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viernes, 6 de noviembre de 2015

René Girard: el filósofo al que recurre Cantalamessa para sus predicaciones de Adviento a la Curia 09122014

René Girard: el filósofo al que recurre Cantalamessa para sus predicaciones de Adviento a la Curia

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9 diciembre 2014
René Girard: el filósofo al que recurre Cantalamessa para sus predicaciones de Adviento a la Curia
El filósofo y antropólogo René Girard busca las claves psicológicas que hacen de Cristo el verdadero modelo a imitar y pacificador
El padre capuchino italiano Raniero Cantalamessa, predicador de la Casa Pontificia, empezó el pasado viernes sus predicaciones de adviento ante la Curia romana y el Papa Francisco, centradas este año en el tema de "la Paz".

“La palabra de Dios nos enseña que la paz primera y más esencial es la vertical, entre cielo y tierra, entre Dios y la humanidad”, explicó. “Mientras Adán y Eva están en paz con Dios, hay paz dentro de cada uno de ellos”, observó.

Después, Cantalamessa pasó a explicar el significado de la Cruz y el sacrificio de Cristo para reconstruir la paz entre los hombres, recurriendo para ello a ideas del filósofo y antropólogo René Girard, el padre de la teoría mimética, que reflexiona sobre Cristo como el único "chivo expiatorio" que realmente consigue sanar la violencia, y el único modelo que es sano imitar.

Cantalamessa lo explica así:

»Recientemente ha habido una profundización del pensamiento sobre el sacrificio de Cristo. En 1972 el pensador francés René Girard lanzaba la tesis según la cual “la violencia es el corazón y el alma secreta de lo sagrado” [5].

»En el origen, de hecho en el centro de cada religión, incluida la judía, está el sacrificio, el rito del chivo expiatorio que comporta siempre destrucción y muerte.

»Antes aún de esta fecha, aquel estudioso se había acercado al cristianismo y en la Pascua de 1959 había hecho pública su ´conversión´, declarándose creyente y volviendo a la Iglesia.

»Esto le permitió no detenerse en los estudios sucesivos, en el análisis del mecanismo de la violencia, pero a entender también como salir de la misma.

»Según él, Jesús desenmascara y quiebra el mecanismo que sacraliza la violencia, haciendo de si mismo el voluntario ´chivo expiatorio´ de la humanidad, la víctima inocente de toda la violencia.



Cantalamessa en su predicación ante el Papa y la Curia

»Cristo, decía ya la Carta a los Hebreos, (Hb 9, 11-14), no vino con la sangre de otro, pero con la sangre propia. No ha hecho víctimas, pero se ha hecho víctima. No ha puesto sus pecados sobre los hombros de los otros -hombres o animales-; ha puesto los pecados de los otros en sus propios hombros: “El llevó nuestros pecados en su cuerpo en el madero de la cruz” (1 P 2, 24).

»¿Es posible entonces seguir hablando de “sacrificio” de la cruz y, por lo tanto, de la misa como sacrificio? Por mucho tiempo el estudioso citado ha rechazado este concepto, reteniéndolo demasiado señalado por la idea de violencia, pero después, con toda la tradición cristiana, ha terminado por admitir la legitimidad, a condición, dice, de ver en el de Cristo, un tipo nuevo de sacrificio, y de ver en este cambio de significado “el hecho central en la historia religiosa de la humanidad” [6].

»Todo esto nos permite entender mejor en que sentido en la cruz se realizó la reconciliación entre Dios y los hombres. Generalmente el sacrificio de expiación servía a aplacar a un Dios irritado por el pecado.

»El hombre ofreciendo a Dios un sacrificio, ofrece a la divinidad la reconciliación y el perdón. En el sacrificio de Cristo la perspectiva de vuelca. No es el hombre el que ejercita una influencia sobre Dios, para que se aplaque. Más bien es Dios el que actúa para que el hombre desista de la propia enemistad contra Él. “La salvación no inicia con una petición de reconciliación por parte del hombre, sino con la solicitud de Dios de reconciliarse con Él” [7].

»En este sentido se entiende la afirmación del Apóstol: “Es Dios que ha reconciliado con sí el mundo en Cristo” (cf. 2 Cor 5, 19). Y más: “Mientras éramos enemigos, hemos sido reconciliados con Dios mediante la muerte de su Hijo” (Rom 5, 10).

