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lunes, 7 de enero de 2019

«Miraban muy asombrados, con gran alegría»: la visita de los Reyes Magos, según la beata Emmerich 06012019

HEMEROTECA Las visiones de la beata muestran el encuentro con el Salvador

«Miraban muy asombrados, con gran alegría»: la visita de los Reyes Magos, según la beata Emmerich

La beata Ana Catalina Emmerich recibió  numerosas visiones de la vida de Jesús y de María, entre ellas la visita de los Reyes Magos en Belén
La beata Ana Catalina Emmerich recibió numerosas visiones de la vida de Jesús y de María, entre ellas la visita de los Reyes Magos en Belén
Solo se alimentaba de la Eucarístia y no probaba otros alimentos; tenía las llagas de la pasión de Cristo en su cuerpo y, además, poseía un don especial para revelar cómo fue la vida de Jesús y de la Virgen María a base de transmitir lo que ella llamaba "cuadros"; como fotogramas que pudiera estar viendo al mismo tiempo que se producían esos acontecimientos históricos.

Con estos antecedentes no era de extrañar que tanto la autoridad política de principios del siglo XIX (en este caso la napoleónica presente en lo que hoy se conoce como Alemania) y, la eclesiástica, investigaran duramente a una monja agustina llamada Ana Catalina Emmerich, que hoy está beatificada por la Iglesia católica.

Cuando entraba en éxtasis...
La religiosa Ana Catalina solía entrar en éxtasis y eso le permitía contemplar las vidas de Jesús, de la Virgen María, de algunos santos, así como de hechos futuros relacionados con la Iglesia.

Sus visiones las narra en voz alta y suele comenzar su relato con coletillas como: "vi que", "como si", "apareció"... En una primera etapa las recogía su médico, el doctor Wessener, pero fue el escritor Clemente Bretano, reconocido poeta que había trabajado con los hermanos Grimm, el que se convertiría en el encargado de trasladar al papel toda la información que le proporcionaba la monja estigmatizada.

Durante varios años, el literato Bretano realizó una callada y oculta labor de transcribir los "cuadros" que le dictaba Ana Catalina Emmerich, completando más de 16.000 folios. 

La amarga pasión de Cristo
De todo este material, el mismo Bretano preparó un libro titulado La amarga pasión de Cristo (Vozdepapel), traducido al español por José María Sánchez de Toca, uno de los especialistas más reputados de la beata alemana, cuyo texto serviría de base para guionizar la película La Pasión de Cristo de Mel Gibson.


El famoso libro en el que se basó el cineasta Mel Gibson para rodar la película del mismo título y que puede adquirir aquí

Posteriormente, el mismo Bretano preparó un libro titulado Vida de María, con las revelaciones de la beata Emmerich sobre la vida de la Virgen. En español está traducido también por Sánchez de Toca y se titula: La vida oculta de la Virgen María (Vozdepapel)

Precisamente en este libro La vida oculta de la Virgen María (Vozdepapel) están contenidas las revelaciones sobre cómo llegaron los Reyes Magos a Belén; quiénes eran, cuántos componían la caravana real y cómo adoraron al Niño Jesús...


Portada del libro de la beata Emmerich sobre la vida oculta de la Virgen María, publicado por Vozdepapel y que puede adquirir aquí

Los Reyes Magos ya están llegando a Belén...
Cuenta la beata Ana Catalina Emmerich que los Reyes Magos habían dejado el palacio de Herodes, en Jerusalén, tras ser interrogados por éste sobre el nacimiento de Jesús.

Habían salido de la ciudad y tras avanzar unos kilómetros podían ver "una estrella, que relumbraba en la noche como una bola de fuego, ahora parecía como la luna de día y no era exactamente redonda sino como dentada; a menudo la ocultaban las nubes".

La religiosa también señala en sus visiones qué Rey Mago va abriendo camino a la caravana: "Mensor (Melchor), el atezado, que era el más joven, iba delante y le seguía el castaño Seir (Baltasar), y Zeokeno (Gaspar), el más blanco y anciano".

