Verano UNO:
Te llega en estos momentos el par de comentarios del Evangelio para el domingo primero de agosto. Los encuentras a continuación.
Por estar en tiempo de 'vacaciones estivales' nos vamos a ahorrar las habituales presentaciones, que retomaremos en el primer domingo de septiembre, día siete.
Carmelo Bueno Heras
Comentario primero:
2025, 03 de agosto. Domingo 18º del TO C: Lucas 12,13-21. Leo y escribo Contigo:
Gracias por el aire
Acabas de leer esa expresión que acabo de escribir sobre ‘el espíritu’ y te añado que no la vas a encontrar por más que te leas el texto de Lucas 12,13-21, una o cien veces, como se hará en las celebraciones del domingo primero del mes de agosto. Si te dejas llevar por la guía del ‘espíritu investigador’ caerás en la cuenta de que es justo el versículo anterior 12,12. Fácil de recordar. Y fácil de comprender el mensaje si se lee el relato de 12,1-12.
Hay que leérselo todo para intentar ponerse en el lugar del narrador de este relato evangélico. Si no se hace este ejercicio se corre el riesgo peligroso de hacer decir al Evangelio lo que cada uno quiera comprender. ¿Cómo imaginarse lo que este autor dice al comenzar este duodécimo capítulo de su narración?: “Habiéndose reunido miles y miles de personas, hasta pisarse unos a otros, se puso Jesús a decir primeramente a sus discípulos” (12,1). Luego, ante la pregunta de uno, hablará a toda esa inmensa multitud imaginaria. ¿No acaba de decir el narrador que Jesús va de camino con sus seguidores hacia Jerusalén? ¿Miles y miles son esos seguidores?
Por eso me pregunto: ¿No serán estos miles y miles de personas todas aquellas que se andan acercando a Jesús de Nazaret no sólo en los días de su vida, sino también después del sepultamiento de este hombre y año tras año en la historia hasta que el tal Lucas escribe su Evangelio y así siglo tras siglo y hasta hoy?
Durante todo este tiempo se puede documentar muy bien eso que nos constata Lucas y no se nos lee en la liturgia: “Cuando os lleven a las sinagogas, ante los magistrados y las autorida-des…” (12,11-12). El primero que fue llevado ante tales tribunales de no se sabe qué justicia fue el propio Jesús de Nazaret, que entre otras muchas denuncias señaló como blasfema la insaciable codicia de las gentes de poder del templo que no dejaron nunca de ampliar sus almacenes de riquezas. Y decían que serían para el Dios Yavé. Y, sin embargo, siempre acababan en el patrimonio personal y familiar de los sumos sacerdotes. Pasaba esto en tiempos de Jesús y pasa siempre en la religión de Israel. En todas. En la nuestra también, como dice con sabiduría el viejo refrán: “En todas las casas cuecen habas y en la mía a calderadas”.
¿Qué hay detrás de la denuncia de ese ‘uno de la gente’?: “Di a mi hermano que reparta la herencia conmigo” (12,13). Y la respuesta de Jesús, dice el Evangelista, no es sólo para ese uno, sino para los miles y miles que se apretujan unos a otros en el camino de la historia de este mundo. Y la respuesta es una parábola. Una parábola, el relato de las mil caras. Así es la manera de contar de este Evangelista. Cito dos muestras: ¿Quién es mi prójimo? Y les contó una parábola (10,29-30). ¡Este hombre es un pecador y come con publicanos! Y les dijo esta parábola, o estas tres (15,1-3).
La codicia, la abundancia, la ostentación…, sea del calificativo que sea -económica, religiosa, política, expresión de las tres tentaciones- siempre es inhumana porque margina, esclaviza, minimiza a quienes no pertenecen a ese poder deshumanizador. La única riqueza que huma-niza es el amor. El amor entre las personas, que se hace y vive no por codiciar, poder u osten-tar, sino por compartirse. ¿No es esto lo que se anuncia en el final de esta parábola? (12,21).
