REFLEXIÓN ESPIRITUAL
De los sermones de san Máximo de Turín, obispo
LOS MISTERIOS DEL BAUTISMO DEL SEÑOR
Nos refiere el texto evangélico que el Señor acudió al
Jordán para bautizarse y que allí mismo quiso verse consagrado con los
misterios celestiales. [...] No faltará quien diga: ¿Por qué quiso bautizarse,
si es santo?» Escucha. Cristo se hace bautizar, no para santificarse con el
agua, sino para santificar el agua y para purificar aquella corriente con su
propia purificación y mediante el contacto de su cuerpo. Pues la consagración
de Cristo es la consagración completa del agua.
Y así, cuando se lava el Salvador, se purifica toda el
agua necesaria para nuestro bautismo, y queda limpia la fuente, para que pueda
luego administrarse a los pueblos que habían de venir a la gracia de aquel
baño. Cristo, pues, se adelanta mediante su bautismo, a fin de que los pueblos
cristianos vengan luego tras él con confianza.
Así es como entiendo yo el misterio: Cristo precede,
de la misma manera que la columna de fuego iba delante a través del mar Rojo,
para que los hijos de Israel siguieran intrépidamente su camino; y fue la primera
en atravesar las aguas, para preparar la senda a los que seguían tras ella.
Hecho que, como dice el Apóstol, fue un símbolo del bautismo. Y en un cierto
modo aquello fue verdaderamente un bautismo, cuando la nube cubría a los
israelitas y las olas les dejaban paso.
Pero todo esto lo llevó a cabo el mismo Cristo Señor
que ahora actúa, quien, como entonces precedió a través del mar a los hijos de
Israel en figura de columna de fuego, así ahora, mediante el bautismo, va
delante de los pueblos cristianos con la columna de su cuerpo. Efectivamente,
la misma columna, que entonces ofreció su resplandor a los ojos de los que la
seguían, es ahora la que enciende su luz en los corazones de los creyentes:
entonces, hizo posible una senda para ellos en medio de las olas del mar;
ahora, corrobora sus pasos en el baño de la fe.
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