Es evidente que la descripción que hace Ana Catalina de los Reyes Magos, a los que llama "los tres Santos Reyes", difiere en edad y color de piel a lo que tradicionalmente nos han transmitido desde el arte y la tradición popular.

Los Reyes Magos pierden la visión de la estrella
"Vi llegar la caravana de los reyes magos al mismo edificio fuera de Belén donde se inscribieron José y María. Era la antigua casa solariega de David, de la que todavía existe algún muro. Está casa había sido también del padre de José. Era una casa grande con otras más pequeñas alrededor; tenía delante un patio cerrado y delante de él una plaza plantada con árboles y una fuente. En esta plaza vi soldados romanos, ya que la Tesorería estaba en este edificio".

"Cuando la caravana llegó allí, se formó a su alrededor una considerable aglomeración de curiosos. Había desaparecido la estrella y los Reyes estaban un poco inquietos. Se les acercaron unos hombres que les preguntaron".

"Les dijeron que el Valle de los Pastores era un buen sitio para acampar, pero tardaron algún tiempo en decidirse. No oí que preguntaran por el rey de los judíos recién nacido. Sabían que éste era el lugar de la profecía, pero tras la conversación con Herodes temían llamar la atención".

La estrella aparece de nuevo...
"Cuando vieron brillar un resplandor en el cielo a un lado de Belén, como cuando sale la luna, subieron de nuevo en sus monturas y marcharon por la zanja que discurre entre muros caídos y que rodea Belén a Mediodía hasta su parte oriental, y se acercaron al paraje de la Cueva del Pesebre por el lado del campo donde el ángel se apareció a los pastores".

"Entonces, cuando la caravana llegó a la Tumba de Maraha que está en el valle que hay detrás de la Cueva del Pesebre, los Reyes se apearon de sus animales".

"Ya estaba parte del campamento instalado cuando la estrella se apareció a los Reyes clara y brillante encima de la colina del pesebre, y la vieron dejar caer verticalmente sobre la loma un chorro de luz torrencial".

Llegan hasta la cueva donde está la Virgen con el niño
"Al principio la miraban muy asombrados... pero de repente les invadió una gran alegría, pues vieron en el resplandor la figura refulgente de un niño tal y como la habían visto antes en la estrella. Entonces todos se descubrieron la cabeza y expresaron su veneración. Los reyes dieron unos pasos hasta la colina y encontraron la puerta de la cueva. Mensor abrió la puerta y vio la gruta llena de luz celestial, y al fondo la Virgen con el niño, sentada justo tal como ellos la habían visto en sus visiones".
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Primer encuentro con José
"Mensor volvió inmediatamente a decírselo a sus compañeros de viaje mientras José salía de la gruta hacia ellos acompañado de un viejo pastor. Los Reyes le dijeron sencillamente que venían a adorar y traer regalos al rey de los judíos recién nacido, cuya estrella habían visto. José les dio la bienvenida y el viejo pastor los acompañó hasta la caravana y los estuvo ayudando a instalarse".

Adoración del Niño Jesús por los Reyes Magos
"Los Reyes se equiparon para las ceremonias solemnes que se avecinaban. Se pusieron encima unos grandes mantos blancos de cola larga con brillo amarillento como de seda natural... Los tres llevaban a la cintura cinturones de los que colgaban bolsas y cadenitas con cajitas doradas que eran como azucarillos con botones encima... A cada uno de los Reyes le seguían los cuatro acompañantes de la familia". 

"Después siguieron a José muy ordenadamente a ponerse bajo el porche de delante de la cueva, recubrieron la plancha con el lápiz de borlas y cada uno de los Reyes puso encima algunas cajitas y recipientes dorados... Mensor y todos los demás se quitaron las sandalias de los pies. José abrió la puerta de la cueva".

Regalos de los Reyes
"Mensor tomó una bandeja de regalos y al llegar delante de la Virgen, hincó una rodilla y la puso respetuosamente a sus pies encima de un bastidor".

