lunes, 15 de septiembre de 2014

Juan Pablo II, HOMILÍA, 14 de septiembre de 2003


REFLEXIÓN ESPIRITUAL

Juan Pablo II, HOMILÍA, 14 de septiembre de 2003

Queridos hermanos y hermanas, la cruz, el "lugar privilegiado" en el que se nos revela y manifiesta el amor de Dios. En la cruz se encuentran la miseria del hombre y la misericordia de Dios. Adorar esta misericordia ilimitada es para el hombre el único modo de abrirse al misterio que la cruz revela.

La cruz está plantada en la tierra y parece hundir sus raíces en la malicia humana, pero se proyecta hacia lo alto, como un índice que apunta al cielo, un índice que señala la bondad de Dios. Por la cruz de Cristo ha sido vencido el maligno, ha quedado derrotada la muerte, se nos ha transmitido la vida, se nos ha devuelto la esperanza y nos ha sido comunicada la luz. O crux, ave spes unica!

En el jardín del Edén, al pie del árbol estaba una mujer, Eva (cf. Gn 3). Seducida por el maligno, se apropia de lo que cree que es la vida divina. En cambio, es un germen de muerte que se introduce en ella (cf. St 1, 15; Rm 6, 23).

En el Calvario, al pie del árbol de la cruz, estaba otra mujer, María (cf. Jn 19, 25-27). Dócil al proyecto de Dios, participa íntimamente en la ofrenda que el Hijo hace de sí al Padre para la vida del mundo, y, cuando Jesús le encomienda al apóstol san Juan, se convierte en madre de todos los hombres.

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