miércoles, 22 de octubre de 2014

¡RECONOCE TU AÑADIDURA! (AUTOLIBERACIÓN INTERIOR) Anthony de Mello


3

¡RECONOCE TU AÑADIDURA!

 

Toda programación y todo condicio­namiento te llevan a ser un robot. Los hábitos sirven para cosas prácticas (ca­pacidad de andar, de hablar un idioma, de conducir un coche... ), pero para ver las cosas con profundidad, en el amor y la comunicación, los hábitos son como anestesiar la creatividad, lo nue­vo, y no desear vivir el riesgo del pre­sente.

Lo malo es que hasta la espirituali­dad ha sido objeto de programación, de desfiguración, pues la espiritualidad es como la realidad;.pero todo lo valioso es susceptible de distintas interpretacio­nes y manipulaciones.

Cada persona tiene una forma de re­accionar y de interpretar. Yo conozco a un sacerdote que está deseando tener un cáncer para morir sufriendo... Otros, la mayoría, se llevarían un gran disgusto al saber que tienen cáncer. Tanto una actitud como la otra no de­jan de ser producto de una programa­ción religiosa o cultural.

Cuando una persona programada te ofende sin motivo, tan programado es­tás tú como ella, por dejarte ofender, porque las dos reacciones son igual de absurdas e irreales. Ocurre que, cuan­do estás dormido, te molestan las per­sonas que están dormidas, porque la programación del otro afecta la tuya, te la recuerda, y eso es lo que más te mo­lesta, aunque no quieras reconocerlo. Si cuando un niño o un mono te hacen una mueca, reaccionas enfadándote, señal de que eres tan niño o tan mono como ellos. Estar despierto es no dejarte afec­tar por nada, ni por nadie. Y eso es ser libre.

Tú eres el que ha de elegir tu propia reacción frente a las cosas, situaciones y personas, no los hábitos ni tu cultu­ra. Si sigues programado, tienes que saber ver que esa programación es el control del que se vale la sociedad para imponerte sus criterios. Estamos sien­do controlados en la medida en que se­guimos dormidos: por el consumismo, por la política, por el poder, por el tra­bajo y por el ocio. Las competiciones han pasado de ser un juego entreteni­do y saludable, a ser actos de odio. An­tes se jugaba por el puro placer de ju­gar; ahora, en las competiciones, se contaminó el deporte con el veneno de vencer y elevarse por encima del ven­cido.

Lo mejor del hombre es el amor, y no lograr una marca, humillando a los vencidos. Yo soy mejor que tú y por ello consigo la admiración y la fama; pero ¿en qué eres mejor que yo?, ¿en co­rrer?, ¿en saltar?, ¿en meter una bola entre dos palos y dentro de un cesto? Y eso, ¿para qué sirve?, ¿amas con ello?, ¿te haces más persona? Lo peor de todo esto son las comparaciones que miden al hombre ajustándolo a una medida ideal, rígida, y ponen en acercarse a ese modelo del ídolo, toda energía y todo condicionamiento; ¿para qué?, para que resplandezcan los valores auténticos, genuinos.

Vivimos en una era adoctrinada. Hasta al Santo Padre, al asistir a la consagración de un grupo de carde­nales, se le escapó decir: "Estos 150 cardenales que han tenido el honor de ser elegidos..." ¿Es un honor ser car­denal? ¿No es más bien un servicio?

Estamos adoctrinados y nos deja­mos arrastrar por las programaciones. Vivir libremente, siendo dueño de uno mismo, es no dejarse llevar ni por per­sona ni situación alguna. Saber que nada ni nadie tiene poder sobre uno ni sobre sus decisiones. Eso es vivir me­jor que un rey, y saber oír esa hermosa sinfonía de la vida y disfrutarla.

A veces puede haber emociones o depresiones, por trastornos físicos o psíquicos, pero eso ya no te trastor­na, porque ya no te quita la capaci­dad de ser feliz y alegrarte con lo mucho hermoso que se produce a cada momento ante tus ojos. La de­presión está ahí, tú la observas, pero ya no te identificas con ella. Es algo que está sucediendo por un motivo que conoces y, por lo tanto, está con­trolada. Nada puede contra ti. Ocu­rre fuera de tu ser.

 

Lo contrario al miedo es el amor. Donde existe el amor no hay miedo alguno. Y el que no tienen miedo alguno no teme la violencia, porque él no tiene violencia alguna. Toda violencia viene del miedo y crea más violencia.

 

No hay comentarios:

Publicar un comentario