"María estaba más tendida que sentada, con un brazo apoyado en una alfombra, a la izquierda el Niño Jesús que estaba acostado en una artesa recubierta de tapiz... Pero en el momento de entrar, la Santísima Virgen se incorporó para sentarse erguida, se bajó el velo, tomó al niño Jesús en su regazo y lo puso ante sí dentro dentro de su amplio velo".

"Cuando Mensor se arrodilló y depositó los regalos con conmovedoras palabras de homenaje, inclinó humildemente su cabeza descubierta y cruzó sus manos sobre el pecho. María desnudó la parte superior del cuerpo del Niño, que estaba envuelto en pañales rojos y blancos y al que se le veía brillar tiernamente detrás de su velo; le sujetaba la cabecita con una mano y lo abrazaba con la otra; el niño tenía sus manitas cruzadas sobre el pecho como si rezara. Relucía amablemente y a veces también hacía de modo encantador como si agarrara algo en torno a sí". 

El oro de Mensor (Melchor)
"Y entonces vi que Mensor sacó de una bolsa que colgaba de su ceñidor, un puñado de bastoncillos relumbrantes, gruesos y pesados, como de un dedo de largo, con punta por arriba y granitos dorados en el medio, y lo puso humildemente como su regalo junto al Niño Jesús en el regazo de la Santísima Virgen".

"María aceptó el oro, lo agradeció amablemente y lo cubrió con una esquina de su manto".

El turno de Sair (Baltasar)...
"Cuando Mensor se retiró con sus cuatro acompañantes, Sair el castaño se acercó con los suyos. Hincó ambas rodillas con gran humildad y ofreció su regalo con emocionadas palabras mientras ponía en la plancha que estaba delante de Jesús una naveta incensario llena de granos de resina verdosos. Daba incienso porque seguía amorosamente la voluntad de Dios y se acomodaba reverentemente a ella. Estuvo retirado mucho tiempo con gran recogimiento antes de retirarse".

...y Zeokeno (Gaspar)
"Después se acercó Zeokeno, que era el más blanco y el más anciano. era muy viejo y pesado y no intentó arrodillarse, pero estuvo de pie profundamente inclinado y depositó sobre la plancha un vaso de oro con fina hierba verde, un arbolito vertical delgadito y verde, que parecía crecer todavía sobre la raíz, con ramitas rizadas en las que había finas florecitas blancas. Era mirra. Zeokeno ofreció mirra que significa autosacrificio y vencimiento de las pasiones, pues este buen hombre había combatido extraordinarias tentaciones de idolatría, poligamia y violencia. Él y sus acompañantes permanecieron mucho tiempo ante Jesús, muy emocionados, tanto que me daba pena que los otros servidores tuvieran que esperar tanto delante del pesebre para ver al niño".

Palabras emotivas e infantiles de los Reyes
"Las palabras de los Reyes y de todo su séquito eran extraordinariamente emotivas e infantiles; mientras se dejaban caer y presentaban los regalos decían poco más o menos: Hemos visto su estrella y que este niño es el Rey de todos los Reyes, y venimos a adorarle y rendirle tributo con regalos".

"Estaban como completamente arrobados y con una oración infantil y ebria de amor encomendaron al Niño Jesús los suyos, su país y su gente, su hacienda y sus bienes y todo lo que para ellos tenía valor en la Tierra. Que el rey recién nacido quisiera aceptar sus corazones, sus almas y todos sus pensamientos y obras. Que los iluminara y les enviara todas las virtudes; y a la Tierra, felicidad, paz y amor. Al decirlo resplandecían de humildad y de amor y les rodaban lágrimas de alegría por la barba y las mejillas. Eran completamente felices, creían estar dentro de la estrella que desde milenios habían mirado sus antepasados suspirando con tal fiel anhelo. Tenían toda la alegría de la promesa cumplida después de muchos siglos".
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La aceptación de María
"La madre de Dios lo aceptó todo con mucha humildad, dando las gracias. Al principio no dijo nada, pero un sencillo movimiento bajo su velo expresó su alegría devota y emocionada".

