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¡DESPROGRÁMATE!
¡SÉ TÚ MISMO!
Lo importante es
ser capaz de darte cuenta de que no eres más que un yoyo, siempre de arriba
para abajo, según tus problemas, tus disgustos o depresiones; que eres incapaz
de mantener una estabilidad. Darte cuenta de que te pasas la vida a merced de
personas, de cosas o situaciones. Que te manipulan o tú puedes manipular. Que
no eres dueño de ti ni capaz de mirar las situaciones con sosiego, sin enfados
ni ansiedad.
Toda esa actitud sólo depende
de tu programación. Estamos programados desde niños por las conveniencias sociales,
por una mal llamada educación y por lo cultural. Vivimos por ello programados
y damos la respuesta esperada ante situaciones determinadas, sin pararnos a
pensar qué hay de cierto en la situación, y si es consecuente con lo que de
verdad somos esa respuesta habitual y mecánica.
Tenemos programadas
ideas convencionales y culturales, que tomamos como verdades cuando no lo son.
Como la idea de patria, de fronteras y hábitos culturales que nos llevan a conflictos
cuando nada tienen que ver con la verdad.
Lo que haces como hábito, te hace dependiente porque te
lo han programado. Sólo lo que surge de dentro es tuyo y te hace libre.
¡Desprográmate!
Cuando venía hacia
aquí, en el avión, me dijeron:
-Mira, ya salimos
de la India, ahí está la frontera.
Yo me asomé y por
más que miraba no vi ni una línea, ni una barrera natural de separación. ¿Es
que existen las fronteras en la naturaleza? No están más que en nuestra mente.
Toda tierra es de todos, y toda cultura no es más que ideas que nos separan.
Hubo un niño blanco
que se perdió en la selva y se crió en una tribu con cultura distinta. Cuando
creció se casó con una nativa de aquella cultura. Ocurrió que a una amiga de
su mujer se le murió su marido en la guerra, y aquella noche, al pensar en su
amiga sola, la mujer nativa le dijo al marido blanco:
-Oye, me gustaría
que fueses a consolar a mi amiga, que está sola, y como ya no tiene marido te
acostases con ella.
El marido, que
recordaba aún rasgos de su cultura, se negaba, horrorizado, pero al final
complació a su mujer. Cuando volvió, la mujer le dijo:
-Ya sabía que eras
un buen hombre y ahora te quiero más, porque eres compasivo y me siento
orgullosa de ti.
¡Qué bella su
cultura, pero qué difícil de entender y seguir para nosotros! No existe
separación de razas, sólo distintas culturas programadas en nuestras mentes.
En la naturaleza no existen fronteras. El honor, el éxito y el fracaso no
existen, como tampoco la belleza ni la fealdad, porque todo consiste en una
manera de ver de cada cultura. Es lo cultural lo que provoca esas emociones
ante el nombre de patria, raza, idioma o pueblo. Son distintas formas de ver
que están programadas en nuestra mente. La patria es el producto de la
política, y la cultura es la manera de adoctrinar.
Cuando eres un
producto de tu cultura, sin cuestionarte nada, te conviertes en un robot. Tu
cultura, tu religiosidad y las diferencias raciales, nacionales o regionales
te han sido estampadas como un sello y las tomas como algo real. Te enseñaron
una religiosidad y una forma de comportarte que no has elegido, sino que te
vinieron impuestas desde fuera, antes de que tuvieses edad o discernimiento
para decidir, y sigues así, con ellas colgadas, como una piedra al cuello.
Sólo lo que nace y
se decide adentro es auténtico y te hace libre. Lo que haces como hábito y que
no puedes dejar de hacer porque te domina, te hace dependiente, esclavo de lo
que crees, porque te lo han programado. Sólo lo que surge de dentro lo analizas,
lo pasas por tu criterio y te decides a ponerlo en práctica asumiéndolo; es
tuyo y te hace libre.
Tienes que
liberarte de tu historia y su programación para responder por ti mismo y no de
personaje a personaje.
Lo mismo ocurre con
lo que creemos amor y que no es más que un modelo cultural aceptado por la
mente. No se puede vivir influenciado por el pasado. Lo menos que se puede
hacer por el amor es ser sincero, tener claridad de percepción y llamar a cada
cosa por su nombre. Ser capaz de dar la respuesta precisa sin engañar ni
engañarte. Porque te amo te doy la respuesta, desde mi realidad, que te
corresponde a ti y a tu realidad, en este momento. Más tarde no sé lo que
puede ocurrir, y por ello no te hago promesas que no sé si podría cumplir.
Esto es lo menos
que puedes exigirle al amor: sinceridad. La espiritualidad consiste en ver las
cosas, no a través de cristales de color, sino tal como son. La espiritualidad
ha de nacer de ti mismo; y cuanto más seas tú mismo, serás más espiritual.
Lo cierto es que el dolor existe porque rechazamos que lo
único sustancial es el amor, la felicidad, el gozo.
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