientras oraba y meditaba la pasión. († 1605)
En Kioto, en Japón, beato Juan de Santa Marta, presbítero de la Orden de los Hermanos Menores y mártir, que, mientras era conducido al lugar del suplicio, predicaba al pueblo y cantaba el salmo «Alabad al Señor, todas las gentes». († 1618)
En Kokura, también en Japón, beatos mártires Simón Bokusai Kiota, catequista, y Magdalena, su esposa; Tomás Gengoro y su esposa María, y el hijo de ambos, Jacobo, todavía niño, que, por orden del prefecto Yetsundo, y por odio hacia el nombre de Cristo, fueron crucificados cabeza abajo. († 1620)
En un viejo navío anclado en el mar frente a Rochefort, en Francia, beato Juan Bautista Ménestrel, presbítero y mártir, que durante la Revolución Francesa, encarcelado en una nave prisión por ser sacerdote, consumó su martirio cubierto de llagas putrefactas. († 1794)
En la aldea Fanjiazhuang, cerca de Wujiao, en la provincia china de Hebei, santa Rosa Fan Hui, virgen y mártir, que en la persecución desencadenada por los seguidores de la secta Yihetuan, cubierta de heridas, fue arrojada a un río todavía viva. († 1900)
En Barcelona, en España, beata Petra de San José (Ana Josefa) Pérez Florido, virgen, que ofreció con alegría un cuidado asiduo a los ancianos abandonados y fundó la Congregación de Madres de Desamparados y San José de la Montaña, para atención de los pobres. († 1906)
En Denia, en la provincia de Alicante, también en España, beato Plácido García Gilabert, religioso de la Orden de los Hermanos Menores y mártir, que afrontó un glorioso combate por su amor a Cristo. († 1936)
En la localidad de Alzamora, en la provincia de Castellón, igualmente en España, beato Enrique García Beltrán, diácono de la Orden de los Hermanos Menores Capuchinos y mártir, que con el martirio fue hecho partícipe en la victoria de Cristo. († 1936)
En la localidad de Picassent, en la región de Valencia, de nuevo en España, beato Gabriel (José María) Sanchís Mompó, religioso de los Terciarios Capuchinos de Nuestra Señora de los Dolores y mártir, que emigró al Señor al mer muerto violentamente por los enemigos de la Iglesia. († 1936)
En Barcelona, beato Anselm d'Olot (Laurentí Basil Matas), presbítero, capuchino mártir en la persecución religiosa durante la Guerra Civil. († 1936)
En la Carretera de Castellón, en Madrid, beatos Nicesio Pérez del Palomar Quincoces y Gregorio Zugasti Fernández de Esquide, religiosos de la Congregación del Santísimo Redentor, misioneros redentoristas y mártires, que dieron su vida por la fe que profesaban en tiempos de la guerra civil española. († 1936)