SS: Santa Sencillez
2025, 16 de noviembre. Domingo 33º TO Ciclo C: Lucas 21,5-19.
Respiro, vivo y sigo escribiendo CONTIGO: Leyente de Lucas
Toda Religión se cree ‘la’ verdadera y…
Estamos ya en el penúltimo domingo del año de la Iglesia. Este año eclesiástico estuvo dedicado a leer cada domingo el Evangelio de Lucas. Y, ¿no fue así? Leímos a Lucas tan desordenadamente que no sabemos casi nada de él a estas alturas. En esta ‘reválida de conocimientos’, seguramente, suspenderíamos todos, hasta los responsables vaticanos de la liturgia. Dicho esto, una vez más, invito a que se lea en la Biblia de cada uno este texto de Lucas 21,5-19.
¿Por qué no se nos leen los cinco primeros versos? ¿Por qué se nos silencian los versos 20 a 38 de este capítulo? ¿Lo que no se nos lee es porque sería muy complicado de comprender o de explicar? En cambio, el texto de 21,5-19 que se nos va a leer, ¿es sencillo de predicar e interpretar? Yo digo que no. Es un texto complicado.
En este capítulo vigesimoprimero de Lucas encontramos un clásico discurso calificado como ‘apocalíptico’, porque el tema central del que se habla es ‘el final’. En este caso concreto se trata del final de la ciudad de Jerusalén y, en consecuencia, el final también del Templo y de su Religión, autoridades e instituciones. Seguramente que la destrucción y saqueo de la ciudad llevados a cabo por Tito y sus tropas ya había tenido lugar. Y, probablemente, este hecho le sirve al Evangelista para hablar y escribir sobre otros ‘finales’.
En este sentido, la parábola de la higuera (21,29-33) es una imagen muy iluminadora de la ENSEÑANZA final de este Jesús de Lucas en Jerusalén. Todo pasará, como así sucede en el ámbito de la naturaleza. Todo volverá a ser de nuevo, aunque siempre distinto. En este proceso convendría tener siempre presente aquello que expresó tan acertadamente G. Flaubert: “La realidad es como es. No trates de cambiarla. Conócela”.
El arranque del discurso es ya toda una invitación a preguntarse por el sentido de ‘los lugares’ llamados ‘sagrados o santos’ en el credo de nuestra católica expresión religiosa. Y he escrito ‘lugares’ como podría haber escrito ‘tiempos sagrados’, ‘vestidos sagrados’, ‘comidas sagradas’, ‘libros sagrados’, ‘miradas sagradas’, ‘ritos sagrados’, ‘nombres sagrados’, ‘personas sagradas’, ‘músicas sagradas’… o hasta ‘biblia sagrada’. ¿Qué es eso de ‘sagrado’ cuando se anuncia que todo es obra de un sabio dios creador? Todo es tan sagrado como profano. Todo.
“Como dijeran algunos a propósito del Templo que estaba adornado por la belleza incalculable de todo tipo de ofrendas a Yavé Dios, Jesús dijo: Llegará un día en que todo esto que veis no quedará piedra sobre piedra. Todo será destruido” (Lucas 21,5-7). Y uno que lee no puede dejar de pensar en Santa María La Mayor de Roma o en la excelente catedral gótica de Burgos o en la recientísima basílica, mayor o menor no lo sé, de ‘la almudaina-Almudena’ de Madrid. Y esto lo digo después de haber contemplado la ruina del templo de Atenea o de Zeus y de algún que otro, por ejemplo, Atlán o Mitra… ¿Acaso no es todo templo una ostentación del irrefrenable poder del hombre que es capaz de crearse a Dios a su imagen y semejanza?
“Mirad, dice este Jesús de Nazaret del Evangelista Lucas, no os dejéis engañar… Os adelanto que os echarán mano y os condenarán” (21,12-13). Toda Religión se cree verdadera y no admite crítica alguna. Así lo denunció Jesús en Nazaret desde su experiencia de fe (4,16-30).
Carmelo Bueno Heras. En Burgos, 13.11.2016. Y también en Madrid, 16.11.2025.
Comentario segundo:
CINCO MINUTOS con el Evangelio de Lucas para leerlo ordenadamente y desde el principio hasta el final:
Semana 51ª (16.11.2025): Lucas 23,1-25.
Aquel día… Herodes (judío) y Pilato (romano) se hicieron amigos
“Entonces se levantaron todos y llevaron a Jesús ante Pilato...” (Lucas 23,1). Así comienza el Evangelista Lucas su relato del inhumano juicio político que sufrió Jesús de Nazaret. ¿Puedo invitar a detenernos y preguntarnos por la identidad de esos ‘todos’ que acabamos de leer?
En ellos reside la capacidad, y la responsabilidad, de haber condenado a muerte a Jesús. Ese ‘todos’ o esos ‘todos’ están perfectamente identificados en Lucas 22,66-71. Recuerdo que son los ancianos del pueblo, los jefes de los sacerdotes, los maestros de la Ley. Son el Sanedrín.
Este ‘todos’ que es la más alta autoridad judía decide sacudirse sus responsabilidades en la muerte de Jesús y pone a éste en manos de la más alta autoridad romana en Jerusalén de Judea que es Pilato. Cuando esta autoridad romana comprende que Jesús es un galileo decide delegar sus responsabilidades en la autoridad de Galilea que es Herodes.
Así, según este Evangelista, el laico y galileo Jesús de Nazaret pasa de autoridad en autoridad, pasa de judíos a romanos, pasa de palacio judío a palacio extranjero (Lucas 23,1-12). Pasa por donde le llevan. Su vida y su persona no cuentan. Y acaba estando donde siempre estuvo: “Pilato convocó a los jefes de los sacerdotes, a los dirigentes y al pueblo... y les entregó a Jesús para que hicieran con él lo que quisieran” (Lucas 23,13-25).
Y por el camino de este ir y venir de Jesús de autoridad en autoridad, el narrador me ha dejado, así me lo entiendo como lector, una pincelada inolvidable, sea más o menos cierta para la investigación de la historia: “Aquel día, Herodes y Pilato se hicieron amigos, pues antes habían estado enemistados” (Lc 23,12).
El poder de Roma está unido frente a Jesús. También el poder de Israel está unido frente a Jesús, como lo estuvo desde los comienzos de la evangelización de Jesús en aquella sinagoga de Nazaret (Lucas 4,14-30).
La buena noticia, el Evangelio, que fue y es el propio Jesús, su persona y su mensaje, su vida en definitiva han sido rechazadas por la religión de Israel y por la autoridad de Roma. Ni el Reino de Israel ni el Imperio de Roma soportaron o aceptaron la presencia de este hombre que llevaba en sus adentros la semilla de otro reino e imperio tan distinto, por ser tan humano y para todos.
Así lo proclamó en Nazaret, el pueblo donde había nacido y a donde acudió a sus treinta años (Lucas 4,23) para compartir y comentar el mensaje y la fe del mismísimo profeta Isaías Tercero (Isaías 61,1-2) a quien desautorizó al negarse a aceptar la inhumana noticia de la venganza, sea humana o divina (Lucas 4,18-19). Esta semilla de los adentros de este hombre se hizo también semilla de los adentros de otros hombres y mujeres: “Todos se llenaron de asombro y se decía unos a otros: ¡Qué fuerza tiene la palabra de este hombre!” (Lucas 4,31-37). Tú y yo, ¿no nos hemos atrevido en más de una ocasión a hablar y actuar con esta misma fuerza?
Carmelo Bueno Heras. En Madrid, 11.11.2018. Y también en Madrid, 16.11.2025
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