martes, 4 de noviembre de 2014

Estamos programados (AUTOLIBERACIÓN INTERIOR) Anthony de Mello


Estamos programados

Para mí, muchas veces es difícil combinar los roles de padre espiritual y de psicólogo. Vienen a ti a que les

des un consejo moral que los tranqui­lice y, si resulta que lo que necesitan es una terapia y se la das, se escandali­zan, y entonces creen que los has da­ñado en sus sentimientos o creencias. A nadie has hecho daño, sino que has llamado las cosas por su nombre. Es nuestra programación la que nos hace sufrir.

Un día vino un señor, desesperado porque otro, señor había estado tocan­do los genitales de sus dos niñas de pocos años, y él, que lo sorprendió, quería matarlo. Y las niñas estaban aho­ra llenas de miedo. No por lo que su­cedió, sino por la reacción de los pa­dres ante el hecho. El padre no quería ver esto y me miraba como si estuvie­se loco. Su programación no le permi­tía ver que, si él hubiese reaccionado como si nada hubiese pasado, delante de las niñas, éstas lo tomarían como un juego y nada alarmante quedaría regis­trado en sus mentes.

Puedes pedir explicaciones, romper­le las narices o tratar de reaccionar con el señor que tocó a las niñas. Pero si estás programado para pensar que la acción en sí es pecaminosa y que las niñas han sido mancilladas, y todas esas cosas de nuestra cultura, estarás atrayendo hacia ellas tu alarma y tus miedos. Mucho más que los tuyos, pues ellas, que no están programadas, regis­trarán en su mentes una alarma que uni­rán al acto en sí: sin más explicaciones y para siempre, tendrán miedo a todo lo que se relacione con ello. Un miedo que será inconsciente, irracional, y por ello mucho más peligroso.

En cuanto al señor que tocó a las ni­ñas, en el peor de los casos es un ser enfermizo, con una sexualidad sin de­sarrollar, y no el sádico y pervertido que se suele ver en él. ¿Que hay que defenderse de él? De acuerdo, pero si estás despierto, llamarás las cosas por su nombre y te darás cuenta de que los miedos que provocas sobre él son los mismos que metieron en tu infancia ante actos similares. Si piensas con rea­lismo, verás que el prójimo -igual que tú- es miedoso, infantil, egoísta y es­túpido. Y no es que lo sea, sino que es su programación la que hace que se muestre así; nadie te defrauda en la rea­lidad. Es el juicio que tenías de la per­sona (de cómo debería ser) lo que te ha defraudado.

Cuando te enamoras de una perso­na, lo haces de una imagen (la imagen de tus sueños); así también el mundo de la realidad que vives (de lo que tú crees realidad) es falso, porque está su­jeto a conceptos. Los conceptos no son más que añadiduras que ha puesto tu cultura.

 

La felicidad es tu esencia, tu estado natural.

 

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