Las citas son:

[5] Cfr. R. Girard, La violence et le sacré, Grasset, París 1972.
[6] Cfr. R. Girard, El sacrificio, Milán 2004.
[7] G. Theissen - A. Merz; El Jesús histórico, Queriniana, Brescia 2003, p. 573.

El texto completo de la predicación de Cantalamessa se puede leer aquí.

Para entender algo mejor la propuesta de René Girard que Cantalamessa expone ante la Curia en su predicación, copiamos aquí un extracto del libro de Girard Veo a Satán caer como el relámpago, el más difundido sobre el tema.



Imitar a Jesús que imita al Padre
por René Girard

No codiciarás la casa de tu prójimo; no codiciarás la mujer de tu prójimo, ni su siervo, ni su sierva, ni su buey, ni su asno, ni nada que sea de tu prójimo (Éxodo 20, 17).
La revolución que anuncia y prepara el décimo mandamiento se consuma plenamente en los Evangelios. Si Jesús no habla nunca en términos de prohibiciones y, en cambio, lo hace siempre en términos de modelos e imitación, es porque llega hasta el fondo de la lección del décimo mandamiento.

cuando nos recomienda que lo imitemos, no es por narcisismo, sino para alejarnos de las rivalidades miméticas.

¿En qué debe centrarse, exactamente, la imitación de Jesucristo? No es su manera de ser o en sus hábitos personales. Nunca en los Evangelios se dice esto. Tampoco Jesús propone una regla de vida ascética en el sentido de Tomás de Kempis y su célebre Imitación de Cristo, por muy admirable que esta obra sea. Lo que Jesús nos invita a imitar es su propio deseo, el impulso que lo lleva a él, a Jesús, hacia el fin que se ha fijado: parecerse lo más posible a Dios Padre.

La invitación a imitar el deseo de Jesús puede parecer paradójica puesto que Jesús no pretende poseer un deseo propio, un deseo específicamente «suyo». Contrariamente a lo que nosotros pretendemos, no pretende «ser él mismo», no se vanagloria de «obedecer solo a su propio deseo». Su objetivo es llegar a ser la imagen perfecta de Dios. Y por eso dedica todas sus fuerzas a imitar a ese Padre. Y al invitarnos a imitarlo nos invita a imitar su propia imitación.

Una invitación que, lejos de ser paradójica, es más razonable que la de nuestros modernos gurús, que nos invitan a hacer lo contrario de lo que ellos hacen o, al menos, pretenden hacer. Cada uno de ellos pide, en efecto, a sus discípulos que imiten en él al gran hombre que no imita a nadie. Por el contrario, Jesús nos invita a hacer lo que él hace, a que nos convirtamos, exactamente como él, en imitadores de Dios Padre.

¿Por qué Jesús considera al Padre y a sí mismo los mejores modelos para todos los hombres? Porque ni el Padre ni el Hijo desean con avidez, con egoísmo. Dios «hace que el sol se levante sobre los malos y los buenos». Da sin escatimar, sin señalar diferencia alguna entre los hombres. Deja que las malas hierbas crezcan en compañía de las buenas hasta el momento de la cosecha. Si imitamos el desinterés divino, nunca se cerrará sobre nosotros la trampa de las rivalidades miméticas. De ahí que Jesús diga también: «Pedid y se os dará…»

Cuando Jesús afirma que no solo no deroga la Ley, sino que la lleva a su culminación, formula una consecuencia lógica de su enseñanza. La finalidad de la Ley es la paz entre los hombres. Jesús no desprecia nunca la Ley, ni siquiera cuando reviste la forma de prohibición. A diferencia de los pensadores modernos, sabe perfectamente que, para impedir los conflictos, hay que comenzar por las prohibiciones.

Sin embargo, el inconveniente de las prohibiciones es que no desempeñan su papel de manera satisfactoria. Su carácter sobre todo negativo, como Pablo comprendió muy bien, aviva forzosamente en nosotros la tendencia mimética a la transgresión; la mejor manera de prevenir la violencia consiste, no en prohibir objetos, o incluso el deseo de emulación, como hace el décimo mandamiento, sino en proporcionar a los hombres un modelo que, en lugar de arrastrarlos a las rivalidades miméticas, lo proteja de ellas.

A menudo creemos imitar al verdadero Dios y, en realidad, solo imitamos a falsos modelos de autonomía e invulnerabilidad. Y, en lugar de hacernos autónomos e invulnerables, nos entregamos, por el contrario, a las rivalidades de imposible expiación. Lo que para nosotros diviniza a esos modelos es su triunfo en rivalidades miméticas cuya violencia nos oculta su insignificancia.

