2016-12-24
La Navidad
de este año será diferente de otras navidades. Generalmente es la fiesta de
confraternización de las familias. Para los cristianos es la celebración del
divino Niño que vino para asumir nuestra humanidad y a hacerla mejor.
En
el contexto actual, sin embargo, en su lugar asomó la terrible figura de
Herodes el Grande (73 a.C. – 4 a.C.) ligado a la matanza de inocentes. Celoso
de su poder, oyó que había nacido en su reino, Judea, un niño-rey. Y ordenó
degollar a todos los niños menores de dos años. Entonces se oyó una de las
palabras más dolientes de toda la Biblia: “En Ramá se oyó una voz, gemidos y
mucho llanto: es Raquel, que llora a sus hijos, y no quiere ser consolada,
porque ya no existen” (Mt 2,18).
Esta
historia del asesinato de inocentes continúa de otra forma. Las políticas
ultracapitalistas impuestas por el gobierno actual, quitando derechos,
disminuyendo salarios, cortando beneficios sociales como salud, educación,
seguridad, pensiones, y congelando 20 años las posibilidades de desarrollo
tienen como consecuencia una perversa y lenta matanza de inocentes de la gran
mayoría pobre de nuestro país.
A
los legisladores no les son desconocidas las consecuencias letales derivadas de
la decisión de considerar más importante el mercado que las personas. Dentro de
pocos años tendremos una clase de super-ricos (hoy son 1.440 según el IPEA, por
lo tanto el 0,05% de la población), una clase media con miedo a perder su
estatus y millones de pobres y parias que de la pobreza pasaron a la miseria.
Esta significa hambre en los niños, que mueren por desnutrición y enfermedades
totalmente evitables, personas mayores que no consiguen sus remedios ni acceso
a la sanidad pública, condenados a morir antes de tiempo. Esta matanza tiene
responsables: buena parte de los legisladores actuales de la llamada “PEC de la
muerte” no pueden eximirse de la culpa de ser los actuales Herodes del pueblo
brasilero.
Las
élites del dinero y de los privilegios consiguieron volver. Apoyados por
parlamentarios corruptos, de espaldas al pueblo y sordos al clamor de la calle,
mediante una coalición de fuerzas formada por jueces justicieros, el Ministerio
Publico, la Policía Militar y parte del Judicial y de los medios de
comunicación corporativa y reaccionaria, no sin el respaldo de la potencia
imperial interesada en nuestras riquezas, forjaron la dimisión de la presidenta
Rousseff. El motor real del golpe es el capital financiero, los bancos y los
rentistas (no afectados por las políticas de ajustes fiscales).
Con
razón denuncia el científico político Jessé Souza: Brasil es el palco de una
disputa entre dos proyectos: el sueño de un país grande y pujante para la
mayoría y la realidad de una élite de rapiña que quiere drenar el trabajo de
todos y saquear las riquezas del país para el bolsillo de media docena. La
élite del dinero manda, por el simple hecho de poder “comprar” a todas las
otras élites (FSP 16/4/2016).
La
tristeza es constatar que todo este proceso de expoliación es consecuencia de
la antigua política de conciliación de los dueños del dinero entre sí y con los
gobiernos, que viene desde el tiempo de la Colonia y de la Independencia.
Lula-Dilma no consiguieron o no supieron superar el arte sagaz de esta minoría
gobernante que, con el pretexto de la gobernabilidad busca la conciliación
entre sí y con los gobernantes, concediendo algunos beneficios a pueblo al
precio de mantener intocada la naturaleza de su proceso de acumulación de
riqueza a altísimos niveles.
El
historiador Jose Honorio Rodrigues, que estudió a fondo a conciliación de clase
siempre de espaldas al pueblo, dice con razón: el liderazgo nacional, en sus
sucesivas generaciones, fue siempre reformista, elitista y personalista… El
arte de robar es noble y antiguo, practicado por esas minorías y no por el
pueblo. El pueblo no roba, es robado… El pueblo es cordial, la oligarquía es
cruel y sin piedad…; el gran éxito de la historia de Brasil es su pueblo y la
gran decepción son sus dirigentes (Conciliação e Reforma no Brasil, 1965.
pp. 114-119).
Estamos
viviendo una repetición de esta maléfica tradición, de la cual nunca nos
liberaremos sin el fortalecimiento de un anti-poder, venido de abajo, capaz de
derribar esta élite perversa e instaurar otro tipo de Estado, con otro tipo de
política republicana, donde el bien común se sobrepone al bien particular y
corporativo.
La
Navidad de este año es una Navidad bajo el signo de Herodes. No obstante,
creemos que el divino Niño es el Mesías liberador y la Estrella es generosa
para mostrarnos mejores caminos.
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