"Cuando los Reyes abandonaron la cueva con sus acompañantes y fueron a su tienda, entraron por fin los servidores... que habían estado esperando pacientemente y con mucha humildad delante de la puerta".

"Los servidores no estuvieron mucho tiempo en la Cueva del Pesebre, pues los Reyes volvieron a entrar con toda solemnidad. Se habían cambiado de manto... y llevaban incensarios en sus manos, con los que incensaron con gran respeto al niño, a la Virgen santísima, san José y a toda la Cueva del Pesebre. Luego se retiraron inclinándose profundamente".

La alegría de la Virgen y de san José
"Con todas esas cosas, María y José sentían una alegría tan dulce como nunca les había visto y muchas veces corrían por sus mejillas lágrimas de alegría. El reconocimiento y veneración solemne al Niño Jesús, al que habían tenido que albergar tan pobremente, y cuya altísima dignidad reposaba callada en la humildad de sus corazones, los reconfortaba infinitamente".

La alabanza de los Reyes Magos
"Cuando los Reyes salieron del pesebre aparecieron las estrellas en el cielo. Se pusieron en corro junto al terebinto que está al borde de la Tumba de Maraha y allí tuvieron su culto a las estrellas con cánticos solemnes. Es indecible lo conmovedores que sonaban sus cantos en el valle silencioso. Sus antepasados habían mirado, rezado y cantado a las estrellas tantos siglos, y hoy se habían cumplido todos sus anhelos. Cantaban ebrios de gratitud y alegría".
 

lunes, 26 de diciembre de 2016

Una famosa Beata y mística vio el Nacimiento de Cristo. Aquí su relato 23122016

Una famosa Beata y mística vio el Nacimiento de Cristo. Aquí su relato

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Una famosa Beata y mística vio el Nacimiento de Cristo. Aquí su relato