Lejos de surgir en un universo exento de imitación, el mandamiento de imitar a Jesús se dirige a seres penetrados de mimetismo. Los no cristianos se imaginan que, para convertirse, tendrían que renunciar a una autonomía que todos los hombres poseen de manera natural, una autonomía de la que Jesús quisiera privarlos.

En realidad, en cuanto empezamos a imitar a Jesús, descubrimos que, desde siempre, hemos sido imitadores. Nuestra aspiración a la autonomía nos ha llevado a arrodillarnos ante seres que, incluso si no son peores que nosotros, no por eso dejan de ser malos modelos, puesto que no podemos imitarlos sin caer con ellos en la trampa de las rivalidades inextricables.

Al imitar a nuestros modelos de poder y prestigio, la autonomía, esa autonomía que siempre creemos que por fin vamos a conquistar, no es más que un reflejo de las ilusiones proyectadas por la admiración que nos inspiran, tanto menos consciente de su mimetismo cuanto más mimética es. Cuando más «orgullosos» y «egoístas» somos, más sojuzgados estamos por los modelos que nos aplastan.

* René Girard, Veo a Satán caer como el relámpago. Barcelona: Anagrama, 2002, pp. 30-32

Murió René Girard, un pensador cristiano que puede resultar tan influyente como Marx, Freud o Darwin 06112015

Su teoría de la mímesis y el chivo expiatorio seduce

Murió René Girard, un pensador cristiano que puede resultar tan influyente como Marx, Freud o Darwin

Murió René Girard, un pensador cristiano que puede resultar tan influyente como Marx, Freud o Darwin
René Girard ha muerto con 91 años, pero su filosofía y antropología son cada vez más influyentes, y puede afectar también a la fe de los cristianos

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6 noviembre 2015
El filósofo y antropólogo francés René Girard, autor de la teoría de la mímesis, murió el miércoles a los 91 años en su vivienda del campus de la Universidad de Stanford, en EEUU.

"Girard era un hombre libre y un humanista cuya obra marcará la historia del pensamiento", declaró el presidente francés, François Hollande, no especialmente cercano al pensar de Girard.

Cuando Girard fue designado miembro de la Academia Francesa, el filósofo e historiadorMichael Serres, otro francés en Stanford, lo consideró "el nuevo Darwin de las ciencias humanas", frase que Stanford ha recordado y repiten hoy sus obituarios.

Una teoría que lo explica todo
Girard, como Darwin, Marx o Freud fue elaborando durante 50 años una teoría que lo quiere explicar prácticamente todo en las ciencias sociales, sea la historia, la psicología, la literatura, la antropología o la religión.

Los que leen a Girard y piensan "esto encaja" empiezan a aplicarlo a casi cualquier cosa.Más aún, igual que sin leer casi a Marx muchos podían ser marxistas, sin leer casi a Girard muchos pueden aplicar sus ideas para entenderlo todo en la historia o en su vida personal.

En adviento de 2014, el padre Raniero Cantalamessa, predicador de la Casa Pontificia, en los ejercicios de adviento para la Curia vaticana dedicó toda una sesión a presentar el pensamiento de René Girard sobre Cristo, la Cruz y la Salvación. (Léalo aquí)

Girard, que se alejó de la fe católica de su infancia muy pronto, la recuperó, transformada y madura, cuando tenía unos 35 años, a medida que sus investigaciones literarias le acercaban a la Biblia y la figura del inocente que sufre pero es destruido para unificar a una masa violenta que busca un chivo expiatorio.

Para escándalo de la intelectualidad mundial, y más aún de la francesa, el papel de la Biblia y la figura de Cristo son centrales en la teoría omniexplicativa de Girard... y lo más asombroso es que funciona para el lector sin necesidad de que sea cristiano. Cristo y su sacrificio se hacen imprescindibles para entenderlo todo en Occidente e incluso más allá, y eso molesta a mucho pensador que considera que nadie posterior a Descartes debería mencionar siquiera a Cristo.

Para entender el pensamiento de Girard y su seducción, que probablemente va a perdurar muchos siglos y va a impregnar cada vez más el pensamiento y la religión cristiana, pero también a otros muchos pensadores, hay que analizar sus distintos pasos. Nosotros lo hacemos ayudándonos con la explicación del teólogo girardiano Scott Caudell en Abc.net.au.