Carmelo Bueno Heras. En Burgos, 31.07.2016. También en Madrid, 03.08.2025
Comentario segundo:
CINCO MINUTOS con el Evangelio de Lucas para leerlo ordenadamente y desde el principio hasta el final. Semana 36ª (25.08.2025): Lucas 14,1-35.
Jesús es el camino.
En el comentario anterior leímos que “mientras iba de camino hacia Jerusalén, Jesús enseñaba en todos los poblados por donde pasaba” (Lucas 13,22). Leeremos más adelante que “de camino hacia Jerusalén, Jesús pasaba entre Samaría y Galilea” (Lucas 17,11). Entre ambas referencias del texto, el Evangelista Lucas nos relata lo que podríamos llamar ‘la segunda etapa del camino’. Un camino que no es geográfico, sino simbólico, humano o incluso teológico, porque ‘ese camino’ es el propio Jesús y sus opciones como hombre judío y galileo.
En el comienzo de esta segunda etapa ya nos presentó Lucas a su Jesús enfrentado con las personas e instituciones de su propia religión judía (13,23-35). Y en esta ‘tarea evangelizadora’ continúa en el texto de Lucas 14,1-35, que ahora leo y comento.
Esta nueva y misma cosa (la misión) de la ‘evangelización’ comienza así: “Y sucedió que, habiendo ido en sábado a casa de uno de los jefes de los fariseos para comer, ellos le estaban observando” (Lc 14,1- 22). Memorizo estos cuatro elementos del texto: sábado, fariseos, comer y observar. En este contexto de encuentro y diálogo entre distintas maneras de comprender y vivir la única Religión judía, el narrador de los hechos pone sobre la realidad del encuentro la presencia de un enfermo hidrópico.
¿Qué tipo de enfermedad es ésta? Me encanta la tesis doctoral que identifica esta ‘hidropesía’ con ‘la obsesión por el agua’. Precisamente por el ‘agua que purifica’, porque el peligro de la impureza es constante. Y constante debe de ser su limpieza. No he leído sobre esto en Freud, pero casi me lo imagino en sus interpretaciones. Este hidrópico es un obseso por la limpieza de toda mancha que impurifica, según se habla en todo el libro del Levítico.
¿Qué hacen los ‘hombres de una religión’ con una persona obsesionada con el cumplimiento de los, más o menos, 613 mandatos de los expertos legistas y fariseos de la Ley de Moisés? Esta es la pregunta que Lucas pone en labios de su Jesús: “¿Se puede sanar en sábado a una persona, sí o no?” (Lucas 14,3).
Todo lector sabe ya la respuesta a esta pregunta por habérsela leído y meditado en Lc 13,10-21. Para este evangelizador Jesús, sí se puede. No sólo se puede, sino que lo realiza. Rompe con la Ley, la del sábado, de la pureza, de las tradiciones... Este Jesús es un blasfemo. Y para comprender esta blasfema desobediencia de Jesús, el Evangelista le pone en sus labios una preciosa reflexión sobre la comida y los comensales... ¡del y en el Reino-reinado de Dios!
Lucas 14,7-24 acaba con estas durísimas palabras de este Jesús para sus creyentes judíos: “Ninguno de los invitados probará mi cena”. Ningún invitado es decir ‘ningún creyente y seguidor-cumplidor’ de la Ley de Moisés y de su Dios Yavé. Frente a este seguimiento de la Ley de Israel habla ahora el Evangelista del ‘seguimiento de su Jesús de Nazaret’ en Lucas 14,25-35. Se habla de este ‘seguimiento de Jesús’ antes del famoso capítulo decimoquinto del hombre que tenía ‘dos hijos’. Leo despacio este final del capítulo decimocuarto y constato que ser ‘seguidor de este Jesús’ nada tiene que ver con ninguno de nuestros siete sacramentos.
Carmelo Bueno Heras. En Madrid, 05.08.2018. También en Madrid, 03.08.2018.
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