REDACCIÓN CENTRAL, 23 Dic. 16 / 10:52 am (ACI).- A finales del siglo XVIII e inicios del XIX surgió en Alemania la famosa mística Ana Catalina Emmerick (1774-1824), quien llevó consigo los estigmas de la Pasión de Cristo y en los últimos años de vida se sustentó solamente de la Eucaristía.
Dios le concedió detalladas revelaciones místicas de la vida de Jesús, San Juan Pablo II la beatificó en 2004 y el actor Mel Gibson se inspiró en sus visiones para realizar la película de “La Pasión”. A continuación les compartimos el bello y significativo relato que ella contó sobre lo que vio del Nacimiento de nuestro Señor:
"He visto que la luz que envolvía a la Virgen se hacía cada vez más deslumbrante, de modo que la luz de las lámparas encendidas por José no eran ya visibles. María, con su amplio vestido desceñido, estaba arrodillada con la cara vuelta hacia Oriente. Llegada la medianoche la vi arrebatada en éxtasis, suspendida en el pecho. El resplandor en torno a ella crecía por momentos. Toda la naturaleza parecía sentir una emoción de júbilo, hasta los seres inanimados. La roca de que estaban formados el suelo y el atrio parecía palpitar bajo la luz intensa que los envolvía.
Luego ya no vi más la bóveda. Una estela luminosa, que aumentaba sin cesar en claridad, iba desde María hasta lo más alto de los cielos. Allá arriba había un movimiento maravilloso de glorias celestiales, que se acercaban a la Tierra, y aparecieron con claridad seis coros de ángeles celestiales. La Virgen Santísima, levantada de la tierra en medio del éxtasis, oraba y bajaba las miradas sobre su Dios, de quien se había convertido en Madre. El Verbo eterno, débil Niño, estaba acostado en el suelo delante de María.
Vi a Nuestro Señor bajo la forma de un pequeño Niño todo luminoso, cuyo brillo eclipsaba el resplandor circundante, acostado sobre una alfombrita ante las rodillas de María. Me parecía muy pequeñito y que iba creciendo ante mis ojos; pero todo esto era la irradiación de una luz tan potente y deslumbradora que no puedo explicar cómo pude mirarla. La Virgen permaneció algún tiempo en éxtasis; luego cubrió al Niño con un paño, sin tocarlo y sin tomarlo aún en sus brazos. Poco tiempo después vi al Niño que se movía y le oí llorar. En ese momento fue cuando María pareció volver en sí misma y, tomando al Niño, lo envolvió en el paño con que lo había cubierto y lo tuvo en sus brazos, estrechándole contra su pecho. Se sentó, ocultándose toda ella con el Niño bajo su amplio velo, y creo que le dio el pecho. Vi entonces que los ángeles, en forma humana, se hincaban delante del Niño recién nacido para adorarlo.
Cuando había transcurrido una hora desde el nacimiento del Niño Jesús, María llamó a José, que estaba aún orando con el rostro pegado a la tierra. Se acercó, lleno de júbilo, de humildad y de fervor. Sólo cuando María le pidió que apretase contra su corazón el Don Sagrado del Altísimo, se levantó José, recibió al Niño entre sus brazos, y derramando lágrimas de pura alegría, dio gracias a Dios por el Don recibido del Cielo.
María fajó al Niño: tenía sólo cuatro pañales. Más tarde vi a María y a José sentados en el suelo, uno junto al otro: no hablaban, parecían absortos en muda contemplación. Ante María, fajado como un niño común, estaba recostado Jesús recién nacido, bello y brillante como un relámpago. ‘¡Ah, decía yo, este lugar encierra la salvación del mundo entero y nadie lo sospecha!’.
He visto en muchos lugares, hasta en los más lejanos, una insólita alegría, un extraordinario movimiento en esta noche. He visto los corazones de muchos hombres de buena voluntad reanimados por un ansia, plena de alegría, y en cambio, los corazones de los perversos llenos de temores. Hasta en los animales he visto manifestarse alegría en sus movimientos y brincos. Las flores levantaban sus corolas, las plantas y los árboles tomaban nuevo vigor y verdor y esparcían sus fragancias y perfumes. He visto brotar fuentes de agua de la tierra. En el momento mismo del nacimiento de Jesús brotó una fuente abundante en la gruta de la colina del Norte.
A legua y media más o menos de la gruta de Belén, en el valle de los pastores, había una colina. En las faldas de la colina estaban las chozas de tres pastores. Al nacimiento de Jesucristo vi a estos tres pastores muy impresionados ante el aspecto de aquella noche tan maravillosa; por eso se quedaron alrededor de sus cabañas mirando a todos lados.
Entonces vieron maravillados la luz extraordinaria sobre la gruta del pesebre. Mientras los tres pastores estaban mirando hacia aquel lado del cielo, he visto descender sobre ellos una nube luminosa, dentro de la cual noté un movimiento a medida que se acercaba. Primero vi que se dibujaban formas vagas, luego rostros, y finalmente oí cantos muy armoniosos, muy alegres, cada vez más claros. Como al principio se asustaron los pastores, apareció un ángel entre ellos, que les dijo: ‘No temáis, pues vengo a anunciaros una gran alegría para todo el pueblo de Israel. Os ha nacido hoy, en la ciudad de David, un Salvador, que es Cristo, el Señor. Por señal os doy ésta: encontraréis al Niño envuelto en pañales, echado en un pesebre’. Mientras el ángel decía estas palabras, el resplandor se hacía cada vez más intenso a su alrededor. Vi a cinco o siete grandes figuras de ángeles muy bellos y luminosos. Oí que alababan a Dios cantando: ‘Gloria a Dios en las alturas y paz en la tierra a los hombres de buena voluntad’.
Más tarde tuvieron la misma aparición los pastores que estaban junto a la torre. Unos ángeles también aparecieron a otro grupo de pastores cerca de una fuente, al Este de la torre, a unas tres leguas de Belén. Los he visto consultándose unos a otros acerca de lo que llevarían al recién nacido y preparando los regalos con toda premura. Llegaron a la gruta del pesebre al rayar el alba".