Paso 1 - La literatura muestra la mímesis
En los años 50, Girard estudió a Shakespeare y Cervantes y la gran literatura del siglo XVI. Estableció la base de su pensamiento al descubrir la "mímesis": Don Quijote no sólo quiere imitar al caballero de novelas Amadís de Gaula, sino que quiere poseerlo, tener lo que Amadís tiene.

La mímesis es el "deseo del otro al que emulamos". Imitarlo con fuerte deseo y desear tener lo suyo... sus aventuras, su honor, o sus coches y mansiones.

Este mecanismo va más allá de la novela del s.XVI. Toda la gran novela del s.XIX, descubrió, la asumía: Flaubert, Stendhal, Proust y Dostoyevski, por ejemplo.

Paso 2 - Vemos rivales, y eso lleva a la violencia
La persona que es llevada por su deseo mimético se encuentra con rivales, otros -a menudo cercanos a nosotros, o parecidos a nosotros- que también quieren poseer lo amado. Y los rivales molestan y serán odiados.

Pueden ser rivales complicados psicológicamente: una coqueta narcisista se desea a sí misma, pero eso mismo la hace seductora para un hombre, pero ella a la vez desea ser deseada por el hombre y odia a ese hombre porque es "competidor". Además, siguiendo a Freud, cualquier padre puede ser un rival: queremos lo que nuestro padre tiene, y él nos impide tenerlo.

El deseo mimético nos lleva a la violencia contra los rivales, para compensar la frustración por lo que no conseguimos ser o tener.

Paso 3 - Se busca un chivo expiatorio: matándolo, pacificamos la sociedad
Estudiando en los años 60 los antiguos mitos (empezó con Eurípides y las Bacantes), Girard llegaría a publicar su obra más conocida en 1973, La violencia y lo sagrado, que desarrolla el tema del chivo expiatorio.

Las sociedades tradicionales, para reducir la violencia que causa el deseo mimético, busca unir a los miembros contra un enemigo común, un chivo expiatorio, que es realmente abyecto, culpable y en grado gravísimo.

La muchedumbre le linchará o ejecutará ritualmente para recuperar la paz por un tiempo y aliviar tensiones. Así, Edipo es asesinado, pero dejando claro -para justificarnos- que era muy culpable de gravísimos delitos: incesto y de parricidio.

Las sociedades refuerzan el mecanismo del chivo expiatorio y su eficacia mediante la religión. Pero Girard especifica que es "lo sagrado falso", es una idolatría. Funciona bastante bien para aplazar la violencia, pero es falsa.

Esta "sacralidad falsa" (aunque la gente la vive con sinceridad) cuenta con:

- prohibiciones y tabús: para reducir los daños del deseo mimético y la rivalidad
- ritos: que sustituyen simbólicamente a la víctima linchada o sacrificada (sacrificar animales, cultos que lo simbolizan, muchos rituales de iniciación que simulan sacrificios...)
- mitos: todas las leyendas y narraciones de dioses que vuelven a los cielos o retornan a su casa bajo las aguas... en realidad se refieren a víctimas linchadas o sacrificadas como chivos expiatorios pero que la sociedad "deifica" como compensación y para ocultar su violencia social; la mujer de César, en Shakespeare, dice cuando es asesinado: "la gran Roma chupará su sangre vivificante". La misma Roma que lo mata lo hace divino. 

Paso 4 - La Biblia lo rompe todo: ¡la víctima es inocente!
Los 10 mandamientos saben que el deseo mimético es dañino y avisan: "No codicies los bienes ajenos". Además, la Biblia denuncia el mecanismo del chivo expiatorio.

Hay una versión egipcia, pagana, de la historia de José y sus hermanos. La versión egipcia culpa al protagonista: se merece pasar todas sus desventuras. Pero la versión bíblica deja claro que José, la víctima, es inocente. Es la envidia mimética de sus hermanos la culpable, pero al menos ellos se niegan a reincidir y quitar a su padre otro hijo inocente, quieren proteger a Benjamín.

La Biblia una y otra vez señala con indignación el mecanismo del chivo expiatorio, tan natural en los hombres, fomentado por el poder político y religioso de las sociedades porque es útil. Dos tercios de los Salmos son quejas de la víctima inocente. Job es inocente e insiste en serlo aunque su esposa y sus amigos le presionen: "reconócete culpable, algo habrás hecho". El siervo sufriente del que habla Isaías expresa la misma idea.

