Estamos programados
Para mí, muchas
veces es difícil combinar los roles de padre espiritual y de psicólogo. Vienen
a ti a que les
des un consejo
moral que los tranquilice y, si resulta que lo que necesitan es una terapia y
se la das, se escandalizan, y entonces creen que los has dañado en sus
sentimientos o creencias. A nadie has hecho daño, sino que has llamado las cosas
por su nombre. Es nuestra programación la que nos hace sufrir.
Un día vino un
señor, desesperado porque otro, señor había estado tocando los genitales de
sus dos niñas de pocos años, y él, que lo sorprendió, quería matarlo. Y las
niñas estaban ahora llenas de miedo. No por lo que sucedió, sino por la
reacción de los padres ante el hecho. El padre no quería ver esto y me miraba
como si estuviese loco. Su programación no le permitía ver que, si él hubiese
reaccionado como si nada hubiese pasado, delante de las niñas, éstas lo
tomarían como un juego y nada alarmante quedaría registrado en sus mentes.
Puedes pedir
explicaciones, romperle las narices o tratar de reaccionar con el señor que
tocó a las niñas. Pero si estás programado para pensar que la acción en sí es
pecaminosa y que las niñas han sido mancilladas, y todas esas cosas de nuestra
cultura, estarás atrayendo hacia ellas tu alarma y tus miedos. Mucho más que
los tuyos, pues ellas, que no están programadas, registrarán en su mentes una
alarma que unirán al acto en sí: sin más explicaciones y para siempre, tendrán
miedo a todo lo que se relacione con ello. Un miedo que será inconsciente,
irracional, y por ello mucho más peligroso.
En cuanto al señor
que tocó a las niñas, en el peor de los casos es un ser enfermizo, con una
sexualidad sin desarrollar, y no el sádico y pervertido que se suele ver en
él. ¿Que hay que defenderse de él? De acuerdo, pero si estás despierto,
llamarás las cosas por su nombre y te darás cuenta de que los miedos que provocas
sobre él son los mismos que metieron en tu infancia ante actos similares. Si
piensas con realismo, verás que el prójimo -igual que tú- es miedoso,
infantil, egoísta y estúpido. Y no es que lo sea, sino que es su programación
la que hace que se muestre así; nadie te defrauda en la realidad. Es el juicio
que tenías de la persona (de cómo debería ser) lo que te ha defraudado.
Cuando te enamoras
de una persona, lo haces de una imagen (la imagen de tus sueños); así también
el mundo de la realidad que vives (de lo que tú crees realidad) es falso,
porque está sujeto a conceptos. Los conceptos no son más que añadiduras que ha
puesto tu cultura.
La
felicidad es tu esencia, tu estado natural.
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