domingo, 14 de septiembre de 2014

Conscientes y Observadores (La oración de la rana de Anthony de Mello)

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Las personas jamás pecarían si fueran conscientes de que cada vez que pecan se hacen daño a sí mismas. Por desgracia, la mayoría de ellas están demasiado aletargadas para caer en la cuenta de lo que están haciéndose a sí mismas.

Bajaba por la calle un borracho con las orejas en carne viva. Se encontró con un amigo, y éste le preguntó qué le había pasado.

“A mi mujer se le ocurrió dejar la plancha encendida y, cuando sonó el teléfono, tomé la plancha por equivocación”.

“Ya veo... Pero ¿y la otra oreja?”.

“¡El maldito imbécil volvió a llamar!”.
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Un célebre cirujano vienés decía a sus alumnos que, para ser cirujano, se requerían dos cualidades:

no sentir náuseas y tener capacidad de observación.

Para hacer una demostración, introdujo uno de sus dedos en un líquido nauseabundo, se lo llevó a la boca y lo chupó. Luego pidió a sus alumnos que hicieran lo mismo. Y ellos, armándose de valor, le obedecieron sin vacilar

Entonces, sonriendo astutamente, dijo el cirujano: “Caballeros, no tengo más remedio que felicitarles a ustedes por haber superado la primera prueba. Pero, desgraciadamente, no han superado la segunda, porque ninguno de ustedes se ha dado cuenta de que el dedo que yo he chupado no era el mismo que había introducido en ese líquido”.

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