El Evangelio y Cristo lo consolidan. "Conviene que muera un hombre por todo el pueblo",dice un líder político-religioso sentenciando a Jesús. Aunque Jesús es inocente sale a cuenta matarlo, reducirá la violencia social del deseo mimético, al menos por una temporada más. La muchedumbre quiere su sangre y eso permite mantener lo "falso sagrado": el Imperio, el Templo...

Girard entiende que el Dios bíblico, el Dios cristiano, quiere enseñar que el deseo mimético y su gestión mediante ejecución de inocentes son cosas malas, y queda claro cuando los hombres llegan a matar al Gran Inocente que además es Dios mismo. Es así, muriendo y resucitando, pero no un culpable -como en lo sagrado falso, sino un inocente, que además es de verdad Dios- como Dios quiere liberar a los hombres de esa esclavitud al deseo mimético.

Paso 5 - Después de Cristo, los mecanismos antiguos no funcionan
Al difundirse el ejemplo de Cristo y su poderosa historia, los trucos clásicos de chivo expiatorio y sus rituales relacionados pierden mucha eficacia. Los cristianos, que creen en la Resurrección y exigen santidad, lo cambian todo. Buscar chivos expiatorios después de Cristo siempre será insatisfactorio...En la Edad Media aún se mantienen muchos ejemplos de la vieja "falsa sacralidad": cierta teología de expiación sedienta de sangre, mucho antisemitismo (chivo expiatorio), las cruzadas (ir a expiar contra el otro...), la caza de brujas...

Pero los santos, los Padres del Desierto y los monasterios ofrecen la otra vía para la paz: buscar tener mímesis sólo de Cristo, renunciar al deseo mimético de todo lo demás, vivir en austeridad. 

Paso 6 - Lo "falso sagrado" en la modernidad
En la Edad Media clases enteras podían verse poco sometidas al deseo mimético: Sancho Panza casi nunca desea ser como su loco señor, y cuando lo intenta enseguida entiende que hizo mal.

Pero con la modernidad, desde el siglo XVI, se consolidan dos entidades que sirven a lo "falso sagrado", piden ser adoradas, sacralizadas y a cambio ofrecen reducir la violencia mimética.

Una es el Estado, bien explicado por el "Leviatán" de Hobbes. Se le da más y más capacidad destructora y militar para sentir que nos da seguridad.

Otra es el Mercado. Ofrece infinitos bienes materiales para satisfacer los deseos miméticos (que a su vez se multiplican, resultan ser insaciables y fomentan un individualismo nunca visto antes... Pero al menos el consumo e individualismo aplazan -algo- la aparición de la violencia masiva).

Por supuesto, "la falsa sacralidad" del Estado y el Mercado requiere chivos expiatorios: el Tercer Mundo pobre, explotado, olvidado, y el medioambiente, maltratado.

Paso 7 - Lo que viene: o más Cristo, o más guerra
El último libro de Girard, "Achever Clausewitz" (Battling to the End, en inglés, Clausewitz en los extremos, en español) reflexiona sobre la guerra en la modernidad, cada vez más brutal, que cada vez deshumaniza más al otro.

El napoleonismo contra el pan-germanismo, del bolchevismo al nazismo, el nazismo contra el stalinismo... Son guerras de exterminio, que ven al otro como no-humano. Y pueden volver. 

Las grandes guerras futuras, piensa Girard, no serán de choque de civilizaciones, porque el deseo mimético no es contra el muy ajeno, sino contra el que se parece a nosotros y rivaliza con nosotros. Pero en nuestra época los países y sociedades se parecen más y más unas a otras... cuanto más se parezca China a Occidente, cuanto más temamos que cada chino tenga dos coches y dos casas, más fácil es que llegue la violencia.

Repasando el libro de Apocalipsis, Girard no cree que enseñe que Dios castigará a los hombres, sino que los hombres se destruirán entre ellos si no asumen el modelo de humildad y santidad de Cristo, aquel a quien debemos imitar.

El deseo mimético no es malo si imitamos a Cristo y los santos, y deseamos aquello que llena de verdad: el amor de Dios. Eso, y la voluntad de no doblegarse a los falsos ídolos (el Estado, el mercado, transigir con el sacrificio de inocentes...) da la esperanza al ser humano.

Católico practicante desde los 35 años, siempre reflexionando sobre Cristo y el hombre, René Girard se encuentra ya en la otra vida ante la Fuente de Toda Sabiduría, para entender mejor todo aquello que intentaba vislumbrar.